Gabriela al abrir la puerta se sorprendió cuando vio a Julio Fernández.— ¡Julio! ¿Qué haces aquí cariño? ¿Y a esta hora?, son las cuatro de la mañana. Porque no me avisaste que vendrías. —dijo Gabriela.—¿Puedo pasar?— ¡Por supuesto! Entra cariño, siempre eres bienvenido a mi departamento. Tuviste suerte de encontrarme, porque acabo de llegar, muy pocas veces estoy aquí.Pasaron a la sala de estar y Julio se sentó en el sofá, la miró fijamente y le dijo.—Siéntate osita, ponte cómoda, después de todo es tu apartamento.Gabriela sonrío coqueta, se sentó y le preguntó.—¿Osita? —cruzó las piernas para que admirara sus hermosas piernas a través de la abertura de su vestido rojo que le llegaba hasta la cadera— Ya sé a qué has venido, osito. Te propongo que nos metamos en el jacuzzi tú y yo.—No, solo vine a hablar contigo.Gabriela se río con ironía y le preguntó.—¿Tú?, ¿Solo hablar? No me digas que quieres que hablemos lenguaje sucio.Julio la miró directo a los ojos y fue directo al
Ella Levantó la barbilla y miró a Julio desafiante.—Puedes hacer todas las preguntas que desees, yo no responderé. No sé qué es lo que quieres y no me importa averiguarlo. Así que largo de aquí. ¡No quiero volver a verte! ¡No puedes venir a amenazarme de esa manera! —estaba tan indignada que se levantó del sofá hablando llena de resentimiento, pero Julio se quedó tan tranquilo como antes.—¡Siéntate! —la voz de Julio era fría y dura. Solo cuando ella lo desafió y no lo obedeció, decidió moverse. Con una mano le rodeó el cuello y se lo apretó, después con lentitud la obligó a sentarse otra vez. Fue una lucha silenciosa, Gabriela lo resistió con todas las fuerzas que tenía, pero él era tan poderoso físicamente y apretó más duro su cuello. La respiración de Gabriela era entrecortada y, cuando por fin la soltó, ella respiró con fuerza, y Julio la miró con desprecio— Ahora sabes que te puedo forzar a hacer lo que me plazca. No me desafíes Gabriela, esto puede ser tan duro o fácil como tú
Gabriela asintió alterada.—Ahora, osita, voy a utilizar tu baño y luego me marcharé. —Julio se quitó la chaqueta y la dejó en el sofá. Y se dio la vuelta para dirigirse al baño, ella le notó que tenía una cartuchera con una pistola, cuando desapareció de su vista Gabriela empezó a halarse los cabellos como si quisiera quedarse calva.“¡Ese maldito cabrón! ¡¿Y ahora qué voy a hacer?! Raúl tenía razón, debí escucharlo cuando me dijo que Julio era peligroso. ¡No puede ser! Este plan era perfecto y por culpa de Julio todo se echó a perder. Ahora mi hermana va a tener su cuento de hadas y sus felices para siempre. ¿Y yo? ¿Qué va a pasar conmigo? Víctor Manuel ya no está, me voy a quedar sola.” —Gabriela tomó una decisión, ya no le importaba las consecuencias, si ella era infeliz, Daniela también. Apresurada se dirigió hasta su bolso y sacó su teléfono, luego buscó en la chaqueta de Julio y allí estaba su teléfono. Desde su celular envió el video al celular de julio, buscó en contactos bus
—¡Julio! Por fin llegaste, pensamos que nos ibas a dejar plantados—dijo Juan dándole un abrazo. — Entra, ¿No sientes el olor? Tengo a Sergio y Sofía de parrilleros. Mientras Daniela y yo preparamos lo demás en la cocina. — Hola. ¡Huele rico! Disculpa que llegue a esta hora, es que tomé una buena siesta en la mañana, porque anoche no pude dormir bien. —¿Tienes algún problema? Ayer te noté raro. ¿Te puedo ayudar? —preguntó Juan. —Tranquilo, era un problema que tenía que resolver y ya lo hice, hoy tengo las cosas más claras. Así que no te preocupes de que ya todo está bien. —Julio te quiero preguntar algo, antes de reunirnos con los demás. —Si, claro pregunta. —Ayer por la noche después que te fuiste. Sofía y Daniela nos transmitieron a Sergio y a mí una inquietud. Juan le contó como el extraño comentario, que le hizo a Daniela mientras inspeccionaba su quinta Los Laureles, preocupó a las chicas. Julio se sorprendió. “¡Se los contó a los demás! ¿Por qué lo hizo? ¿Se volvió loca? G
Sin embargo, se notaba la adoración con la que miraba a Juan Carlos. “¿Entonces porque lo traiciona? Esa mujer es un misterio. Cada vez que veía su rostro no podía evitar no pensar en Gabriela. ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá regresado con Sorrentino?” Cuando la reunión se estaba terminando, Juan le preguntó a Daniela. —¿Cariño has visto mi teléfono? Estoy esperando un mensaje de mi publicista. — Creo que Lucas lo tenía jugando videojuego en su cuarto. —Bueno, voy a aprovechar para llevarlo a su cuarto—dijo mirando a Lucas que se había quedado dormido encima de él. —Luego busco mi teléfono. Juan ya había acostado a Lucas en su cama, se quedó observándolo, jamás pensó con un niño tan pequeño le pudiera inspirar tanto amor, lo quería como nunca hubiera imaginado que pudiera querer a alguien y sabía que sería capaz de dar la vida por él. Se había dado cuenta de que el dinero y el éxito no eran lo más importante en la vida, sino el tener a su lado a quienes quería y lo querían. No podrí
—¡JUAN! —gritaron a su lado. Giró y vio a Daniela. Su rostro mostraba una mirada horrorizada que le heló la sangre. —No —dijo le dijo mirándola con odio—No te acerques… Giró la vista hacia Julio, que tosió y giró su cuerpo sobre su costado y escupió sangre. —¡Oh Dios! —exclamó Daniela angustiada—. ¡Juan te volviste loco! Daniela se acercó a Juan y tocó el rostro. Pero él, sin mirarla, dio varios pasos hacia atrás, alejándose lo más que pudo de ella y le gritó. —¡¡NO TE ATREVAS A TOCARME NUNCA MÁS!! ¡¡MALDITA ZORRA!! ¡¡ALÉJATE PORQUE SOY CAPAZ DE ESTRANGULARTE!! Daniela se detuvo en seco y sintió como una puñalada en el corazón. Al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Sofía, que se encontraba abrazada a Sergio, que aún estaba tratando de recuperarse, lo miraban como si se hubiera vuelto loco. Julio se arrodilló tosiendo e intentó ponerse de pie, pero se tambaleó y cayó de nuevo. Daniela nerviosa se compadeció de él, luego salió corriendo a ayudarlo a ponerse de pi
Sergio lo interrumpió. —¡Juan, no te dejes llevar el glamour de Gabriela en las fotografías! Yo primero conocí a Gabriela con su sofisticado estilo y a Daniela con su elegante sencillo modo de vestir. Créeme que la confundí, a pesar de que tienen diferentes estilos, tienen la misma complexión y estatura, si alguna vez decidieran hacerse pasar la una por la otra no podrías diferenciarlas. —¡Víctor Manuel si podía diferenciarnos! —exclamó Daniela molesta. Juan la miró con los ojos entrecerrados y le exclamó. —¡¿Por qué él te amaba y yo no?! —¡A pesar de que te acabo de decir que tengo una hermana gemela y es obvio que no soy yo la del video, dices que eso no prueba nada! —¡Pero como no quieres que dude, si no es la primera vez que esto ocurre! —¡Dios mío! ¡¿Y ahora que otro milagrito me vas a endilgar?! —Cuando regresé contigo y decidiste hacerte la tonta, la que no había pasado nada con Raúl. —luego alzó la voz! — ¡TE PERDONÉ! ¡PERO SI PIENSAS QUE TE VOY A PASAR OTRA! ¡ESTÁS LOC
Daniela rodeó a Juan y fue rápido con Lucas, abrazándolo y diciéndole algo para tranquilizarlo. No la escuchó, solo trató de respirar profundo, pero por más que jalaba aire no le era suficiente. Respiró una y otra vez, pero siempre le faltaba aliento, se dio cuenta de que tenía un ataque de pánico. Juan salió corriendo hacia la puerta, bajó las escaleras, salió del pent-house y se metió en el ascensor alcanzando a escuchar la voz de Sergio que lo llamaba. Al salir no se detuvo hasta llegar a la acera. Recargó sus manos en sus rodillas, pero el aire fresco de afuera tampoco ayudó a tranquilizarlo. Necesitaba sacar todo lo que traía en su pecho, lo dejé salir. Tensó sus puños tanto como pudo contra sus rodillas y gritó tan fuerte que su garganta le ardió aun cuando se acabó el aire en mis pulmones. —¡Juan! —gritó Daniela detrás de él. Giró al verla y vio a Sergio detrás de ella, y su respiración se agitó de nuevo. Su corazón bombeó como si no hubiera mañana. Dio la vuelta y huyó. Sigu