Entre el dolor de cabeza, la frustración y el miedo, Heilyn sentía que estaba en una pesadilla constante. Saber que Sienna era una maldit@ bruja que la había mandado a secuestrar por venganza no le sorprendía para nada, pero otra cosa muy diferente era ver a su ex marido allí, acariciándole el rostro hasta darle el asco suficiente como para hacer una mueca.¿En qué momento aquellos dos seres sin corazón habían logrado aliarse? ¿En qué momento las cosas se habían torcido tanto como para que Siena hubiera recurrido a una bestia como Barri?El hombre frente a ella sonrió con sorna y le sujetó la barbilla con tanta fuerza que Heilyn sintió sus dedos clavados en la piel.—¿Te digo lo que quiero, pedazo de zorra? —siseó con frustración—. Lo que quiero es una pequeña retribución por toda la basura que me has hecho pasar últimamente. Lo que quiero es cobrarme, aunque sea en migajas, lo que me hizo el perro ese con el que estabas saliendo en Inglaterra.Heilyn frunció el ceño sin comprender, p
La casa era un caos absoluto, como si tuviera un tornado dentro y la verdad era que sí lo tenía: se llamaba Matthew Vanderwood y estaba completamente desesperado.Casi todos los hermanos que estaban reunidos, y la única razón por la que Elijah y el señor Rufus no habían venido también, era porque preferían mantener a Sian lejos de toda aquella situación.Nadie se había hecho aquella pregunta ni una sola vez. Heilyn no se había ido por sus propios pies, no se había ido por voluntad propia, y cualquiera que la conociera sabía perfectamente que jamás abandonaría a su hijo por nada del mundo. Que quisiera separarle la cabeza de los hombros a Matt era una cosa, pero que abandonara a su hijo era simplemente impensable.—No le digas nada al niño —le pidió Nate a su hermano Elijah—. No le digas absolutamente nada de esto. Quédense papá y tú con Sian en Nueva York hasta que esto se resuelva.—¿Quieres que les mande a Ranger? —preguntó Elijah preocupado—. Él tiene que saber cómo manejar situaci
No podía explicarlo. Matt realmente no era capaz de explicar aquel presentimiento tan oscuro y doloroso que se acendraba en su pecho desde el mismo instante en que la voz al otro lado del teléfono le había dicho que quería mostrarle algo…Quizás porque sabía que lo que fuera que llegara en aquel sobre le dolería en el alma. Porque sabía que nadie que se hubiera llevado a Heilyn podía hacer otra cosa que lastimarla y eso lo estaba matando.Los agentes de policía abrieron el buzón con todo el cuidado posible por miedo a que solo fueron intento de atentado, pero realmente había un paquete amarillo que la oficina de correos había dejado hacía algunos minutos.—Solo es un sobre —dijo uno de los oficiales poniéndose los guantes porque aquella evidencia tenía que quedar intacta.Sacó la fotografía que había dentro con cuidado y la metió dentro de una bolsa de evidencias mientras su rostro se ensombrecía y se la pasaba a su jefe.—¡Enséñamela! —demandó Matt al detective y la forma en que este
Si era honesto, Matt jamás había sentido tanto miedo como en aquel momento. Reconocer la voz de Barri Watson solo había sido comprobar que estaban ante un hombre con fuertes motivos personales y con ninguna conciencia a la hora de lastimar a Heilyn.—¿El ex marido? ¿Quiere explicarme eso? —Se acercó el detective y durante los siguientes diez minutos Matt intentó explicarle lo que sabía sobre él y lo que había sucedido en Inglaterra hacía unas pocas semanas.Pero mientras Matt se desesperaba más y más, el rostro del detective parecía que iba adquiriendo algo de calma, porque se daba cuenta de que los motivos personales eran mejor que los motivos habituales.—Sé que ahora no lo parece señor Vanderwood, pero le garantizo que esta es una buena noticia —le dijo.—¿Es una broma? —gruñó Matt.—No, para nada, pero es muy bueno que se trate del exmarido —le aseguró el detective.—¡Ese hombre es peligroso! —lo increpó él desesperado—. ¡Ya la golpeó, lo vio en la foto! ¡Ni siquiera quiero imagin
Estaba impaciente y nervioso, pero aun así no se movió ni un solo milímetro en la siguiente hora, mientras todos esperaban a que Barri Watson apareciera, pero Matt estaba completamente seguro de que eso no pasaría. Llevaba uno de los radios de la policía en el oído, así que podía escuchar perfectamente todas las órdenes que el detective les daba a sus hombres. Poco más de una hora más tarde, vieron a lo que parecía un mendigo acercarse a la papelera donde Nate había dejado las bolsas de dinero. El hombre se inclinó sobre ellas y rebuscó como si solo estuviera buscando en la basura, pero el viejo abrigo que llevaba era tan grande que realmente era imposible ver qué estaba haciendo. Por fin se incorporó y echó un par de bolsas negras en el carrito de supermercado lleno de trastos que empujaba.“¿Tenemos identificación? Repito, ¿Tenemos identificación?” escuchó Matt al detective en la radio.“Negativo. Repito. Negativo. No parece ser Barri Watson”“Pero tiene las bolsas”“Entonces debe
Furioso no era la palabra correcta. Estaba histérico, porque si alguien había creído que Barri Watson era un patán inútil que no sabía cómo diferenciar un billete falso de uno verdadero, era porque no tenían ni idea de que allá en Reino Unido estaba metido en los peores negocios de los peores tugurios, y había tenido que aprender a identificar cuando le entregaban pagos malos. —¡Maldito estúpido! —rugió lanzando la bolsa entera a un lado y golpeando las puertas sin importarle que en las casas vecinas pudieran enterarse. Apenas el sonido de los pasos se atenuó Matt le hizo una señal a su hermano y aquella palanca de metal que llevaba en las manos se estampó entre la puerta y el marco con un sonido seco, reventando la cerradura sin ruidos y haciendo que la puerta se abriera en el más absoluto silencio.Matt pasó saliva y apretó los dientes antes de entrar a aquella cocina, atravesando habitaciones y corredores hacia de donde venían aquellas voces.—¡Me mentiste! ¡Me mentiste, dijiste
—¿Dónde está? La pregunta parecía simple. Dos palabras. Nueve letras. Sin embargo en la voz de Matthew Vanderwood y el tono de un hombre herido, aquella pregunta cobraba una dimensión peligrosa.—Señor Vanderwood, en primer lugar usted nunca debió… —intentó reclamarle el detective, pero la expresión de Matt era impávida mientras se acercaba a él y lo encaraba.—Ni siquiera se moleste en decirme que no debí hacer lo que hice, porque los dos sabemos muy bien que si por usted fuera Heilyn estaría muerta —gruñó con molestia—. Hay una razón por la cual los secuestradores siempre dicen: “No llame a la policía”, y los familiares siempre obedecen. ¿Sabe por qué? Porque está demostrado que la policía rara vez sabe lidiar con casos así.—Matt… —Nate puso una mano en su pecho tratando de detenerlo, porque una pelea en medio del hospital no era lo mejor, pero ver a Heilyn siendo admitida en urgencias no era algo que pudiera sacarse con facilidad de la cabeza.—¡Le hice una pregunta! ¡¿Dónde tie
Matthew Vanderwood era una buena persona. Todos lo sabían muy bien. Era tan buena persona que prefería culparse a sí mismo antes de poner la responsabilidad en otros, pero en aquel momento, después de aquella noticia, Nate supo que algo definitivamente se había roto dentro de él.—¿Qué tan grave es? —preguntó con un hilo de voz mientras los gemelos hacían un esfuerzo por sostenerlo. —No estamos seguros. Todo dependerá de las próximas setenta y dos horas. Todavía tiene muy pocas semanas, así que si logramos mantener el sangramiento controlado durante ese tiempo, entonces podremos tener esperanzas —aseguró el médico y Matt apretó los dientes con determinación.—¿Está…? ¿Está despierta? ¿Puedo verla? —pidió y el doctor asintió mostrándole el camino.—Venga conmigo por favor —le dijo con amabilidad—. Primero le voy a pedir que se dé una ducha de desinfección, más por no traerle olores que le provoquen recuerdos desagradables a la paciente, si me entiende.Matt asintió con un gesto mecáni