—Víctor Manuel tenía defectos… —¿Pero alguna vez se lo dijiste a Juan? Piénsalo, a ti no te hubiera gustado que él hubiera estado hablando de una ex perfecta haciéndote sentir menos. Daniela se quedó en silencio y luego le dijo. —Está bien, tienes toda la razón, lo admito. Pero eso ya es pasado y no me lo vuelvas a recordar. —Pero fuiste tú que lo sacaste a colación cuando dijiste, “Tú sabes quién.” —¡Está bien fui yo! Cambiemos de tema…—se interrumpió cuando llamaron a la puerta y dijo en voz alta. — ¡Adelante! Era la señora Rita, su nueva secretaria. —Disculpen, con su permiso. Señora Castillo la busca un señor que se identificó como el abogado Fermín Trejo. Sofía y ella se miraron confusas. —¿Abogado? ¿Me busca a mí, está segura? —preguntó Daniela. —Sí, la nombró a usted, señora. —Quizás sea la recomendación de algún cliente. Después de todo, los abogados también decoran su casa. —dijo Sofía. —Tienes razón—dijo Daniela sonriendo—Señora Rita, dígale que pase. —Sí, señora
—¡Oh dios, espero que no! El viejo Quintana siempre se ha quejado de que Juan Carlos nunca tuvo una pareja estable y que nunca le dio nietos. Hasta donde yo sé nadie de la familia Quintana saben de la existencia de Daniela y Lucas. Pero si Santiago Quintana se entera de que tiene el tan anhelado nieto y que su hijo Juan Carlos pidió la custodia total. Es capaz de mover cielo y tierra para ayudarlo. —¿Pero no crees que ya esté enterado?, digo el abogado Trejo, pertenece al despacho que maneja la parte legal de sus negocios. —Eso me temo. Pero Juan Carlos nunca se ha llevado bien con su padre, así que probablemente haya contratado a Fermín Trejo de forma privada. — ¿Por qué crees que no te contó cuáles fueron sus planes? —Desde que se fue del país no ha mantenido la comunicación tan seguida como yo esperaba. Pero sí hemos hablado por teléfono, de manera breve, sin darme muchos detalles de su vida en Europa. Y cada vez que hablamos siempre me pregunta por el bienestar de Lucas. Lo q
—¿Te puedo pedir un favor? —Lo que usted quiera, señor. Usted sabe que le tengo tanto aprecio como al señor Juan Carlos. —Necesito que me mantengas informado de todo lo que hace Juan Carlos escucha sus conversaciones y quien lo viene a ver, con quien habla por teléfono… —¿Está preocupado usted por algo, señor? —Después te explico con más calma. ¿Tienes teléfono móvil, Margarita? —Sí, señor. —Perfecto, pásame el número… Demás está decirte, que Juan Carlos no se puede enterar de esto. —No se preocupe, señor, soy una tumba. Yo sé que usted lo quiere como un hermano y que todo lo que usted hace por él, es en su beneficio. —Eso nunca lo dudes Margarita. De repente se escuchó un tono de llamada y Margarita sacó el teléfono intercomunicador del bolsillo de su delantal. —Sí, señor… ya se lo llevo. —hizo una pausa— Señor, el señor Sergio y la señora Sofía lo están esperando en la sala de estar… Está bien, yo les aviso. Cuando colgó les dijo. — El señor Juan Carlos dice que baja dent
¡Amigo, no lo puedo creer! —exclamó Sergio y le preguntó— ¿De verdad aceptarte el puesto de presidente del canal? —Es totalmente en serio, todo este tiempo que estuve en Europa me pregunté qué hacer con mi vida después de la cirugía. De alguna manera en el fondo sentía ese gusanito que me molestaba, ese pequeño deseo de querer volver al medio de la televisión. Aunque no descarto volver a ponerme al frente de un programa de opinión política en la televisión. Decidí que esa propuesta que tanto me había puesto sobre la mesa mi padre no era tan descabellada. Así que un día lo llamé y le dije que aceptaba ser presidente del canal OrquídeaTV. Te imaginarás que al principio supuso que le estaba jugando una broma. Hasta que se dio cuenta de que no era así y por la emoción de su voz noté que se había puesto muy feliz. —Te felicito de verdad, Amigo. Porque ahora si siento que saliste del hoyo donde te habías metido, este es el Juan Carlos que yo conozco, proactivo, optimista, con ganas de come
—Para ti es fácil, porque no eres tú el que se tiene que enfrentar a la desilusión de su familia. Después de todo, los dos son los únicos que saben que fue lo que ocurrió en Brasil. Pero es ella la que sigue pagando las consecuencias. —Sofía, no vamos a llegar a ningún lugar con esta conversación. Ya tomé una decisión y no pienso cambiar de opinión. —dijo Juan Carlos con firmeza. — Nena, ya es suficiente, ya es hora de irnos. —le dijo Sergio. Sofía le lanzó una última mirada a Juan Carlos y le dijo. —Espero que estés seguro de lo que estás haciendo porque Daniela nunca te va a perdonar. —se dio la vuelta y salió del estudio. —También piensas igual que ella—le preguntó Juan Carlos a Sergio. —Lo que opino es que hubiera sido más sano para Lucas que hubieras tomado la decisión de una custodia compartida. Ya sé la opinión que tienes de Daniela, pero voy a seguir repitiendo lo mismo que te dije hace dos años. Julio estaba convencido de lo que dijo por qué Gabriela lo engañó. —Eso par
“¿El abogado Trejo? ¿Y Ahora que quiere?” —pensó Daniela.Ella se puso de pie y les dijo.—Espérenme un momento aquí ya regreso.—¿Te acompaño? —le preguntó Sofía.—No, tranquila. —dijo y se dirigió a la sala de estar, cuando llegó el hombre se encontraba de espalda observando un enorme cuadro de Lucas sentado sosteniendo a Frida en sus piernas, en la fiesta de cumpleaños del primer añito de su beba, con una inscripción que decía: “Hijo, tu mirada es el sol que ilumina mis días, hija con tu luz llena cada rincón de mi corazón. Lucas y Frida, mis dos tesoros, los adoro. Mamá Daniela.”—Buenos días —dijo en voz alta.El hombre se dio vuelta, y Daniela se quedó pasmada, su corazón se le aceleró y exclamó llevándose una mano al corazón.—¡Juan Carlos Quintana!Ella se sujetó del mueble más cercano para no caerse, él solo la observó en silencio con una mirada extraña apretando los puños.Cuando al fin recuperó la voz y recordó el motivo por el cual la estaría buscando, se llenó de coraje y
—No, ya no supongo nada de ti. Y si nunca mencioné la naturaleza de mi ocupación, fue porque quise que te gustara Juan Carlos Quintana, el hombre, no el reportero de televisión.—En realidad no me importa quién eres. Tuve tiempo de pensar desde la última vez que te vi y decidí que la primera impresión es la más importante, después de todo. Si alguna vez me acuerdo de ti… lo cual no sucede a menudo… me inclino a recordarte como el señor Bestia. —le dijo con voz fría.—¡Que lastima! Porque ese Juan ya no existe.Daniela sintió una punzada en el corazón y le dijo.—O quizás nunca existió—dijo ella con amargura, con ganas de llorar, pero se encajó las uñas en la mano y agregó— Muy bien, señor Quintana, ¿Por qué vino a buscarme?—Para decirle, señora Castillo, que su amiga Sofía me convenció y he decido solicitar la custodia compartida.—¡Qué magnánimo! —dijo con ironía— ¿Y en realidad cree que Lucas sea hijo suyo? ¿No quiere hacerle una prueba de ADN? ¡Digo por eso de que soy una Zorra!—
—No entiendo —dijo el doctor Castillo confuso. — ¿Cómo puedes pedir la custodia de mi nieto, si no eres el padre de Lucas? —Doctor… — ¡Ya basta! — exclamó Daniela poniéndose de pie y acercándose Juan Carlos con una mirada de advertencia, luego se volvió a ver a sus padres— Lo que Juan Carlos quiere decir es que Lucas… —se le quebró la voz y no pudo seguir sosteniendo la mirada de sus padres y bajó la vista al suelo con ganas de llorar. Juan Carlos se puso de pie apretando su mano y les dijo. —Doctor Castillo, señora Elena. Daniela y yo nos conocimos en Caracas, cuando ella era una estudiante de diseño y nos enamoramos perdidamente el uno del otro —Daniela volteó a verlo sorprendida y él continuó— Y nos hicimos novios, luego por motivos de celos de mi parte, terminamos nuestra relación, ella por despecho se hizo novia de Víctor Manuel, y después por no romperle el corazón aceptó su propuesta de matrimonio. Ya que yo me había ido a vivir al exterior. Después, en plena luna de miel, s