Los dedos de Sienna rozaron los bordes de los documentos cuando entró en el fresco vestíbulo revestido de mármol del banco suizo. El aire olía a dinero y discreción, y sus tacones resonaban con autoridad a cada paso. Captó su reflejo en las superficies pulidas: una mujer al borde de algo transformador, y sonrió con desacaro.—¿Señora Williamsburg? —Una voz interrumpió su ensoñación, un hombre con un traje hecho a medida que se acercó con la mano extendida—. Soy Herr Weiss, el gerente. Por favor, venga por aquí.Mientras caminaban hacia su oficina, Sienna sintió todas las miradas puestas en ella, pero mantuvo la barbilla en alto porque le encantaba ser el centro de atención. El peso del cheque en su bolso era como un talismán, una promesa de poder.—Sus fondos estarán disponibles inmediatamente —dijo Herr Weiss, una vez que estuvieron instalados en su suntuosamente designado despacho—. Ya el señor Vanderwood se comunicó ampliamente con nosotros para que le facilitáramos todo. —Recogió
—¡Responde! ¿¡Te reuniste con ella o no?!Matt apretó los dientes al ver a Heilyn parada frente a él, con aquella expresión de absoluta confusión e incredulidad en su rostro. Ella lo miró, con lágrimas amenazando con derramarse.—¡Sí, me reuní con ella, pero fue para asegurarme de que no vuelva a acercarse a nosotros!—¿¡Besuqueándola?! ¿¡Eso es lo que funciona!? —lo increpó ella furiosa.—¡No, le di dinero! Solo quería que se largara del país y no nos molestara jamás! ¡Pero ese beso solo me tomó por sorpresa!Sin embargo en aquel momento algo más ocupaba la mente de Hielyn mientras la muchacha se mesaba los cabellos.—¿Pero cómo se te ocurrió darle dinero? ¿Te volviste loco? —Su voz apenas era más que un susurro.El corazón de Matt se hundió porque sabía que con eso había perdido su confianza. Respiró hondo y exhaló lentamente.—Yo... lo hice para asegurarme de que ustedes estuvieran a salvo. No quería que volviera a hacernos daño nunca más.Heilyn lo miró fijamente, con los labios a
Debía tener unos catorce años y parecía absolutamente asustada. Las lágrimas caían de sus ojos y estaba en un rincón donde apenas había alcanzado a verla mientras pasaba, y el instinto maternal de Heilyn no pudo evitar detenerse y preguntarle qué le pasaba.—¡¿Estás bien, cielo?! ¿Dónde están tus padres? —le preguntó pero la muchachita negó con vehemencia.—No… no me siento bien… ¿puedes… puedes acompañarme al baño? —le dijo entre lágrimas y Heilyn asintió preocupada. La acompañó al baño, preguntándose qué pasaba, pero una vez dentro, la niña cerró la puerta y juntó las manos a modo de súplica.—¡Lo siento mucho, señora, le juro que lo siento mucho! —sollozó.Pero antes de que Heilyn pudiera preguntarle qué era exactamente lo que sentía, aquella sombre borrosa salió de la nada y el estómago la dejó sin aliento. Mientras se doblaba de dolor, la chiquilla salió corriendo del cubículo y desapareció. Ni siquiera pudo mirar arroba, el siguiente golpe, justo en su nuca, la mandó al suelo c
Entre el dolor de cabeza, la frustración y el miedo, Heilyn sentía que estaba en una pesadilla constante. Saber que Sienna era una maldit@ bruja que la había mandado a secuestrar por venganza no le sorprendía para nada, pero otra cosa muy diferente era ver a su ex marido allí, acariciándole el rostro hasta darle el asco suficiente como para hacer una mueca.¿En qué momento aquellos dos seres sin corazón habían logrado aliarse? ¿En qué momento las cosas se habían torcido tanto como para que Siena hubiera recurrido a una bestia como Barri?El hombre frente a ella sonrió con sorna y le sujetó la barbilla con tanta fuerza que Heilyn sintió sus dedos clavados en la piel.—¿Te digo lo que quiero, pedazo de zorra? —siseó con frustración—. Lo que quiero es una pequeña retribución por toda la basura que me has hecho pasar últimamente. Lo que quiero es cobrarme, aunque sea en migajas, lo que me hizo el perro ese con el que estabas saliendo en Inglaterra.Heilyn frunció el ceño sin comprender, p
La casa era un caos absoluto, como si tuviera un tornado dentro y la verdad era que sí lo tenía: se llamaba Matthew Vanderwood y estaba completamente desesperado.Casi todos los hermanos que estaban reunidos, y la única razón por la que Elijah y el señor Rufus no habían venido también, era porque preferían mantener a Sian lejos de toda aquella situación.Nadie se había hecho aquella pregunta ni una sola vez. Heilyn no se había ido por sus propios pies, no se había ido por voluntad propia, y cualquiera que la conociera sabía perfectamente que jamás abandonaría a su hijo por nada del mundo. Que quisiera separarle la cabeza de los hombros a Matt era una cosa, pero que abandonara a su hijo era simplemente impensable.—No le digas nada al niño —le pidió Nate a su hermano Elijah—. No le digas absolutamente nada de esto. Quédense papá y tú con Sian en Nueva York hasta que esto se resuelva.—¿Quieres que les mande a Ranger? —preguntó Elijah preocupado—. Él tiene que saber cómo manejar situaci
No podía explicarlo. Matt realmente no era capaz de explicar aquel presentimiento tan oscuro y doloroso que se acendraba en su pecho desde el mismo instante en que la voz al otro lado del teléfono le había dicho que quería mostrarle algo…Quizás porque sabía que lo que fuera que llegara en aquel sobre le dolería en el alma. Porque sabía que nadie que se hubiera llevado a Heilyn podía hacer otra cosa que lastimarla y eso lo estaba matando.Los agentes de policía abrieron el buzón con todo el cuidado posible por miedo a que solo fueron intento de atentado, pero realmente había un paquete amarillo que la oficina de correos había dejado hacía algunos minutos.—Solo es un sobre —dijo uno de los oficiales poniéndose los guantes porque aquella evidencia tenía que quedar intacta.Sacó la fotografía que había dentro con cuidado y la metió dentro de una bolsa de evidencias mientras su rostro se ensombrecía y se la pasaba a su jefe.—¡Enséñamela! —demandó Matt al detective y la forma en que este
Si era honesto, Matt jamás había sentido tanto miedo como en aquel momento. Reconocer la voz de Barri Watson solo había sido comprobar que estaban ante un hombre con fuertes motivos personales y con ninguna conciencia a la hora de lastimar a Heilyn.—¿El ex marido? ¿Quiere explicarme eso? —Se acercó el detective y durante los siguientes diez minutos Matt intentó explicarle lo que sabía sobre él y lo que había sucedido en Inglaterra hacía unas pocas semanas.Pero mientras Matt se desesperaba más y más, el rostro del detective parecía que iba adquiriendo algo de calma, porque se daba cuenta de que los motivos personales eran mejor que los motivos habituales.—Sé que ahora no lo parece señor Vanderwood, pero le garantizo que esta es una buena noticia —le dijo.—¿Es una broma? —gruñó Matt.—No, para nada, pero es muy bueno que se trate del exmarido —le aseguró el detective.—¡Ese hombre es peligroso! —lo increpó él desesperado—. ¡Ya la golpeó, lo vio en la foto! ¡Ni siquiera quiero imagin
Estaba impaciente y nervioso, pero aun así no se movió ni un solo milímetro en la siguiente hora, mientras todos esperaban a que Barri Watson apareciera, pero Matt estaba completamente seguro de que eso no pasaría. Llevaba uno de los radios de la policía en el oído, así que podía escuchar perfectamente todas las órdenes que el detective les daba a sus hombres. Poco más de una hora más tarde, vieron a lo que parecía un mendigo acercarse a la papelera donde Nate había dejado las bolsas de dinero. El hombre se inclinó sobre ellas y rebuscó como si solo estuviera buscando en la basura, pero el viejo abrigo que llevaba era tan grande que realmente era imposible ver qué estaba haciendo. Por fin se incorporó y echó un par de bolsas negras en el carrito de supermercado lleno de trastos que empujaba.“¿Tenemos identificación? Repito, ¿Tenemos identificación?” escuchó Matt al detective en la radio.“Negativo. Repito. Negativo. No parece ser Barri Watson”“Pero tiene las bolsas”“Entonces debe