¿Cómo podría saber Edmond que sus acciones adolescentes repercutirían sus decisiones adultas? En aquel momento el futuro parecía tan lejano para enfocarse completamente en ello.
Cursaba el tercer semestre de arquitectura, continuando con el legado de su familia, cabe aclarar que lo realizaba por gusto y no por obligación, crear las más bellas formas de edificios y representar el arte y la hermosura en las construcciones siempre le provoco una fascinación enorme. Pero aquella mujer tan hermosa, la única que realmente le había hecho perder los cabales y que había desaparecido después de aquella noche de sexo dejo durante mucho tiempo su mundo completamente de cabeza. Mirando a aquella niña frente a él, la misma que decía ser hija de esa mujer, se sintió mareado al notar el gran parecido que la chiquilla tenía con él. ¿Acaso?
Estaba pálido, su semblante reflejaba tensión. Durante toda su vida se había preparado para lidiar con cualquier situación que se le enfrentara, manteniendo ese equilibrio perfecto entre el éxito y el desastre. Normalmente resolvía todo con madurez, dejando atrás el lado negativo de las coyunturas y aprovechando al máximo el lado positivo que estas podían proveerle.
A la edad de treinta y dos años, Lemaire Edmond era un hombre en la cúspide del éxito, podía decirse que lo tenía todo en la vida: Estabilidad económica, salud, un empleo por el que todos matarían entre otras cosas. Vicepresidente de la constructora Lemaire, una empresa que en pocos años, había crecido extraordinariamente por los acertados tratos de su padre y antecesores. Había construido un pequeño imperio.
Lo que el exitoso e impetuoso hombre no esperaba era tener a una niña de doce años que alegaba ser su hija con Dubois Violette, su amor platónico en la universidad.
Tomo asiento frente a la pequeña, avizorando cauteloso cada facción que pudiese ligar a la pequeña con su familia. Su cabello era color ónix como el suyo, los ojos de la niña tenían la forma de los de Violette –si mal no recordaba- pero eran oscuro como sus mechones azabaches.
Ninguno estaba lo suficientemente cómodo para iniciar una conversación, los dos eran unos completos desconocidos aguardando por la gloriosa intervención de Violette.
¿Cómo dijiste que te llamabas?— Preguntó Edmond de repente, tomando desprevenida a la jovencita frente a él.
—No lo mencione, mi nombre es Dubois, Dubois Katherine. — Replicó con una tranquilidad asombrosa. —
¿y tu madre? ¿Cómo ha estado?— Edmond se puso de pie, deambulando por la habitación de un lado a otro, con las manos en los bolsillos del saco, no sin antes aflojar su corbata un poco para permitirle el acceso al aire que pasaba con dificultad.
—Ella está bien. Trabaja en el hospital regional de Paris, pasa poco tiempo en casa. Es bastante hermosa. — Edmond estaba de acuerdo con eso, Violette era una chica excepcional que había causado un impacto sensacional en él.
—Hmp, no creo que demore en llegar, así resolveremos este mal entendido. — Las palabras del Lemaire calaron hondo en el sensible corazón de la ilusionada Katherine.
—Claro, mal entendido. —
De regreso a la oficina que perseveraba por ella con una enorme carga de trabajo, Violette pensaba en lo que haría el resto del día para tratar el asunto con Katherine, había sido excesivamente reservada con su hija. Ella no tenía la culpa de todo lo que sucedía en la dramática vida de su madre. Además, jamás le había dicho a Edmond que se quedó embarazada, más bien huyo del como una cobarde, era lógico que la niña quisiera conocer a su padre, pero no había nada que pudiera hacer.
Como estaba un poco distraída, Violette olvido entregar nuevamente el informe del paciente a las enfermeras, mismo altercado le provoco una llamada por parte de la rubia, quien no dejaba de amedrentarla por tal importante omisión.
De vuelta en su oficina, dejo la bata sin ningún cuidado sobre el sillón, importándole poco si la inmaculada prenda poseía arrugas al final del día. Tomo una botella de agua del minibar y bebió la mitad del contenido de un trago. Buscaba consejos como sobre informarle a su propia hija sobre su padre. Se puso de pie y se dirigió hasta el diminuto baño que poseía el inmueble, restregó sus manos contra su rostro y dedico una mirada profunda a su faz reflejada en el espejo.
—Veras Katherine, la verdad sobre tu padre es que estuve con él y después desapareció, o mejor dicho…desaparecí. — ¿Cómo iba a decirle eso a su hija? Durante toda su vida había odiado con fervor la idea de otorgar explicaciones. Ni siquiera sus padres obtuvieron una el día que ella misma se posó frente a ellos para anunciarles su embarazo. Ahora que la parte más importante de su vida demandaba respuestas, Violette no podía evitar sentirse en un dilema ético y moral.
Para olvidarse un momento del asunto, concentro toda su atención en la pila de documentos que tenía por revisar. La mayoría eran casos médicos que debían ser atendidos con urgencia, algunos llevaban un seguimiento cercano con la doctora Dubois, quien enfatizaba en la confianza entre paciente y médico. Mientras leía con atención la evolución de un estoico hombre, la mujer se vio irrumpida por una desesperada llamada al teléfono.
Bufando con exasperación por la poca paciencia de la dama al otro lado del teléfono, Violette llevo el auricular hasta su oído, presionando fuertemente el intercomunicador que autorizaba el sonido al otro lado de la línea.
—Doctora Dubois, lamento interrumpirla pero tiene una llamada importante. — Normalmente todas las llamadas que recibía la chica eran de suma importancia. Llevo dos dedos al tabique y cerró los ojos con fuerza, aguardando que el dolor de cabeza desapareciera al abrir los ojos.
¿Acaso te ha dicho su nombre? — Rogaba con todas sus fuerzas que Katherine no estuviera metida en ningún lio, aquella sería la tercera queja en el mes, por lo tanto, tendría que abrir un espacio en su tumultos agenda para acudir a escuchar un sermón con el profesor Abúrame acerca del comportamiento de la niña. — Comunícale que no puedo recibir llamadas, en este momento estoy indispuesta. —
—La chica suena desesperada, ha dicho que es importante. Llama desde la torre corporativa Lemaire. —
A Violette se le helo la sangre. Después de tantos años, como si un pensamiento lo hubiese invocado, los Lemaire reaparecían en su vida, tomándola con la guardia baja y sin las armas necesarias para defenderse.
—Comunícala, por favor. — Impaciente, golpeo con desespero la madera del escritorio con los dedos. El corazón le latía tan rápido que probablemente podría tener un colapso nervioso en ese preciso instante.
—Buenas tardes, Doctora Dubois, mi nombre es Nora y llamo desde la torre corporativa Lemaire. El señor Lemaire Edmond solicito que me comunicara con usted, ha surgido un altercado con su hija, Katherine. La niña y otra pequeña están aquí mismo en la oficina, el señor Lemaire desea concretar una reunión en su oficina ¿es eso posible?
De la conversación Violette solamente escucho “Lemaire Edmond, reunión, Katherine”, una mezcla nada favorecedora, era como cruzar vodka con tequila, nada bueno podía resultar de aquello.
¿Puede pasarme la dirección? En unos cuantos minutos estaré ahí. —
Las manos temblorosas de Violette imposibilitaban plasmar una caligrafía perfecta, pero al menos era legible para los ojos de la peli-negra. Al colgar el teléfono, cambio su ropa por unos jeans holgados, una camiseta de resaque azul y por último un suéter tinto con converse. Nadie le había avisado que se reuniría con el joven que durante tanto tiempo rondo por sus pensamientos y con el cual había procreado a una hija.
Alcanzo su celular y tomo la bolsa colgada en el perchero, saliendo inmediatamente de la oficina. Antes de partir, cancelo todas las citas programadas durante la tarde, explicándole a Samantha la delicada situación que debía tratar.
—Lo entiendo, supongo que piensa que son preguntas que solo su padre puede responder. —
—Esa niña. Solamente tengo que dirigirme a esa torre y solucionar esto. — Emitida la sentencia, Violette no demoro en subir al auto, conduciendo hasta la dirección otorgada por la amable asistente del “señor Lemaire”.
Distraída e infringiendo unas cuantas leyes de vialidad que le costarían caras, Violette aparcó el coche victoriosa en el estacionamiento destinado principalmente a los trabajadores y visitantes de la torre corporativa Lemaire. Cuando llego a la recepción, Violette no tuvo que presentarse, inmediatamente la asistente la dirigió hasta la oficina del Lemaire.
Plenamente absorta en sus pensamientos, Violette tenía esa ponzoñosa intriga de saber acerca del aspecto físico y personal de Edmond… ¿Había cambiado tanto como ella? Todo era diferente, absolutamente todo.
Sus piernas temblaban como gelatina, su pecho contenía una cantidad de aire que sus pulmones agradecerían que escapara en un suspiro para dejarlos tranquilos. Al llegar al décimo piso, el orgullo de Violette dejaba de verse intimidado, las puertas del ascensor se abrieron con lentitud, mostrando la recepción de la oficina, donde Kendall yacía sentada. Violette se mantuvo sobria. Quería dejar en claro cómo se manejarían las cosas de ahora en adelante que Katherine sabia la verdad. Con los nudillos, llamo en reiteradas ocasiones a la puerta, siendo recibida por nada más y nada menos que la imponente figura de Lemaire Edmond, quien solamente estaba alejado de ella por unos cuantos centímetros.
Sin dedicarle una mirada, Edmond hizo una seña para permitirle la entrada, tan pronto como Violette estuvo dentro, el pelinegro azotó la puerta. Edmond noto que aquella mujer seguía tan hermosa como siempre, y si sus sospechas eran verdaderas, entonces tendrían ya demasiado tiempo para verse…quizás aquello no seria tan malo.
—Katherine, ¿puedes darnos un momento a solas? — La susodicha miro a su madre desconcertada. Violette no lo estaba sugiriendo, era orden que debía acatar con prontitud.—Está bien. — terció la pelinegra, abandonando la oficina, esta vez anunciando su salida sin azotar la puerta como lo había hecho su supuesto padre.¿Quieres agua, café…una copa? — Aventuró el Lemaire a ofrecerle algo cordialmente a la peli-negra y aligerar la tensión en la sala. Sus irises negros la contemplaron de pies a cabeza, seguía siendo la misma chica de universidad que lo dejo pasmado, a sus treinta y dos años lucia radiante y conservaba la belleza que la caracterizaba.—No. — Replicó ella. Luego miro al hombre que una vez considero el más apuesto, dar un largo y elegante sorbo al vaso con brandy que sostenía con firmeza con la mano izquierda.—La situación se tornó fantástica, y no lo digo en el buen sentido. Todo parece una broma bastante elaborada. — Habló Edmond. No esperó a que Violette diera su punto de
Edmond se acomodó en el asiento detrás el escritorio. Su corbata estaba desaliñada y no tenía los ánimos suficientes para continuar con sus labores a lo largo del día. La visita de Violette y su posible hija habían causado tal conmoción que como buen ermitaño que era, se confino en la soledad y seguridad de su oficina.Había bebido demasiado durante el día, la botella de brandy estaba casi a la mitad de su capacidad, pero el alcohol era lo único que apaciguaba sus penas. Volvió a verter otra generosa cantidad de licor e inmediatamente la llevo hasta sus labios, percatándose de la quemazón que ocasionaba el líquido al pasar por su garganta.Después de darle tantas vueltas al asunto llego a la conclusión que Katherine no tenía la culpa de nada, solamente, como cualquier niña de su edad, tenía la curiosidad de conocer a su padre. Que infortunio el suyo, ahora era el villano de la historia y todo gracias a su errático comportamiento.Realmente, estaba más allá de la conmoción; no solo hab
La tensión era palpable en el ambiente, el aire podía cortarse con unas tijeras. Katherine y Edmond eran sometidos a una prueba de paternidad con validez jurídica.Edmond precisaba un informe pericial, el cual, incluía nombre de todos los implicados. Esta prueba podía utilizarse en un registro o tribunal de justicia. La admisibilidad estaba supeditada a un correcto proceso de toma, identificación y envió de muestras por parte del laboratorio. Por tanto, la toma de muestras solo era realizada por profesionales de la salud o justicia, que identificarían y custodiarían las muestras para garantizar en todo momento su autenticidad e integridad.Violette caminaba de un lado a otro aguardando por Katherine y Edmond. Llevaban unos cuantos minutos. Se preguntaba por qué demoraban tanto, solo necesitaban muestras biológicas, un frotis bucal sería suficiente para comprobar el lazo sanguíneo entre los dos.Katherine salió acompañada del pelinegro, los dos parecían mantener una charla casual. Viol
El fin de semestre había llegado y con el arribaron las responsabilidades. Proyectos, exposiciones y exámenes finales era todo lo que tenían en mente la mayoría de los estudiantes. Para compensar el esfuerzo y celebrar el grandioso cierre para algunos, Meyer Bastian se lanzó como anfitrión para lo que denominaba “la mejor fiesta del siglo”, ofreciendo humildemente su ostentosa morada para llevar a cabo todos sus planes, la que estaría disponible por el motivo de una oportuna salida de negocios por parte de sus padres.En un mar de excusas y divagaciones, Violette trataba de encontrar un subterfugio creíble para asistir al convite final. Imaginaba que sus padres se negarían, según lo acordado, al finalizar las clases regresaría a casa, sobre todo cuando su viaje de intercambio a Inglaterra estaba cerca. La exuberante rubia que tenía como mejor amiga fue su salvación, ella logro convencer a su madre para permitirle a la peli-negra pasar la noche en su apartamento. Según Lena, las dos ha
—Fuiste valiente hace un mes al presentarte como modelo en la clase de dibujo. — Los parpados de Violette se alzaron, revelando la belleza de sus ojos esmeralda, no esperaba que Edmond recordara su primer encuentro pero evidentemente está ahí, latente y persistente.—Solamente sustituí a mi amiga, Lena, debes conocerla. ——No fue una mala elección. — Mascullo Edmond. Violette sintió hervir su sangre y como esta se dirigía hasta sus mejillas, podría apostar que su rostro emulaba el mismo color de un tomate. —Al terminar la cena y la segunda copa de vino, abandonaron el establecimiento. Edmond se ofreció caballerosamente a encaminarla hasta su apartamento. Durante el trayecto entablaron una profunda conversación, de esas que están destinadas a permanecer por siempre en sus recuerdos.Hablaron sobre sus sueños, metas y ambiciones, sobre miedos, traumas y triunfos. El trayecto fue corto, lo suficiente para dejar pasar el tiempo.—Bien, aquí es. — El hombre avizoró el complejo habitaciona
—Hija…debo decirte que cuando quede embarazada…tu padre y yo no manteníamos una relación, ni siquiera éramos novios o algo parecido. Tus abuelos respetaron a duras penas mi decisión por no divulgar la identidad de Edmond, hasta hoy en día, ellos tampoco lo conocen. No son cómplices. — Resignada, contó la verdad a su hija. Años atrás podría haber estado satisfecha con lo sucedido con Edmond, pero las cosas cambiaron y ahora, una pequeña niña demandaba respuestas. Sin más recovecos, Violette decidió hablarle sinceramente.—Oh ya veo…es por eso que tú y papá…— Katherine podía conocer a su padre, pero muy en el fondo sentía un enorme vacío al no verlos juntos. Su ideal de familia perfecta comenzaba a desaparecer poco a poco.—Yo tuve que mudarme a Inglaterra por seis meses, ahí fue cuando me enteré sobre el embarazo. Nunca traté de contactar a tu padre, el no había hecho nada malo y no creía necesario involucrarlo…por eso, lo mantuve oculto durante todo este tiempo. — Violette trató de ac
¿Cómo va el trabajo?— Pregunto su madre. Violette estaba agradecida por tocar un tema coherente o al menos, tranquilo. Realmente deseaba evitar las constantes discusiones con Sasha.—Bastante bien. He realizado algunas cirugías que me permitirán terminar de pagar el coche y la colegiatura de Katherine. Estoy pensando seriamente en tomarme unas vacaciones, debo pasar más tiempo con ella. — Trastabilló los dedos en el vaso de cristal, bebiendo un largo sorbo para refrescarse la garganta.—No te estaría sucediendo esto si estuvieras con el padre de Katherine. — Un comentario mal intencionado encendió una chispa en Violette. ——Mamá, ya te lo dije, no necesito de un hombre para salir adelante. Además, hace años que no se nada sobre él. — Mentía. Omitía el fantástico relato del reencuentro. Si tan solo Sasha supiera que se trataba de un galante y exitoso arquitecto. No se lo diría, al menos no por ahora. Sosegaría las ideas y dejaría que las cosas se establecieran.¿Y qué me dices de Eugen
—No pareces contenta, imagine que encontrar a tu padre te alegraría. — Carlo se acercó a ella, realizando un gesto con la mano para pedirle que lo acompañara, los se dirigieron al jardín, alejados del barullo de la gente. Aun no estaban hechos para esa clase de reuniones, por suerte, cuando la familia Da Silva decidía dar una fiesta, Carlo nunca faltaba, se tenían el uno al otro para pasar un buen rato. ——No es eso, es solo que…— Sus irises negros se postraron un momento sobre la faz del rubio, reteniendo las palabras y sonriendo ínfimamente decidió darse por vencida. — Olvídalo. — Sentencio cabizbaja. ——Anda, dilo. — Más que una orden, sonó como una súplica. Carlo y Katherine eran buenos amigos desde la infancia, compartían un lazo como el de sus padres, con la minúscula diferencia que el rubio tenía a su padre presente, al menos la mayor parte del tiempo. ——Es una tontería, vas a reírte. — Sus dedos llevaron un mechón de cabello detrás de su oreja. Aquella noche el cielo estaba a