El policía también reconoció a Charlie y lo miró sorprendido. ¿Qué hacía allí? ¿Porqué apareció de repente? Éste levantó una ceja y lo miró con suspicacia.—¿Este joven es algún pariente tuyo o qué clase de relación tienes con él? —preguntó.—Trabaja conmigo, es un empleado nuevo en el cabaret —respondió con naturalidad y sin demostrar inquietud alguna.Charlie lo mencionó sin ningún temor, pues en la ciudad se sabía sobre la existencia de un cabaret en donde los espectáculos estaban permitidos, pero no el alcohol. Cualquiera que lo escuchara, pensaría que se refería al salón legal que todos conocían. Sin embargo, Charlie y el policía sabían que hablaban del cabaret subterráneo. El policía estaba al tanto debido a que era uno de sus visitantes habituales y era bien recibido en dicho lugar. Es por eso que se reconocieron al instante.El policía miró a Charlie y, manteniendo su postura profesional, le explicó la situación.—Jordan Miller fue arrestado por el hurto de una motocicleta —s
Charlie, notablemente harto y con la paciencia casi agotada, exhaló aire por la boca y se aproximó de nuevo al hombre que acusaba a Jordan de haberle robado.—Mire, olvidemos todo este asunto, ¿de acuerdo? No hay necesidad de convertir esto en un problema mayor —manifestó.El hombre, sin embargo, no quería dar su brazo a torcer. Mostrándose indignado, empezó a quejarse de nuevo.—¿Que lo olvide? ¿Así como si nada? ¡Se ha cometido un crimen a plena luz del día! ¿Dónde queda la justicia en todo esto? —fijó los ojos en el policía, para luego dirigirlos hacia Charlie—. ¿Quién le dará una lección si retiro la denuncia? ¡Estoy seguro de que volverá a robar! No se trata solo mi motocicleta, sino de la falta de respeto hacia la propiedad ajena, la falta de educación y el descaro de esta juventud que cree que pueden hacer lo que les da la gana. ¡Es inaceptable! ¡No permitiré que se salga con la suya tan fácilmente! —articuló, casi gritando.Charlie escuchaba al enojado hombre mientras pasaba un
Jordan, quien observó la escena en silencio, tragó saliva, aún procesando el alboroto que había ocasionado. Cuando el hombre se alejó por completo, expresó su gratitud.—Charlie, yo... te lo agradezco en verdad. Gracias por ayudarme a salir de este lío.Charlie, sin embargo, no estaba de humor. Su rostro permaneció serio y sus ojos apenas reflejaban la poca paciencia que le quedaba. Caminó hacia su coche y abrió la puerta con un movimiento brusco, indicando a Jordan que subiera.—No me lo agradezcas —replicó, sonando molesto.Luego de que Jordan se acomodara, Charlie cerró la puerta de un golpe, para después rodear el auto y sentarse en el asiento del conductor.—Nos hemos demorado demasiado por tu culpa —agregó secamente, mirando a Jordan por el rabillo del ojo—. Ahora tenemos que irnos de inmediato.El trayecto en coche empezó en medio de un silencio tenso y Jordan se sintió cada vez más incómodo. Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijera una palabra, hasta que el chic
Jordan, al igual que Charlie, se quedaron congelados en su sitio. —¿Sucede algo, Reinhardt? —preguntó Charlie, con los nervios a flor de piel, pero procurando verse normal.Sin embargo, la respuesta de su jefe fue tan directa que lo dejó sin aliento.—Es lo mismo que te pregunto yo a ti —articuló—. ¿Me estás ocultando algo?La voz de Charlie tembló un poco cuando trató de negarlo.—¿Q-Qué? ¿Ocultarte algo? ¿De qué estás hablando? —cuestionó—. No estoy ocultando nada...—Entonces dime por qué tardaron tanto —el tono de Reinhardt se endureció al instante, como si ya supiera la respuesta.Charlie tragó saliva y trató de justificarse, pero cada palabra salía con más esfuerzo.—Es que… tuve un problema con el coche… —pero antes de que pudiera continuar, Reinhardt lo interrumpió.—Charlie —pronunció, dando unos pasos hacia él—. Nos conocemos desde hace años. Y créeme, conozco cada uno de tus movimientos, cada una de tus expresiones, cada gesto que te delata cuando mientes. Así que no puede
Reinhardt continuaba con los ojos clavados en Charlie. —No sentimos compasión, Charlie. ¿Acaso se te está empezando a olvidar quiénes somos? —cuestionó, dejando en claro que no aceptaría ninguna debilidad de su parte—. Si es así, dímelo, para tomar una decisión con respecto a ti.Charlie no se sentía particularmente ofendido por las palabras duras de Reinhardt. Al contrario, sabía que el jefe tenía razón para estar molesto. Charlie era su mano derecha, el segundo al mando en la organización, y si él se atrevía a mentirle o a ocultarle algo, eso significaba que había una falla en su lealtad, y Reinhardt no podía permitirse esa clase de dudas. Charlie era la única persona en la él que apostaba todo. Si mostraba indulgencia con él, daba espacio para que otros en la organización cuestionaran su autoridad.Reinhardt no podía ser suave ni tolerante, y Charlie lo sabía. En su mundo, el respeto y la lealtad no se ganaban con gestos amables, sino con mano dura y frialdad, sin espacio para sent
Jordan tragó saliva, quedándose mudo ante las palabras de Reinhardt. La amenaza era clara y el aire en el pequeño espacio entre ellos se volvía más pesado con cada segundo. —No hay manera de que salgas de aquí —resaltó el Jefe—. Hagas lo que hagas, te encontraré. No importa dónde vayas.Jordan intentó controlar su respiración, pero el peso de aquellas palabras le hizo difícil siquiera inhalar con normalidad. La mirada penetrante de Reinhardt, oscura y furiosa, estaba incrustada en él, como si lo analizara. Jordan sabía que era inútil intentar razonar con él, pero tampoco quería quedarse en silencio.—Ya te lo dije, no intenté huir —dijo finalmente, aunque su voz temblaba con ligereza.Reinhardt ladeó la cabeza, sin apartar su cuerpo del suyo. El calor del gigante sofocaba al chico, pero más que eso, era la intensidad de su mirada la que lo hacía querer apartar los ojos. Aun así, Jordan no era alguien que se rendía fácilmente, y aunque sentía cómo el pavor lo dominaba, se obligó a sos
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po