Adam
Me quedo viendo a sus ojos un buen rato, viendo lo dulce que es y lo mucho que brillan. Hago lo que me provoca en este instante, acariciar su cabello, sus mejillas y sus labios; ella es tan suave que provoca no dejar de tocarla jamás. Su leve aliento cosquillea mi cara y esos labios me gritan que me los coma de una vez. Ella es tan provocativa, su inocencia me derrite y me debilita.
—Quiero besarte —dice y mi cuello cosquillea al instante.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo, Minina. Siempre.
Sonríe al instante, se acerca con algo de lentitud y me aferro a sus caderas cuando sus labios tiemblan, pero no pierde el tiempo en unir su boca a la mía, con un poco de timidez, pero es algo que se le irá quitando cuando
GeorginaDuele. Duele como jamás creí que lo haría y parece que no va a mejorar aunque intente pensar lo mejor de él, al menos en este nefasto día. Creí poder enfrentarme a esta situación, pero ahora lo dudo y quiero salir corriendo lejos de aquí. Lejos de él.Hace dos días, por un momento, cuando me besó, me tocó, y casi llegamos a más, pensé que podría lograr llegar a ser alguien para él, significar algo importante como jamás ha tenido, pero no es así.¿Qué tan ciertas son las palabras de Ferdinandi Galiani? ¿Las desgracias son la salsa de este plato atroz que es la vida?Ciertamente los italianos son
GeorginaEmpezamos a caminar e intento, a cada doloroso segundo que pasa, encontrar fuerzas para conseguir dar cada inseguro paso con la firmeza necesaria, pero era imposible no sentir ese ahogo que amenaza con robarme la vida. Todo porque lo vería allí, parado en el altar improvisado, con nuestras familias —en su caso sólo su hermano menor— y nuestros amigos a su alrededor.Escucho la música de Come Away With Me de Nora Joan orquestada por cuerdas y violines, logro reconocer. Aprieto el agarre al brazo de mi padre para calmar mi corazón, que se agita con más fuerza, y él ríe, seguro quizás de mi nerviosismo; pero ignorante de este fuerte anhelo de huir de este lugar.
Georgina Es inevitable no sentir como si algo faltara en esta casa, pero en el fondo me alegra que ella esté en un mejor lugar ahora, donde espero haya logrado encontrar esa paz que tanto necesitaba. Donde ya no hay dolor que la atormente. Mamá logró irse al fin y lo último que hizo fue acariciar la mano de papá hasta que su respiración se detuvo haciendo un extraño sonido ronco, semejante al alivio, sus manos dejaron de temblar, y sus ojos sin brillo se cerraron, regalándonos una apariencia pacífica que, estoy segura, hace muchos años no disfrutaba. Papá, al darse cuenta de que estaba al borde, le ordenó a Logan detenerse en la carretera y él obedeció, mis dos hermanos, que iban adelante, giraron sus cabezas y suspiraron dejando salir sus lágrimas de despedida. Quizás también aliviados. No sé cuánto tiempo nos quedamos a la orilla de la carretera, contemplándola, tan pacífica y, aparentemente, feliz. Había dos autos detrás de nosotros y ninguno se acercó para hacer preguntas estúpi
Georgina Lo escucho dejar nuestras maletas dentro y grita una despedida prometiendo volver lo más pronto posible. Me arrojo al sofá y suspiro dejando ir esa sensación tan frustrante. Tomo mi teléfono y abro el chat del grupo. Yo: Estoy en casa. ¿Habrá desayuno mañana? Paula: Bienvenida de vuelta, muñeca. ¿Cómo estás? Heidy: Bienvenida, amorcito. Te amo. Sonrío y escribo. Yo: Estoy bien. Mejor, de hecho. Lucy: ¿Hablaste con él? Yo: No. Lo iba a hacer, pero tuvo que salir, me imagino que a la oficina. Sarah: Bienvenida, Georgi. Eso es extraño, no tiene reuniones ni nada importante para hoy y el trabajo se lo envié al correo. Y es así como vuelve a doler. Heidy: No mates más tu cabeza hasta que no hablen. Él te quiere, lo puedo ver. ¿Acaso ustedes no? Todas contestan positivamente, seguras de que él tiene sentimientos fuertes por mí, quizás tan fuertes como los míos. Sarah: ¿Quieres que vayamos a verte? Yo: No, estoy bien. Mañana hablaremos, sé que puedo esperar. Todas se
GeorginaComo cada mañana de estos últimos cinco días, escucho todo el ruido que hace en la cocina, escucho cuando se baña, e incluso las cosas que se le caen en la habitación; también escucho cuando saca su auto y cuando se va, a la misma hora de siempre. Es su ritual de cada día, incluso lo hizo el fin de semana. Eso me molesta un poco, como si él fuera el dolido al que han fallado con la peor de las decepciones. Me levanto y me cambio con algo de ropa abrigadora, hoy será otro día de trabajo en mi jardín. Anoche nevó y debo limpiar la lona. Al bajar, sonrío, porque siempre lo hace; mi plato de frutas, jugo de naranja, algo de tocino y pan con mermelada. El primer día que hizo esto por mí me recriminó por no comer proteína animal por las mañanas, dice que es bueno para tener energías para todo el día.Me siento y tomo la pequeña nota que ha dejado frente a mi plato.«Alex vendrá a verte más tarde. Te extraño, nena» —dice y mi corazón, traicionero e indomable, salta. Siempre por él.
GeorginaBajo mi cabeza, pero no me deja y vuelve a hacer que lo mire a los ojos. En verdad no sé qué hacer con todas estas palabras. Creí que todo eso del hogar eran sólo patrañas.»En un principio sólo te veía como una niña, que en algún momento se cansaría de mirarme, pero el único niño he sido yo todo este tiempo, escondido, temiendo perder algo que no tenía. Fue difícil ver a mi padre consumirse con la muerte de mi mamá, verla a ella ahogarse en su tristeza y abandonarnos. No me había dado cuenta de cuanto me afectaba todo eso hasta que llegaste. Y mi miedo creció. Prefería no tenerte a algún día perderte.—No me vas a perder. Yo también te necesito.Sonríe y eso alegra por completo mi existencia.—No lo entiendes. Creí que te tenía. Creí que te iba a apartar de mi lado y casi enloquezco.Arruga su entrecejo y me aparta un poco para sacar su teléfono del bolsillo; levanta las cejas al ver mis pechos desnudos y los cubro con mis manos, con mi rostro en punto de ebullición. Sacude
AdamEsto de guardar secretos es muy malo, la peor idea que he tenido en mi vida. Espero que haya valido la pena todo este sacrificio y le guste lo que he preparado. Mi deliciosa Minina ha estado callada y ansiosa por conocer a Betty, quizás podrían ser amigas, todo depende de qué tan resentida sea mi dulce esposa. Debo dejar de referirme a ella como a algo de comer o no vamos a avanzar mucho en el camino y tendré que terminar lo que interrumpió Mark. Tengo una voluntad de hierro, genial, aunque mis pelotas estén en huelga.Tomo su mano y ella se encarga de entrelazar nuestros dedos, sin apartar la vista de la ventana. No hay nada que ver, en realidad, más que árboles. Aprieto un poco su mano y tomo un poco de seguridad, necesito cuidarla. Cuando recibí la llamada de Finnigan exigiendo dinero por ella, creí que mi vida se iba, mi pecho dolió como nunca y sólo quería poner mis manos en el cuello de ese idiota con el que comparto apellido, creí que me la arrebataría y nunca podría decir
AdamDescuelgo la única foto familiar que Betty ha dejado, le dije que no lo hiciera y aun así lo hizo. A mi Minina no le gustan las fotografías y en esta casa nunca habrá fotografías. Nada que tenga rostros. Miro por algunos segundos la fotografía; la sonrisa altiva de Finn, siempre apartado, sólo mamá está cerca de él; Damian sonríe, feliz, como todo niño a su edad sin sus dientes delanteros, está sentado en las piernas de mamá; ella también sonríe, se ve radiante, es una lástima no recordar nada de ella, o que esa imagen no sea familiar en mi cabeza; papá se ve orgulloso con su mano sobre el hombro de ella y su otra mano en mi hombro; y yo, pues también me veo feliz. Quizás fueron buenos tiempos. Creo que fue tomada un par antes de años de que pasara lo de mamá, eso de la pérdida de la bebé y su posterior suicidio. Damian tendría unos tres años, Finn era un enfermo masoquista de quince años, y yo tendría nueve. Estoy seguro de que tomé la decisión adecuada, toda imagen de mis padre