Jordan parpadeó varias veces, incrédulo. No se esperaba una asignación tan importante, y menos aún que le encargaran un trabajo que parecía estar reservado para alguien que tenga la confianza de Reinhardt.—¿Y no se supone que esto es algo que debería manejar alguien en quien confíes plenamente? —preguntó, con cierta cautela.—Te estaré observando en todo momento —respondió—. Así que no hay por qué desconfiar. No podrás hacer nada a mis espaldas y menos aún intentar pasarte de listo. A la primera señal de que quieras hacer algo estúpido... —dijo mientras tocaba disimuladamente su arma, para luego mirarlo con seriedad—, resolveré el problema con rapidez.Jordan tragó saliva y asintió, un tanto nervioso.—Quedó bastante claro —replicó, intentando sonar seguro.Desde entonces, cada vez que llegaban cajas nuevas de licor, Jordan tenía claro que le tocaba organizarlas.Esto ya se había vuelto una rutina, aunque no era algo diario, pues las cajas solo llegaban cada quince días. Al pasar el
Charlie se quedó callado por un instante.—Habrá situaciones donde tendrás que elegir entre tu vida y la de otra persona. Y en ese momento, tendrás que tomar una decisión. ¿Cuál elegirías? —lo colocó en una posición complicada.De pronto, Jordan empezó a sentir una inquietud que le calaba hasta los huesos. Una gota de sudor frío le corrió por la frente y tuvo que secarla con la mano mientras sus pensamientos se enredaban en algo que prefería no recordar. Algo en la pregunta de Charlie le había sacado de su aparente calma y lo había llevado a pensar en su pasado, ese pasado que nadie conocía del todo y que era precisamente la razón por la que ahora estaba en la ciudad.Sin darse cuenta, sus ojos se perdieron en algún punto indefinido, como si su mente se estuviera hundiendo en algo sombrío y profundo, en recuerdos que no estaba listo para enfrentar.—Si tengo la opción de salvar ambas vidas, la mía y la de la otra persona, elegiría ese camino. No quiero matar a nadie.Charlie soltó un
Jordan aceleró para darse a la fuga y ni siquiera se dio cuenta de que su sombrero había volado de su cabeza. En medio del bullicio, Charlie alcanzó a verlo justo cuando subió a la motocicleta y un grito de alarma salió de su boca.—¡Jordan! ¿A dónde demonios vas?Pero Jordan ya estaba demasiado lejos para escuchar. Charlie solo pudo ver cómo el sombrero del chico cayó al suelo. Se aproximó a éste y lo recogió, mirando el camino por el que Jordan había huido, maldiciendo en voz baja y tratando de entender qué había llevado al joven a escaparse de esa forma.Mientras tanto, Jordan esquivaba a la multitud en el mercado, tocando la bocina y gritando con desesperación.—¡Fuera de mi camino! ¡Apártense, por favor!Aceleraba cada vez más, lanzándose a calles desconocidas y doblando esquinas sin detenerse. Su único objetivo era perder de vista al hombre que lo había reconocido. Sin embargo, el dueño de la moto había llamado la atención de una patrulla de policías que se hallaba en la zona, p
El policía también reconoció a Charlie y lo miró sorprendido. ¿Qué hacía allí? ¿Porqué apareció de repente? Éste levantó una ceja y lo miró con suspicacia.—¿Este joven es algún pariente tuyo o qué clase de relación tienes con él? —preguntó.—Trabaja conmigo, es un empleado nuevo en el cabaret —respondió con naturalidad y sin demostrar inquietud alguna.Charlie lo mencionó sin ningún temor, pues en la ciudad se sabía sobre la existencia de un cabaret en donde los espectáculos estaban permitidos, pero no el alcohol. Cualquiera que lo escuchara, pensaría que se refería al salón legal que todos conocían. Sin embargo, Charlie y el policía sabían que hablaban del cabaret subterráneo. El policía estaba al tanto debido a que era uno de sus visitantes habituales y era bien recibido en dicho lugar. Es por eso que se reconocieron al instante.El policía miró a Charlie y, manteniendo su postura profesional, le explicó la situación.—Jordan Miller fue arrestado por el hurto de una motocicleta —s
Charlie, notablemente harto y con la paciencia casi agotada, exhaló aire por la boca y se aproximó de nuevo al hombre que acusaba a Jordan de haberle robado.—Mire, olvidemos todo este asunto, ¿de acuerdo? No hay necesidad de convertir esto en un problema mayor —manifestó.El hombre, sin embargo, no quería dar su brazo a torcer. Mostrándose indignado, empezó a quejarse de nuevo.—¿Que lo olvide? ¿Así como si nada? ¡Se ha cometido un crimen a plena luz del día! ¿Dónde queda la justicia en todo esto? —fijó los ojos en el policía, para luego dirigirlos hacia Charlie—. ¿Quién le dará una lección si retiro la denuncia? ¡Estoy seguro de que volverá a robar! No se trata solo mi motocicleta, sino de la falta de respeto hacia la propiedad ajena, la falta de educación y el descaro de esta juventud que cree que pueden hacer lo que les da la gana. ¡Es inaceptable! ¡No permitiré que se salga con la suya tan fácilmente! —articuló, casi gritando.Charlie escuchaba al enojado hombre mientras pasaba un
Jordan, quien observó la escena en silencio, tragó saliva, aún procesando el alboroto que había ocasionado. Cuando el hombre se alejó por completo, expresó su gratitud.—Charlie, yo... te lo agradezco en verdad. Gracias por ayudarme a salir de este lío.Charlie, sin embargo, no estaba de humor. Su rostro permaneció serio y sus ojos apenas reflejaban la poca paciencia que le quedaba. Caminó hacia su coche y abrió la puerta con un movimiento brusco, indicando a Jordan que subiera.—No me lo agradezcas —replicó, sonando molesto.Luego de que Jordan se acomodara, Charlie cerró la puerta de un golpe, para después rodear el auto y sentarse en el asiento del conductor.—Nos hemos demorado demasiado por tu culpa —agregó secamente, mirando a Jordan por el rabillo del ojo—. Ahora tenemos que irnos de inmediato.El trayecto en coche empezó en medio de un silencio tenso y Jordan se sintió cada vez más incómodo. Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijera una palabra, hasta que el chic
Jordan, al igual que Charlie, se quedaron congelados en su sitio. —¿Sucede algo, Reinhardt? —preguntó Charlie, con los nervios a flor de piel, pero procurando verse normal.Sin embargo, la respuesta de su jefe fue tan directa que lo dejó sin aliento.—Es lo mismo que te pregunto yo a ti —articuló—. ¿Me estás ocultando algo?La voz de Charlie tembló un poco cuando trató de negarlo.—¿Q-Qué? ¿Ocultarte algo? ¿De qué estás hablando? —cuestionó—. No estoy ocultando nada...—Entonces dime por qué tardaron tanto —el tono de Reinhardt se endureció al instante, como si ya supiera la respuesta.Charlie tragó saliva y trató de justificarse, pero cada palabra salía con más esfuerzo.—Es que… tuve un problema con el coche… —pero antes de que pudiera continuar, Reinhardt lo interrumpió.—Charlie —pronunció, dando unos pasos hacia él—. Nos conocemos desde hace años. Y créeme, conozco cada uno de tus movimientos, cada una de tus expresiones, cada gesto que te delata cuando mientes. Así que no puede
Reinhardt continuaba con los ojos clavados en Charlie. —No sentimos compasión, Charlie. ¿Acaso se te está empezando a olvidar quiénes somos? —cuestionó, dejando en claro que no aceptaría ninguna debilidad de su parte—. Si es así, dímelo, para tomar una decisión con respecto a ti.Charlie no se sentía particularmente ofendido por las palabras duras de Reinhardt. Al contrario, sabía que el jefe tenía razón para estar molesto. Charlie era su mano derecha, el segundo al mando en la organización, y si él se atrevía a mentirle o a ocultarle algo, eso significaba que había una falla en su lealtad, y Reinhardt no podía permitirse esa clase de dudas. Charlie era la única persona en la él que apostaba todo. Si mostraba indulgencia con él, daba espacio para que otros en la organización cuestionaran su autoridad.Reinhardt no podía ser suave ni tolerante, y Charlie lo sabía. En su mundo, el respeto y la lealtad no se ganaban con gestos amables, sino con mano dura y frialdad, sin espacio para sent