Capítulo 5

En la cafetería saludo a la señora Clark, como cada sábado. Mis chicas ya están allí, como siempre.

—Cinco minutos tarde, Paula —dice Lucy con mal humor.

Decido ser un poco condescendiente con ella. Ya me imagino a que se deberá su mal humor, a parte de las locas hormonas del embarazo. Parece que el policía no hizo un muy buen trabajo anoche.

—Les dije que no se acostumbraran.

Rueda los ojos y río junto a Sarah.

—¿Lista para probar tu vestido de novia, Lucy? —pregunta Georgina.

—No. —Se cruza de brazos y reímos—. ¿Por qué son tan malas amigas? Se supone que deberían estar de mi lado.

—Precisamente porque estamos de tu lado, es que lo hacemos. Sabemos lo feliz que te hace Mark, así que deja esas tonterías y asume que, en una semana, estarás casada y serás la señora Luisiana Davis —dice Sarah apretando sus cachetes, y reímos.

—Sólo no quiero que me obliguen a hacerlo.

—Entonces dibuja una linda sonrisa y pon de tu parte —concluyo y me saca la lengua.

Pedimos nuestros desayunos y hablamos de los cortes que le sentarían mejor al delgado cuerpo de la morena. Es una suerte que aún no se le haya empezado a notar el embarazo, sino, tendríamos que luchar por encontrar algo lindo.

—Mi madre vendrá en unos días. Está feliz y dice que quiere ayudar.

—Eso es genial, entre más manos, mejor.

Aplaudo y finalmente sonríe.

Aun no entiendo las razones de esta mujer para no querer casarse con ese hombre que la adora. Ya tiene veintiséis años, tiene a un hombre que la ama más que a nada y tendrán un hijo. Las personas, muchas veces se niegan a la felicidad por miedo, pero cuando lo pierden se lamentan por no aprovechar las oportunidades que se les presentan.

Para la muestra, tengo a Ethan.

—Lucy —dice el señor Walker algo agitado. Rio cuando Georgi se atraganta y golpeo su espalda mientras él la observa extrañado—. ¿Estás bien, Georgina?

—Sí, señor. Gracias por preguntar.

Baja la mirada a su plato de frutas y Sarah me guiña un ojo con complicidad. Mi Georgi necesita un hombre, porque éste no le da ni la hora. Adam no se involucra con el personal, es lo suficientemente inteligente para hacer una estupidez como esa. Sólo le traería problemas.

Creo que ese tipo de cosas se las dejamos a los adolescentes inexpertos.

Walker vuelve la mirada hacia Lucy y saca algo de su chaqueta de jean. Ella se pone roja cuando ve que es la invitación a la boda.

—Nos vimos hace una semana y no nos dijiste nada. Tienes mi jodido número y no nos llamaste. Me tuve que enterar esta mañana revisando mi correo.

—De hecho, fui yo quien lo encontró. Estos dos nunca hacen nada por sí solos —dice una mujer detrás de Walker.

Es la misma rubia de ayer en la cafetería de la empresa.

—Ya déjenla en paz. Se casa y es su problema, Adam.

Es la primera vez que escucho al señor Collins decir más de cinco palabras seguidas, sin tener en cuenta de su caliente enfrentamiento con Ashton, pero no puede dejar sus gruñidos de perro rabioso.

—¿Por qué no se sientan con nosotros? —pregunta Sarah y Collins niega mientras sus amigos empiezan a correr una mesa para unirla a la nuestra ignorando a su desagradablemente asocial amigo.

—Espero no se les vuelva costumbre —espeta el detestable hombre sentándose lo más alejado posible de nosotras.

Siento que me hierve la sangre y, si no fuera porque es uno de los socios principales, ya tuviera mi mano pintada en su jodido cachete.

—Ella es Heidy Campbell, será la nueva Directora Creativa —dice Walker—. La presentaremos el lunes.

—Encantada de conocerlas. Paula, Sarah, Georgina ¾dice señalándonos a cada una—, y Lucy debes ser tú, porque no te vi ayer en la cafetería gritando con tus amigas.

Todas la miramos y la mujer se encoge de hombros.

Sarah se retira para atender una llamada y empezamos a contarle a Heidy todo lo que hemos preparado. Se divierten mucho cuando se enteran de que la novia no está de acuerdo con su propia boda y se está casando obligada.

—¿Y ya tienen el banquete? —pregunta la nueva rubia.

—Yo la prepararé —dice Sarah ocupando su lugar frente a mí y entre Lucy y la nueva mujer.

—¿Y no es mucho trabajo?

—Claro que no...

—Mi regalo de bodas será el banquete —dice Collins.

Debo reconocer que me ha impresionado. Nunca lo hubiera creído capaz de un gesto "noble".

—Señor Collins, yo... —dice Sarah, con dulzura.

—He dicho.

Por la manera en cómo mi rubia mueve y aprieta su quijada, sé que se debe estar mordiéndose la lengua para contenerse y no decirle a este prepotente sujeto, lo que se merece. Sarah es una mujer muy calmada, pero cuando se enoja, más vale salir huyendo.

Afortunadamente, para nosotras, los tres se van luego de quince minutos. El ambiente que se respira alrededor de Collins es insoportable. Esa manera de ser tan...

Sarah no quiso comentar nada al respecto, solo dijo que no tiene importancia. De verdad no la tiene, pero la ira que bulle de su piel se siente como un volcán a punto de explotar.

Almorzamos en el mismo lugar mientras le muestro a Lucy lo que será la decoración del lugar de la recepción, y poco a poco la noto más entusiasmada. La señora Clark y una de sus excompañeras también se unen para dar ideas, algo locas para mi gusto. Como entrar en motocicleta al altar.

¡¿En qué jodida cabeza?!

—No nos has contado como te fue con el capitán —pregunta la novia y sonrío.

—Sólo hablamos un rato anoche. Está ocupado —digo, restándole importancia.

Debo agradecer que no soy una persona apegada. Creo que ese fue el problema con el matrimonio del sexy hombre. Cuando una mujer demanda atención, es un peligro para la relación.

Recibo un mensaje de él y sonrío. Ya las chicas no prestan atención.

Jim: ¿Qué harás esta noche, pelirroja?

Yo: Noche de chicas, capitán. ¿Mañana?

Jim: Te confirmo, preciosa. Pásala bien.

Este sujeto me gusta mucho. Se nota que tiene los pies bien puestos sobre la tierra, no es controlador y es muy divertido hablar con él.

Salimos del lugar y vamos a la tienda de vestidos de novia. No es muy agradable discutir con Lucy por esto, pero no vamos a dejar que lo arruine por estar comportándose como una niña consentida.

—O escoges, o escogemos nosotras. Y créeme que no te va a gustar. Tomaré el más feo y te obligaré a casarte con él —la amenazo con firmeza.

No puede ser que luego de dos horas, aún no haya escogido un vestido. Hubo un par de ellos que me encantaron, pero esta mujer es simplemente imposible cuando actúa de esa manera.

Vuelve luego de media hora, en las que las tres hemos estado dando vueltas preocupadas, con un precioso vestido liso sin magas y cuello en V, tiene un delicado cinturón con pedrería debajo de sus pechos y la falda acampanada. Perfecto para una mujer embarazada sin llamar mucho la atención a ese hecho.

—Me encanta —grita Georgina, sorprendiéndome enormemente, y la apoyamos.

Lucy se sonroja, pero sonríe. Con eso sabemos que le ha gustado también y eso nos deja más que satisfecha. Tomo un velo que había visto antes y lo coloco sobre su crespo cabello. Es de solo encaje y con brocados en el borde. Sencillo, pero hermoso como ella.

—Ahora sí estas perfecta.

Asiente y limpia un par de lágrimas antes de irse a cambiar. Me gusta saber que es feliz a pesar de lo mucho que se queje.

—Aunque se niegue a creerlo, está feliz —murmura Sarah.

—No sé cómo Mark puede soportar a esa obstinada mujer —digo.

—El amor —concluye Georgi.

—¿Y tú para cuando, niña? Walker no te da ni la hora. A menos que despiertes y te hagas notar.

Se queda callada y se aleja de nosotras.

—Déjala en paz. No todas las personas son como tú —me reprende la rubia.

—Si fuera así, este mundo sería genial.

Sarah ríe y la abrazo con fuerza.

Luego de salir de la tienda, nos vamos a casa de Georgi y cenamos allí.

Lo único que no me gusta de este lugar, son esos jodidos gatos que solo se la pasan dejando pelos por todos lados. Tuve que quitármelos de encima en un par de ocasiones, lo que molestó a Georgi. Pero entre gustos no hay disgustos.

Ella ama a sus mininos, pues yo los quiero lejos de mí.

Su casa es pequeña, una casita tierna como ella, parece la casita de la abuela de caperucita. Cualquiera pensaría que pertenece a una dulce ancianita. Con gatos incluidos. La casa vino con uno.

Luego de comer, hablamos sobre los demás detalles que nos hacen falta, como las flores que utilizaremos, especialidad de Georgina. Sé que son algo costosas, sobre todo en esta temporada helada, pero serán mi regalo. Las peonias son lo mejor, dice Georgina, y le darán un toque romántico y elegante al momento. Al terminar de convencerlas, me dedico a preparar lo que he prometido.

¡Margaritas!  Pero, sin alcohol para la embarazada.

Sarah rueda los ojos, pero ríe. Ya haré que se divierta. Si no estuviera tan metida en su papel de madre y esposa, fuera la persona más divertida del mundo.

—¿Ustedes serían mis damas de honor?

Todos contestamos con un alegre , y brindamos por la boda, el bebé, una nueva vida y mucha unión entre nosotras.

No sé ellas, pero yo las necesito aún más de lo que necesito respirar. Ellas lo son todo para mí.

Por un momento, al tenerlas aquí reunidas, riendo y hablando, me siento completa, en mi lugar ideal, con el pleno convencimiento de que cualquier cosa que haya pasado en mi vida, era lo que debía p***r, por muy doloroso que fuere. Ellas debían llegar a mi vida, tenían que estar aquí junto a mí y ser parte fundamental de lo que soy. Si no las tuviera, Dios, no sabría dónde estaría en este momento. Sobre todo, a mi rubia. Mi adorada Sarah.

—Yo quiero decirles algo —dice Geor, cuando vamos por la mitad de nuestra segunda copa. La de ellas está entera, sólo le ha dado vueltas a la copa y nos mira temerosa. Siempre me he preguntado qué esconde esta niña detrás de esa triste y tímida mirada—. Ustedes son mi familia y creo que es hora de que sea sincera.

—Siempre que no nos vuelvas cómplice de algún delito, eres libre de hablar —digo, intentando de facilitarle el trabajo—. Aunque no estaría mal que el capitán me esposara y me dominara.

—Si es que puede —dice mi perspicaz rubia.

Las chicas ríen, pero la idea no me suena nada descabellada. Ya tendré tiempo para ponerla en práctica. Sarah siempre ha dicho que no cualquiera puede con una mujer como yo y, parece, que ese alguien no ha llegado aún. Ethan no cuenta, aunque en ese entones no era ni la mitad de mujer que soy hoy.

—Cuando tenía dieciséis años… —empieza y por su seriedad, decidimos solo escuchar—, tuve una relación sentimental con un hombre de un poco más de diez años mayor que yo. Estuvimos juntos por casi un año y era… bueno. Me ayudaba en la escuela y me cuidaba mucho. Demasiado. Quedé embarazada, —Sus ojos se llenan de lágrimas y los míos igual, siento propio su dolor—, mi madre me descubrió y me golpeó muy fuerte, casi pierdo a mi bebé. Como no quise decirle quien era el padre, me votó de la casa. Ni mi padre ni mis hermanos movieron un dedo para ayudarme. Fui con él, pero —gime con llanto y nosotras la abrazamos con fuerza, hasta que se calma—, él tenía planes diferentes. Me obligó a abortar.

Cierro mis manos en puños sintiendo el dolor de mi pequeña amiga y odiando a esas horribles personas que la lastimaron. Las personas que se supone deben cuidarte, son muchas veces, las que más daños te hacen.

Creo que nunca entenderemos a las personas que están a nuestro lado, aun conociendo sus historias. Pero lo que le ha pasado a Georgina, es simplemente doloroso.

Sólo era una niña ilusionada, con la que jugaron y, en el proceso, la destrozaron por dentro.

Bebemos, pero la alegría que compartíamos se ha ido.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo