Daniela empezó a sentir frío a pesar de que la tarde estaba cálida, pero se negó a creer lo que escuchaba y le replicó. —Sofía y yo somos mejores amigas desde hace muchos años y nunca me ha hablado de usted. ¿Cómo pretende que le crea la gravedad de lo que me ha dicho? — Y puede estar segura de que la entiendo, pero la razón por la que no la ha llamado ella misma es porque se encuentra indispuesta. Pero no tengo ningún problema en pasarle la llamada si con eso, logro que usted me crea. —¡¿Sofía se encuentra allí?!—preguntó alarmada. —¡Si, señora¡…! En un momento se la paso. Sergio se puso a la vista de Sofía y le hizo señas con la mano para que se acercara, ella se acercó apresurada y él tapó la bocina del celular y le dijo en voz baja. — Daniela no me cree, porque nunca le has hablado de mí. Vas a tener que confirmárselo, pero por favor, no te pongas histérica, ni vayas a llorar, tienes que tener tacto para hablarle, porque es su hermano, recuérdalo. —Si cariño… Sergio le ent
— No lo creo… probablemente estará muy ocupada. —¡Bueno está bien! Entonces nosotros dos, pero acuérdate que dijiste que me ibas a invitar a comer pizza, que no se te olvide. — ¡Para nada! Yo siempre cumplo lo que prometo. —le dijo sonriendo y viéndolo con ternura. Justo en ese momento, para su sorpresa, Daniela salió hacia la sala de espera y al ver a Juan hizo un gesto de desconcierto y después de disgusto al descubrir a Lucas en sus brazos. Juan bajó a su hijo y lo colocó en el piso. Lucas se acercó a Daniela y le exclamó. — ¡Mamá! ¡Mamá! Juan me invitó a comer pizza, pero solo nosotros dos porque tú vas a estar muy ocupada. ¿Puedo ir con él a comer pizza? Daniela le dirigió una mirada molesta a Juan Carlos y le respondió a Lucas. — Ya veremos mi cielo. Lucas, ¿Te puedes ir a sentar con tu madrina y tus primitos? —Si, mami —Lucas se volvió hacia Juan y le dijo — Juan, ¿Me vas a llamar por teléfono si no puedes ir a visitarme? Juan se inclinó a la altura de su cara y di
—¿Por qué eran novios? No seas tonta Sofía, cuando un hombre multimillonario se enamora de ti y corres con la suerte de que sea un hombre espléndido, siempre pagará por ti. Eso lo hace más atrayente. —¡Pues Juan, nunca me interesó por ser Multimillonario! Si hubiera sido un hombre humilde, igual me hubiera enamorado de él… —¡Es maravilloso saber que si me voy a la ruina igual me vas a querer! —exclamó Juan con ironía, detrás de ella parado con dos vasitos de té en cada mano. Daniela se puso roja como un tomate y miró a Sofía con ganas de ahorcarla porque no le avisó que Juan Carlos estaba llegando. Daniela se volvió hacia él y le espetó. —¡No estaba hablando de ti! —Yo escuché mi nombre y da la casualidad que soy multimillonario. —¡Pues te equivocas! ¡Estaba hablando de otra persona que se llama Juan… Patricio! Juan divertido le dijo a Sofía. —¡Mira Sofía, Daniela conoce a alguien que se llama “JUAN PATRICIO”!, ¡Ufff, de la que me salvé! Gracias a dios, mi mamá me nombró de ot
—¡Hola Juan, mira, ellos son mis abuelos! —dijo Lucas a llegar a su lado, Juan se puso de pie y les tendió la mano presentándose. —Buenas noches mi nombre es Juan Carlos de la fuente. Por la expresión de los padres de Daniela se notaba que no estaban muy felices de conocerlo, sin embargo, la señora Elena le sujeto la mano y le dijo. —Mucho gusto, mi nombre es Elena Castillo. —Encantado de conocerla, señora Elena. —dijo Juan con expresión seria. Hubo un silencio incómodo, sobre todo porque el papá de Daniela lo veía con cara de pocos amigos, entonces la señora Elena lo golpeó con el codo para que se presentara. El doctor castillo lo hizo con renuencia y al estrechar la mano de Juan se la apretó lo más duro que puede hacerlo un viejito de a su edad. Y Juan Carlos, para darle por su lado, hizo un pequeño gesto de dolor, y pudo ver la expresión de satisfacción en el rostro del doctor Castillo que le dijo. —Soy el doctor Arturo Castillo, el padre de Daniela. —Es un placer doctor C
—¿Has visto mi hijo? —pregunto Daniela. —Se encuentra sentado por allá con Juan. —dijo señalándolos. Daniela observó a su hijo y a Juan sentados uno al lado del otro, sonriendo conversando a gusto. Con gesto de disgusto se sentó al lado de Sofía. —Se nota que a los dos les encanta estar juntos —dijo Sofía. — No entiendo como Juan se lo ganó en tan poco tiempo, tan solo comimos pizza juntos una sola vez. Es la primera vez que reacciona así con un desconocido, nunca hizo eso con Raúl. — Y eso significa que tu hijo tiene muy buen gusto en escoger a sus amistades, la verdad Raúl nunca me cayó bien, es demasiado arrogante y engreído. ¿Te molesta que tu hijo sea tan apegado a Juan? —Lo que me molesta es que mi hijo pueda salir lastimado, después de todos terminamos y ya no va a ser una presencia constante en mi vida. Sofía la miró suspicaz. —¿Entonces crees que no van a arreglar las cosas entre ustedes? —No lo creo. — Bueno, no hablemos de eso—hizo una pausa y agregó— Me imagino
— ¡Bendición, mami, nos vemos mañana! — le dijo Lucas dándole un beso y Daniela lo abrazó muy fuerte y le dijo. — Dios te bendiga mi cielo, duerme muy bien y sueña con los angelitos. No olvides nunca que te quiero mucho. — ¡Yo también te quiero mucha mami! Sofía y ella se despidieron con un beso en la mejilla y todos se fueron en grupo hacia la salida. Todos, excepto Juan, que se quedó parado mirándola a lo lejos y ella pensó. “¡Bendito sea Dios! ¿Será que ahora se me va a quedar mirando ahí parado toda la noche?, Espero que se vaya porque no tengo ganas de discutir con él. ¡Ay no! ¡Ya viene para acá! ¿Y ahora qué es lo que quiere?” — el corazón de Daniela comenzó a latir fuerte dentro de su pecho. —¿Te vas a quedar esta noche? — ¡Así, es! — le respondió con diferencia. — ¿Quieres que te acompañe? — No hace falta. Ya hiciste demasiado, voy a estar bien, gracias. Juan se quedó mirándola fijamente y luego se sentó a su lado, estirando las piernas y cruzándose de pies y brazo
Óscar se encontraba como desorientado, había ido y venido de la conciencia a la inconsciencia, el sedante que le inyectaron debía haber sido muy fuerte. Intentó sentarse y se dio cuenta de que estaba conectado a un monitor de signos vitales. De repente le sorprendió escuchar la dulce voz de Daniela. —Óscar, no te muevas por favor. Él se volvió hacia su hermana que se encontraba inclinada hacia él y le sonrío. —Hola pequeña. ¿Cómo estás? Daniela sonrío y le dijo. —Típico de ti, eres tú el que está hospitalizado y me preguntas como estoy. Óscar río. —Tienes razón, creo que no me puedo librar del papel de hermano mayor. Óscar respiró profundo y le dijo. —Más adelante tú y yo hablaremos seriamente sobre Gabriela. —¡Oh no, señor! ¡Usted no se va a preocupar por nada! Que no sea recuperar tu paz mental. Y tienes que prometernos a toda la familia, que no vas a cagar tú solo con los problemas. Que estamos aquí, así solamente sea para escucharte. ¿Entendido? Óscar sonrío y asintió co
Ella sabía que todas las mujeres que había en el salón estaban muertas de envidia; no por su magnífico vestido, ni por su abundante cabellera castaña, sino porque el hombre con el que estaba bailando era un millonario. Joven, moreno y guapo, su compañero irradiaba seguridad en sí mismo. El salón de baile del hotel Imperio, en Los Teques, estaba abarrotado de invitados que habían acudido a la fiesta de cumpleaños de Julio Fernández. Todos se divertían a costa del anfitrión y bailaban al ritmo de la música de un famoso conjunto de rock. Y su compañero, cuyo lenguaje corporal no necesitaba traducción. Era obvio que, cuando el baile terminara, Julio pretendía acostarse con ella en la lujosa habitación que le había reservado. Julio, con ojos ávidos, no dejaba de mirar las curvas de la chica; se movía lo menos posible, apenas lo suficiente para no parecer inmóvil. Una vez que la música cambió a un ritmo tranquilo y erótico, la estrujó con fuerza. No disimulaba su atracción por ella y no le