La carta

Alejandro había llegado con Valentina a la mansión. Al encontrarse con su hermana Eloísa, ambas se abrazaron de inmediato y comenzaron a llorar por la trágica noticia de la muerte de Javier.

Mientras tanto, Sandra permanecía sentada, con la mirada fija en un punto de la pared, llorando en silencio y completamente devastada.

—¿Cuándo te enteraste? —le preguntó Eloísa.

—Nos acabamos de enterar. Esto es una pesadilla; todavía no puedo creer que papá ya no esté con nosotros. Debe ser que resbaló y cayó al vacío, porque mi padre no era un hombre que pensara en suicidarse. Además, no tenía motivos para hacerlo, ya que mi madre acaba de darle un hijo varón. Eso era una razón suficiente para seguir viviendo.

Justo en ese momento, Ámbar bajaba por las escaleras. Tenía una expresión algo frívola, pero trató de ser lo más diplomática posible al hablar con Valentina.

—Qué bueno que llegaron; los estaba esperando.

Valentina corrió hacia Ámbar, preguntándole desesperada:

—¿Usted sabe lo que pasó re
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