Unas semanas habían pasado desde aquella noche misteriosa en el hotel. Sophia Carter había intentado retomar el curso de su vida, pero una extraña fatiga y persistentes náuseas matutinas comenzaron a despertar sus sospechas. Aunque nunca lo había imaginado, decidió comprar una prueba de embarazo, con el corazón pesado y la mente atormentada. Cuando vio las dos líneas rojas aparecer en el dispositivo, sintió que su mundo se desmoronaba. La realidad de su situación la golpeó con una intensidad brutal: estaba embarazada, y no tenía idea de quién era el padre . Temblorosa, permaneció sentada en su cama durante horas, mirando fijamente el resultado. Se preguntaba cómo podría comunicarlo a su familia y, más aún, cómo soportaría su reacción. Esa noche, entendió que no tenía más opción. Debía enfrentar a su padre, su madrastra y su hermanastra, Anna. En el amplio salón de la casa familiar, donde los muros estaban decorados con retratos de ancestros y candelabros resplandecientes que hacían
Sophia había desaparecido de los barrios animados desde aquella fatídica confrontación familiar. Era como si se hubiera borrado de la superficie visible de la ciudad, refugiándose en un rincón modesto donde nadie vendría a buscarla. Había encontrado trabajo como empleada doméstica en una pequeña empresa de limpieza. Cada día enfrentaba los dolores físicos y mentales que acompañaban su embarazo, mientras cargaba con el peso del rechazo y de las burlas que le habían lanzado. Los meses pasaban y su condición se volvía cada vez más evidente, pero Sophia, resiliente, continuaba trabajando para ahorrar lo poco que ganaba. Sabía que necesitaba juntar todo lo que pudiera antes de la llegada de su hijo. Sin embargo, a pesar de la dureza de sus días, guardaba en su bolso el colgante de jade que había encontrado tras aquella noche misteriosa. Se había convertido en su único símbolo de esperanza, el único vínculo tenue con un hombre del que apenas podía recordar la mitad. Una mañana de junio,
El sol se deslizaba lentamente por el horizonte en su suave descenso, tiñendo de un cálido resplandor dorado cada rincón del apartamento. La luz, casi mágica en su transición, bañaba la habitación principal donde Sophia se sentaba en silencio, disfrutando de la calma reparadora de aquel espacio modesto que Chris le había prestado tras su hospitalización. Esa noche, a pesar de los ecos del pasado y las memorias conflictivas, todo parecía en apariencia tranquilo. En la habitación contigua, los trillizos dormían plácidamente; sus respiraciones ligeras y rítmicas se fusionaban para formar una melodía sutil y consoladora, un pequeño himno de esperanza en medio del caos que había marcado la vida de Sophia. Sin embargo, en el interior de Sophia, el alma no hallaba reposo. El peso de sus recuerdos, esas verdades ocultas y los silencios que había acumulado, se hacían sentir con fuerza cada vez que su mirada se posaba sobre el colgante de jade que reposaba en la mesa frente a ella. Ese objeto
El sol de la mañana se percibió tímidamente a través de las cortinas del apartamento. Los trillizos se juntan alegremente en una manta en la alfombra, sus risas se mezclan con el traque de los platos que Sophia se escapó. La vida había reanudado una apariencia de normalidad desde el accidente. Chris, fiel a su promesa, había estado presente y protector, convirtiéndose en un verdadero ancla en la tormenta. Esa mañana, estaba parado cerca de la ventana, su mirada fija en la calle de abajo. Parecía reflexivo, casi preocupado. Sophia inmediatamente notó su actitud inusual y puso las placas que sostenía. - Chris, ¿algo anda mal? Se volvió hacia ella, una sonrisa ligeramente triste en sus labios. - En realidad ... tengo algo que decirte. Y ... una propuesta para hacerte. Ella frunció el ceño, intrigado. - ¿Una propuesta? Parece serio. ¿Qué está sucediendo? Chris se acercó a la mesa y tiró de una silla para sentarse. Cruzó las manos sobre la superficie de madera, buscando buenas palab
El día esperado finalmente había llegado. Sophia se despertó antes del amanecer, su corazón latía con la emoción y el nerviosismo. Los trillizos, todavía profundamente dormidos en sus pequeñas camas, eran pacíficas, ignorando la aventura que les esperaba. Chris ya estaba de pie, revisando los documentos y boletos por última vez, su seriedad habitual fortalecía la sensación de una partida inminente. La luz de la mañana comenzó a aparecer en el horizonte cuando el taxi llegó frente al apartamento. Sophia lanzó un último vistazo a la pequeña habitación que había llamado casa. Ella inspiró profundamente, apretando las tiras de su bolso y murmuró por sí misma: "Este es el comienzo de algo nuevo". Chris, ya fuera de instalar asientos de automóvil en el taxi, lo llamó suavemente:- Sophia, ¿estás lista? Ella asintió, tomando suavemente uno de los trillizos en sus brazos. - Sí. Vamos. El aeropuerto era un mundo en sí mismo, con sus luces animadas, sus anuncios regulares y las multitudes
Habían pasado cinco años, casi tan rápido como un soplo de viento. Milán había ofrecido a Sophia y sus trillizos a refugiarse y un nuevo comienzo. Había explorado el mundo del diseño con pasión, según lecciones, creando proyectos inspiradores y encontrando en esta ciudad parte de sí misma que creía perdida. Chris, un compañero fiel y un apoyo inquebrantable, había compartido cada momento con ella, mostrando una extraordinaria benevolencia y paciencia. Pero a pesar de los años y avances, un vacío persistió en el fondo del corazón de Sophia. Este colgante en Jade, esta promesa susurró en una noche lejana, y la pregunta no resuelta de un padre para sus hijos siempre la perseguía. Un día, cuando se dibujó en su pequeño taller, rodeada de la risa de sus trillizos, un pensamiento despejado le pasó a la mente. Era hora de volver. Era hora de enfrentar su pasado. Chris había notado la actitud ligeramente soñadora y preocupada de Sophia en los últimos días. Esa noche, cuando estaban sentados