Zucker Hall—¿Hiciste algo para perjudicarlos? —no fue necesario que me respondiera, porque con solo ver su cara tenía suficiente evidencia—, ¿Por qué lo hiciste? —Yo no hice nada ¿Acaso yo tengo la culpa de su infertilidad? —inquirió con una expresión de aparente indiferencia—, solo lo supe por la actitud de envidia que se reflejó en ella cuando supo que yo estaba esperando el hijo que tanto ella añoraba.—No te creo, ahora entiendo porque empezaste a hablar de los hijos adoptivos, lo sabías todo, sin embargo, no logro articular cómo te enteraste de esa información confidencial —manifesté y ella alzó la ceja queriendo exhibir una expresión de inocencia—, voy a decirte algo Bárbara, más te vale que cuando investigue, tú no tengas nada que ver con Michael y Sara, porque si descubro que tienes tus manos metidas allí, te aseguro que no lo dejaré pasar —advertí, con determinación en mis palabras.Ella soltó una risa burlona, como si mis amenazas le resultaran insignificantes. Su mirada f
Georgina Harper DavisLamenté el sufrimiento en su rostro, una mezcla de agonía y preocupación. Me sorprendí al escuchar sus palabras, indicándome que mi madre estaba en el autobús. Un escalofrío recorrió mi espalda y una oleada de miedo se apoderó de mí.—¡Papá, papá! —exclamé, intentando hacerle preguntas, pero el personal médico lo alejó rápidamente para brindarle atención.Mis pies se movieron automáticamente hacia el autobús, mi mente estaba abrumada por el caos y la angustia. Llegué al vehículo destrozado y sin siquiera pensarlo, aparté a todos a quienes tenía por delante. Comencé a buscar entre los escombros, hasta que allí reconocí el rostro de mi madre, inconsciente.Me acerqué a ella, y empecé a gritar para que le brindaran atención médica.—¡Por favor, necesito ayuda, es mi madre! —grité, luchando por mantener la calma mientras las lágrimas asomaban a mis ojos.Uno de los paramédicos me reconoció.—¿Es usted la reportera de noticias en el canal Premier? —preguntó y yo ase
Georgina Harper DavisDespués de que el médico pronunciara esas palabras fatales, el mundo a mi alrededor se volvió sombrío, oscuro y tenebroso. Mi corazón estaba aplastado bajo el peso de la desesperación y el dolor, una sensación de vacío que nunca antes había sentido, se instaló en mi pecho. Me quedé en la sala de espera, abrumada por la pérdida de mi padre, rodeada de un silencio sepulcral. Cada latido de mi corazón resonaba con la crudeza de su ausencia.Mis ojos se posaron en el sobre que me había entregado antes de morir. Desolada, lo tomé con las manos temblorosas y lo acerqué a mi pecho, como si pudiera sentir su presencia a través de él. Con la mirada borrosa por las lágrimas, abrí el sobre iba a leer la carta, pero decidí esperar un poco para leerla, colocándola en mi bolsillo, es que me costaba asimilar la noticia. El amor de mi vida, mi protector, mi confidente, se había ido sin poder despedirme adecuadamente. La desesperación me envolvió, sintiéndome incapaz de comprende
Emma LeytonSabía que era primordial que saliera del dominio de Kempless porque de no hacerlo estaría perdida, por eso comencé a pensar en un plan a medida que íbamos caminando, para salir corriendo.Así lo hice, cuando tuve oportunidad me tiré hacia atrás y di un cabezazo con todas mis fuerzas hacia atrás, y lo golpeé en la nariz, aproveché que lo dejé aturdido y comencé a correr, en ese momento vi a Alexis y a Maxwell, nunca pensé que me alegraría tanto en mi vida de ver a ese hombre, sobre todo porque las cosas entre nosotros no habían empezado con buen pie.Pero mientras corría, escuché los dos impactos de bala y me lancé al suelo, agitada y temerosa, intentando comprender qué estaba sucediendo a mi alrededor. En ese momento me di cuenta, de un pinchazo repentino en mi hombro, que me hizo jadear, y comprender que uno de esos disparos impactó en mí. El sonido palpitaba en mi oído mientras trataba de mantener la calma, sabiendo que no podía quedarme inmóvil. La voz de Maxwell reson
Maxwell CraneLlegamos al hospital y la sacaron de inmediato de la ambulancia y aunque los paramédicos me insistían en que estaba bien que la herida había sido superficial, yo quería que la revisaran, necesitaba estar seguro de que estaba fuera de peligro.Mientras trasladaron a Emma hacia la sala de emergencias, me quedé en la sala de espera, agitado y ansioso. El tiempo parecía transcurrir en cámara lenta mientras aguardaba noticias sobre su estado.La sala de espera estaba llena de personas, algunas preocupadas por sus seres queridos, otras en silencio, absortas en sus pensamientos. Sentí una inquietud que me carcomía por dentro. Mi mente no dejaba de repasar la escena de Emma herida, reviviendo cada detalle una y otra vez.El desasosiego me dominaba, y a pesar de que los paramédicos habían asegurado de que no era nada, yo no me confiaba, porque la cantidad de sangre que vi en su hombro me mantenía en atento. Observaba a través de la puerta de emergencia, esperando ver alguna seña
Emma LeytonSentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Max acababa de confesar sus sentimientos, pero mi reacción no era de alegría, todo lo contrario, era de preocupación, porque tenía la sensación que este era el preludio del desastre que vi en mis sueños.No pude evitar el caudal de imágenes de recuerdos llegar a mi mente, en ese sueño me vi a mí misma en una iglesia, vestida de novia, estaba enamorada de Max y esperaba ansiosa que apareciera en el altar. En mi sueño, no era el novio quien me esperaba a mí como novia, si no yo quien lo esperaba a él.Ese ambiente estaba lleno de felicidad y emoción, pero pronto todo cambió.Max apareció, pero no vestía traje de novio. En lugar de eso, llevaba un Jean y una camisa con unos tenis. Un nudo se formó en mi estómago al verlo señalarme con su dedo índice y dirigirse a mí, con una mirada burlona en sus ojos.—¿Piensas que me casaré contigo? —me preguntó Max, señalándome con acusaciones en su mirada.Mi expresión pasó de sorpresa a confusi
Maxwell CraneSalí de la habitación de Emma sin poder creer que por primera vez me le declaraba a una mujer y esta se burlaba de mí, recordé las veces que muchas de ellas me confesaron su amor, y yo les decía que no se ilusionaran, porque Maxwell Crane, no me enamoraba de nadie, y ahora estaba allí después de haberle dicho a una que la amaba y esta se había reído de mí en la cara. Lo que más me asombraba era que pensé que me aceptaría, que quizás ella sentiría algo por mí, y estaría encantada cuando me escuchara, pero al parecer no era así, Emma ni siquiera se había tomado en serio mi declaración. Me sentía confundido, incluso herido en cierto modo. Nunca antes me había atrevido a abrirme de esa manera con alguien, y menos aún a una mujer, y ahora cuando lo hacía nada había salido como me lo había imaginado. Emma era una mujer diferente a la que había conocido, única en su forma de ser, actuaba de manera distinta a como se esperaba, no le rendía pleitesía a nadie, y aunque quisiera
Massimo CraneVi desde lejos salir a mi hijo, entendía su preocupación por Emma, después de todo me había dado cuenta antes que él mismo que estaba enamorado de ella, sin embargo, en ese momento no podría consolarlo, porque yo estaba viviendo algo similar con Emerith, deseaba que después de los exámenes que le hicieran todo estuviera bien con ella.Estaba impaciente, los minutos me parecían eternos, pero finalmente, un médico salió para informarnos sobre Emerith.—Ella está estable por ahora. Está deshidratada y débil, tiene numerosas heridas en su cuerpo, unas de hace mucho tiempo que no estaban bien curadas, pero que nosotros empezamos a vamos a hacer todo lo posible para ayudarla a recuperarse.Las palabras del médico fueron como un bálsamo para mí. Emerith estaba viva, y aunque su situación era delicada, existía una esperanza genuina de que se recuperara.—Lo otro, es necesario que le den tratamiento psicológico, quería recomendarle que quizás una clínica de reposo… —cuando el méd