CAPITULO 5

ARIELLE BRIGHT. Y GABRIELL ALIGHIERI.

Arielle Maylin Brigth Kartson, es una joven soñadora que cree en el amor a primera vista, lo que le sucedió cuando conoció a Gabrielle Alighieri, un apuesto magnate. Comprometido con Arielle Maylin, teniendo siete meses de relación, deciden unir sus vidas.

—¿Pero por qué en tan poco tiempo? ¿Acaso estás embarazada?

—Noo, es que no podemos estar lejos el uno del otro, lo amo y si, si quiero casarme, ya, hoy. —respondió Arielle Maylin sintiendo la emoción más grande en su corazón, que parecía quererse salir de su pecho.

—Entonces si es en menos de un mes, no nos queda mucho tiempo entonces. Tenemos que empezar ya.

Arielle Maylin, empezó con los preparativos de su boda, con la ayuda de las mejores organizadoras, estaba pendiente de cada detalle.

Pruebas de vestido, degustación de los pasteles y platos para brindar, el itinerario del viaje de bodas y despedida de soltera.

—Señorita Arielle una entrega para usted. —dijo el señor de entregas, que llegó a la  casa donde estaba Arielle viendo los últimos detalles. Era donde compartiría con su fruto esposo.

—Gracias. —dijo Arielle sonriendo al ver el nombre en la tarjeta, y  abriendo la caja con un hermoso vestido rojo, y la invitación a uno de los restaurantes de Moscú.

—Esta muy hermoso. ¿Dónde es la cita? En un restaurante en el centro. Me ayudas a cambiar rápido, no tengo tiempo.

—Claro que sí amiga, yo te ayudo. —respondió Katherine Thompson su mejor amiga.

Subieron a la habitación y Arielle se arregló, y una hora después estaba subiendo a la limusina, para ir a dónde la esperaba el amor de su vida.

Llegó al restaurante, un mozo la recibió con un enorme ramo de rosas y el anfitriona la guío a la sala reservada para ellos dos.

Gabriell al verla llegar con su enorme sonrisa que irradiaba felicidad, se puso de pie abrochándose su chaqueta, y dando unos paso para ir a su encuentro.

—Estas hermosa mi vida.

—Y mi prometido no se queda atrás.

Gabriell unió sus labios a los de su enamorada novia, profundizando ese beso que la invitaba a querer más.

Gabrielle acaricio su espalda descubierta y delineó su columna haciendo que Arielle se estremezca entre sus brazos.

—Ya deseo hacerte mía. —susurró a su oído.

—Falta poco para nuestra boda, y entonces cada día, cada noche seran interminables para nuestro amor.

—Te amo. —le dijo Gabrielle sobre sus labios.

—Y yo más, cada día más. —respondió Arielle sintiendo la sensación electrizante recorrer su cuerpo.

Las horas pasaron, cenaron bailaron y regresaron a sus respectivas residencia.

Arielle en su habitación, metida en su cama sonreía de la emoción que sentía.

Gabrielle llegó a su departamento, subió a su habitación, quitó su ropa y entro al baño. Bajo la lluvia artificial cerro los ojos deseando tener ahí a Arielle Maylin.

Salió del baño con una toalla envuelta en la cintura fue al minibar en su habitación, sirvió un vaso de whisky y bebió un sorbo, miro por el ventanal la gran cuidad, y sin darse cuenta sintió unas salidas manos abrazarlo desde  atrás. El acaricio las manos de la mujer, entrelazó sus dedos y dejó un beso en ellas. Muy despacio fue subiendo sus manos y vendó los ojos de Gabrielle, se giró y quedó frente a él y lo besó apasionadamente, entre besos lo guio a la cama y empezó a besarlo, delineó con su lengua y labios su pecho, Gabrielle sentía arder en deseo, su endurecido mástil levantaba la toalla la cual ella abrió, paso su lengua por toda esa longitud y saboreó las gotas del préseme, jugó con su lengua en su pequeña abertura.

—¡Aaaah! Sigue no paren preciosa. —decía entre gemidos, y la tomaba de sus cabellos para guiarla, ella seguía saboreando su punta y lo introducía lo más profunda que podía.

Sus ojos lagrimeaban y sentía arcadas  que podía controlar.

Siguió el ritmo  que deseaba él, y  poco a poco fue subiendo, besó sus labios y se sentó a horcajadas sobre él.

Se centro en esa resbaladiza punta y se empaló muy despacio, no era su primera vez, y muy despacio se empujó he hizo que de una estocada ella quedar completamente llena de él.

—¡Mmm!.

Se quedó quieta adaptándose a su tamaño y poco a poco empezó a moverse.

Ella cerró los ojos y rápido boca con sus manos ahogando un fuerte gemido. Comenzó a cabalgar lo sintiéndolo muy dentro de ella, continuó con sus movimientos haciendo que el llegue al climax junto con ella.

Así como entró, salió sigilosamente, sonando la puerta del bañó, y mientras Gabrielle quitaba la venda de los ojos,  fue a buscarla por tardar en salir, se dio cuenta de que la mujer no estaba.

—No entiendo tu comportamiento Arielle, tu timidez sobrepasa los límites. —se dijo así mismo.

Las horas pasaron y el día de la boda llegó, todo estaba listo, los invitados en la iglesia, el salón de recepciones y Arielle, que se miraba frente al espejo con su hermoso vestido blanco.

—Estás muy hermosa hija. —dijo Nohelia dando los últimos toques en el velo y colocando la tiara de diamantes que uso ella.

—Estoy nerviosa mamá, nerviosa y feliz. —es normal en tu día hija.

La organizadora de bodas dio el anunció de que era la hora de salir, y Sergio entro para ver a su hija ya convertida en una mujer.

—Mi pequeña ya es toda una hermosa mujer. —expresó Sergio abrasando a su hija.

—Siempre seré tu pequeña princesa y tu mi príncipe durmiente. —respondió Arielle llamándolo como lo hacía siempre y desde niña.

—Recuerda que tú madre y yo siempre estaremos aquí,

—Lo se padre, lo sé. Vamos es hora de que me lleves al encuentro con mi felicidad.

Sergio ofreció su brazos a Arielle y ella se agarró de el y salieron.

Subieron a la limusina y empezó el recorrido a la iglesia.

Arielle veía pasar el paisaje de edificios frente a ella, miro a su madre y sintió un estrujó en su pecho.

"No sé por qué tengo está sensación talvez son los nervios" pensó mientras arreglaba su vestido para salir.

Una de las organizadora se acercó y dio una inesperada noticia.

—Tenemos que esperar, el novio salió un momento y aún no regresa.

—¿Dónde fue? ¿Qué dijo? Mamá ¿Qué pasa? —preguntó angustiada.

—Tranquila hija, debe ser algo pasajero.

—No lo sé mamá, algo debió pasar.

Tomó el teléfono y marcó el número de Gabrielle quien contestó enseguida.

—¿Dónde estas mi amor? ¿Qué sucede?

—Ya voy. Mi vida, sucedió algo inesperado. (Ve, ve con ella ) —se escuchó una voz de mujer mientras Gabrielle respondía.

Se acercó otra de las organizadora y hablo sin discreción.

—El sacerdote dice que no puede esperar más, y el novio no sale de ese auto.  —dijo mientras señalaba el auto de tres del susto donde el llegó.

Las organizadoras miraron a Arielle quien bajó del auto y caminó a donde se encontraba Gabrielle.

Arielle pudo ver perfectamente bien a Katherine a pesar de esconderse.

Gabrielle paso sus manos por su rostro por la frustración que tenía en ese momento.

—Gabrielle. Sal del auto Gabrielle, vi a Katherine no lo puedes negar estás con ella. ¿Por qué la escondes ? ¿Qué esconden? Abre la puerta del auto Gabrielle.

Gabrielle salió del auto arreglando su camisa, sintiendo las ganas de desaparecer de ahí.

—No es lo que parece mi cielo, por favor es un mal entendido. —trató de escusarse.

—¿Qué hace Katherine ahí contigo? ¿Por qué se escondió si no es nada comprometido? Me han estado engañando, tu me has engañado Gabrielle. —preguntó golpeando el pecho de su prometido para caer al suelo de rodillas devastada por el dolor de sentirse traicionada su futuro esposo con su mejor amiga.

Katherine fue sacada del auto por una de las damas de la corte de honor casi arrastras.

—Perdón, perdóname Arielle, no es lo que crees

—¿Por qué Katherine? ¿Por qué? Te creí mi amiga, te creí mi amiga.

Alejandro dio un golpe en el rostro de Gabrielle haciendo sangrar su nariz

—Eres un maldito cobarde. ¿Cómo pudiste hacerle eso a mi hermana?

—Gabrielle subió a su auto y salió de ahí sin decir una sola palabra.

Katherine subió a un Uber y desapareció.

Sergio cogió a Arielle en sus brazos la subió a la limusina y  volvieron a la mansión.

Todo el trayecto solamente los sollozos de Arielle se escuchaban.

—No lo creo padre, me cuesta creer que Gabrielle me traicionara  con Katherine. Eso duele, duele tanto madre.

—Mi vida, daría  mi vida entera por evitarte ese dolor. —decía Nohelia tratando de calmarla.

—Yo arreglaré cuentas con Gabrielle.

—No padre, déjalo no quiero volver a ver ni saber nada de Gabrielle nunca más en mi vida. Gabrielle y Katherine están muertos para mí.

Llegaron a la mansión, Arielle quitó sus zapatos y corrió  a dentro, subió a su habitación a la vuelta no pensó en volver y ahí estaba, había salido  por la mañana feliz de ahí y ahora estaba ahí  de vuelta con el  corazón roto en mil pedazos.

Cerró la puerta, paso seguro, y caminó muy despacio, se miró al espejo y  vio una imagen desolada,.

—¡Aaaash! ¡Por qué! ¡Por qué? —gritó desgarrada mente cayendo al suelo desconsolada, lloro hasta por tres vidas del dolor y decepción que sentía. Paso la noche entera llorando tirada al suelo.

Mientras Nohelia sentía doler su corazón al escucharla llorar sin poder consolarla.

La mañana llegó, Arielle no había dormido en toda la noche, se puso de pie se quitó el vestido quedando en ropa interior y ligueros. Quiero todo lo que tenía puesto y completamente desnuda camino a la terraza donde llevo el vestido y todo lo que usaría ese día y le prendió fuego. Vio como el fuego consumía sus ilusiones y solo cenizas quedaron, las cuales recogió y lanzó al desagüe.

Se metió a la ducha y bajo la lluvia artificial helada se dejó caer al suelo, quería morir, deseaba morir. Hasta que su madre la encontró casi sin aliento y la saco del baño, encendió la calefacción y pudo regular su temperatura.

Los días pasaron, una semana pasó y ya Arielle estaba de pie.

Salió de la habitación con una pequeña maleta y vio a sus padres en el comedor desayunando.

—Hija, creí que aún dormías. —dijo Nohelia caminando a su encuentro.

—Ya estoy bien madre, hoy he tomado una decisión, y espero me apoyen y no lo comenten con nadie.

—Sabes que estamos para ti hija.—respondió Sergio.

—Nadie sabrá nada hija. ¿Cuál es esa decisión?

Arielle miro a sus padres y respondió con la decisión irrevocable.

—Me voy a la basílica, voy a entrar al convento. Seré una novicia, y después tomaré los hábitos.

Sergio y Nohelia se miraron sin decir ni contradecir a Arielle.

—Si esa es la decisión que has tomado. Está bien hija te apoyaremos. ¿Estás segura que es lo que deseas?

—Si, por favor papá, debes tener a alguien que me ayude a entrar ahí.

Sergio realizó todo los trámites su. En contra de su voluntad. No era eso lo que deseaba para su hija. Pero aún así la apoyó.

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