Daniela rodeó a Juan y fue rápido con Lucas, abrazándolo y diciéndole algo para tranquilizarlo. No la escuchó, solo trató de respirar profundo, pero por más que jalaba aire no le era suficiente. Respiró una y otra vez, pero siempre le faltaba aliento, se dio cuenta de que tenía un ataque de pánico. Juan salió corriendo hacia la puerta, bajó las escaleras, salió del pent-house y se metió en el ascensor alcanzando a escuchar la voz de Sergio que lo llamaba. Al salir no se detuvo hasta llegar a la acera. Recargó sus manos en sus rodillas, pero el aire fresco de afuera tampoco ayudó a tranquilizarlo. Necesitaba sacar todo lo que traía en su pecho, lo dejé salir. Tensó sus puños tanto como pudo contra sus rodillas y gritó tan fuerte que su garganta le ardió aun cuando se acabó el aire en mis pulmones. —¡Juan! —gritó Daniela detrás de él. Giró al verla y vio a Sergio detrás de ella, y su respiración se agitó de nuevo. Su corazón bombeó como si no hubiera mañana. Dio la vuelta y huyó. Sigu
—¡Ay, dios mío! La culpable soy yo… ¡Yo se lo dije! —exclamó angustiada la señora Elena.—¡Pero mamá!... —exclamó Daniela.—¡Hija, lo siento mucho! Cuando empezó a mostrar interés en ti, me dio gusto pensar que quería hacer las paces contigo…Marisela intervino.—Daniela no culpes a mamá, ella solo fue engañada por la ladina de Gabriela. Ya me parecía extraño ese interés de querer charlar con mi mamá, cuando a ella jamás le ha importado nuestra la familia.—¡El culpable soy yo! —exclamó Óscar y todos voltearon a verlo.—¡Hijo! ¿Tú por qué? —preguntó el doctor Castillo—Porque hace seis meses, cuando me dio el paro respiratorio, en el pent-house de Juan, descubrí que Gabriela había suplantado a Daniela el día del cumpleaños de papá y me quedé callado.—¡Por eso te dio el paro respiratorio! —exclamó su madre.—Sí, mamá. Supongo que llevaba mucho tiempo estresado y esa fue la gota que derramó el vaso… Así que creí que lo solucionaría y supuse que el almuerzo con papá había sido suficient
Sofía les dijo. —Pero debido a sus inseguridades, eso nunca iba a ser suficiente para él. Por eso te dijimos la importancia de que acudiera a recibir terapia psicológica. —Yo intenté convencerlo, pero es demasiado terco. Me dijo que no necesitaba un loquero. —dijo Daniela. —No te preocupes, Dani, cuándo se haya calmado lo voy a tratar de convencer de lo que le estoy explicando ustedes. —le dijo Sergio con una sonrisa. —Sí, tranquila hija, no te preocupes de que todo va a estar bien. Yo también voy a hablar con él y ya verás que todo se va a arreglar —le dijo su padre. —Sí, hija, los dos hablaremos con él. —dijo su madre. Y Daniela le sonrío sin mucha convicción porque estaba segura de que nadie podría convencer a Juan y ya todo había terminado definitivamente entre ellos. — También creo que es necesario que nos reunamos en familia y hablemos con Gabriela —dijo Óscar. — Hermano, no creo que sea buena idea, basándome en lo que ocurrió en el almuerzo que tuvimos mi padre y yo con
Durante los siguientes meses, que siguieron a la separación de Juan y Daniela. Él se fue a vivir a Europa sin que Sergio pudiera convencerlo de lo contrario. Ella, a pesar de su tristeza, dedicó toda su atención a preparar el proyecto de La Quinta Los Laureles, pero se lo entregó a otra diseñadora, Laura Campos, para que lo ejecutara, por no querer encontrarse con Julio. Aunque luego se enteraron de que se había ido a Estados Unidos. Al terminar su proyecto se lo entregaron una asistente que les envió las imágenes del proyecto terminado a Julio. Y este a su vez le envió un correo a Sofía agradeciéndole y manifestando su satisfacción por el buen trabajo realizado por su empresa. Y donde también para su sorpresa, les informó que Sara era la asistente de Gabriela y su espía en la empresa. Después de eso no tuvieron más noticias de Julio. Desde luego interrogaron a Sara y ella lo admitió y fue despedida. A pesar de que los padres de Daniela tuvieron la intención de internar a Gabriela e
—Víctor Manuel tenía defectos… —¿Pero alguna vez se lo dijiste a Juan? Piénsalo, a ti no te hubiera gustado que él hubiera estado hablando de una ex perfecta haciéndote sentir menos. Daniela se quedó en silencio y luego le dijo. —Está bien, tienes toda la razón, lo admito. Pero eso ya es pasado y no me lo vuelvas a recordar. —Pero fuiste tú que lo sacaste a colación cuando dijiste, “Tú sabes quién.” —¡Está bien fui yo! Cambiemos de tema…—se interrumpió cuando llamaron a la puerta y dijo en voz alta. — ¡Adelante! Era la señora Rita, su nueva secretaria. —Disculpen, con su permiso. Señora Castillo la busca un señor que se identificó como el abogado Fermín Trejo. Sofía y ella se miraron confusas. —¿Abogado? ¿Me busca a mí, está segura? —preguntó Daniela. —Sí, la nombró a usted, señora. —Quizás sea la recomendación de algún cliente. Después de todo, los abogados también decoran su casa. —dijo Sofía. —Tienes razón—dijo Daniela sonriendo—Señora Rita, dígale que pase. —Sí, señora
—¡Oh dios, espero que no! El viejo Quintana siempre se ha quejado de que Juan Carlos nunca tuvo una pareja estable y que nunca le dio nietos. Hasta donde yo sé nadie de la familia Quintana saben de la existencia de Daniela y Lucas. Pero si Santiago Quintana se entera de que tiene el tan anhelado nieto y que su hijo Juan Carlos pidió la custodia total. Es capaz de mover cielo y tierra para ayudarlo. —¿Pero no crees que ya esté enterado?, digo el abogado Trejo, pertenece al despacho que maneja la parte legal de sus negocios. —Eso me temo. Pero Juan Carlos nunca se ha llevado bien con su padre, así que probablemente haya contratado a Fermín Trejo de forma privada. — ¿Por qué crees que no te contó cuáles fueron sus planes? —Desde que se fue del país no ha mantenido la comunicación tan seguida como yo esperaba. Pero sí hemos hablado por teléfono, de manera breve, sin darme muchos detalles de su vida en Europa. Y cada vez que hablamos siempre me pregunta por el bienestar de Lucas. Lo q
—¿Te puedo pedir un favor? —Lo que usted quiera, señor. Usted sabe que le tengo tanto aprecio como al señor Juan Carlos. —Necesito que me mantengas informado de todo lo que hace Juan Carlos escucha sus conversaciones y quien lo viene a ver, con quien habla por teléfono… —¿Está preocupado usted por algo, señor? —Después te explico con más calma. ¿Tienes teléfono móvil, Margarita? —Sí, señor. —Perfecto, pásame el número… Demás está decirte, que Juan Carlos no se puede enterar de esto. —No se preocupe, señor, soy una tumba. Yo sé que usted lo quiere como un hermano y que todo lo que usted hace por él, es en su beneficio. —Eso nunca lo dudes Margarita. De repente se escuchó un tono de llamada y Margarita sacó el teléfono intercomunicador del bolsillo de su delantal. —Sí, señor… ya se lo llevo. —hizo una pausa— Señor, el señor Sergio y la señora Sofía lo están esperando en la sala de estar… Está bien, yo les aviso. Cuando colgó les dijo. — El señor Juan Carlos dice que baja dent
¡Amigo, no lo puedo creer! —exclamó Sergio y le preguntó— ¿De verdad aceptarte el puesto de presidente del canal? —Es totalmente en serio, todo este tiempo que estuve en Europa me pregunté qué hacer con mi vida después de la cirugía. De alguna manera en el fondo sentía ese gusanito que me molestaba, ese pequeño deseo de querer volver al medio de la televisión. Aunque no descarto volver a ponerme al frente de un programa de opinión política en la televisión. Decidí que esa propuesta que tanto me había puesto sobre la mesa mi padre no era tan descabellada. Así que un día lo llamé y le dije que aceptaba ser presidente del canal OrquídeaTV. Te imaginarás que al principio supuso que le estaba jugando una broma. Hasta que se dio cuenta de que no era así y por la emoción de su voz noté que se había puesto muy feliz. —Te felicito de verdad, Amigo. Porque ahora si siento que saliste del hoyo donde te habías metido, este es el Juan Carlos que yo conozco, proactivo, optimista, con ganas de come