Capítulo 40
Juan sonrío y le dijo con ironía.

—¿En qué momento mi compañero de juerga se volvió tan sabio?

Sergio lo miró fijamente y con una sonrisa triste le dijo.

— Supongo que fue el haber tenido que presenciar el sufrimiento y la depresión de un amigo, cuando su rostro quedó de desfigurado por una explosión.

Juan se quedó mudo por esta repentina confesión del hombre que consideraba su hermano. De repente comprendió que había sido un egoísta, que nunca se detuvo a reflexionar lo que estaban sintiendo las personas que lo amaban cuándo ocurrió el accidente. Juan sonrío y le dijo.

—Siempre voy a estar agradecido con Dios porque a pesar de que no me dio un hermano de sangre, puso en mi camino a un hombre tan noble como tú.

—Solo he hecho lo que estoy seguro harías por mí. Y no se te olvide que tienes una hermanita—le dijo sonriendo.

— Sí, una hermanita caprichosa, frívola y egoísta.

— Que esperabas si tus padres la consienten demasiado.

—Sí, tienes razón, y los consejos de hermano mayor
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