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Buscando esta mujer de una noche
Buscando esta mujer de una noche
Por: Martina
Capítulo 1: Una noche bajo el sello del misterio

La velada estaba en pleno auge en uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad. Las arañas de luz centelleaban, proyectando destellos sobre las paredes adornadas con dorados y frescos elegantes. Los invitados, vestidos con sus mejores galas, se mezclaban en un ambiente donde el lujo y el exceso reinaban en absoluto. Entre ellos se encontraba Alexander Reed, CEO de una empresa floreciente e heredero de la familia más influyente de la ciudad. Su presencia imponente y su carisma natural atraían todas las miradas, pero esa noche, algo en su comportamiento traicionaba cierta agitación.

Alexander, acostumbrado a mantener el control en todas las circunstancias, sentía que lo embargaba una extraña torpeza. Vagaba por los pasillos del hotel, tratando de escapar del bullicio del salón principal. Su mente, habitualmente clara y aguda, parecía confundida, y sus pasos, que usualmente eran firmes, se volvían vacilantes. Se detuvo un instante junto a una ventana, observando las luces de la ciudad que brillaban a lo lejos, como intentando recuperar algo de calma.

Fue entonces cuando la vio. Una joven, sola, se hallaba junto a una escalera, como si buscara algo o a alguien. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y su mirada, aunque perdida, desprendía cierta dulzura. Alexander sintió una impulsión inexplicable que lo empujó hacia ella. Se acercó, con sus pasos resonando sobre el mármol pulido.

La joven, que se llamaba Sophia Carter, no notó de inmediato su presencia. Estaba absorta en sus propios pensamientos, intentando comprender por qué se sentía tan extraña esa noche. Invitada por su hermanastra, no se sentía en su lugar en ese universo de ostentación y superficialidad. Cuando levantó la vista y cruzó la mirada de Alexander, se sorprendió por la intensidad de su expresión.

Alexander, sin decir palabra, le tendió la mano. Sophia, desconcertada, dudó por un instante, pero algo en su mirada la impulsó a seguirlo. Recorrieron los pasillos del hotel, con sus pasos resonando en el silencio. Alexander abrió la puerta de una habitación e invitó a entrar. La atmósfera de la estancia, tenue e íntima, contrastaba con el bullicio de la velada.

Los primeros rayos del sol se filtraron a través de las cortinas de la habitación, bañando el espacio con una luz suave y dorada. Sophia abrió los ojos, y lo que vio la dejó sin habla. Se encontraba recostada en una cama que no era la suya, con su ropa esparcida por el suelo. Su corazón se aceleró mientras intentaba reunir sus recuerdos. Recordaba a un hombre, su voz, su mirada… pero no su rostro.

Al incorporarse, notó un objeto sobre la almohada a su lado. Era la mitad de un colgante de jade, de una belleza singular. Lo tomó en sus manos temblorosas, mirándolo con una fascinación mezclada con confusión. Grabado en el jade, un delicado motivo parecía contar una historia que aún no comprendía.

Sophia (murmurando para sí misma) : «¿Quién era ese hombre? ¿Por qué me dejó esto?»

Se levantó precipitadamente, recogió sus pertenencias y abandonó la habitación sin mirar atrás. En los pasillos del hotel, se cruzó con algunos empleados que la observaron con curiosidad, pero ella bajó la mirada, demasiado avergonzada para enfrentar sus ojos.

Por su parte, Alexander se despertó unas horas más tarde, con la cabeza pesada y los recuerdos borrosos. Recordaba a una mujer, su dulzura, su mirada… pero no su nombre. Al tocarse el cuello, se dio cuenta de que su colgante de jade ya no estaba. Entonces recordó que lo había dejado con esa mujer antes de salir de la habitación del hotel, cuando su asistente vino a buscarlo en medio de la noche. Una triste sonrisa se dibujó en sus labios mientras murmuraba:

Alexander : «Te encontraré. No importa el tiempo que tome, cumpliré mi promesa.»

Alexander Reed permaneció sentado al borde de la cama, con los codos apoyados sobre sus rodillas y la mirada perdida en el vacío. La habitación, impregnada de un aroma a perfume discreto y de destellos de luz filtrándose a través de las cortinas, le parecía extrañamente vacía. El colgante de jade, dejado atrás, se convertía de repente en una pieza central de aquella noche, que parecía estar medio borrada de su memoria. ¿Quién era ella? ¿Por qué no podía recordar su rostro? El peso de aquella promesa no formulada ya pesaba sobre sus hombros.

Su asistente personal, Richard, entró en la habitación con un aire preocupado. Había sido encargado de asegurarse de que Alexander saliera del hotel discretamente, tras haber notado su comportamiento perturbado durante la velada.

Richard : «Señor Reed, es hora de partir. Tiene reuniones importantes esta tarde y debemos evitar llamar la atención. ¿Está todo bien?»

Alexander levantó la vista hacia Richard, pero su respuesta fue solo un breve asentimiento. Se levantó, ajustó su traje ligeramente arrugado y se dirigió hacia la puerta sin decir palabra. La pesadez de sus pensamientos hacía de cada paso una verdadera prueba.

Mientras tanto, Sophia salía del hotel por la entrada secundaria, con el colgante guardado en su bolso, el corazón acelerado y la mente confundida. Atravesó las calles evitando las miradas, buscando desesperadamente poner orden en sus pensamientos. El hombre que había cruzado aquella noche le parecía familiar y extraño al mismo tiempo, como un fragmento de una historia que aún no conocía. Pero una cosa era segura: esa mitad del colgante de jade llevaba consigo una promesa que no comprendía.

Al llegar a su casa, Sophia depositó el colgante sobre la pequeña mesa del salón. Se quedó de pie frente a él, como hipnotizada, observando los motivos grabados que parecían contar una historia silenciosa. Se dejó caer sobre el sofá, con los brazos cruzados, intentando comprender.

Sophia (pensando en voz baja) : «¿Quién eres? ¿Por qué tengo la sensación de que esa noche cambió algo, sin saber exactamente qué?»

En los días siguientes, Alexander intentó concentrarse en sus responsabilidades profesionales. Sus oficinas, situadas en uno de los rascacielos más modernos de la ciudad, estaban siempre animadas por las conversaciones y los vaivenes de los empleados. Sin embargo, entre las decenas de cifras, contratos y presentaciones que debía revisar, su mente divagaba a menudo hacia los recuerdos fragmentados de aquella noche.

Ese día lo esperaba una reunión especialmente importante: el anuncio de una nueva alianza estratégica que podría impulsar su empresa en una dirección aún más prometedora. Pero mientras se encontraba frente a la gran mesa de conferencias, rodeado de inversores y miembros del consejo de administración, sus pensamientos volvieron a divagar.

Alexander (pensando) : «¿Por qué no puede salir de mi mente? El lunar… el colgante… ¿quién es ella? Debo encontrarla y asumir mis responsabilidades hacia ella, tal como se lo prometí.»

Richard, su asistente, notó su desconcierto y trató de devolverlo a la realidad colocando discretamente una mano sobre su brazo.

Richard (susurrando) : «Señor Reed, se acerca la firma del contrato. ¿Está todo bien?»

Alexander asintió, pero interiormente sabía que no estaba en su estado habitual. Aquella noche había dejado una huella profunda que no podía ignorar.

Por su parte, Sophia también intentaba retomar el curso de su vida, pero cada vez que posaba la mirada en el colgante de jade, una extraña sensación de inacabado la embargaba. Su hermanastra, que había sido la causa de su invitación a esa fiesta, parecía ignorar las preguntas que la atormentaban.

Sophia (confrontando a su hermanastra) : «No entiendo por qué me invitaste a esa fiesta. Sabes muy bien que detesto este tipo de ambientes. ¿Qué esperabas exactamente?»

Su hermanastra, con una sonrisa casi condescendiente en los labios, se encogió de hombros.

Hermanastra : «Oh, cálmate. Necesitabas salir un poco de tu zona de confort. No pensé que te afectaría tanto.»

Sophia sabía que había más detrás de esas palabras de lo que estaba dispuesta a admitir. Pero, por el momento, no tenía la fuerza para profundizar. Tomó su bolso y abandonó su apartamento, decidida a encontrar respuestas por sí misma.

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