Era el mejor abrazo del mundo, uno de esos tan fuertes que Heilyn sentía las lágrimas al borde de los ojos y no le molestó dejarlas salir aunque estuvieran delante de la gente.¡Sin apelación!¡El juez la había reconocido como la madre de Sian sin apelación! La adopción se consideraba buena y ya nadie, nadie podría amenazarlos de nuevo con quitarles a su hijo.—¡No lo puedo creer! —sollozó estrechando a Matt, que la envolvió en un abrazo apretado y sincero—. No puedo creer que esto haya terminado.—Te dije que íbamos a tener a nuestro hijo con nosotros —le sonrió Matt limpiando sus lágrimas—. ¿No te lo dije?Ella asintió despacio y los dos abrazaron a Jhon, agradeciéndole inmensamente por haberlos ayudado a ganar aquel caso.—Solo les recomiendo que no se confíen. Se nota que Sienna está muy alterada y no vienen tiempos precisamente fáciles para ella a partir de ahora.—¿A qué te refieres? —preguntó Matt frunciendo el ceño, y Jhon solo hizo un gesto para que miraran por encima de su h
Quizás era una mala decisión, pero Matt tenía que hacer todo lo que estuviera en su poder para asegurarse de que nada en el mundo iba a empañar su felicidad con Heilyn y con su hijo, así que si aquella mujer solo era razonable… solo un poco.Esta vez su firma fue completamente legal mientras sellaba aquel cheque, y se dijo que estaba haciendo lo mejor para su familia.El día anterior había hablado con Sienna y había logrado que la conversación pasara de la rabia desmedida a la curiosidad avariciosa solo en unas pocas frases.“Entonces…” había murmurado Sienna con tono venenoso. “¿Crees que puedes comprarme con unos pocos dólares?”Matt había respirado hondo para no colgar.—No son pocos. Vamos a reunirnos, vamos a negociar, y cuando veas la cantidad de ceros en el cheque quizás cambies de opinión.Sienna no estaba muy segura de eso, pero había accedido porque prefería ver qué era lo que estaba pasando en la cabeza de Matt como para que le hiciera aquella oferta.Así que allí estaban a
No era un idiota. Matthew Vanderwood tenía muchos defectos, pero no era un idiota. No confiaba en Sienna, pero prefería tenerla lo más lejos posible de él.Se limpió la boca con el dorso de la manga y se levantó de aquella silla.—Eso espero. Adiós, Sienna —escupió saliendo de aquel restaurante como si acabara de posársele en la boca una cucaracha voladora.Respiró profundo y decidió que ya era hora de sacarse todo lo malo de la cabeza y comenzar a construir su felicidad, así que se subió a su camioneta y condujo hacia la hacienda, dispuesto a pasar aquella página tan terrible de su vida que había durado ya demasiado tiempo.Y sin discusión, una de las mejores cosas de su presente era llegar a casa y escuchar desde el porche la risa de su hijo y el escándalo de Heilyn porque los gemelos se estaban robando su postre gales.—¡Hey! ¡Les juro que los voy a perseguir con la escoba! —los amenazó—. ¡Y cuando Blair venga le voy a decir que los persiga también!Matt sonrió asomándose a la coci
La familia se reunió alrededor de la mesa, mientras las risas y charlas llenaban el aire y disfrutaban de aquella última noche en la que estarían todos reunidos durante un tiempo.—¡Ah, esto está genial —exclamó Nate mientras brindaban por el gran trabajo que le esperaba a su hermano—. Heilyn, realmente te luciste esta noche. Matt, tienes un tesoro ahí, ¡no la cagues o te juro que hago que Ranger se la robe!Matt le puso los ojos en blanco y Ranger sonrió pavoneándose porque le encantaba ser la amenaza invisible de todos los Vanderwood.—Estamos disfrutando juntos antes de que Elijah se vaya a la gran ciudad —replicó Matt a su hermano—. Deja de meterte conmigo o de lo contrario te acusaré con tu esposa.Elijah sonrió desde la otra cabecera de la mesa, sintiendo el peso la distancia que muy pronto pondría entre él y su familia. Al día siguiente estaría viajando hacia Nueva York para hacerse cargo de la empresa. Lo normal era sentir una punzada de tristeza en su corazón, sabiendo que de
Heilyn frunció el ceño al escuchar aquella descripción, pero tomó la mano de Matt, impidiéndole dar la vuelta al caballo.—¿Podemos ir? —preguntó y Matt respiró hondo, sabiendo que no podía evitar el pasado para siempre, en especial ahora que estaba superado y que ya toda aquella sórdida historia entre Sienna, su hermano y él había quedado atrás.—Está bien —susurró y en cuestión de minutos llegaron allí—. Ha pasado más de un año desde la última vez que estuve aquí. La única razón por la que este lugar sigue en pie es porque mi padre la construyó con Nate cuando era un niño, de lo contrario creo que mi hermano ya la habría reducido a cenizas.Heilyn lo miró de reojo y tomó su mano rodeándola.—Es solo una vieja cabaña —dijo con suavidad—. Tendrá el poder que tú mismo le des, pero nada más.A medida que se acercaban, Matt se dio cuenta de que tenía razón; lucía diferente. El techo era nuevo, al igual que la mayoría de las ventanas y puertas. Incluso había una capa fresca de pintura en
Colocarla sobre la mesa y besarla como un poseso solo fue el inicio. Empujarse con fuerza dentro de ella fue lo siguiente mejor. La madera de la mesa se clavó en su piel mientras la tomaba con brusquedad, pero ningunos de los dos quería parar.Matt mordió su cuello en medio de un jadeo desesperado y alcanzó su boca con un beso increíble. Gimieron y gruñeron al unísono, sus caderas chocaban entre sí con un ritmo perfecto que resonaba en la habitación. Sus manos agarraron sus caderas con fuerza, dejándole marcas rosadas, pero ella agradeció el dolor que se mezcló con el placer. El sudor recorría sus cuerpos y aquella vorágine de deseo no se apagaba.La uñas de Heilyn marcaron sus hombros pero solo hizo que Matt se excitara aun más.—¡Dios, me vas a volver loco, nena! —gimió profundamente en su garganta, sus caderas se movieron más rápido y sus embestidas fueron más fuertes. Sus labios encontraron los de ella nuevamente, abriéndolos en un beso hambriento, y su lengua invadió su boca, sab
Sienna Williamsburg entró al banco y sus tacones de aguja resonaron contra el piso de baldosas mientras se acercaba al cajero. Le entregó el cheque que Matt le había dado, sintiendo una oleada de alivio por la cantidad que había en él, no era una fortuna, pero era algo con lo que mantenerse hasta que decidiera cómo diablos iba a seguir arruinándole la vida a los Vanderwood.Sin embargo, el cajero parecía más preocupado que emocionado cuando vio semejante número. Después de un momento de fruncir el ceño ante la hoja de papel, hizo una breve llamada y luego se dirigió a ella.—Lo siento, señorita Williamsburg, pero tendré que llamar a mi gerente para manejar una suma tan grande de dinero. Ya sabe, usted es una cliente importante del banco, permítame avisarle.Sienna observó cómo la empleada se alejaba de su escritorio y desaparecía en la parte de atrás, dejándola allí sola entre los otros clientes que la miraban con curiosidad.El gerente llegó poco después, un hombre mayor con comporta
Los dedos de Sienna rozaron los bordes de los documentos cuando entró en el fresco vestíbulo revestido de mármol del banco suizo. El aire olía a dinero y discreción, y sus tacones resonaban con autoridad a cada paso. Captó su reflejo en las superficies pulidas: una mujer al borde de algo transformador, y sonrió con desacaro.—¿Señora Williamsburg? —Una voz interrumpió su ensoñación, un hombre con un traje hecho a medida que se acercó con la mano extendida—. Soy Herr Weiss, el gerente. Por favor, venga por aquí.Mientras caminaban hacia su oficina, Sienna sintió todas las miradas puestas en ella, pero mantuvo la barbilla en alto porque le encantaba ser el centro de atención. El peso del cheque en su bolso era como un talismán, una promesa de poder.—Sus fondos estarán disponibles inmediatamente —dijo Herr Weiss, una vez que estuvieron instalados en su suntuosamente designado despacho—. Ya el señor Vanderwood se comunicó ampliamente con nosotros para que le facilitáramos todo. —Recogió