Georgina
Mis nervios van en aumento con cada paso que doy. Apenas hemos bajado del avión y ya quiero correr a la seguridad de mi hogar. Creo que no estoy preparada para hacer esto, y ver al resto de mi familia luego de cómo dejé mi hogar. Siendo una vergüenza.
Lo único que logra relajarme, pero sólo un poco, son los mensajes de apoyo de mis amigas. Paula con su nada sorprendente «Patéales el culo», Heidy dice que no me deje amedrentar por nadie y que la llame para patear culos por mí, y Lucy sólo me envía mucha fuerza, la que también me servirá para patear los culos que dicen las demás. Claro, no podían decir nada normal. Ninguna de las tres, puede.
Alvin me abraza, como si supiera que necesito de ese
Georgina—Te ha estado esperando —dice papá, detrás de mí, y me sobresalto—. Ya la verás mañana. Margert debió de volver a sedarla recientemente.Eso arruina mi idea de regresar mañana mismo.—Está bien.Cierro bien la puerta y me dirijo a la mía, con mi padre detrás de mí inquietándome más de lo que imagine estar a su alrededor. Realmente temerosa de tener cualquier conversación con él.Mi habitación también está igual, como si el tiempo se hubiera congelado en este lugar. La misma cama doble de barras de hierro pintada de blanco, con sus sábanas blancas de flor
GeorginaApenas empieza a amanecer, y no deseo volver a la casa. Me gusta la vista tranquila que tengo ahora, con el valle cubierto de pasto casi seco, bañado por el rocío que humedece mis pies descalzos, el cri-cri de los grillos que inundan el campo y el río que amortigua y relaja mis pensamientos.Desde mi habitación podía escuchar los aparatos a los que tienen conectada a mi madre, también su respiración pesada y dolorosa, sentía como si fuera mi propio pecho el que se desgarraba con cada aliento que atrapaba por necesidad, y los pasos de la enfermera sin descansar un segundo.«Son sus últimos días» dijo ella, con mucho pesar cuando entré preocupada por la agitada noche.
GeorginaSé que está incómodo recostado al árbol, pero no ha querido moverse ni soltarme. Me gusta así. Llevamos un largo rato hablando, sobre todo de mi vida aquí, las partes buenas fueron las que me pidió especialmente, lo que fue muy difícil. Logré recordar la primera vez que mamá tomó mi mano y me llevó a su jardín, me dio una pala y sembré mi primera flor, una semilla de tulipán que cuidé cada día, ayudada por ella. Fue tan difícil y frustrante, pero mamá fue tan dulce y dócil que me fue inevitable dejar salir algunas lágrimas al recordar algo que tenía tan guardado en mi memoria.Esos tulipanes aún están allí, al lado de las dalias de mi madre. AdamEste lugar es en verdad agradable y muy tranquilo, demasiado apacible para mi gusto, pero es bueno para vivir. Es increíble que Georgina haya crecido en un lugar como este. Fue una grata sorpresa descubrir algo nuevo de ella, y cada cosa es más sorprendente que la anterior. Ahora entiendo un poco más esa manera de ser que tiene, tan mansa.—¿Estás seguro de esto, Adam? —pregunta el padre de mi salvaje Minina al sentarse a mi lado.Suspiro y dejo de mirar el valle para mirarlo a él. Se ve preocupado y cansado. Deplorable. Recuerdo que así solía verse mi padre luego de haber perdido a la bebé que esperaban y de que mi madre se deprimiera hasta dejarse morir. No me gustaría verme así en un futuro, como un ser lamentabCapítulo 23
AdamMe quedo viendo a sus ojos un buen rato, viendo lo dulce que es y lo mucho que brillan. Hago lo que me provoca en este instante, acariciar su cabello, sus mejillas y sus labios; ella es tan suave que provoca no dejar de tocarla jamás. Su leve aliento cosquillea mi cara y esos labios me gritan que me los coma de una vez. Ella es tan provocativa, su inocencia me derrite y me debilita.—Quiero besarte —dice y mi cuello cosquillea al instante.—Puedes hacer lo que quieras conmigo, Minina. Siempre.Sonríe al instante, se acerca con algo de lentitud y me aferro a sus caderas cuando sus labios tiemblan, pero no pierde el tiempo en unir su boca a la mía, con un poco de timidez, pero es algo que se le irá quitando cuando
GeorginaDuele. Duele como jamás creí que lo haría y parece que no va a mejorar aunque intente pensar lo mejor de él, al menos en este nefasto día. Creí poder enfrentarme a esta situación, pero ahora lo dudo y quiero salir corriendo lejos de aquí. Lejos de él.Hace dos días, por un momento, cuando me besó, me tocó, y casi llegamos a más, pensé que podría lograr llegar a ser alguien para él, significar algo importante como jamás ha tenido, pero no es así.¿Qué tan ciertas son las palabras de Ferdinandi Galiani? ¿Las desgracias son la salsa de este plato atroz que es la vida?Ciertamente los italianos son
GeorginaEmpezamos a caminar e intento, a cada doloroso segundo que pasa, encontrar fuerzas para conseguir dar cada inseguro paso con la firmeza necesaria, pero era imposible no sentir ese ahogo que amenaza con robarme la vida. Todo porque lo vería allí, parado en el altar improvisado, con nuestras familias —en su caso sólo su hermano menor— y nuestros amigos a su alrededor.Escucho la música de Come Away With Me de Nora Joan orquestada por cuerdas y violines, logro reconocer. Aprieto el agarre al brazo de mi padre para calmar mi corazón, que se agita con más fuerza, y él ríe, seguro quizás de mi nerviosismo; pero ignorante de este fuerte anhelo de huir de este lugar.
Georgina Es inevitable no sentir como si algo faltara en esta casa, pero en el fondo me alegra que ella esté en un mejor lugar ahora, donde espero haya logrado encontrar esa paz que tanto necesitaba. Donde ya no hay dolor que la atormente. Mamá logró irse al fin y lo último que hizo fue acariciar la mano de papá hasta que su respiración se detuvo haciendo un extraño sonido ronco, semejante al alivio, sus manos dejaron de temblar, y sus ojos sin brillo se cerraron, regalándonos una apariencia pacífica que, estoy segura, hace muchos años no disfrutaba. Papá, al darse cuenta de que estaba al borde, le ordenó a Logan detenerse en la carretera y él obedeció, mis dos hermanos, que iban adelante, giraron sus cabezas y suspiraron dejando salir sus lágrimas de despedida. Quizás también aliviados. No sé cuánto tiempo nos quedamos a la orilla de la carretera, contemplándola, tan pacífica y, aparentemente, feliz. Había dos autos detrás de nosotros y ninguno se acercó para hacer preguntas estúpi