—Parece que nos hemos entendido, ¿Eh? ¿Qué te parece si cambias mi dedo por un osito? Juan Carlos sacó de bolsillo un pequeño osito rosa y Frida desvió inmediatamente la mirada hacia su nueva presa. Le soltó el dedo y alargó la mano hacia el juguete con un grito de alegría. Se lo tendió riendo y se echó a reír al ver que le mordía la oreja. Daniela miró con los ojos entrecerrados a Juan Carlos y pensó. “¡Le trajo un juguete! Erróneamente, había creído que se enteró de la existencia de Frida por el cuadro, pero es obvio que ya lo sabía y solo una persona le pudo haber dicho” Daniela y Sofía cruzaron miradas y las dos llegaron a la misma conclusión, ¡Que matarían a Sergio! –Se lo lleva todo a la boca –le explicó la señora Elena a Juan Carlos—. Gracias por el regalo. —Debería habérselo traído hace mucho tiempo –respondió Juan Carlos mirando con reproche a Daniela. Y ella desvió la mirada, se sintió un poco culpable por el papel que había jugado ella en aquel retraso. —¿Quieres co
Sofía le había recomendado a Julia Estrada, la mejor abogada, según con su ayuda había desplumado a dos de sus exesposos quitándole una gran tajada en el divorcio, no cobraba barato, pero estaba decidida a dejar fuera de sus vidas a Juan Carlos Quintana. Y como ella no dio su brazo a torcer. Él escondió la bandera blanca que le había mostrado y la demandó por la custodia completa. Daniela negándose a escuchar a Sergio y a Sofía que le aconsejaron que llegara a un trato fuera de los tribunales. La verdad es que tuvieron a punto de convencerla, pero cuando el abogado Trejo solicitó una prueba de ADN para Frida casi le dio un infarto del coraje, cuando Trejo le aseguró, solo era para estar seguros. Por supuesto no se negó, pero esa era una más de las ofensas que le había hecho. Los resultados de los análisis arrojaron que era el padre de Frida. A ella le hubiera gustado entregárselo en persona para hacérselo comer. Después de la visita de Juan Carlos en casa de sus padres. Ella no volvi
Julia continuó su exposición. —Al punto que quiero llegar su señoría, es que a pesar de que el abogado Trejo nos quiere convencer a todos en esta corte, de que el señor Quintana es muy responsable. Los hechos lo demuestran lo contrario porque el demandante anda dejando hijos regados porque desconoces la existencia del condón. —Juan Carlos y Trejo se lanzaron una mirada y sonrisa machista, sobrentendiendo que la abogada no sabía lo que decía por qué era mujer —Además, considero que es totalmente absurdo que se acuse a mi representada, de dejar su papel de madre en segundo plano y es por cierto un comentario bastante misógino de parte del abogado Trejo. Ya que la actual época las mujeres suelen representar varios papeles, el de madre, esposa y profesional. En el caso de la señora Castillo, ella no tiene pareja actualmente, por lo tanto, su tiempo lo distribuye entre su trabajo y sus hijos. Y cito sus palabras: “Prefiero estar sola que mal acompañada con un tóxico” Juan Carlos reprimió
Julia se puso de pie y dijo.—Señoría, el demandante, Juan Carlos Quintana, ha estado por completo fuera de la vida de sus hijos. ¿Qué tuvo problemas? ¡Perfecto!, ¿Qué deseaba estar en la vida de sus hijos? Está bien. Pero la realidad es que no estuvo, ni para cambiar pañales, para dar biberones, hacer las tareas. No existe el menor arraigo emocional entre sus hijos y su padre. Y sería del todo perjudicial para los niños que se les saque de su entorno familiar. Donde son amados y protegido en el seno de la familia Castillo, rodeados de sus abuelos, tíos y primos. Solicitamos que se mantenga la custodia en manos de la señora Daniela Castillo. Que ha demostrado a ser responsable, a pesar del dolor y vaivén de la relación con el señor Quintana, donde tuvo apartar sus sentimientos a un lado y seguir asumiendo su papel de Madre. Mientras que el señor Quintana se alejaba a resolver sus problemas personales. Donde estuvo lejos por siete años de la vida de Lucas y dos años desde la concepción
En ese momento, Daniela no sabía si había ganado o perdido. Desvió su mirada hacia Juan Carlos, en la otra banca, que parecía sentir lo mismo. Su abogado asintió cuando vio que su cliente anhelaba una respuesta y Juan Carlos sonrió de oreja a oreja. A Daniela le pareció que le clavaban un hierro al rojo vivo en mitad del vientre y lo retorcían dentro de ella. Buscó en su abogada algo de consuelo, pero no lo encontró. Julia esquivaba sus ojos sin disimular siquiera. Dedicaba toda su atención a recoger los documentos que tenía sobre la mesa y meterlos en una cartera negra de cuero. Daniela sintió que un puño le apretaba el corazón al tiempo que el mal presentimiento aparecía de nuevo. No eran buenas noticias lo del régimen de visitas. Cuando Juan Carlos se estaba retirando, corrió tras él, y lo agarró del brazo y lo obligó a volverse hacia ella. —¡Desvergonzado! —exclamó—. ¿Cómo te atreves a insinuar que soy una mala madre? —Si tienes algo que decirme, más te vale hacerlo en privado.
—Hola Dani—dijo Eloísa y exclamó—¡Hola Lucas!, ¡Hola Frida!... Me quedé asombrada cuando leí lo tuyo con Juan Carlos Quintana—empezó Eloísa, sin esperar a que le respondiera el saludo—. Me había preguntado muchas veces quién sería el padre de Lucas, porque a Víctor Manuel no se parecía en nada, ni a ti tampoco. ¡Dios mío, siempre pensé! Que tú fuiste la única que se movió en la cama o que Víctor Manuel te donó un espermatozoide medio muerto que tu óvulo revivió. O que Lucas era adoptado, pero es igualito al señor Quintana y ¡Frida es Igualita a ti! Daniela solo asintió sonriendo y deseando que el ascensor llegara rápido. — ¿Cuánto duró la aventura con el bello de Quintana? —Fue muy breve —cortó Daniela secamente—. ¿Cómo está tu esposo? —Bien, creo —replicó Eloísa, descartando el tema de su marido—. ¿Era bueno en la cama? —Fue hace tanto que lo he olvidado. —¡Apuesto a que no! Seguro que era fenomenal; desde luego tiene pinta de serlo. Tan guapísimo y tan musculoso. Me pregunto si
Julia la había llamado diciendo que se había comunicado al día siguiente del juicio con Trejo para proponer un acuerdo fuera de la corte y él respondió que lo comunicaría a Juan Carlos, pero él brillaba por su ausencia. Dos horas después de haberse bañado y alimentado a los niños, sonó el timbre. —Es él —exclamó Lucas emocionado. —¿Quién? —preguntó Daniela desde la cocina. —¡Juan! —contestó Lucas. Daniela se secó las manos y exclamó. —¡No abras la puerta, Lucas! No sabemos quién es. Ella se dirigió a la puerta y observó por la mirilla. Y allí estaba alguien parecido a Juan Carlos esperando. Daniela abrió, pero sin retirar la cadena. —¿Qué quieres? —preguntó con brusquedad. —Vengo a ver a Lucas y a Frida. —respondió impaciente. —No tienes derecho a hacer eso, tu visita son los fines de semana. Sábado o domingo y hoy es viernes. — ¡Exacto! Las personas dicen que el viernes es sábado chiquito. —¡Qué chiste tan malo! ¡Ven mañana! —¡Ya estoy aquí! Y solo quiero darle las graci
Daniela intentó hablar, pero no pudo porque le tenía la boca apretada firmemente con la palma de su mano y él le dijo. —Te voy a soltar, pero tranquilízate, ¿Ok? Ella asintió con la cabeza y entonces él la soltó y Daniela agarró la toalla pequeña que había soltado en el lavamanos y empezó a golpearlo con ella gritándole. —¡Que me calme grandísimo desgraciado! ¡Por tu culpa mi hijo está sufriendo porque quiere que te mudes con nosotros! —¡Quieres calmarte! —exclamó y le arrancó la toalla— Ya le expliqué y se quedó, más tranquilo. —¿Qué le dijiste? —Qué en este momento no nos vamos a mudar juntos… —¡Aja! ¿Le explicaste por qué? —No… pero le dije que algún día nos mudaremos. —¡¿Qué?! —¡Lo dije solo para que se tranquilizara!, así lo mantenemos engañado hasta que cumpla dieciocho años y entonces tú se lo explicas… —¡¿Es un chiste?! —No, yo no lo voy a desilusionar. Yo siempre seré el papá cool que siempre lo complace en todo. Las cosas feas de la vida se las explicas tú. Y ant