—No tranquilo, no te preocupes. Te prometo que mañana temprano estoy aquí para ayudarte cocinar esa parrilla. —dijo Julio. — Es muy tarde, ¿Te vas para Valencia? —preguntó Sergio. —No, amigo, me voy a quedar en Maracay.—Está bien, mañana te espero entonces, pero vete en taxi. No te vas a llevar ese Ferrari rojo, a esta hora la ciudad es muy insegura. Déjame llamar a una línea de taxi de mi confianza. — dijo Juan.Después que Julio se fue, Sofía, consciente de la inquietud de Daniela, les dijo a Juan y a Sergio.— Fue toda una sorpresa enterarme de que nuestro cliente, Julio Fernández, era a su amigo. ¿Desde cuándo lo conocen?Sergio y Juan se miraron dudando, porque dar esa información significaba revelar quién era Juan. Sergio tomó la palabra y le dijo.—Bueno, nena. Lo conocí hace muchos años en una recepción en el canal donde trabajo y luego se lo presenté a Juan.—¿Y qué clase de persona es? Digo es su amigo, lo conocen a fondo, ¿No es así?Juan arrugó el entrecejo y le pregun
Ella se giró rápidamente y él pudo notar que no llevaba casi maquillaje, solo rímel y un color de labial del color de su traje. El día que la conoció se veía glamorosa, sexy y arrogante. Ahora se veía elegante y sofisticada, pero con un rostro angelical. Tenía que reconocerlo, este nuevo look le sentaba bien, se veía hermosísima.—Disculpe, señor, ¿Lo conozco? —preguntó ella.—Si, por supuesto, han pasado casi siete años y probablemente no se acuerde usted de mí. —dijo Sergio.—¿Casi siete años? ¿Será posible que sea usted unos de mis primeros clientes?—¡¿Clientes?!—Si aquellos años yo era una novata, pero con el tiempo he adquirido mucha experiencia y hoy en día mis clientes quedan completamente satisfechos.“¡Clientes! ¡Experiencia! ¡Satisfechos! ¿De qué está hablando?” — Pensó nervioso Sergio, halándose la corbata.—¿Y en dónde le realice el trabajo?, ¿En su casa o en un apartamento?“¿Casa o apartamento? ¿Habrá sido sexoservidora?” —Pensó Sergio nervioso. —Me parece que no estam
—¡UPS!.... —Sofía con cara de disculpa se volvió hacia Daniela— Daniela, mi novio, es el mejor amigo de tu novio… Lo siento se me pasó…—¿Algo tan importante como eso se te pasó? —preguntó Daniela impaciente.—¡Pues!, yo no tengo la culpa, habíamos quedado hablar de Sergio cuando estábamos en la clínica ¿Recuerdas? Pero se nos iba el tiempo hablando de tus cosas. Yo no tengo la culpa que tu vida sea más interesante y dramática que una telenovela de los años sesenta… Pero ya te acabas de enterar, es mejor tarde que nunca. No hay problema.—Si lo hay si le contaste a tu novio todo lo que te he dicho…—No se preocupe por eso Daniela, Sofía no me ha contado sus secretos y la prueba está en que yo no sabía que usted era la gemela de Gabriela. —dijo Sergio.—Tienes usted razón… —y miró a Sofía disculpándose con la mirada—Lo siento Amiga…—¡Tranquila, Dani! Te entiendo, el encuentro de ustedes dos debe haber sido impactante para ti. Pero no te preocupes, Sergio y yo nos prometimos que para
Sergio se volvió hacia Daniela y le dijo. —Daniela, espero que me permita ser su amigo, usted es muy importante para Juan, al cual considero como un hermano, por lo tanto, usted es importante para mí. ¿Amigos? —le preguntó Sergio y le tendió la mano. Daniela le sujetó la mano sonriendo y le dijo. —Estaré encantada de ser su amiga. Sofía exclamó. —¡Ay, mi novio y mi mejor amiga…! ¡Son amigos!, ¡Voy a llorar! Daniela y Sergio la miraron divertidos.” Sofía lo sacó de sus pensamientos. —¡Hey, Bebé! Estás como ido, ¿En qué estabas pensado? —El día que conocí a Daniela y en todas las cosas que hablamos ese día. ¿Sabes si Daniela convenció a Juan de tomar psicoterapia? —Tu amigo es más terco que una mula. A pesar de que Juan adora a Daniela, no lo ha podido convencer, él insiste en que no necesita un loquero. —Pues, dile que insista o que lo chantajee con sexo, esa manipulación que hacen ustedes cuando quieren obligarnos a hacer su voluntad. —Está bien, se lo diré… —Nunca le diga
Gabriela al abrir la puerta se sorprendió cuando vio a Julio Fernández.— ¡Julio! ¿Qué haces aquí cariño? ¿Y a esta hora?, son las cuatro de la mañana. Porque no me avisaste que vendrías. —dijo Gabriela.—¿Puedo pasar?— ¡Por supuesto! Entra cariño, siempre eres bienvenido a mi departamento. Tuviste suerte de encontrarme, porque acabo de llegar, muy pocas veces estoy aquí.Pasaron a la sala de estar y Julio se sentó en el sofá, la miró fijamente y le dijo.—Siéntate osita, ponte cómoda, después de todo es tu apartamento.Gabriela sonrío coqueta, se sentó y le preguntó.—¿Osita? —cruzó las piernas para que admirara sus hermosas piernas a través de la abertura de su vestido rojo que le llegaba hasta la cadera— Ya sé a qué has venido, osito. Te propongo que nos metamos en el jacuzzi tú y yo.—No, solo vine a hablar contigo.Gabriela se río con ironía y le preguntó.—¿Tú?, ¿Solo hablar? No me digas que quieres que hablemos lenguaje sucio.Julio la miró directo a los ojos y fue directo al
Ella Levantó la barbilla y miró a Julio desafiante.—Puedes hacer todas las preguntas que desees, yo no responderé. No sé qué es lo que quieres y no me importa averiguarlo. Así que largo de aquí. ¡No quiero volver a verte! ¡No puedes venir a amenazarme de esa manera! —estaba tan indignada que se levantó del sofá hablando llena de resentimiento, pero Julio se quedó tan tranquilo como antes.—¡Siéntate! —la voz de Julio era fría y dura. Solo cuando ella lo desafió y no lo obedeció, decidió moverse. Con una mano le rodeó el cuello y se lo apretó, después con lentitud la obligó a sentarse otra vez. Fue una lucha silenciosa, Gabriela lo resistió con todas las fuerzas que tenía, pero él era tan poderoso físicamente y apretó más duro su cuello. La respiración de Gabriela era entrecortada y, cuando por fin la soltó, ella respiró con fuerza, y Julio la miró con desprecio— Ahora sabes que te puedo forzar a hacer lo que me plazca. No me desafíes Gabriela, esto puede ser tan duro o fácil como tú
Gabriela asintió alterada.—Ahora, osita, voy a utilizar tu baño y luego me marcharé. —Julio se quitó la chaqueta y la dejó en el sofá. Y se dio la vuelta para dirigirse al baño, ella le notó que tenía una cartuchera con una pistola, cuando desapareció de su vista Gabriela empezó a halarse los cabellos como si quisiera quedarse calva.“¡Ese maldito cabrón! ¡¿Y ahora qué voy a hacer?! Raúl tenía razón, debí escucharlo cuando me dijo que Julio era peligroso. ¡No puede ser! Este plan era perfecto y por culpa de Julio todo se echó a perder. Ahora mi hermana va a tener su cuento de hadas y sus felices para siempre. ¿Y yo? ¿Qué va a pasar conmigo? Víctor Manuel ya no está, me voy a quedar sola.” —Gabriela tomó una decisión, ya no le importaba las consecuencias, si ella era infeliz, Daniela también. Apresurada se dirigió hasta su bolso y sacó su teléfono, luego buscó en la chaqueta de Julio y allí estaba su teléfono. Desde su celular envió el video al celular de julio, buscó en contactos bus
—¡Julio! Por fin llegaste, pensamos que nos ibas a dejar plantados—dijo Juan dándole un abrazo. — Entra, ¿No sientes el olor? Tengo a Sergio y Sofía de parrilleros. Mientras Daniela y yo preparamos lo demás en la cocina. — Hola. ¡Huele rico! Disculpa que llegue a esta hora, es que tomé una buena siesta en la mañana, porque anoche no pude dormir bien. —¿Tienes algún problema? Ayer te noté raro. ¿Te puedo ayudar? —preguntó Juan. —Tranquilo, era un problema que tenía que resolver y ya lo hice, hoy tengo las cosas más claras. Así que no te preocupes de que ya todo está bien. —Julio te quiero preguntar algo, antes de reunirnos con los demás. —Si, claro pregunta. —Ayer por la noche después que te fuiste. Sofía y Daniela nos transmitieron a Sergio y a mí una inquietud. Juan le contó como el extraño comentario, que le hizo a Daniela mientras inspeccionaba su quinta Los Laureles, preocupó a las chicas. Julio se sorprendió. “¡Se los contó a los demás! ¿Por qué lo hizo? ¿Se volvió loca? G