GeorginaBajo mi cabeza, pero no me deja y vuelve a hacer que lo mire a los ojos. En verdad no sé qué hacer con todas estas palabras. Creí que todo eso del hogar eran sólo patrañas.»En un principio sólo te veía como una niña, que en algún momento se cansaría de mirarme, pero el único niño he sido yo todo este tiempo, escondido, temiendo perder algo que no tenía. Fue difícil ver a mi padre consumirse con la muerte de mi mamá, verla a ella ahogarse en su tristeza y abandonarnos. No me había dado cuenta de cuanto me afectaba todo eso hasta que llegaste. Y mi miedo creció. Prefería no tenerte a algún día perderte.—No me vas a perder. Yo también te necesito.Sonríe y eso alegra por completo mi existencia.—No lo entiendes. Creí que te tenía. Creí que te iba a apartar de mi lado y casi enloquezco.Arruga su entrecejo y me aparta un poco para sacar su teléfono del bolsillo; levanta las cejas al ver mis pechos desnudos y los cubro con mis manos, con mi rostro en punto de ebullición. Sacude
AdamEsto de guardar secretos es muy malo, la peor idea que he tenido en mi vida. Espero que haya valido la pena todo este sacrificio y le guste lo que he preparado. Mi deliciosa Minina ha estado callada y ansiosa por conocer a Betty, quizás podrían ser amigas, todo depende de qué tan resentida sea mi dulce esposa. Debo dejar de referirme a ella como a algo de comer o no vamos a avanzar mucho en el camino y tendré que terminar lo que interrumpió Mark. Tengo una voluntad de hierro, genial, aunque mis pelotas estén en huelga.Tomo su mano y ella se encarga de entrelazar nuestros dedos, sin apartar la vista de la ventana. No hay nada que ver, en realidad, más que árboles. Aprieto un poco su mano y tomo un poco de seguridad, necesito cuidarla. Cuando recibí la llamada de Finnigan exigiendo dinero por ella, creí que mi vida se iba, mi pecho dolió como nunca y sólo quería poner mis manos en el cuello de ese idiota con el que comparto apellido, creí que me la arrebataría y nunca podría decir
AdamDescuelgo la única foto familiar que Betty ha dejado, le dije que no lo hiciera y aun así lo hizo. A mi Minina no le gustan las fotografías y en esta casa nunca habrá fotografías. Nada que tenga rostros. Miro por algunos segundos la fotografía; la sonrisa altiva de Finn, siempre apartado, sólo mamá está cerca de él; Damian sonríe, feliz, como todo niño a su edad sin sus dientes delanteros, está sentado en las piernas de mamá; ella también sonríe, se ve radiante, es una lástima no recordar nada de ella, o que esa imagen no sea familiar en mi cabeza; papá se ve orgulloso con su mano sobre el hombro de ella y su otra mano en mi hombro; y yo, pues también me veo feliz. Quizás fueron buenos tiempos. Creo que fue tomada un par antes de años de que pasara lo de mamá, eso de la pérdida de la bebé y su posterior suicidio. Damian tendría unos tres años, Finn era un enfermo masoquista de quince años, y yo tendría nueve. Estoy seguro de que tomé la decisión adecuada, toda imagen de mis padre
GeorginaLuego de toda una mañana soportando las burlas de Paula y de Lucy, sólo porque me pongo roja cada vez que pregunta algo sobre mi intimidad con Adam, al fin Sarah se compadece de mí dando por terminado nuestro desayuno semanal y nos vamos a su casa, donde él me espera. Quiero volver junto a él cuanto antes. Más bien necesito estar con él.Hablamos de los preparativos para la navidad, ella insiste en que sea en su nueva casa y que nuestras familias vengan. Sería la primera vez que haríamos una gran fiesta. Siempre éramos las cuatro con John, Mark y los niños. Ahora ella se ve emocionada como nunca antes por hacer algo grande, quiere que invite a mi padre y hermanos, además del hermano de Adam.—Nunca te había visto así de emocionada por algo.Sarah sonríe.—Creo que nunca tuve nada que me emocionara tanto —dice y me mira rápidamente antes de volver a prestar atención a la carretera. Ella misma se ve diferente, feliz—. No me lo tomes a mal, adoro a mis hijos, pero ahora se sient
GeorginaMuchas veces escuché que la felicidad es relativa, que no se puede aspirar a tenerlo todo y que una vida plena está destinada a unos pocos. Dicen que tiene mucho que ver con la actitud que tengamos ante todas las situaciones que nos rodean, como suele hacer Sarah; o de lo descarada de nuestras respuestas para no dejar que las personas pasen sobre nosotros, como Paula; o burlarnos de los problemas y siempre sonreír, justo como Lucy. Pero yo no soy como ellas, no tengo respuestas rápidas, me escondo cuando me asusto, y tiendo a llorar cuando me sobrepasa una situación tensa; pero soy yo.Ellas encontraron su Felices Para Siempre, y me alegro por ello; tienen hombres que las aman de manera incondicional, con sus defectos y virtudes, y con hijos que les pertenecerán por siempre. Mientras yo debo sonreír, intentando encontrar algo de paz, al pensar en mi pequeño angelito. Desde que Adam está a mi alrededor no pienso en él con tanta frecuencia, al menos no con dolor, eso me hace se
AdamNada como una buena noche y volver a casa para descansar y tener un merecido descanso luego de satisfacer a una mujer como Stephanie que parece tener energías ilimitadas. Pero llega un momento, cuando ya estás solo, en el que sientes que ya aburre el no llegar a sentir nada más que una momentánea excitación. Toca seguir adelante, porque esa mujer no es hecha para mí, por fortuna. Lo prefiero así. No hay nada como la libertad.Ver a Alex amargarse toda una vida por no poder tener a la mujer que ama y tampoco lograr mantenerse lejos de ella, es enfermizo. No quiero eso para mí. Sarah sería una mujer perfecta para él, es divertido ver cuando Alex la hace enojar y ella lanza rayos laser por los ojos. Espero que la idea de Heidy funcione y logre hacer que se fije en mi amigo. Él merece eso y ella ahora está libre de ese sujeto que no la valoró. Si esperamos a que mi amigo haga alguna movida, se harán viejos.Escucho que la puerta es abierta y salgo de la cocina, seguro Alex ha tenido
AdamHeidy me toma del brazo y me aleja.—Ten cuidado con lo que haces. Como te atrevas a jugar con ella, te corto las pelotas. —Agarro a mi adorado miembro y ella reprime una risa—. No la ilusiones. Sabes que te ama y no sería justo si no le correspondes.Asiento seguro de que no tengo ninguna mala intención hacia esa bonita niña que me espera para desayunar. Jamás haría algo semejante. Vuelvo a la mesa y me siento junto a ella. Sirvo los dos desayunos, con tres tiras de tocino para mí. Amo el tocino.—No es mi intención molestar, señor Walker —dice, y sonrío.Parezco idiota sonriendo cada vez que ella habla con esa voz de sirena.—No lo haces, y deja de llamarme señor. —Le tiendo una mano, como si me presentara con ella por primera vez, lo que técnicamente es cierto—. Mi nombre es Adam. Es un placer conocerte.Suelta una risilla que puya mi pecho, y recibe mi mano. La suya es tan suave, caliente y pequeña, y tiembla un poco mientras la sostengo. La miro a los ojos, brillan de una ma
AdamMiro a Finnigan con todo el odio que soy capaz de albergar, y estoy que estallo. Podría soportar cualquier cosa de este imbécil, pero jamás el que se haya acercado a mi Minina pretendiendo utilizarla en mi contra. Se ha metido con lo único que tengo en la vida y eso no se lo pienso perdonar. Cree que ha ganado algo al lograr que venga a este lugar a enfrentarlo, porque simplemente cree que tiene algún poder sobre mí, o que sigo siendo el mismo niño débil a quien disfrutaba golpear.—¿Por qué te escondes, hermanito? —pregunta con una sonrisa enferma en su cara—. ¿Tienes miedo?Rio, porque es gracioso.—Sí, claro. Aún me da miedo que me golpees y me encierres en el sótano.—Fueron momento muy divertidos.Sí que está enfermo. Siempre lo ha estado, madre fue quien alimento esa mente depravada y débil que tiene, siempre prefiriéndolo antes que a nosotros. Incluso por encima de Damian, que tanto la necesitaba.—Ella arruinó tu vida, ¿eh? —Arruga su cara intentando comprender. Idiota—.