Si era honesto, Matt jamás había sentido tanto miedo como en aquel momento. Reconocer la voz de Barri Watson solo había sido comprobar que estaban ante un hombre con fuertes motivos personales y con ninguna conciencia a la hora de lastimar a Heilyn.—¿El ex marido? ¿Quiere explicarme eso? —Se acercó el detective y durante los siguientes diez minutos Matt intentó explicarle lo que sabía sobre él y lo que había sucedido en Inglaterra hacía unas pocas semanas.Pero mientras Matt se desesperaba más y más, el rostro del detective parecía que iba adquiriendo algo de calma, porque se daba cuenta de que los motivos personales eran mejor que los motivos habituales.—Sé que ahora no lo parece señor Vanderwood, pero le garantizo que esta es una buena noticia —le dijo.—¿Es una broma? —gruñó Matt.—No, para nada, pero es muy bueno que se trate del exmarido —le aseguró el detective.—¡Ese hombre es peligroso! —lo increpó él desesperado—. ¡Ya la golpeó, lo vio en la foto! ¡Ni siquiera quiero imagin
Estaba impaciente y nervioso, pero aun así no se movió ni un solo milímetro en la siguiente hora, mientras todos esperaban a que Barri Watson apareciera, pero Matt estaba completamente seguro de que eso no pasaría. Llevaba uno de los radios de la policía en el oído, así que podía escuchar perfectamente todas las órdenes que el detective les daba a sus hombres. Poco más de una hora más tarde, vieron a lo que parecía un mendigo acercarse a la papelera donde Nate había dejado las bolsas de dinero. El hombre se inclinó sobre ellas y rebuscó como si solo estuviera buscando en la basura, pero el viejo abrigo que llevaba era tan grande que realmente era imposible ver qué estaba haciendo. Por fin se incorporó y echó un par de bolsas negras en el carrito de supermercado lleno de trastos que empujaba.“¿Tenemos identificación? Repito, ¿Tenemos identificación?” escuchó Matt al detective en la radio.“Negativo. Repito. Negativo. No parece ser Barri Watson”“Pero tiene las bolsas”“Entonces debe
Furioso no era la palabra correcta. Estaba histérico, porque si alguien había creído que Barri Watson era un patán inútil que no sabía cómo diferenciar un billete falso de uno verdadero, era porque no tenían ni idea de que allá en Reino Unido estaba metido en los peores negocios de los peores tugurios, y había tenido que aprender a identificar cuando le entregaban pagos malos. —¡Maldito estúpido! —rugió lanzando la bolsa entera a un lado y golpeando las puertas sin importarle que en las casas vecinas pudieran enterarse. Apenas el sonido de los pasos se atenuó Matt le hizo una señal a su hermano y aquella palanca de metal que llevaba en las manos se estampó entre la puerta y el marco con un sonido seco, reventando la cerradura sin ruidos y haciendo que la puerta se abriera en el más absoluto silencio.Matt pasó saliva y apretó los dientes antes de entrar a aquella cocina, atravesando habitaciones y corredores hacia de donde venían aquellas voces.—¡Me mentiste! ¡Me mentiste, dijiste
—¿Dónde está? La pregunta parecía simple. Dos palabras. Nueve letras. Sin embargo en la voz de Matthew Vanderwood y el tono de un hombre herido, aquella pregunta cobraba una dimensión peligrosa.—Señor Vanderwood, en primer lugar usted nunca debió… —intentó reclamarle el detective, pero la expresión de Matt era impávida mientras se acercaba a él y lo encaraba.—Ni siquiera se moleste en decirme que no debí hacer lo que hice, porque los dos sabemos muy bien que si por usted fuera Heilyn estaría muerta —gruñó con molestia—. Hay una razón por la cual los secuestradores siempre dicen: “No llame a la policía”, y los familiares siempre obedecen. ¿Sabe por qué? Porque está demostrado que la policía rara vez sabe lidiar con casos así.—Matt… —Nate puso una mano en su pecho tratando de detenerlo, porque una pelea en medio del hospital no era lo mejor, pero ver a Heilyn siendo admitida en urgencias no era algo que pudiera sacarse con facilidad de la cabeza.—¡Le hice una pregunta! ¡¿Dónde tie
Matthew Vanderwood era una buena persona. Todos lo sabían muy bien. Era tan buena persona que prefería culparse a sí mismo antes de poner la responsabilidad en otros, pero en aquel momento, después de aquella noticia, Nate supo que algo definitivamente se había roto dentro de él.—¿Qué tan grave es? —preguntó con un hilo de voz mientras los gemelos hacían un esfuerzo por sostenerlo. —No estamos seguros. Todo dependerá de las próximas setenta y dos horas. Todavía tiene muy pocas semanas, así que si logramos mantener el sangramiento controlado durante ese tiempo, entonces podremos tener esperanzas —aseguró el médico y Matt apretó los dientes con determinación.—¿Está…? ¿Está despierta? ¿Puedo verla? —pidió y el doctor asintió mostrándole el camino.—Venga conmigo por favor —le dijo con amabilidad—. Primero le voy a pedir que se dé una ducha de desinfección, más por no traerle olores que le provoquen recuerdos desagradables a la paciente, si me entiende.Matt asintió con un gesto mecáni
Era algo tan profundamente doloroso que en realidad ninguno sabía cómo afrontarlo. Las manos de Matt envolvían las suyas y Heilyn intentaba contener las lágrimas porque sabía que dar rienda suelta a aquellos miedos no era la mejor forma de mantener seguro a su bebé.—Todo va a estar bien. Mírame —le pidió Matt con suavidad—. No importa lo que pase ahora, tú y yo vamos a estar bien, y le vamos a dar un hermanito a Sian apenas Diosito nos deje. ¿De acuerdo?Las lágrimas comenzaron a rodar silenciosas por las mejillas de la muchacha y él las limpió con el pulgar.—Ahora solo quiero que pienses en ti, en ponerte bien. Todo lo demás llegará en su momento. —Un largo suspiro escapó de su pecho pero también una resignación llena de seguridad—. Sé que no debimos enterarnos así, pero estás viva y estás conmigo, eso es todo lo que necesitamos. Lo demás… deja que Dios ponga su mano, amor. Y pase lo que pase vamos a enfrentarlo juntos.Heilyn tiró de su mano y Matt se acomodó como pudo en el borde
—¡Mire señor… oficial! —escupió Barri con sorna.—¡Detective!—Señor detective —siseó con tono desafiante—. ¡Usted puede ir a donde le dé la gana! ¡Tráguese toda la cafetería si quiere, pero le aseguro que no voy a confesarle nada! ¡Es más quiero que vengan a tomarme mi declaración, porque quiero acusar al cabrón que me destrozó las rodillas! ¡Vanderwood va a tener que untarme un muy buen dinero si quiere que no lo denuncie por esto! —Por un momento el desprecio y la sensación de victoria se dibujaron en su rostro—. Ya ve… de una forma o de otra, saldré de este país con muchos millones.El detective respiró pesadamente, intentando controlarse al escuchar todo aquello, pero finalmente una sonrisa suave y comprensiva se fue esbozando en su cara.—Muy bien, me voy a comer entonces —dijo sacando sus esposas y colocándolas en la única mano que todavía Barri tenía libre, dejándolo bien sujeto a la baranda de metal de la cama.Salió de allí, cerrando con un portazo suave, y se dirigió a los
El problema de atacar a la gente buena, era que después de demasiados intentos, era imposible no despertar en ellos ese punto de crueldad que los hacía olvidar que eran gente buena.Quizás eso era lo que no entendía Barri Watson, pero después de cuatro descargas que lo dejaron medio muerto sobre aquella cama, con las heridas de las operaciones abiertas y sangrando por los espasmos, definitivamente la comprensión le estaba llegando.Así que media hora después, cuando los policías volvieron, se encontraron con la habitación llena de doctores volviendo a suturar las heridas y el rostro aterrado de un paciente.—¿Pasó algo? —preguntó al aire y del otro lado del corredor Matt le respondió.—Creo que el señor Watson está listo para dar su declaración ahora —siseó con tono gélido y bastó que mirara adentro para que Barri lo mirara como si fuera el mismo demonio reencarnado.—¡Esa es una excelente noticia luego de un magnífico almuerzo! ¡¿No cree señor Watson?! —sonrió con sarcasmo el detecti