No era un idiota. Matthew Vanderwood tenía muchos defectos, pero no era un idiota. No confiaba en Sienna, pero prefería tenerla lo más lejos posible de él.Se limpió la boca con el dorso de la manga y se levantó de aquella silla.—Eso espero. Adiós, Sienna —escupió saliendo de aquel restaurante como si acabara de posársele en la boca una cucaracha voladora.Respiró profundo y decidió que ya era hora de sacarse todo lo malo de la cabeza y comenzar a construir su felicidad, así que se subió a su camioneta y condujo hacia la hacienda, dispuesto a pasar aquella página tan terrible de su vida que había durado ya demasiado tiempo.Y sin discusión, una de las mejores cosas de su presente era llegar a casa y escuchar desde el porche la risa de su hijo y el escándalo de Heilyn porque los gemelos se estaban robando su postre gales.—¡Hey! ¡Les juro que los voy a perseguir con la escoba! —los amenazó—. ¡Y cuando Blair venga le voy a decir que los persiga también!Matt sonrió asomándose a la coci
La familia se reunió alrededor de la mesa, mientras las risas y charlas llenaban el aire y disfrutaban de aquella última noche en la que estarían todos reunidos durante un tiempo.—¡Ah, esto está genial —exclamó Nate mientras brindaban por el gran trabajo que le esperaba a su hermano—. Heilyn, realmente te luciste esta noche. Matt, tienes un tesoro ahí, ¡no la cagues o te juro que hago que Ranger se la robe!Matt le puso los ojos en blanco y Ranger sonrió pavoneándose porque le encantaba ser la amenaza invisible de todos los Vanderwood.—Estamos disfrutando juntos antes de que Elijah se vaya a la gran ciudad —replicó Matt a su hermano—. Deja de meterte conmigo o de lo contrario te acusaré con tu esposa.Elijah sonrió desde la otra cabecera de la mesa, sintiendo el peso la distancia que muy pronto pondría entre él y su familia. Al día siguiente estaría viajando hacia Nueva York para hacerse cargo de la empresa. Lo normal era sentir una punzada de tristeza en su corazón, sabiendo que de
Heilyn frunció el ceño al escuchar aquella descripción, pero tomó la mano de Matt, impidiéndole dar la vuelta al caballo.—¿Podemos ir? —preguntó y Matt respiró hondo, sabiendo que no podía evitar el pasado para siempre, en especial ahora que estaba superado y que ya toda aquella sórdida historia entre Sienna, su hermano y él había quedado atrás.—Está bien —susurró y en cuestión de minutos llegaron allí—. Ha pasado más de un año desde la última vez que estuve aquí. La única razón por la que este lugar sigue en pie es porque mi padre la construyó con Nate cuando era un niño, de lo contrario creo que mi hermano ya la habría reducido a cenizas.Heilyn lo miró de reojo y tomó su mano rodeándola.—Es solo una vieja cabaña —dijo con suavidad—. Tendrá el poder que tú mismo le des, pero nada más.A medida que se acercaban, Matt se dio cuenta de que tenía razón; lucía diferente. El techo era nuevo, al igual que la mayoría de las ventanas y puertas. Incluso había una capa fresca de pintura en
Colocarla sobre la mesa y besarla como un poseso solo fue el inicio. Empujarse con fuerza dentro de ella fue lo siguiente mejor. La madera de la mesa se clavó en su piel mientras la tomaba con brusquedad, pero ningunos de los dos quería parar.Matt mordió su cuello en medio de un jadeo desesperado y alcanzó su boca con un beso increíble. Gimieron y gruñeron al unísono, sus caderas chocaban entre sí con un ritmo perfecto que resonaba en la habitación. Sus manos agarraron sus caderas con fuerza, dejándole marcas rosadas, pero ella agradeció el dolor que se mezcló con el placer. El sudor recorría sus cuerpos y aquella vorágine de deseo no se apagaba.La uñas de Heilyn marcaron sus hombros pero solo hizo que Matt se excitara aun más.—¡Dios, me vas a volver loco, nena! —gimió profundamente en su garganta, sus caderas se movieron más rápido y sus embestidas fueron más fuertes. Sus labios encontraron los de ella nuevamente, abriéndolos en un beso hambriento, y su lengua invadió su boca, sab
Sienna Williamsburg entró al banco y sus tacones de aguja resonaron contra el piso de baldosas mientras se acercaba al cajero. Le entregó el cheque que Matt le había dado, sintiendo una oleada de alivio por la cantidad que había en él, no era una fortuna, pero era algo con lo que mantenerse hasta que decidiera cómo diablos iba a seguir arruinándole la vida a los Vanderwood.Sin embargo, el cajero parecía más preocupado que emocionado cuando vio semejante número. Después de un momento de fruncir el ceño ante la hoja de papel, hizo una breve llamada y luego se dirigió a ella.—Lo siento, señorita Williamsburg, pero tendré que llamar a mi gerente para manejar una suma tan grande de dinero. Ya sabe, usted es una cliente importante del banco, permítame avisarle.Sienna observó cómo la empleada se alejaba de su escritorio y desaparecía en la parte de atrás, dejándola allí sola entre los otros clientes que la miraban con curiosidad.El gerente llegó poco después, un hombre mayor con comporta
Los dedos de Sienna rozaron los bordes de los documentos cuando entró en el fresco vestíbulo revestido de mármol del banco suizo. El aire olía a dinero y discreción, y sus tacones resonaban con autoridad a cada paso. Captó su reflejo en las superficies pulidas: una mujer al borde de algo transformador, y sonrió con desacaro.—¿Señora Williamsburg? —Una voz interrumpió su ensoñación, un hombre con un traje hecho a medida que se acercó con la mano extendida—. Soy Herr Weiss, el gerente. Por favor, venga por aquí.Mientras caminaban hacia su oficina, Sienna sintió todas las miradas puestas en ella, pero mantuvo la barbilla en alto porque le encantaba ser el centro de atención. El peso del cheque en su bolso era como un talismán, una promesa de poder.—Sus fondos estarán disponibles inmediatamente —dijo Herr Weiss, una vez que estuvieron instalados en su suntuosamente designado despacho—. Ya el señor Vanderwood se comunicó ampliamente con nosotros para que le facilitáramos todo. —Recogió
—¡Responde! ¿¡Te reuniste con ella o no?!Matt apretó los dientes al ver a Heilyn parada frente a él, con aquella expresión de absoluta confusión e incredulidad en su rostro. Ella lo miró, con lágrimas amenazando con derramarse.—¡Sí, me reuní con ella, pero fue para asegurarme de que no vuelva a acercarse a nosotros!—¿¡Besuqueándola?! ¿¡Eso es lo que funciona!? —lo increpó ella furiosa.—¡No, le di dinero! Solo quería que se largara del país y no nos molestara jamás! ¡Pero ese beso solo me tomó por sorpresa!Sin embargo en aquel momento algo más ocupaba la mente de Hielyn mientras la muchacha se mesaba los cabellos.—¿Pero cómo se te ocurrió darle dinero? ¿Te volviste loco? —Su voz apenas era más que un susurro.El corazón de Matt se hundió porque sabía que con eso había perdido su confianza. Respiró hondo y exhaló lentamente.—Yo... lo hice para asegurarme de que ustedes estuvieran a salvo. No quería que volviera a hacernos daño nunca más.Heilyn lo miró fijamente, con los labios a
Debía tener unos catorce años y parecía absolutamente asustada. Las lágrimas caían de sus ojos y estaba en un rincón donde apenas había alcanzado a verla mientras pasaba, y el instinto maternal de Heilyn no pudo evitar detenerse y preguntarle qué le pasaba.—¡¿Estás bien, cielo?! ¿Dónde están tus padres? —le preguntó pero la muchachita negó con vehemencia.—No… no me siento bien… ¿puedes… puedes acompañarme al baño? —le dijo entre lágrimas y Heilyn asintió preocupada. La acompañó al baño, preguntándose qué pasaba, pero una vez dentro, la niña cerró la puerta y juntó las manos a modo de súplica.—¡Lo siento mucho, señora, le juro que lo siento mucho! —sollozó.Pero antes de que Heilyn pudiera preguntarle qué era exactamente lo que sentía, aquella sombre borrosa salió de la nada y el estómago la dejó sin aliento. Mientras se doblaba de dolor, la chiquilla salió corriendo del cubículo y desapareció. Ni siquiera pudo mirar arroba, el siguiente golpe, justo en su nuca, la mandó al suelo c