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—¿Has visto mi hijo? —pregunto Daniela. —Se encuentra sentado por allá con Juan. —dijo señalándolos. Daniela observó a su hijo y a Juan sentados uno al lado del otro, sonriendo conversando a gusto. Con gesto de disgusto se sentó al lado de Sofía. —Se nota que a los dos les encanta estar juntos —dijo Sofía. — No entiendo como Juan se lo ganó en tan poco tiempo, tan solo comimos pizza juntos una sola vez. Es la primera vez que reacciona así con un desconocido, nunca hizo eso con Raúl. — Y eso significa que tu hijo tiene muy buen gusto en escoger a sus amistades, la verdad Raúl nunca me cayó bien, es demasiado arrogante y engreído. ¿Te molesta que tu hijo sea tan apegado a Juan? —Lo que me molesta es que mi hijo pueda salir lastimado, después de todos terminamos y ya no va a ser una presencia constante en mi vida. Sofía la miró suspicaz. —¿Entonces crees que no van a arreglar las cosas entre ustedes? —No lo creo. — Bueno, no hablemos de eso—hizo una pausa y agregó— Me imagino
— ¡Bendición, mami, nos vemos mañana! — le dijo Lucas dándole un beso y Daniela lo abrazó muy fuerte y le dijo. — Dios te bendiga mi cielo, duerme muy bien y sueña con los angelitos. No olvides nunca que te quiero mucho. — ¡Yo también te quiero mucha mami! Sofía y ella se despidieron con un beso en la mejilla y todos se fueron en grupo hacia la salida. Todos, excepto Juan, que se quedó parado mirándola a lo lejos y ella pensó. “¡Bendito sea Dios! ¿Será que ahora se me va a quedar mirando ahí parado toda la noche?, Espero que se vaya porque no tengo ganas de discutir con él. ¡Ay no! ¡Ya viene para acá! ¿Y ahora qué es lo que quiere?” — el corazón de Daniela comenzó a latir fuerte dentro de su pecho. —¿Te vas a quedar esta noche? — ¡Así, es! — le respondió con diferencia. — ¿Quieres que te acompañe? — No hace falta. Ya hiciste demasiado, voy a estar bien, gracias. Juan se quedó mirándola fijamente y luego se sentó a su lado, estirando las piernas y cruzándose de pies y brazo
Óscar se encontraba como desorientado, había ido y venido de la conciencia a la inconsciencia, el sedante que le inyectaron debía haber sido muy fuerte. Intentó sentarse y se dio cuenta de que estaba conectado a un monitor de signos vitales. De repente le sorprendió escuchar la dulce voz de Daniela. —Óscar, no te muevas por favor. Él se volvió hacia su hermana que se encontraba inclinada hacia él y le sonrío. —Hola pequeña. ¿Cómo estás? Daniela sonrío y le dijo. —Típico de ti, eres tú el que está hospitalizado y me preguntas como estoy. Óscar río. —Tienes razón, creo que no me puedo librar del papel de hermano mayor. Óscar respiró profundo y le dijo. —Más adelante tú y yo hablaremos seriamente sobre Gabriela. —¡Oh no, señor! ¡Usted no se va a preocupar por nada! Que no sea recuperar tu paz mental. Y tienes que prometernos a toda la familia, que no vas a cagar tú solo con los problemas. Que estamos aquí, así solamente sea para escucharte. ¿Entendido? Óscar sonrío y asintió co
Ella sabía que todas las mujeres que había en el salón estaban muertas de envidia; no por su magnífico vestido, ni por su abundante cabellera castaña, sino porque el hombre con el que estaba bailando era un millonario. Joven, moreno y guapo, su compañero irradiaba seguridad en sí mismo. El salón de baile del hotel Imperio, en Los Teques, estaba abarrotado de invitados que habían acudido a la fiesta de cumpleaños de Julio Fernández. Todos se divertían a costa del anfitrión y bailaban al ritmo de la música de un famoso conjunto de rock. Y su compañero, cuyo lenguaje corporal no necesitaba traducción. Era obvio que, cuando el baile terminara, Julio pretendía acostarse con ella en la lujosa habitación que le había reservado. Julio, con ojos ávidos, no dejaba de mirar las curvas de la chica; se movía lo menos posible, apenas lo suficiente para no parecer inmóvil. Una vez que la música cambió a un ritmo tranquilo y erótico, la estrujó con fuerza. No disimulaba su atracción por ella y no le
Daniela llegó apresurada a la feria de la comida al lado de Sofía, que ya la esperaba en una mesa, para tomar una taza de café. Desde que lo hicieron por primera vez habían decidido tomar una rutina dos o tres horas en la tarde, siempre que eso no les impidiera avanzar con los proyectos de decoración que estuvieran pendiente.Se besaron en la mejilla, y pidieron dos tazas de café con leche.—¡Llegaste, Daniela! —exclamó Sofía con una gran sonrisa. — ¿Cómo te fue con mi amiga Mercedes Ontiveros?— Bueno, considerando, qué es una fanática del feng shui se puede decir que bastante bien. —¿Tuviste problemas? ¿Se puede saber cuáles? Yo te he adiestrado y te he impartido todos mis conocimientos sobre el feng shui.— No fue cuestión de conocimientos sobre el feng shui, sino que al mostrarle mis diseños, el cual le da a su ambiente amplitud del espacio, ella objetó que quería algo donde fluyera la energía y le dieran amplitud de espacio con sus colores favoritos. Por supuesto, con colores qu
Daniela se limpió las lágrimas y le confesó lo que no le había confesado a nadie. E inclinándose le dijo en voz baja. —Pero… yo no estoy segura de haber estado enamorada de Víctor Manuel… —¿Por qué dices eso? —Porque le fui infiel pocos días antes de casarnos… —¡¡MiERDA!! —Sofía se puso roja de repente, mirando avergonzada a su alrededor y le exclamó en voz bajas—¡Esas confesiones tan tremendas me las dices cuando estemos a solas, para yo poder soltar mis groserías a gusto!... ¡Pero ya empezaste, continua! ¿Cómo y con quién le fuiste infiel? —Te lo voy a confesar, pero me tienes que jurar que no se lo vas a contar a Sergio. —Amiga todo lo que tú me cuentas, no se lo digo a nadie. Soy una tumba cerrada, mamita. —Está bien. Ha pasado muchos años, pero no sé si tú recuerdas un programa de opinión matutino que pasaban en ORQUIDEATV. Llamado “Análisis con Juan Carlos Quintana” Sofía, que ya sabía por dónde venía Daniela, se hizo la loca. —Me parece que sí… ¿Juan Carlos Quintana? ¿
Daniela sonrió y dijo, —Es cierto, en este caso los Juan Carlos… Sofía bebió su café y preguntó. —Dani, ¿Tu familia sabe lo de Juan Carlos Quintana? —Únicamente Gabriela, porque esa noche nos siguió hasta el estacionamiento y nos vio en el auto…tu sabes… —¡¿En el auto?!... ¡Suertuda! ¡Esa son las mejores tiradas! —¡¡Sofía!! —exclamó Daniela escandalizada en voz baja. —¿Qué? ¡Nadie me escuchó! —hizo una pausa— entonces solo lo sabe el “Clon malvado” y nadie más de tu familia. ¿Y no se los piensas decir algún día? —No lo sé, No los quiero decepcionar. —Es mejor que seas tú y no tu gemela diabólica. Porque ella se lo vas a decir a su manera. —¿Y Crees que hay una mejor manera? Como sea, no van a ver con buenos ojos, que traicioné a Víctor y le endilgué un hijo que no era de él… Pero tienes razón, se los tengo que decir y lo haré después que Óscar esté bien. —¿Víctor Manuel nunca se enteró de la existencia de Juan Carlos Quintana? —Si, el día que murió, Gabriela le dijo la ve
Daniela, al llegar en taxi al restaurante “Baguette Parisienne”, iba mentalmente repitiendo una y otra vez las mismas palabras. “Esto lo hago por mi padre y por Óscar.” Daniela le pagó al taxista y se bajó pensando. “Mi papá sabía que odiaba tener que convivir con Gabriela, Pero se le escuchó tan entusiasmado cuando me llamó para invitarme, y me pareció extraño que dijera que Gabriela estaba feliz de encontrarse conmigo ¡Hipócrita!, ¿Y Cómo puedo decirle que no a mi papá? Al mirar el restaurante francés desde la acera. Supuso que no había sido su padre el que escogió el sitio para almorzar. Su papá no tenía esos gustos tan sofisticados, así que probablemente fue Gabriela. Era uno de los restaurantes de mayor prestigio de la ciudad, pero el saber que Gabriela estaba ahí adentro le causaba malestar. Acomodó su cabello que llevaba en una coleta y sus lentes oscuros, miró hacia el lobby antes de entrar. —Bienvenida, señorita —dijo el empleado en la recepción—. ¿Tiene reservación? —