(17)

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Se que Liza definitivamente no es mi hija, pero la quiero como si lo fuera. Su padre era demasiado egoísta con esa pequeña, que no podía dejarla sola, así que me ocupe de que ella estuviera cómoda.

Llene su habitación de cosas que compre con el dinero de su padre, bueno el que me gane acostándome con él. Adorne su cuarto como si fuera el de una princesa, desde las sabanas hasta las cortinas, también le compre una pequeña mesa blanca donde podría poner todas sus medicinas, y también un pequeño espejo para que se mire cuando ella quiera.

Las enfermeras que cuidan de ella, me ayudaron a persuadirla, en cuanto yo armaba todo esto. Después la trajeron con una venda cubriendo sus lindos ojos avellana. Ella entró al lugar con una sonrisa en su boca, y al desatarle la venda, sus ojos se alumbraron de felicidad, e incluso tapó su boca y dio un grito ahogado.–¿Qué es esto?–Preguntó incrédula, mientras se le ve feliz.

–¡Sorpresa!–Le digo sonriente.

–¿Tú lo hiciste?–Me pregunta con lágrimas
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