(3)

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No volví a saber más del doctor Mark por esa noche.

Mi turno termino a las siete de la mañana, así qué muy cansada preparo mi bolso y salgo del hospital rumbo a la casa de Ross. Tome el metro y el autobús para llegar a los pequeños departamentos en donde vivía Ross, en un suburbio. Y al llegar al departamento 34 en Seven Sisters, toque la puerta más de una vez, ya que al primer toque nadie me abrió.

Después de esperar algunos minutos, una pequeña niña abrió la puerta. La pequeña aún tenía su pijama de princesas puesta, mientras se miraba soñolienta.

–¿Quien eres?–Me pregunta recargándose en la puerta.

–¡Lily, déjala pasar!–Escucho la voz de Ross, quién aparece en el lugar para carga de ella, haciéndola a un lado.–Debes de estar cansada.–Me comenta mientras me deja pasar dentro de su departamento de paredes cafés.–Ese es el baño.–Me avisa señalándome a la derecha.–Allí hay toallas limpias, date una ducha y después duerme en la habitación que está al lado del baño.–Me dice apurada, mientras trata de salir lo más rápido posible, llevándose a sus hijos con ella.–Me tengo que ir, así que te veo más tarde.

Para ser sincera no tuve tiempo para observar el departamento con detalle, solo entre directamente al baño, que era muy pequeño pero era lo suficientemente grande para tomar una ducha. Así que me di una ducha rápida, para después ir a la habitación que me indicó a Ross, a descansar un poco.

No había descansado nada, pero cuando termine de ponerme un pijama ligero y a punto de caer rendida sobre la cama, mi celular sonó.

–¿Hola?–Contesté adormilada y con ganas se suicidarme. ¿Por qué no me podían dejar dormir?

–Hola Jane, lamento levantarte pero el doctor Mark te está buscando.–Me dice Ross sonando bastante apurada. No llevaba más de dos horas fuera del hospital y ya me estaban molestando.

–Pero si no es mi turno, mi turno es durante algunas horas.–Le contesté molesta y apunto de desmayarme del cansancio.

–Lo sé, pero te necesitamos, ya que un automóvil chocó en la entrada del hospital y hay mucho heridos.–Me da la noticia alarmada, mientras que me preguntó si fue coincidencia o mala suerte, que un auto chocara contra él hospital en mi hora de descanso.

–Iré enseguida.–Le avise colgando de inmediato, para después ponerme mi otro uniforme limpio y correr con prisa al hospital.

*

Y al llegar al hospital, me di cuenta que todo era un desastre; había varias enfermeras y médicos alrededor de la sala de espera.

–¿Me necesitaba?–Le pregunto al doctor Mark, que está atendiendo a una niña de alrededor de once años. Él sin mirarme, me dice:

–Tráigame un antiséptico.–Yo sin pensarlo otra vez corro por él antiséptico, qué se usará para limpiar una herida. Tomé una caja con varios materiales, incluyendo el antiséptico para correr de vuelta con el doctor.

–Aquí está.–Trato de dárselo, pero el suspira casado.

–Necesito que lleve a esta niña a el área pediátrico.–Veo la herida que porta la niña en el brazo, así que sé que esto necesita algo más que un antiséptico.–Mi compañero le atenderá.–Le dice a la niña y a su madre. Yo dejo de lado la caja y traigo conmigo una silla de ruedas, para llevar a la niña a el área pediátrica, allí me encuentro con el doctor Lee, quién se encarga del área.

–Hola.–Me dice con buen humor, mientras le entregó el expediente de la niña.–¿A quién me traes? ¿A una pequeña princesa?–De verdad era demasiado lindo con los niños mientras que la herida de la niña no era tan grave, así que teníamos tiempo de poder hacer bromas.

–Ve, yo me haré cargo.–Me dice el doctor Lee haciéndose cargo de la niña, mientras yo asiento con la cabeza, para luego correr hacia la sala de emergencias, en donde me encuentro con él doctor Dante y el doctor Harry en el mismo lugar.

–Hola.–Me saludó Harry mientras se llevan a un hombre en una camilla.

–Hola.–Le contesté con una sonrisa.–Adiós.–Le digo al verlo irse rápidamente, mientras sé que es muy lindo a pesar de que la situación es complicada. Eso me hace sentir que él es una persona con una simpatía que no todos tienen.

–¡Señorita Jefferson, deje de coquetear y tráigame una caja de curación! –Sin esperar escucho como mi jefe, el doctor Mark, me llama la atención como un novio celoso. Yo sin más tuve que ir por una caja en donde teníamos herramientas para limpiar y hacer puntos en heridas críticas.

Él por su parte, me espera con un pie en el suelo rebotando varias veces.

–¿Necesita que se lo repita más de dos veces?–Me pregunta colmado, mientras le doy las herramientas.–Es muy lenta, ¿es retrasada?–Me siento como una pequeña bola de nada, en este mismo momento, ya que el doctor me hace menos y yo quiero golpearlo con fuerza.

–Lo lamento, es lo más rápido que pude correr.–Le contesté enojada, intentando no matarlo enfrente de nuestro paciente.

–No es lo suficiente señorita Jefferson, necesito a alguien más rápida.–Parece que está aún más irritado, al saber que estaba hablando con él doctor Steward. Por suerte Ross me ayuda, ella me hace a un lado para ayudar al doctor Mark.

–Ve para allá, encárgate de los enfermos de arriba.–Me dice ayudándome con los regaños del doctor Mark. Así que con el orgullo tirado por los suelos, huyó hacia el cuarto piso, en donde me encuentro con mis colegas trabajando arduamente.

–¿Qué paso? Deberías estar con el doctor Mark.–Me pregunta Alice, una enfermera creída de cabello rubio que quería el puesto que yo tenía, pero por alguna razón no le dieron el cargo.

–Supongo que me odia.–Le comenté mientras no pude evitar sentirme muy mal, mientras que aún recuerdo cómo me gritó enfrente de todos los heridos y sus familiares.

–No llores.–Me dice mi otra compañera Gina, quien es muy hermosa de cabellera roja.–El doctor suele ser muy malo con todas.–Ella trata de hacerme sentir mejor, al decirme que el doctor Mark es un maldito tirano con todos, pero eso no me hacía sentir mejor, porque esto significaba que todavía me quedaba mucho odio que aguantar.

–Pero es mi jefe, no quiero que me despida.–Les dije deprimida con algunas lágrimas contenidas.

–No lo hará, o tal vez sí.–Me dice Alice burlona, arruinando lo que Gina quiso arreglar.

–Gracias.–Le agradecí sarcásticamente mientras me retiro del lugar. El único lugar en donde podía estar, era la estancia de enfermeras. Y al llegar, me doy cuenta que hay muchos pacientes que no han recibido sus medicamentos, ya que dejaron las tareas aventadas por ir a emergencias, así que me decido a entregar el medicamento y tomar signos para los expedientes con cada paciente del piso. Quería ser productiva, así que acabé mis tareas con éxito.

Después volví a la estancia, en donde me encontré con Ross, quien estaba haciendo sus anotaciones y asignando las tareas de todas las enfermeras de la mañana.

–Gracias por hacerte cargo allá abajo.–Le agradecí mientras me pongo enfrente de ella, para dejar las tomas de signos enfrente de ella.

–No hay de que, el doctor Mark suele ser...–Intenta explicarme cómo es ese idiota, pero yo la detengo para poder a completar lo que sería más acertado para él.

–¡Un completo idiota!–Dije muy molesta mientras que frunzo el ceño con continuidad. Sabía que mi cara sería bastante vieja y llena de arrugas por culpa de ese doctor tan mal educado.

–Iba a decir un poco especial, pero has dicho la palabra correcta.–Nos sonreímos las dos al mismo tiempo.–Y hablando del doctor Mark, tienes que ir a su oficina.–Ahora todo está arruinado otra vez, se me había olvidado de que yo era su enfermera.

–¿Yo?–Me señaló a mí misma algo incrédula, no quería ir con ese doctor tan odioso, pero también sabía que era muy irresponsable de mi parte no atender lo que prácticamente es mi trabajo.

–Si, tu.–Ella parece divertida con mi señalamiento, sabe que no quiero ir.

–De acuerdo.–Suspire cansada mientras aún seguía agradeciéndole por ayudarme.

–Sé que llegué tarde a lo del accidente, pero gracias por hacerte cargo de mi parte. – Le puse una mano sobre su brazo mientras ella me miraba con gentileza.

–No hay problema, para eso están las amigas.–Me comenta con una sonrisa muy amable, mientras yo solo le doy una última mirada, para irme, pero ella me detiene para decirme algo que era importante.–Pero tampoco fue bueno que el doctor Mark te mandara a llamar, cuando cumpliste dos turnos seguidos y ya era tu hora de descanso, sabiendo que más enfermera como yo, estábamos a su servicio.

Y entonces comprendí que quizás no fue tanto mi culpa, estaba muy casada y el doctor Mark solo estaba siendo muy egoísta al llamarme. ¿Y por qué parecía molesto al verme hablar con Harry?

*

Y al estar enfrente de su oficina, llegue con dudas y quería tener respuesta de cada una de ellas, pero sabía que no podía solo preguntar, así que solo toque la puerta un par de veces.

–Adelante.–Escuché su voz ronca.–Señorita Jefferson pase.

–Sí.–Le contesté entrando a la oficina, para después sentarme en una silla de madera en frente de él.

–Es una pena que una enfermera no pueda hacer su trabajo, cuando la gente la necesita.–Murmura mientras mira su computadora. Yo me siento mal, así que miro el suelo.

–Lo lamento.–Me disculpo sin más, sin hacer preguntas sobre porqué me había llamado a pesar de la hora. Solo dije que lo lamentaba, como si fuera mi culpa.

–Cambiando de tema, ¿cómo sigue su pecho?–Me pregunta viéndome directamente a los pechos, mientras me siento incómoda al ver el cambio drástico de conversación.

–Mejor, ya casi no siento nada.–Le contesté mientras llevo puesto un suéter vino que me tapaba el pecho, que usualmente traíamos las enfermeras cuando hacía mucho frío.

–No tiene de que preocuparse señorita Jefferson, usted no me atrae sexualmente.–Me dice con cinismo, mientras ha demostrado lo contrario.

–¿Entonces por qué me dijo esas cosas tan asquerosas?–Pregunté molesta, ya que podía llamarme a hora inadecuadas para venir a trabajar pero no me podía negar que se a comportado como un depredador sexual.

–¿De qué habla usted?–Alza una ceja, haciéndose el desentendido.

–Usted me dijo cosas muy sucias el día de ayer. No quiero ser de esas mujeres, pero usted tampoco me atrae sexualmente.–Mentira, la verdad es que me atrae y mucho, pero nunca lo haría con un desgraciados hijo perra.

–Bien señorita, la revisare una vez más, si no es mucha molestia.–Esto era una como una prueba, así que le hice una media sonrisa. En ese momento solo quería probar que seguía siendo el mismo cerdo que ayer.

–No lo es.–Le digo segura de mí misma, mientras me encamino a la camilla y me siento en ella. Me quedo allí nerviosa por unos minutos, ya que él verá de nuevo mi pecho. ¿Por qué accedí? Solo intentaba no verme nerviosa ante él, pero creo que esto no fue una de mis mejores ideas.

Y en cuanto está enfrente de mí, sus hermosos ojos se alumbran como si lo estuvieran apuntando con una lámpara.

–Bien, parece que no morirá.–Me dice con una sonrisa en sus labios.

–Que bien por mí.–Le contesté tratando de no ver sus ojos, mientras me mantengo enojada.

–¡Quítese la ropa!–Escupe con fuerza y con cinismo.

–¿De qué habla?–Le pregunté con los ojos saliéndose de mi cara.

–¡Le dije, que se quite la ropa!–Grita sin vergüenza, mientras lame sus labios rojos.

–¿Para que?–Pregunté a la defensiva.

–Para demostrar que la estimulo demasiado.–Me dice desabrochando su bata y su camiseta, dejándome ver su estómago marcado, que me provoca calambres en las parte baja de mi cuerpo.–¿O tiene miedo?–Me pregunta con arrogancia.

–¿Yo..?–Me señaló una vez más. Tengo que dejar de señalarme a mí misma, parece que solo me trae problemas.

–Gallina.–Me responde, olvidando que él es incluso más listo que este estúpido juego sexual que lleva conmigo.–Pero si usted no quiere, no lo haremos a la fuerza.–Lentamente se abrocha la camiseta, pero yo débilmente, le detengo inconscientemente.

Trago saliva para luego mirar esos hermosos ojos cafés brillante, mientras lentamente nos besamos. Su lengua traspasa mi barrera y entra a mi boca, mientras pasa sus manos por mi cintura hasta llegar a mis muslos. Donde lentamente me quita el pantalón.–Usted tiene las piernas más hermosas del edificio. Que mal que es enfermera, siempre tiene que guardar esas piernas, en esos pantalones blancos.–Me susurra al oído, para después quitarme la blusa, dejándome solo con sostén.–Y los pechos más hermosas.–Lentamente toca mis pechos con sus manos grandes.

–Debe ser todo un casanova entre las enfermeras. ¿Lo hace con todas?–Pregunté rompiendo el ambiente sexual.

–¿Por quién me has tomado?–Pregunta molesto.–¡Yo no soy el gigolo del hospital!–Me dice con molestia.–Me has hecho enojar.–Me dice muy molesto mientras me aprieta el pecho de más, para luego soltarlo con rapidez.

–¿Eso era necesario?–Le pregunté adolorida, ya qué sé qué lo hizo para fastidiarme.

–Si lo era, no quiero que piense que me acuesto con medio mundo, estúpida niña.–Escupe tirándome a la camilla, mientras él se sube encima mío, atrapando mis labios con fuerza.–Usted me hace enojar tanto.–Dijo entre besos mientras nuestros labios chocan y truena como una sinfonía sexy y atractiva.

–Créame, no quiero disgustar a mi jefe.–Le contesté pasando mis manos por su espalda bien trabajada, mientras él besa mi cuerpo entero con sus delicados labios, haciéndome temblar.–Lo odio.–Susurre al aire mientras pasa sus labios por mi cuello.

–Yo también la odio a usted, ¿tiene que ser tan tonta todo el tiempo?–Me pregunta, mientras me besa cada vez más. Sus labios me hacen sentir que quiero más y más, pero aferro mis manos a la sábana de la camilla.

–Y usted un dolor de culo.–Susurre mientras él está pasando sus labios por mi vientre.–Como me gusta que me bese.–Confesé sin más mientras él vuelve a mis labios y me besa como nunca lo han hecho. Con manos ágiles me retira las pantaletas haciéndome suspirar con fuerza.–¿Dime si usted sigue siendo virgen?–Me pregunta curioso mientras que mi cuerpo se tensa.

Tenía apenas veinte y aun sigo siendo virgen. Terminé muy rápido mi carrera, era obvio que no tuve mucho tiempo para encargarme de ese asuntito.

–No.–Le miento tratando qué no me intimide su gran experiencia en el sexo.

–¿Me está tomando el pelo?–Me pregunta al ver que tarde mucho en contestar.–O solo soy yo el que noto, que su respuesta fue muy pensada.

–¡De acuerdo, aun sigo siendo virgen!–Grité con fuerza.–¡Máteme o de mándame! –Estaba un poco fastidiada, ya habíamos llegado tan lejos que detener este fuego para mí era solo un desperdicio.

–¿Por qué?–Preguntó sorprendido y con una reacción algo sorprendente. Era como si no pudiera creerlo, así que yo misma me pregunté por qué había esperado tanto tiempo. Pero mi respuesta fue de inmediato.

–¿Por qué mentí?–Le contesté inocentemente sobre la demanda o el posible asesinato.

–¡No tonta!–Me da un golpe con sus dedos sobre mi frente.–¿Por qué sigues siendo virgen? –Me preguntó, pasando sus manos por mis hombros delgados.

–Porque simplemente no he tenido tiempo de tener una relación para hacer, usted sabe.–Le dije nerviosa y avergonzada de haber llegado al punto de decirle a mi jefe que seguía siendo virgen.

–No lo haré yo, si eso es lo que estás pensando.–Ahora se incorpora, para cruzar los brazos enfrente mío. Era como si no quisiera meterse con una niña o algo así, de pronto vi que ya no era tan atractiva ante sus ojos.

–¿Por qué tiene que ser tan idiota?–Le pregunté golpeando su cabeza con mi brazo.–Cree que ando por allí buscando eso. No sea un imbécil, muchos querrían estar conmigo.–Quería subir mi autoestima aunque sea un poco, aun que sabía que lo que decía tal vez no era muy cierto.

–Eso no lo dudo hermosa.–Dijo pensativo mientras impulsivamente pone sus manos por mis mejillas calientes, tirándome una vez más a la cama, besándome con sus labios llenos de saliva. Lentamente pasa sus manos por mi feminidad haciéndome gemir mientras me apego a las almohadas de la camilla.

–Aprieta con fuerza y trata de no gritar.–Me susurra mientras sus dedos se pasan por mi feminidad, dándome una satisfacción que pocas veces he sentido. Yo le hago caso y muerdo con fuerza una de las almohadillas que tenía sobre la camilla.

De pronto todo se descontrola, él lentamente va bajando sus labios y besos hasta que llegó a mi parte íntima, mientras acerca su nariz y labios hacia mí. Yo no sabía cómo ni cuándo habíamos llegado a este punto, pero lo estábamos haciendo. Su lengua se aferra a mis labios vaginales, llegando hasta el fondo, en donde succiona y muerde un poco de mí. Nunca pensé que su estímulo me hiciera pegar un gemido, que pudo haber derribado paredes.

–¿Quieres más?–Me pregunta disfrutando verme morder la almohada como si tuviera hambre, ¡pero claro que tenía hambre! Tenía hambre de él.

–Se lo suplico.–Le dije quitándome la almohada de la boca, mientras que con un humor divertido, vuelve al lugar en donde me hizo sentir que quería algo más que solo un beso. Sus labios se apasionaron en mi vagina, era como si él quisiera que mi primer sexo oral fuera el mejor de todos los que pueda presenciar en lo que resta de mi vida.

Él quería que estuviera en mi mente, cuando otro tipo quizás lo estuviera haciendo, para darme cuenta que nadie es mejor que él.

¿Y cómo lo sabía si era virgen? Sencillo, ya que ni siquiera lo más emocionante o fascinante que había visto hasta ahora, me había quitado el aliento como sus embestidas con la lengua. Pero el paraíso en la tierra no duró, ya que la puerta sonó, rompiendo todo lo que teníamos.

–¡Maldita sea!–Escupe el doctor al aire, mientras se ve que está muy molesto de que lo hayan alejado de mí de esa manera. Así que me pasa una bata y hace que me la ponga. Supongo que hoy puedo agradecer que existan las batas de enfermos, que son tan fáciles de poner y cubren todo el cuerpo, o en este caso, la escena del delito.

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