—Ok, Florecita, no te enojes. Mira, como tu mami está aquí, quiero preguntarles a las dos si les gustaría ir a conocer mi finca. Está muy cerca y, como dato curioso, Adri, me dijeron que hace una semana una de mis yeguas tuvo un potrillo. ¿Te gustaría verlo? —dijo Adams, lanzando un anzuelo que estaba seguro su hija mordería.—¡Siii, quiero! —exclamó la niña sin pensarlo dos veces, pero luego se giró hacia su mamá—. ¿Podemos, mami? Di que sí. -Glenda no pudo evitar reír. Adams conocía a su hija a la perfección; ni siquiera tuvo que esforzarse mucho.—Corazón. ¿Y nuestro paseo juntas? ¿Qué haremos? —preguntó Glenda, poniendo en un pequeño aprieto a su hija.—Bueno, mami, si vas conmigo es igual que ir a pasear juntas. ¡Yo quiero ver ese caballo! Vamos, ¿sí? -Glenda la miró, sonrió con ternura y asintió. Adams, con una simple propuesta, había logrado que la visita a su rancho fuera algo normal para su hija. Definitivamente, él estaba mostrando habilidades que hasta ahora ni ella conocía
Adam y Glenda disfrutaron juntos de la comida, casi a las once Adam recibió una llamada. Era Martha confirmando que ya había abordado.—Perfecto, te recogerán en el aeropuerto y te traerán aquí al rancho —dijo Adam, sin dar más detalles. Su esposa estaba seria, quería saber con quién hablaba él, pero optó por esperar antes de preguntar.Sin embargo, Adam no dijo nada al respecto, tampoco hablo de su conversación con Adri. En su lugar se acostó junto a ella en la gran cama del dormitorio principal, la abrazó besó su mejilla, le preguntó:—¿Te sientes mejor, amor? ¿Se te quitó la falta de aire?—Sí, estoy mejor, aunque caminar me hace sofocarme como si corriera —respondió ella, acomodando su cuerpo al de su esposo, y besando su cuello.—Amor, es importante que hagas reposo, al menos hasta que te vea el médico. Y también es crucial que te quedes quieta, porque yo no soy de piedra, por favor... —dijo Adam con voz baja, llena de deseo, mientras acariciaba la cintura de su esposa, pegándola,
-Adri se despertó muy temprano, desconcertada al verse en un dormitorio nuevo para ella, pero a la vez conocido: el color a su gusto, sus juguetes favoritos y una foto de ella junto a Sol en la mesita de noche. Recordó que fue Dam quien le tomó esa foto, y entonces todo lo que pasó la tarde y noche anterior volvió a su mente.Se levantó con rapidez y salió al pasillo, abrió sigilosamente varias puertas sin éxito, hasta que se le ocurrió abrir la puerta del fondo del largo pasillo. Ante sus ojos se mostró una imagen que atesoraría siempre: su mami dormía junto a su papá. Él la abrazaba mientras ella estaba de espaldas. En silencio total, Adri se escabulló entre las sábanas, metiéndose entre los brazos de su mamá, que, hizo algo que habitualmente hacía: recibir a su hija en su cama estando ella dormida.—Parece que alguien ya se despertó y asaltó mi cama—dijo Adams. Adri se quedó muy quieta, junto a su mamá que seguía dormida.—No, yo dormí aquí, no es verdad, mami —dijo con su vocecita
Sobre las once de la mañana, llegaron los Smith en compañía de Martha a la clínica. El doctor Johnson los recibió con una sonrisa.—Hola, Adams, ¿cómo estás? ¡Cuánto tiempo sin verte!—Todo bien. Gracias por prestarme tu ayuda, y no te preocupes, que me verás bastante a partir de ahora, mi querido Samuel —dijo Adams, sonriendo—. Mira, te presento: ella es Martha, una colega tuya y amiga de la familia,-Mucho gusto doctor. -dijo Martha-Y Samuel, esta es Glenda Smith, mi esposa. -dio Adams con orgulloSamuel abrió los ojos como platos.—Mucho gusto, señora. Disculpe mi expresión, es que pensé que Adams se moriría soltero.—Mucho gusto. No se preocupe, no es el único que lo pensaba, pero ya ve que no —respondió Glenda riéndose.—Bueno, y esta linda florecita es nuestra hija. -Samuel no salía de su asombro. No podía negar que la niña era igual al padre. Para él, todo esto era una gran sorpresa.—Mucho gusto, soy Adri.—El gusto es mío, Adri. Tu papi sí sabe cómo dar una noticia en grand
El resto del fin de semana fue una experiencia única para el recién estrenado papá. Adams y Adri estrecharon aún más su relación. Aunque la niña todavía no se sentía cómoda llamándolo "papá", él lo aceptó sin presionarla; no podía pedir más por el momento.Por su parte, Glenda se enteró de que tanto doctor Luis como Martha se mudarían a la ciudad debido a una propuesta laboral para Luis, quien había sido contratado como jefe de cirugía en un prestigioso hospital. Saberlo la hizo relajarse, pues significaba que tendría a su doctora favorita monitoreando su embarazo.El lunes en la mañana, todo volvió a la normalidad. Adri regresó a la escuela y, para entonces, ya estaba todo listo para la mudanza a la casa de Adams, que se llevaría a cabo en el transcurso de esa semana.A pesar de la negativa de Adams, Glenda decidió ir el lunes a la oficina. Necesitaba recoger algunas cosas para poder trabajar desde casa y, además, era importante actualizar a Lester, su ayudante, para que él se encarg
—Ok, ok, sin violencia —dijo levantando las manos en señal de rendición—. No es un juego, pero sí una lección para alguien que no deja de insistir y que tampoco escucha un "no" por respuesta.—No te entiendo, explícate —pidió Morgan, frunciendo el ceño y cruzando las piernas en el sillón.—Tú sabes que ella jamás me ha interesado. Pero ni ella, ni mi hermana escuchan a nadie. Lili se atrevió a insinuar delante de Scott y Hamilton que éramos una pareja comprometida -. Morgan abrió los ojos, incrédulo al escuchar lo que Adams le decía.—No puede ser… ¿Pero será tonta?—No, amigo, la “chiquitica” es de todo menos tonta. Tú lo sabes, que ella, solo juega sus cartas. Y para mi disgusto sabe cómo y cuándo hacerlo.—Bueno… ¿y qué vas a hacer?—Nada, de momento. Solo preparar mi fiesta de compromiso, en la que voy a presentar a mi mujercita hermosa —dijo Adams, con una sonrisa—. Y lo mejor es que Lili la va a organizar… para luego darse cuenta de que ella no es la anfitriona.Morgan negó con l
Elizabeth contemplaba complacida su reflejo en el espejo de su dormitorio. Su cabello negro estaba recogido con elegancia, mientras unos mechones ensortijados caían al descuido, enmarcando su linda carita. Sus ojos azules, perfectamente delineados y ahumados, brillaban con intensidad, y sus labios, pintados de un rojo pasión, parecían susurrar: bésame.El vestido, del mismo tono que sus labios, se ceñía a su figura con la suavidad de la seda satinada. De escote halter y largo hasta el piso, dejaba su espalda al descubierto en un corte atrevido que terminaba justo donde comenzaba su trasero. Completó el look con unos pendientes de ónix y unas sandalias Marchavekel negras de Christian Louboutin, que añadían unos centímetros a su estatura de metro cincuenta y ocho, aunque realmente, eso nunca le había preocupado. Era imposible no mirarla.El momento era perfecto. Sería su primera aparición con Adams y todo estaba calculado; nada podía salir mal. Sonrió con satisfacción, lanzó un beso a s
Luego de aquella gala, el ambiente en la oficina se volvió tenso. Morgan y Elizabeth apenas se hablaban. Ella, estaba decidida a concentrarse en su trabajo, se enfocó en su objetivo: que todos supieran que Adams Smith era su prometido. La noticia corrió como pólvora, y sin un solo comunicado que lo desmintiera, se tomó como un hecho. De vez en cuando, Elizabeth y Adams eran vistos almorzando juntos. Él siempre serio, pero ella sonriendo con una felicidad que se notaba a kilómetros.--------Helen, por su parte, se cruzaba con bastante frecuencia con Elizabeth en los pasillos del CORPORATIVO´SMITH, siempre que iba a visitar a Morgan. Esos encuentros eran auténticas batallas silenciosas. La mirada de Elizabeth se volvía filosa, y más de una vez. Como hoy, su hombro se encargó de empujar a Helen con fuerza mientras pasaba.—Cariño, esa fiera que tanto, amas me va a matar un día —soltó Helen con falsa alarma al entrar en la oficina de Morgan.—¿Qué te hizo esta vez? —preguntó él, ya con