capitulo 3
El sonido del tráfico y las voces distantes se desvanecieron cuando Alessio la vio alejarse rápidamente por la calle. Su figura, aunque ahora más adulta, seguía siendo la misma en su mente: Bianca Rossi, la niña que una vez había sido su todo.
Era imposible no reconocerla, incluso después de tanto tiempo. Aunque la Bianca que se alejaba ahora era diferente, había algo en su porte, en su andar, que seguía siendo la misma. Los años habían transformado su cuerpo, su rostro, pero en su mirada… en sus ojos, aún brillaba la misma chispa que había encendido su mundo cuando eran niños. La chispa que él había perdido, que había dejado ir.
Alessio apretó los puños involuntariamente. No podía dejarla escapar otra vez. Había pasado demasiado tiempo buscando una razón para salir de la oscuridad que lo había consumido, y ahora, el destino le había ofrecido esa oportunidad.
Bianca.
La vio alejarse con determinación, como si quisiera evitarlo, como si temiera lo que podía ocurrir si se encontraban de nuevo. Y eso solo aumentó su deseo de acercarse.
Nadie escapaba de Alessio Moretti, no en su territorio. Y Bianca, aunque tratara de huir, no era diferente.
Sin pensarlo dos veces, se movió con la elegancia y rapidez que le eran propias. Sus pasos, siempre firmes y seguros, lo llevaron directamente hacia ella, como un cazador tras su presa.
Bianca no lo escuchó acercarse. Estaba demasiado ocupada en intentar ordenar sus pensamientos, en evadir esa presencia constante que sentía a sus espaldas. Cada vez que su mente se alejaba de Alessio, él regresaba, siempre a la distancia exacta para que ella lo sintiera sin verlo.
Sin embargo, cuando escuchó su voz, Bianca casi se detuvo en seco. Era una voz grave, profunda, la misma que había resonado en sus sueños durante años.
—¿A dónde vas tan rápido, Bianca? —dijo Alessio, y sus palabras sonaron como una orden, una llamada, imposible de ignorar.
Ella se giró lentamente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Lo miró con aquellos ojos que una vez lo habían cautivado, pero ahora estaba llena de desconfianza. No sabía si sentía miedo, rabia o algo que no se atrevía a reconocer. ¿Cómo podía ser que después de todo este tiempo, su cuerpo reaccionara de esa forma ante él?
Alessio estaba de pie a unos metros, con sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero negro, su figura imponente y su mirada fiera. Era imposible no ver que, a pesar de la década que había pasado, él seguía siendo el mismo hombre: peligroso, calculador, pero también… inalcanzable.
—Alessio… —su voz sonó baja, temblorosa. Intentó controlarse, pero no pudo evitar el nudo que se le formó en la garganta. La última vez que lo vio, había sido un joven lleno de promesas, el chico con el que había compartido tantos momentos, con el que había creído que el futuro sería… diferente. Y ahora…
Ahora era el capo de Nápoles.
Alessio dio un paso hacia ella, y otro, acercándose más. Bianca intentó mantenerse firme, pero sus piernas parecían no responder, como si su cuerpo tuviera memoria de aquellos días que había intentado borrar. La conexión entre ambos, aunque rota, nunca se había ido por completo. Y ahora, con cada paso que él daba, esa conexión se volvía más palpable, más peligrosa.
—¿Qué haces aquí, Bianca? —preguntó él, su tono suavemente cargado de una emoción que ella no podía identificar, pero que la dejaba inquieta. Era una pregunta inocente, pero las palabras que salían de su boca estaban cargadas de una amenaza que ella no podía ignorar.
—Vuelvo a mi casa. Solo… unos días. —respondió ella con voz entrecortada, eludiendo su mirada. Aunque sus palabras eran frías, su corazón latía con fuerza. ¿Por qué estaba hablando así? No podía dejar que él viera cuán desbordada la sentía.
Alessio la estudió con una intensidad palpable, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de emoción reprimida. Él siempre había sido experto en leer a las personas, en entender sus miedos, sus deseos. Y en ese momento, podía ver lo que Bianca intentaba ocultar: el miedo que le producía él, el deseo que no quería admitir, la angustia de un pasado que no podía dejar ir.
—No me digas que es casualidad que hayas vuelto. —Alessio sonrió de una manera fría, como si estuviera disfrutando de su incomodidad. —Tú y yo sabemos que no hay casualidades en este juego.
Bianca intentó ignorar la punzada de incomodidad que la atravesó. Sabía que él no iba a dejarla ir tan fácilmente. Sabía que este encuentro no era un accidente. En su mundo, nada lo era. Alessio la había encontrado porque quería hacerlo.
—No te metas en mi vida, Alessio. —Lo miró directamente, intentando mostrar una determinación que no sentía en lo más profundo de su ser.
Alessio la observó un momento, como si estuviera evaluando sus palabras. No lo dijo, pero su mirada lo decía todo. No te creo.
Finalmente, después de un silencio incómodo, Alessio se acercó un paso más, dejando que el espacio entre ellos fuera tan solo un suspiro.
—Eso veremos, Bianca. —Sus palabras fueron suaves, pero llenas de una certeza escalofriante. —Porque, al final, siempre serás mía.
Bianca sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no dijo nada. No podía. Porque, en el fondo, sabía que Alessio tenía razón. Aunque los años pasaran, aunque las distancias se hicieran más grandes, había algo entre ellos que nunca desaparecería. Algo que ninguno de los dos podía negar.
Y, al parecer, el juego apenas comenzaba.
capitulo 4Bianca caminó a paso firme, pero sus pensamientos seguían atrapados en la conversación con Alessio. Aquel encuentro había dejado una marca profunda en su mente, una grieta en la que los recuerdos se colaban como agua en una vieja pared. ¿Por qué lo había vuelto a ver? Se preguntaba una y otra vez, intentando encontrar una razón lógica. Pero no la había.Alessio no era solo una sombra del pasado. Era el pasado. Y al mirarlo, Bianca no podía evitar sentir que estaba siendo arrastrada nuevamente a su mundo, un mundo del que había huido, un mundo lleno de caos, de promesas rotas y de pasiones que nunca se apagaron.El aire de Nápoles parecía más pesado ahora, como si la ciudad misma hubiera sido testigo de lo que acababa de ocurrir. Cada paso que daba la alejaba de Alessio, pero también la acercaba a algo mucho más peligroso. Lo sabía, lo sentía en sus entrañas. Y sin embargo, no podía evitarlo.Alessio Moretti no solo gobernaba Nápoles, gobernaba sus recuerdos, sus emociones.
capitulo 5El sonido de la puerta abriéndose fue como un latido más en el pecho de Bianca, un golpeteo frenético que la atrapó entre la razón y el deseo. Cuando sus dedos tocaron la manija y giraron, el aire en la habitación se volvió denso, casi irrespirable. Un instante que podía definir todo.Alessio Moretti estaba frente a ella, con esa misma mirada penetrante que había marcado su vida años atrás. Los ojos oscuros, que parecían leer cada pensamiento, cada emoción, cada fragmento de su alma. En su rostro no había sonrisa, solo una expresión firme, casi calculadora. Pero en la profundidad de su mirada, Bianca podía ver algo más. Algo que la desbordaba.—¿Qué quieres, Alessio? —La pregunta salió de su boca como un suspiro, como si estuviera tratando de protegerse de lo inevitable.Alessio no respondió de inmediato. En su lugar, dio un paso hacia ella, cruzando el umbral de la puerta con una autoridad silenciosa. La habitación se llenó con su presencia, pesada y aplastante, como si la
capitulo 6El sol se alzó lentamente sobre Nápoles, tiñendo el horizonte de tonos dorados y rosados, pero Bianca no podía ver la belleza de la mañana. Su mente estaba ocupada, atrapada en el encuentro con Alessio, en las palabras que él había dicho, en la amenaza implícita de que no la dejaría escapar otra vez.Cerró los ojos, respirando profundamente mientras se apoyaba en la ventana de su apartamento. Las calles de Nápoles abajo seguían su curso: el bullicio, el ruido, las voces de la gente. Pero para ella, todo sonaba distante, como si estuviera bajo el agua, aislada en un espacio que no pertenecía a nadie más que a ella y a la tormenta emocional que se desataba dentro de su pecho."Lo pensaré." Esa fue su respuesta. ¿Por qué había dicho eso? ¿Acaso esperaba que Alessio fuera a rendirse? Sabía que no lo haría. Alessio nunca había sido un hombre que dejara que las cosas se le escaparan, y Bianca no era una excepción.Se apartó de la ventana, su mente aún llena de la imagen de él, de
capitulo 1La ciudad de Nápoles respiraba con la misma intensidad de siempre, como un organismo vivo que nunca descansaba, ni siquiera en la calidez de la tarde. Alessio Moretti se apoyó en la baranda del balcón de su penthouse, mirando la ciudad que lo había visto crecer. La vista del puerto era impresionante, pero sus ojos no se enfocaban en la belleza del lugar. Su mente, siempre alerta, parecía estar en otra parte, repasando las jugadas del día y, quizás, anticipando lo que vendría.Nápoles era su reino, sí. Y en este reino, Alessio era su rey. A lo largo de los años, había forjado su poder con manos de hierro, en la penumbra de un mundo de mafias y sombras. Había conseguido lo que todos temían y pocos lograban: el control absoluto. Sin embargo, el trono era solitario.Dejó el vaso de whisky sobre la mesa, sin beberlo, y observó cómo las olas golpeaban las rocas del puerto, como si el mar mismo tratara de reclamar lo que por derecho le pertenecía. El viento le acariciaba la cara,
capitulo 2El tren se detuvo con un suave crujido en la estación central de Nápoles, y Bianca Rossi sintió una extraña punzada en el pecho. Había regresado al lugar que había intentado olvidar durante más de diez años. Nápoles, con su belleza desgarrada, su caos incesante y su esencia de ciudad vieja, estaba igual que siempre. Y, sin embargo, ella no era la misma.Había vivido fuera durante tanto tiempo, intentando borrar los recuerdos, construir una vida limpia, alejada de las sombras del pasado. Londres le había ofrecido la distancia que necesitaba, el anonimato y, lo más importante, la oportunidad de reinventarse. Había dejado atrás a su familia, sus amigos, el viejo barrio… y sobre todo, a él.Pero Nápoles nunca olvida. Y el destino, siempre impredecible, la había traído de vuelta.Bianca arrastró su maleta por el vestíbulo de la estación, mirando las caras familiares, las tiendas abarrotadas, y las viejas estructuras que tanto la habían marcado. El ruido de la ciudad la envolvía,