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Daniela llegó apresurada a la feria de la comida al lado de Sofía, que ya la esperaba en una mesa, para tomar una taza de café. Desde que lo hicieron por primera vez habían decidido tomar una rutina dos o tres horas en la tarde, siempre que eso no les impidiera avanzar con los proyectos de decoración que estuvieran pendiente.Se besaron en la mejilla, y pidieron dos tazas de café con leche.—¡Llegaste, Daniela! —exclamó Sofía con una gran sonrisa. — ¿Cómo te fue con mi amiga Mercedes Ontiveros?— Bueno, considerando, qué es una fanática del feng shui se puede decir que bastante bien. —¿Tuviste problemas? ¿Se puede saber cuáles? Yo te he adiestrado y te he impartido todos mis conocimientos sobre el feng shui.— No fue cuestión de conocimientos sobre el feng shui, sino que al mostrarle mis diseños, el cual le da a su ambiente amplitud del espacio, ella objetó que quería algo donde fluyera la energía y le dieran amplitud de espacio con sus colores favoritos. Por supuesto, con colores qu
Daniela se limpió las lágrimas y le confesó lo que no le había confesado a nadie. E inclinándose le dijo en voz baja. —Pero… yo no estoy segura de haber estado enamorada de Víctor Manuel… —¿Por qué dices eso? —Porque le fui infiel pocos días antes de casarnos… —¡¡MiERDA!! —Sofía se puso roja de repente, mirando avergonzada a su alrededor y le exclamó en voz bajas—¡Esas confesiones tan tremendas me las dices cuando estemos a solas, para yo poder soltar mis groserías a gusto!... ¡Pero ya empezaste, continua! ¿Cómo y con quién le fuiste infiel? —Te lo voy a confesar, pero me tienes que jurar que no se lo vas a contar a Sergio. —Amiga todo lo que tú me cuentas, no se lo digo a nadie. Soy una tumba cerrada, mamita. —Está bien. Ha pasado muchos años, pero no sé si tú recuerdas un programa de opinión matutino que pasaban en ORQUIDEATV. Llamado “Análisis con Juan Carlos Quintana” Sofía, que ya sabía por dónde venía Daniela, se hizo la loca. —Me parece que sí… ¿Juan Carlos Quintana? ¿
Daniela sonrió y dijo, —Es cierto, en este caso los Juan Carlos… Sofía bebió su café y preguntó. —Dani, ¿Tu familia sabe lo de Juan Carlos Quintana? —Únicamente Gabriela, porque esa noche nos siguió hasta el estacionamiento y nos vio en el auto…tu sabes… —¡¿En el auto?!... ¡Suertuda! ¡Esa son las mejores tiradas! —¡¡Sofía!! —exclamó Daniela escandalizada en voz baja. —¿Qué? ¡Nadie me escuchó! —hizo una pausa— entonces solo lo sabe el “Clon malvado” y nadie más de tu familia. ¿Y no se los piensas decir algún día? —No lo sé, No los quiero decepcionar. —Es mejor que seas tú y no tu gemela diabólica. Porque ella se lo vas a decir a su manera. —¿Y Crees que hay una mejor manera? Como sea, no van a ver con buenos ojos, que traicioné a Víctor y le endilgué un hijo que no era de él… Pero tienes razón, se los tengo que decir y lo haré después que Óscar esté bien. —¿Víctor Manuel nunca se enteró de la existencia de Juan Carlos Quintana? —Si, el día que murió, Gabriela le dijo la ve
Daniela, al llegar en taxi al restaurante “Baguette Parisienne”, iba mentalmente repitiendo una y otra vez las mismas palabras. “Esto lo hago por mi padre y por Óscar.” Daniela le pagó al taxista y se bajó pensando. “Mi papá sabía que odiaba tener que convivir con Gabriela, Pero se le escuchó tan entusiasmado cuando me llamó para invitarme, y me pareció extraño que dijera que Gabriela estaba feliz de encontrarse conmigo ¡Hipócrita!, ¿Y Cómo puedo decirle que no a mi papá? Al mirar el restaurante francés desde la acera. Supuso que no había sido su padre el que escogió el sitio para almorzar. Su papá no tenía esos gustos tan sofisticados, así que probablemente fue Gabriela. Era uno de los restaurantes de mayor prestigio de la ciudad, pero el saber que Gabriela estaba ahí adentro le causaba malestar. Acomodó su cabello que llevaba en una coleta y sus lentes oscuros, miró hacia el lobby antes de entrar. —Bienvenida, señorita —dijo el empleado en la recepción—. ¿Tiene reservación? —
El doctor Castillo, alegre por la actitud de Gabriela, porque al fin tendría una foto donde saldrían las dos juntas después de muchos años, le dijo a Daniela.— ¡Dani, ven acércate para la selfie!Daniela, al ver la expresión contenta de su padre, decidió complacerlo y se acercó a ellos abrazando a su padre. Gabriela sacó su celular de su bolso en la mesa, ella puso el celular en una posición para tomarse una foto donde salían los tres y exclamó—. ¡Sonrían!Los tres sonrieron y luego volvieron a sus puestos.Su padre le dijo a Gabriela.—Hija, envíame la foto.— Si papi—dijo Gabriela, tecleando como maniaca en la pantalla de su teléfono.— ¿Daniela? ¿Cuáles es tu correo o número de teléfono?—No tengo —dijo Daniela, sentándose junto a su padre. Si, tenía, pero ella no se los daría.Gabriela arqueó una ceja y se rio.—Debí imaginarlo, que no me los facilitarías —dijo y sentó, luego les dijo con tono arrogante. —Espero que no les importe que haya hecho el pedido. Pero ustedes no están a
El doctor Castillo con una expresión de alivio le sonrío a Gabriela y le dijo, está bien hija, no te preocupes, no tengo nada que perdonarte, ustedes dos heredaron mi carácter terco y necio. Así, que les pido a las dos que por favor terminemos nuestra cena en paz y en armonía.Gabriela le dio muchos besos en la mejilla y le dijo.— ¡Por supuesto que sí mi papito bello, te quiero mucho! — ¡Y yo a ti, a hija mía! Daniela, que miraba la actuación hipócrita de su hermana, respiro profundo y se fue a sentar y trató de aparentar calma, doblando la servilleta que tenía en las manos. Gabriela se fue a sentar mientras el doctor tomaba la mano de Daniela y le preguntaba.— ¿Estamos bien, hija? Ella volvió a la mirada hacia su padre y sonriendo le dijo.— Tú y yo siempre estamos bien papá. Él sonrío tomó su mano y la besó.Gabriela le hizo señas a los dos meseros que se encontraba parados lejos de ellos, esperando que hicieran su pedido. Los meseros se retiraron, entraron en la cocina, lueg
—A sí es hijo, ¿Te agrada la idea de que sea tu papá? — ¡Si me encantaría! Sí, hubiera tenido un papá, a mí me hubiera gustado que hubieras sido como tú. Juan emocionado contuvo las ganas de llorar, y suspiró profundo, tratando de calmarse y le dijo mirándolo a los ojos y sujetándolo por un hombro. —Lucas, no tienes que esperar a que yo me case con tú mama, para que tú te sientas mi hijo. Porque ya me considero tu padre. Así que te pido que me llames papá, pero solo si tú quieres. —¿Entonces te puedo llamar papá? —preguntó Lucas emocionado. — ¡Sí!, eso es lo que más quiero en el mundo. —le dijo con un nudo en la garganta. — ¡Sí!, sí, ¡Sí, quiero! —exclamó feliz, hizo una pausa y le dijo— Papá… Y Juan, sin poder aguantar más, lo abrazó llorando. —¡Juan!.. Que digo ¡Papá! ¿Por qué estás llorando? —preguntó Lucas, preocupado. Juan se secó las lágrimas con la manga de su suéter y con la voz entrecortada por el llanto le dijo. — Porque tu papá es un llorón… Y porque me has hecho
Lo importante era que ahora estaban juntos. “¡Entonces porque no puedo disfrutar por completo de mi felicidad!, porque tengo el presentimiento de que algo malo fuera a ocurrir, ¡Ay, no, que tontería! Debo dejar la paranoia. Lo que tengo que hacer es ordenar mi vida. Y Sofía tiene razón, Juan es el hombre que amo y no debo tener secretos con él. Y ahora, con esta insistencia de mi padre y Óscar, de que me reconcilie con Gabriela. Juan en algún momento verá a mi gemela y no va a entender por qué no le dije antes. También debo hablar con Marianela, ella es la única de la familia que comprenderá por qué Gabriela no debe estar cerca de la familia o de mí. Todavía recuerdo el gesto de dolor que hizo mi padre cuando Gabriela le dijo que no le importaba si no lo volvía a ver. Mis padres estaban tranquilos porque pensaron, que con las pastillas, Gabriela sería normal. Yo era una niña cuando la diagnosticaron, y no sé realmente lo que dijeron los psicólogos. Todavía creo que Gabriela sigue asis