Mudo, esa era la palabra correcta para describir cómo se había quedado Matt, pero solo era la primera de ellas. Mudo, furioso, exasperado, incrédulo porque no cabía en su cabeza que una madre pudiera abandonar a su hijo de aquella forma, pero de tener que hacerlo ¿cómo podía pagar para que jamás recibiera el amor de una familia?El corazón le dolía de una forma horrible y apretó los dientes en un intento de que aquellas lágrimas de rabia que tenía al borde de los ojos no salieran.—¿Dices que pagó? ¿A quién le pagó? —la increpó y Heilyn suspiró con frustración.—A la directora del orfanato —murmuró Heilyn—. Yo estaba allí ese día, yo recibí a Sian, era un bebé tan pequeño y… —Los recuerdos la invadieron y Matt la vio sentarse con un gesto de tristeza—. Era muy pequeñito. Esa mujer vino de noche y apenas atravesó la puerta me lo puso en los brazos y lo dejó ahí, tirado conmigo mientras entraba al despacho de la directora…—¿Y fue Sienna? ¿Estás segura de que no fue su madre? —preguntó
No era una mujer débil, no podía serlo para atreverse a hacer todo lo que había hecho por su hijo y seguir trabajando sin descanso cada día para darle una vida mejor. No podía serlo cuando era evidente que se volvía una leona para defenderlo, así que verla temblar asustaba más a Matt que si le estuviera apuntando con el atizador de la chimenea.—Heilyn, ¿qué es lo que pasa? ¿Qué tiene que ver el accidente…?—¡Que jamás lo he llevado a un médico por eso, Matthew! ¡No lo sabía! —exclamó ella y Matt sintió que algo extraño vibraba dentro de él al escuchar su nombre en su boca por primera vez, pero aun así le dirigió una mirada interrogante que a ella la desesperó—. ¡Los accidentes en bebés son muy peligrosos, hay que estarlos monitoreando por eso durante años y yo no… no lo han revisado nunca por eso!—¡Pero cálmate, a ver, cálmate! —le pidió él—. Sian es un niño sano, ¿no? Él está bien o… ¿has visto algún síntoma?Para ese momento su corazón también latía desbocado y solo esperaba que l
No era una santa angelita de Dios, pero a veces cuando aquel hombre sonreía, Heilyn sentía que en ese elástico suelto de sus bragas estaba escrito su boleto de ida al infierno. Matthew Vanderwood era un hombre muy guapo, ¡demasiado guapo! Pero ¿cómo iba a ser de otra manera si Sian era un príncipe hermoso?Heilyn tomó a su hijo de la mano y volvieron a casa caminando despacio. Sin embargo apenas cruzaron el umbral Matt se detuvo en la puerta.—Voy por mis cosas a la posada y regreso por ustedes, ¿de acuerdo? —le dijo con una sonrisa tranquilizadora.Y en cuanto ella cerró la puerta, él esperó unos segundos para ir a tocar a una casa muy diferente, específicamente esa de donde había visto salir al hombre al que le gustaba pegar en su puerta el cartel de “Desalojo”.El hombre frunció el ceño con desconfianza al ver a un desconocido en su casa y estaba a punto de soltar aquel discurso de que no compraba nada, cuando Matt levantó una mano y lo detuvo.—Usted es el casero de Heilyn Payne,
Matt tenía que reconocerlo: era linda aquella fiera cuando se sonrojaba, pero apenas la vio a punto de protestar, levantó una botella de agua helada y la pegó a sus labios.—¡Sht, sht, sht! Calladita hasta que se te pase…—¡¿Qué calladita ni qué ocho cuartos, Matthew!? ¡¿Te quieres vestir?! —escandalizó ella y Matt apretó los dientes señalando a la habitación donde estaba su hijo.—¿Quieres despertar a Sian? —la regañó.—¡Claro que no quie…! —respiró profundamente y habló más bajo, entre dientes, como si estuviera a punto de saltarle encima y no precisamente para hacerle cosas buenas—. ¡Claro que no quiero despertar a Sian! ¡¿Pero te mataría no andar medio desnudo!?—No ando medio desnudo, solo olvidé ponerme una playera porque no sabía que ibas a estar aquí como una lechuza resentida lista para enojarte por cualquier tontería.Matt se cruzó de brazos ¡a propósito! mientras aquel gesto realzaba la tensión de sus pectorales y hacía que Heilyn lo mirara con cara de asesina en serie.—¡E
Sian estaba más que feliz, y como a sus seis añitos solo conocía la pequeña cliniquita del pueblo que apenas visitaba porque era un niño muy sano, aquel hospital enorme no le dio ningún miedo.Matt lo sentó sobre sus hombros y pasearon por los amplios corredores hasta llegar a la consulta del doctor, mientras Heilyn tomaba su mano. Estaban demasiado nerviosos los dos, pero por supuesto intentaban no transmitírselo al niño.Por fortuna, el doctor Jones tenía muchos años de práctica en el trato con niños, así que en cuestión de pocos minutos se había ganado la confianza de Matt y se había convertido en su nuevo amigo.—¡Mira mami, mi bata es de Batman! —exclamó saliendo del cuartito donde se había cambiado—. También había de Spiderman, pero Batman es más “cool”. ¿No es cierto?—¡Claro que sí, mi amor! ¡Eres un Batman excelente! —se rio ella.—¡Y voy a ir a conocer la Baticueva! ¡El doctor Jones es genial porque no es de los que ponen inyecciones! —le explicó Sian abriendo mucho los ojos
Heilyn había tenido que crecer como una guerrera, la vida misma la había obligado a ello. No le tenía miedo ni al trabajo, ni al sacrificio, ni a pelear por lo que quería, en especial no le tenía miedo a pelear por su hijo, pero supo que no sabía lo que era el miedo de verdad hasta que no vio aquel expresión del médico.Su mano intentó cerrarse inconscientemente, pero enseguida sintió los dedos de Matt entrelazándose con los suyos, apretándola con un gesto de seguridad.—¿Qué es lo que tiene? —preguntó Heilyn con voz ahogada—. Porque tiene algo, ¿verdad?El médico puso frente a ellos los estudios que acababan de hacerle y negó.—La buena noticia es que en la resonancia no aparece nada malo, no hay compresión, ni ninguna secuela aparente del accidente —les explicó el doctor Jones—. Eso quiere decir que su cerebro está perfectamente.—¿Entonces? ¿Qué es lo que pasa? —lo increpó Matt.—Su equilibrio, es una secuela ligera que no ha ocasionado impacto en su cerebro pero que debemos atende
Era imposible evitar algo como aquello. Sian con sus seis años y su ceño fruncido y su carita de resignación diciéndole a su padre que probablemente debía ser muy malo besando le arrancaron a Heilyn la mejor carcajada de su vida… una que murió abruptamente, violentamente, salvajemente en el mismo instante en que la boca de Matthew Vanderwood se estampó contra la suya.La reacción tensa y sorprendida fue instintiva, pero las manos de Matt se cerraron a su alrededor, anclándose en su espalda para inmovilizarla y adueñándose de su nuca para controlar por completo aquel beso.Heilyn solo tuvo tiempo para ahogar un gemido de sorpresa antes de que la lengua de Matt hiciera una fiesta en su boca y no importó cuánto hubiera tratado de evitarlo, o qué pensara sobre aquello, porque en un solo segundo fue como si toda la fuerza escapara de su cuerpo y sus ojos se cerraron, respondiendo a aquel beso como si le fuera la vida en ello.Matt ni siquiera era capaz de explicárselo, pero esa carcajada q
La sintió tensarse entre sus brazos y dar aquel paso atrás, aunque estaba bastante seguro de que no era su tacto lo que le molestaba.—Solo quiero que Sian esté bien, y entiendo que de no ser por ti quizás no estaríamos en un lugar como este atendiéndolo pero… —Parecía indecisa y preocupada—. Pero mi hijo está primero, Matthew. Todavía tengo mucho en qué pensar, así que… creo que es mejor si lo de anoche no se vuelve a repetir, sé que lo hiciste por darle el gusto a Sian pero no… yo no…—Entiendo.Matt carraspeó con incomodidad porque no entendía nada pero prefería evitarse el extraño momento en que ella estaba a punto de decirle que no le gustaba.—Solo quiero que sepas que aquí voy a estar. Primero vamos a ocuparnos de Sian y de que esté bien y luego… bueno luego nos ocuparemos de todo lo demás —sentenció y luego hizo tres gestos inconexos con las manos para señalar a la máquina de café de afuera y salió de allí.Heilyn no supo por qué, pero aquella retirada le dejó un mal sabor de