Él sigue tomando con sus amigos, mirándome cada tanto. Yo sigo comiendo y charlando solo con Henry, ya que nuestros compañeros decidieron irse, pero también miro a Alex sin querer y cada vez que puedo. Ya van varias veces que nuestras miradas se cruzan, pero no comprendo lo que sus ojos quieren decirme. Y me quedé con la duda de qué es lo que quería decirme en el pasillo, y juro por lo que sea, que no se va a ir a Australia sin decírmelo.—Y van… treinta veces que lo miras a ese tipo —comenta Henry con tono burlón. Pongo los ojos en blanco.—Solo estoy mirando a la barra, ni siquiera lo miro a él —expreso. Él se ríe con ironía y resopla.—Y yo tengo la experiencia suficiente con las mujeres como para saber que él te atrae y que lo estás mirando —manifiesta arqueando una ceja. Bufo y asiento.—¡Está bien! ¡Lo admito! Lo estoy mirando, pero no porque quisiera… Voy a decirte una cosa. Ayer, cuando salíamos de la cafetería y me preguntaste si lo conocía, te dije que no, pero en realidad s
El sol me pega de lleno en la cara, haciéndome entrecerrar los ojos al levantarme. Anoche me costó dormir, ya que no pude parar de pensar en lo que Alex quería decirme, y cuando por fin logré relajarme, tuve pesadillas, así que, siendo las dos de la tarde, me dispongo a ir a darme una ducha y comer algo. No sé a qué hora va a venir el rubio a hablar conmigo, pero, si no llega a aparecer, voy a ir a plantarme a su casa. La puerta de la habitación se abre de par en par, haciéndome saltar en el lugar y tirar el sándwich que estoy comiendo. Alex me mira con el ceño fruncido y la respiración agitada, mientras yo lo observo con expresión confundida. —¿Qué pasa? —quiero saber. —¿No recibiste mi mensaje? —inquiere mirando alrededor, y cierra la puerta que dejó abierta tras él con rapidez. Arqueo las cejas y niego con la cabeza. —Recién me levanto —digo—. Ni siquiera revisé el celular, lo tengo de adorno. —Por Dios, Maia… casi me haces morir de un infarto —pronuncia bufando. —¿Yo? ¡
Alex me apura mientras caminamos por el aeropuerto. Para él, estamos llegando algo justos de tiempo para nuestro vuelo, para mí, todavía falta media hora. Y, en cuanto llegamos a nuestra zona de embarque, confirmo que yo tenía razón. Aún así, procedemos a mostrar nuestros documentos, demostrar que no tenemos nada extraño en el equipaje, y pasamos derecho a nuestros asientos en primera clase.—Que elegancia la de Francia —comento con tono divertido mientras reclino mi lugar. Es increíble la comodidad que tiene, ni hablar de lo amplio que es el asiento. Él se ríe y se sienta a mi lado luego de haber acomodado nuestras valijas en el portaequipaje.—Mejor que sea elegante y cómodo —expresa—. Es un vuelo sin escalas, así que tenemos casi veinte horas de viaje y sin movernos de acá. Creo que me voy a volver loco.—¿Veinte horas? —repito abriendo los ojos con sorpresa—. ¿Y qué vamos a hacer? Yo tampoco puedo quedarme quieta por mucho tiempo.—Piensa que son solo doce horas, corazón. De las v
La oscuridad nos cubre por completo y acerco mi cabeza a la ventanilla intentando divisar las estrellas, pero no se ven. Las únicas luces que se ven vienen desde abajo, de las ciudades y rascacielos, y aún así es un show hermoso. Las luces del avión ya se encuentran bajas, ya que es hora de dormir, pero yo todavía no puedo pegar un ojo. Y Alex me hace compañía con el insomnio.—No se ven las estrellas, no entiendo por qué, si estamos en el cielo —digo arrastrando la lengua. Alex suelta una carcajada y me doy cuenta de que está en el mismo estado que yo.Nos tomamos varias botellas de champagne, y en el medio apenas comimos unos snacks que no nos llenaron para nada. Por el contrario, nos dio más sed, y lo único que teníamos para tomar era alcohol.—Había una explicación científica para eso —pronuncia—, pero no me la acuerdo ahora—. Se remueve en el asiento y hace una mueca viendo los miles de botones que tiene en su apoyabrazos—. Siempre me pregunté para que son todas estas cosas —expr
Al fin llegamos a Australia. A diferencia del otro lado del mundo, acá hace un calor impresionante. —Bienvenida a la Costa de oro —comenta Alex esbozando una media sonrisa, y toma mi mano con suavidad mientras con la otra mano libre llevamos nuestros equipajes—. Este lugar es increíble, ¡te encantará!—Sí, ya lo creo —replico mientras caminamos con lentitud—. Soy fanática del calor… Excepto cuando estoy abrigada hasta el cuello —agrego mirando mi atuendo. Suelta una risa y señala el baño del lugar. —Vamos a cambiarnos o la gente nos va a mirar extraño —dice. Asiento con la cabeza, no solo nos van a mirar extraño, sino que me voy a derretir. Ya dentro del lavabo, me saco las prendas que tengo puestas y las cambio por un vestido ligero y floreado. Agradezco haber traído ropa fresca, no sé qué habría hecho si tuviera pura ropa de invierno. En cuanto salgo del baño, Alex me está esperando recargado en la pared, él también vestido con una camisa de manga corta color celeste y unos shor
Alex me despierta con besos sobre mis hombros desnudos, y me estiro en la cama con un gemido de cansancio. Me duele todo, creo que ni siquiera puedo mover las piernas. —Arriba, dormilona —susurra él en mi oído, acariciando mi cintura. Suelto un gruñido y ríe por lo bajo. —Si me hubieras dejado dormir anoche, no estaría con tanto sueño —murmuro mirándolo de reojo. —¡Ah! Si no te hubieras puesto ese camisón que no dejaba nada a la imaginación te hubiera dejado dormir —replica con tono divertido—. Vamos, ya preparé el desayuno, y prometo que voy a dejar a tu cuerpo descansar —agrega—. Hoy organicé un día de playa, el clima es estupendo y te hace falta tomar algo de vitamina D. Me río y lo atraigo hacia mí para darle un abrazo, y de paso usarlo como almohada. Inspiro su aroma tan masculino y exquisito, está recién bañado, afeitado, y su ropa huele a jabón. ¿Cómo algo tan simple puede parecer tan sensual? Él vuelve a reír, acaricia mi pelo con suavidad y me pega más a su cuerpo. —Deber
Llegamos a la playa en silencio. Desde que Alex se encontró con su socio, comenzó a comportarse de una manera extraña, se puso un poco más serio y hasta lo noto un poco más nervioso. Cada vez me convenzo más de que no esperaba encontrárselo.—¿Todo bien? —cuestiono mientras tiramos una manta sobre la arena.Él asiente con aspecto distraído y me mira con una media sonrisa antes de sentarse y comenzar a desempacar algunas de las cosas que trajimos. Agua, libros, frutas y crema protectora. Mira hacia el frente con el ceño fruncido y mordiendo su labio con es tic nervioso que lo representa.—¿Qué pasa? —insisto. Estoy segura de que algo le ocurre, y todo debe ser por culpa de David. Resta importancia con su mano y se aclara la voz.—Nada, solo estoy pensando —contesta en un murmullo. Hago una mueca de disgusto y me vuelve a sonreír, atrayéndome a él para darme un beso en los labios—. De verdad, corazón, no pasa nada.—¿Es por tu socio? —quiero saber—. Quizás no esperabas verlo…—En realid
Pasó una semana desde su propuesta, la cual, está claro, acepté. Aún me cuesta creer cómo mi vida cambió tanto en tan poco tiempo, y eso me da mucho miedo. Mi mamá solía decir que lo que fácil llega, fácil se va, y por eso temo tanto el hecho de que Alex decida desaparecer de un día al otro, o que se dé cuenta de que lo que siente por mí no es amor, si no lástima.Si bien no me da razones para sentir miedo, mi mente es la que no para de divagar, ya que no estoy acostumbrada a tanto amor y a que todo me salga bien de repente… aunque, en parte, creo que me lo merezco después de haber sufrido durante tanto tiempo.Suspiro mientras termino de comer mi desayuno en silencio. Alex comenzó a trabajar, por lo que estoy la mayor parte del tiempo a solas, editando la historia que Henry me consignó, descansando en la playa leyendo un libro o haciendo compras para la casa, aunque por la noche no dudamos en recuperar el tiempo perdido.A pesar de que yo siempre fui un poco solitaria, tengo que admi