2

capitulo 2

El tren se detuvo con un suave crujido en la estación central de Nápoles, y Bianca Rossi sintió una extraña punzada en el pecho. Había regresado al lugar que había intentado olvidar durante más de diez años. Nápoles, con su belleza desgarrada, su caos incesante y su esencia de ciudad vieja, estaba igual que siempre. Y, sin embargo, ella no era la misma.

Había vivido fuera durante tanto tiempo, intentando borrar los recuerdos, construir una vida limpia, alejada de las sombras del pasado. Londres le había ofrecido la distancia que necesitaba, el anonimato y, lo más importante, la oportunidad de reinventarse. Había dejado atrás a su familia, sus amigos, el viejo barrio… y sobre todo, a él.

Pero Nápoles nunca olvida. Y el destino, siempre impredecible, la había traído de vuelta.

Bianca arrastró su maleta por el vestíbulo de la estación, mirando las caras familiares, las tiendas abarrotadas, y las viejas estructuras que tanto la habían marcado. El ruido de la ciudad la envolvía, como un abrazo incómodo, como si la ciudad misma la reconociera, la llamara.

“Solo unos días”, pensó, apretando los dientes. Solo unos días.

Pero, al mismo tiempo, sabía que en su interior había una verdad más profunda: cuando regresas a Nápoles, algo siempre te atrapa.

El aire cálido y húmedo la envolvió en cuanto cruzó las puertas de la estación. Olía a mar, a aceite de motor y a café recién hecho. El sol de la tarde se filtraba a través de las nubes, bañando las viejas calles de un resplandor dorado, dándole a la ciudad una belleza melancólica, como una pintura antigua. Bianca cerró los ojos por un momento, dejando que el aroma familiar la invadiera.

Caminar por las calles de Nápoles siempre le había resultado especial. Era una ciudad llena de historia, pero también de secretos, de sombras que se extendían más allá de los límites de la ley. Y aunque Bianca había intentado escapar de ese mundo, sabía que jamás podría borrar las huellas que había dejado.

La ciudad la recibió con el bullicio de la vida cotidiana. Los vendedores ambulantes que gritaban sus ofertas, el sonido de los autos chocando entre sí en las estrechas calles, el susurro de las conversaciones en italiano. Todo era como lo recordaba. Todo, menos él.

El simple hecho de que Alessio Moretti aún estuviera en Nápoles le revolvía el estómago. Y aunque había pasado tanto tiempo, su presencia en la ciudad era palpable, como un peso invisible que no podía evitar sentir en la piel.

Bianca había intentado olvidarlo. Había intentado olvidarlo tanto que ni siquiera se atrevió a pensar en él durante todos estos años. Pero ahora, al regresar, se dio cuenta de que su recuerdo seguía anidado en lo más profundo de su ser.

Se detuvo en una esquina, viendo la cafetería a su izquierda. La misma cafetería de siempre. Aún reconocía las mesas de hierro forjado, la pequeña terraza que había sido su refugio en los días de verano, cuando los dos se sentaban allí y hablaban sin rumbo, sin pensar en el futuro. Era un lugar tan sencillo, tan… inocente.

Bianca dudó por un instante, preguntándose si tal vez debería entrar, como en los viejos tiempos, y tomar un café solo para sentir el calor de la ciudad. Pero un frío desconocido se apoderó de ella, y sintió que debía seguir caminando, alejarse de lo que una vez fue. No estaba lista para enfrentar ese pasado. No aún.

Pero cuando estaba a punto de girarse, algo la detuvo. Un escalofrío recorrió su espalda, y la sensación de estar siendo observada se apoderó de ella. Unos ojos, fijos, intensos, observándola desde el otro lado de la calle. Sin necesidad de volverse, Bianca supo que lo había visto.

Alessio Moretti. Él.

Por un momento, Bianca se quedó congelada, el pulso acelerado, la boca seca. El hombre que había sido su amigo, su confidente, su primer amor… El hombre que la había marcado más de lo que ella quisiera admitir.

Era imposible. No podía ser él.

¿O sí?

Nápoles nunca olvida. Y él, tampoco.

Se giró lentamente, incapaz de evitarlo, y ahí estaba: Alessio, como si el tiempo no hubiera pasado, como si los años de separación no fueran más que un suspiro en la vasta historia de la ciudad. Él estaba apoyado contra un coche negro, una figura imponente y elegante, con su chaqueta de cuero y sus ojos oscuros fijos en ella. No había sonrisa, no había expresión en su rostro, pero en sus ojos… en sus ojos brillaba algo que Bianca no podía descifrar. Algo peligroso, algo que le erizó la piel.

El mundo pareció desvanecerse a su alrededor, y todo lo que quedó fue él.

Ella intentó avanzar, no quería enfrentarse a él, no quería regresar a ese lugar, a ese momento que había sido tan… complicado. Pero algo dentro de ella sabía que no podía huir. No podía escapar de él, de su presencia.

El silencio entre ellos era denso, casi físico, y por un instante, Bianca sintió como si el aire mismo la estuviera oprimiendo.

Finalmente, se giró de nuevo y siguió caminando, más rápido esta vez, aunque el eco de su mirada la perseguía.

Alessio Moretti había vuelto a entrar en su vida. Y Bianca sabía, sin ninguna duda, que su regreso a Nápoles no era una simple coincidencia.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP