—¡UPS!.... —Sofía con cara de disculpa se volvió hacia Daniela— Daniela, mi novio, es el mejor amigo de tu novio… Lo siento se me pasó…—¿Algo tan importante como eso se te pasó? —preguntó Daniela impaciente.—¡Pues!, yo no tengo la culpa, habíamos quedado hablar de Sergio cuando estábamos en la clínica ¿Recuerdas? Pero se nos iba el tiempo hablando de tus cosas. Yo no tengo la culpa que tu vida sea más interesante y dramática que una telenovela de los años sesenta… Pero ya te acabas de enterar, es mejor tarde que nunca. No hay problema.—Si lo hay si le contaste a tu novio todo lo que te he dicho…—No se preocupe por eso Daniela, Sofía no me ha contado sus secretos y la prueba está en que yo no sabía que usted era la gemela de Gabriela. —dijo Sergio.—Tienes usted razón… —y miró a Sofía disculpándose con la mirada—Lo siento Amiga…—¡Tranquila, Dani! Te entiendo, el encuentro de ustedes dos debe haber sido impactante para ti. Pero no te preocupes, Sergio y yo nos prometimos que para
Sergio se volvió hacia Daniela y le dijo. —Daniela, espero que me permita ser su amigo, usted es muy importante para Juan, al cual considero como un hermano, por lo tanto, usted es importante para mí. ¿Amigos? —le preguntó Sergio y le tendió la mano. Daniela le sujetó la mano sonriendo y le dijo. —Estaré encantada de ser su amiga. Sofía exclamó. —¡Ay, mi novio y mi mejor amiga…! ¡Son amigos!, ¡Voy a llorar! Daniela y Sergio la miraron divertidos.” Sofía lo sacó de sus pensamientos. —¡Hey, Bebé! Estás como ido, ¿En qué estabas pensado? —El día que conocí a Daniela y en todas las cosas que hablamos ese día. ¿Sabes si Daniela convenció a Juan de tomar psicoterapia? —Tu amigo es más terco que una mula. A pesar de que Juan adora a Daniela, no lo ha podido convencer, él insiste en que no necesita un loquero. —Pues, dile que insista o que lo chantajee con sexo, esa manipulación que hacen ustedes cuando quieren obligarnos a hacer su voluntad. —Está bien, se lo diré… —Nunca le diga
Gabriela al abrir la puerta se sorprendió cuando vio a Julio Fernández.— ¡Julio! ¿Qué haces aquí cariño? ¿Y a esta hora?, son las cuatro de la mañana. Porque no me avisaste que vendrías. —dijo Gabriela.—¿Puedo pasar?— ¡Por supuesto! Entra cariño, siempre eres bienvenido a mi departamento. Tuviste suerte de encontrarme, porque acabo de llegar, muy pocas veces estoy aquí.Pasaron a la sala de estar y Julio se sentó en el sofá, la miró fijamente y le dijo.—Siéntate osita, ponte cómoda, después de todo es tu apartamento.Gabriela sonrío coqueta, se sentó y le preguntó.—¿Osita? —cruzó las piernas para que admirara sus hermosas piernas a través de la abertura de su vestido rojo que le llegaba hasta la cadera— Ya sé a qué has venido, osito. Te propongo que nos metamos en el jacuzzi tú y yo.—No, solo vine a hablar contigo.Gabriela se río con ironía y le preguntó.—¿Tú?, ¿Solo hablar? No me digas que quieres que hablemos lenguaje sucio.Julio la miró directo a los ojos y fue directo al
Ella Levantó la barbilla y miró a Julio desafiante.—Puedes hacer todas las preguntas que desees, yo no responderé. No sé qué es lo que quieres y no me importa averiguarlo. Así que largo de aquí. ¡No quiero volver a verte! ¡No puedes venir a amenazarme de esa manera! —estaba tan indignada que se levantó del sofá hablando llena de resentimiento, pero Julio se quedó tan tranquilo como antes.—¡Siéntate! —la voz de Julio era fría y dura. Solo cuando ella lo desafió y no lo obedeció, decidió moverse. Con una mano le rodeó el cuello y se lo apretó, después con lentitud la obligó a sentarse otra vez. Fue una lucha silenciosa, Gabriela lo resistió con todas las fuerzas que tenía, pero él era tan poderoso físicamente y apretó más duro su cuello. La respiración de Gabriela era entrecortada y, cuando por fin la soltó, ella respiró con fuerza, y Julio la miró con desprecio— Ahora sabes que te puedo forzar a hacer lo que me plazca. No me desafíes Gabriela, esto puede ser tan duro o fácil como tú
Gabriela asintió alterada.—Ahora, osita, voy a utilizar tu baño y luego me marcharé. —Julio se quitó la chaqueta y la dejó en el sofá. Y se dio la vuelta para dirigirse al baño, ella le notó que tenía una cartuchera con una pistola, cuando desapareció de su vista Gabriela empezó a halarse los cabellos como si quisiera quedarse calva.“¡Ese maldito cabrón! ¡¿Y ahora qué voy a hacer?! Raúl tenía razón, debí escucharlo cuando me dijo que Julio era peligroso. ¡No puede ser! Este plan era perfecto y por culpa de Julio todo se echó a perder. Ahora mi hermana va a tener su cuento de hadas y sus felices para siempre. ¿Y yo? ¿Qué va a pasar conmigo? Víctor Manuel ya no está, me voy a quedar sola.” —Gabriela tomó una decisión, ya no le importaba las consecuencias, si ella era infeliz, Daniela también. Apresurada se dirigió hasta su bolso y sacó su teléfono, luego buscó en la chaqueta de Julio y allí estaba su teléfono. Desde su celular envió el video al celular de julio, buscó en contactos bus
—¡Julio! Por fin llegaste, pensamos que nos ibas a dejar plantados—dijo Juan dándole un abrazo. — Entra, ¿No sientes el olor? Tengo a Sergio y Sofía de parrilleros. Mientras Daniela y yo preparamos lo demás en la cocina. — Hola. ¡Huele rico! Disculpa que llegue a esta hora, es que tomé una buena siesta en la mañana, porque anoche no pude dormir bien. —¿Tienes algún problema? Ayer te noté raro. ¿Te puedo ayudar? —preguntó Juan. —Tranquilo, era un problema que tenía que resolver y ya lo hice, hoy tengo las cosas más claras. Así que no te preocupes de que ya todo está bien. —Julio te quiero preguntar algo, antes de reunirnos con los demás. —Si, claro pregunta. —Ayer por la noche después que te fuiste. Sofía y Daniela nos transmitieron a Sergio y a mí una inquietud. Juan le contó como el extraño comentario, que le hizo a Daniela mientras inspeccionaba su quinta Los Laureles, preocupó a las chicas. Julio se sorprendió. “¡Se los contó a los demás! ¿Por qué lo hizo? ¿Se volvió loca? G
Sin embargo, se notaba la adoración con la que miraba a Juan Carlos. “¿Entonces porque lo traiciona? Esa mujer es un misterio. Cada vez que veía su rostro no podía evitar no pensar en Gabriela. ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá regresado con Sorrentino?” Cuando la reunión se estaba terminando, Juan le preguntó a Daniela. —¿Cariño has visto mi teléfono? Estoy esperando un mensaje de mi publicista. — Creo que Lucas lo tenía jugando videojuego en su cuarto. —Bueno, voy a aprovechar para llevarlo a su cuarto—dijo mirando a Lucas que se había quedado dormido encima de él. —Luego busco mi teléfono. Juan ya había acostado a Lucas en su cama, se quedó observándolo, jamás pensó con un niño tan pequeño le pudiera inspirar tanto amor, lo quería como nunca hubiera imaginado que pudiera querer a alguien y sabía que sería capaz de dar la vida por él. Se había dado cuenta de que el dinero y el éxito no eran lo más importante en la vida, sino el tener a su lado a quienes quería y lo querían. No podrí
—¡JUAN! —gritaron a su lado. Giró y vio a Daniela. Su rostro mostraba una mirada horrorizada que le heló la sangre. —No —dijo le dijo mirándola con odio—No te acerques… Giró la vista hacia Julio, que tosió y giró su cuerpo sobre su costado y escupió sangre. —¡Oh Dios! —exclamó Daniela angustiada—. ¡Juan te volviste loco! Daniela se acercó a Juan y tocó el rostro. Pero él, sin mirarla, dio varios pasos hacia atrás, alejándose lo más que pudo de ella y le gritó. —¡¡NO TE ATREVAS A TOCARME NUNCA MÁS!! ¡¡MALDITA ZORRA!! ¡¡ALÉJATE PORQUE SOY CAPAZ DE ESTRANGULARTE!! Daniela se detuvo en seco y sintió como una puñalada en el corazón. Al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Sofía, que se encontraba abrazada a Sergio, que aún estaba tratando de recuperarse, lo miraban como si se hubiera vuelto loco. Julio se arrodilló tosiendo e intentó ponerse de pie, pero se tambaleó y cayó de nuevo. Daniela nerviosa se compadeció de él, luego salió corriendo a ayudarlo a ponerse de pi