Daniela, al llegar en taxi al restaurante “Baguette Parisienne”, iba mentalmente repitiendo una y otra vez las mismas palabras. “Esto lo hago por mi padre y por Óscar.” Daniela le pagó al taxista y se bajó pensando. “Mi papá sabía que odiaba tener que convivir con Gabriela, Pero se le escuchó tan entusiasmado cuando me llamó para invitarme, y me pareció extraño que dijera que Gabriela estaba feliz de encontrarse conmigo ¡Hipócrita!, ¿Y Cómo puedo decirle que no a mi papá? Al mirar el restaurante francés desde la acera. Supuso que no había sido su padre el que escogió el sitio para almorzar. Su papá no tenía esos gustos tan sofisticados, así que probablemente fue Gabriela. Era uno de los restaurantes de mayor prestigio de la ciudad, pero el saber que Gabriela estaba ahí adentro le causaba malestar. Acomodó su cabello que llevaba en una coleta y sus lentes oscuros, miró hacia el lobby antes de entrar. —Bienvenida, señorita —dijo el empleado en la recepción—. ¿Tiene reservación? —
El doctor Castillo, alegre por la actitud de Gabriela, porque al fin tendría una foto donde saldrían las dos juntas después de muchos años, le dijo a Daniela.— ¡Dani, ven acércate para la selfie!Daniela, al ver la expresión contenta de su padre, decidió complacerlo y se acercó a ellos abrazando a su padre. Gabriela sacó su celular de su bolso en la mesa, ella puso el celular en una posición para tomarse una foto donde salían los tres y exclamó—. ¡Sonrían!Los tres sonrieron y luego volvieron a sus puestos.Su padre le dijo a Gabriela.—Hija, envíame la foto.— Si papi—dijo Gabriela, tecleando como maniaca en la pantalla de su teléfono.— ¿Daniela? ¿Cuáles es tu correo o número de teléfono?—No tengo —dijo Daniela, sentándose junto a su padre. Si, tenía, pero ella no se los daría.Gabriela arqueó una ceja y se rio.—Debí imaginarlo, que no me los facilitarías —dijo y sentó, luego les dijo con tono arrogante. —Espero que no les importe que haya hecho el pedido. Pero ustedes no están a
El doctor Castillo con una expresión de alivio le sonrío a Gabriela y le dijo, está bien hija, no te preocupes, no tengo nada que perdonarte, ustedes dos heredaron mi carácter terco y necio. Así, que les pido a las dos que por favor terminemos nuestra cena en paz y en armonía.Gabriela le dio muchos besos en la mejilla y le dijo.— ¡Por supuesto que sí mi papito bello, te quiero mucho! — ¡Y yo a ti, a hija mía! Daniela, que miraba la actuación hipócrita de su hermana, respiro profundo y se fue a sentar y trató de aparentar calma, doblando la servilleta que tenía en las manos. Gabriela se fue a sentar mientras el doctor tomaba la mano de Daniela y le preguntaba.— ¿Estamos bien, hija? Ella volvió a la mirada hacia su padre y sonriendo le dijo.— Tú y yo siempre estamos bien papá. Él sonrío tomó su mano y la besó.Gabriela le hizo señas a los dos meseros que se encontraba parados lejos de ellos, esperando que hicieran su pedido. Los meseros se retiraron, entraron en la cocina, lueg
—A sí es hijo, ¿Te agrada la idea de que sea tu papá? — ¡Si me encantaría! Sí, hubiera tenido un papá, a mí me hubiera gustado que hubieras sido como tú. Juan emocionado contuvo las ganas de llorar, y suspiró profundo, tratando de calmarse y le dijo mirándolo a los ojos y sujetándolo por un hombro. —Lucas, no tienes que esperar a que yo me case con tú mama, para que tú te sientas mi hijo. Porque ya me considero tu padre. Así que te pido que me llames papá, pero solo si tú quieres. —¿Entonces te puedo llamar papá? —preguntó Lucas emocionado. — ¡Sí!, eso es lo que más quiero en el mundo. —le dijo con un nudo en la garganta. — ¡Sí!, sí, ¡Sí, quiero! —exclamó feliz, hizo una pausa y le dijo— Papá… Y Juan, sin poder aguantar más, lo abrazó llorando. —¡Juan!.. Que digo ¡Papá! ¿Por qué estás llorando? —preguntó Lucas, preocupado. Juan se secó las lágrimas con la manga de su suéter y con la voz entrecortada por el llanto le dijo. — Porque tu papá es un llorón… Y porque me has hecho
Lo importante era que ahora estaban juntos. “¡Entonces porque no puedo disfrutar por completo de mi felicidad!, porque tengo el presentimiento de que algo malo fuera a ocurrir, ¡Ay, no, que tontería! Debo dejar la paranoia. Lo que tengo que hacer es ordenar mi vida. Y Sofía tiene razón, Juan es el hombre que amo y no debo tener secretos con él. Y ahora, con esta insistencia de mi padre y Óscar, de que me reconcilie con Gabriela. Juan en algún momento verá a mi gemela y no va a entender por qué no le dije antes. También debo hablar con Marianela, ella es la única de la familia que comprenderá por qué Gabriela no debe estar cerca de la familia o de mí. Todavía recuerdo el gesto de dolor que hizo mi padre cuando Gabriela le dijo que no le importaba si no lo volvía a ver. Mis padres estaban tranquilos porque pensaron, que con las pastillas, Gabriela sería normal. Yo era una niña cuando la diagnosticaron, y no sé realmente lo que dijeron los psicólogos. Todavía creo que Gabriela sigue asis
Juan comenzó a besar su cuello y acariciando sus senos, le dijo. —Yo… También estoy… Hablando en serio—. Luego se apartó, y se bebió un trago de ginebra con hielo y le preguntó —Cariño ¿No te vas a beber tu gin tonic? —Eres una mala influencia para mí, sabes que no me gusta el licor. —Es ginebra. Dulzura, lo suavicé para ti, con agua tónica, hielo y con un toque cítrico de limón, un gin tonic, la bebida de las mujeres. Daniela tomó su copa y le dio un pequeño sorbo. — Sabe cómo a anís con un ligero toque dulzón. Tiene un buen sabor. —Bébetelo todo. —Tengo la impresión que me quieres emborrachar. —No, amor, difícilmente te vas a emborrachar con una copa y con esa bebida. Solo quiero que sientas la experiencia de hacer el amor con unos pocos grados de alcohol en el cuerpo. Te vas a relajar, y va a ser la experiencia más excitante. Vamos, acaba la bebida. Daniela le obedeció y bebió toda su copa. Juan se acabó su ginebra de un solo trago. Después le dijo. —Nena, vamos a recrea
Daniela levantó el rostro de los diseños en que intentaban concentrarse y le dijo. —Necesito acudir con Marianela a la consulta, de la doctora Andrea Vegas, esta mañana cuando hablamos. Mari me dijo, que es la psicóloga que atiende a Gabriela desde niña. Espero que nos reciba sin cita. —¿Qué ocurrió, que pudo ser tan grave en ese almuerzo con tu hermana? ¿No los atacó con un tenedor ¿Verdad? —Como si lo hubiera hecho, nos menospreció a mi padre y a mí. Por no frecuentar eso es lugares. Pero ya conocemos su arrogancia. Aun así, fue cruel con mi padre. Así que solo quiero, saber en dónde estoy parada con ella. Nunca antes le di importancia al estado mental de Gabriela, porque habíamos dejado de hablarnos y con el tiempo seguí con mi vida. Y cada vez que hablaba con mi madre me decía que estaba feliz y orgullosa de Gabriela por su carrera de modelo. Así que supuse que todo estaba bien con ella. Pero ayer pude percibir algo de ese comportamiento errático que tenía cuando era niña. Quizá
Daniela moviendo la cara de lado a lado le dijo.— Es la primera vez que escucho ese nombre.—¿En serio no sabes quién es Julio Fernández?, Es un empresario muy importante. Multimillonario dueño de los hoteles y restaurantes Imperia. Que empezó siendo un lavaplatos y terminó siento muy rico. Eso se llama tener talento para los negocios. Su vida es muy impresionante. —dijo Sofía.— Estoy de acuerdo contigo, empezar siendo un lavaplatos y terminar siendo multimillonario, eso sí, es digno de admiración. Pero no lo conozco.— Pues te conoce, puede ser que te haya recomendado algunos de tus antiguos clientes.—Puede ser.— Él es una gran personalidad, que aparece con frecuencia en la prensa, todo con referente a él es noticia. Si tomas el contrato te dará notoriedad —dijo Sofía.—No me interesa el prestigio, hasta ahora me ha ido muy bien trabajando solo con tus amistades.—Y sabes que siempre vas a contar conmigo, pero debes pensar en el futuro de tu carrera. Si tus maravillosos diseños