Capítulo 4

Una dura semana ha pasado y no he logrado descansar mucho gracias al incansable trabajo con el señor Hudson, y todo lo que estamos preparando para la boda de Lucy y Mark.

Sarah se ha comprometido en hacer la comida, mientras que Georgi y yo, nos hemos dedicado a los preparativos. Ya tenemos la lista de invitados, que afortunadamente es pequeña, y esta noche le entregaremos las invitaciones a Mark. Las que son por parte de Lucy, ya las enviamos, sobre todo la de su madre. Mi morena amiga sólo nos tiene a nosotras y a nuestros jefes.

—Buenos días.

Levanto la mirada y me encuentro con una rubia perfectamente peinada con ropa de princesa en tonos pasteles que empalagan tanto que quieren hacer a mis ojos vomitar por tanto dulce. Diabetes crónica. Sonrío cordial a manera de saludo esperando a que la mujer hable y levanta una ceja.

Que horrible gesto tan déspota.

—¿En qué le puedo ayudar?

—¿Dónde está la oficina de mi prometido?

—¿Y quién es su prometido? 

Sonrío al ver como mueve su quijada y la hace crujir con fuerza.

—Brad Hudson. ¿Quién es usted?

Algunas de las chicas de la oficina la miran con desagrado y eso siquiera le importa. Sonrío aún más al recordarla. Toda la semana ha llamado y él solo se niega a aceptar cualquier contacto con ella. Esta mujer es una pesadilla viviente, llamando cada media hora para preguntar si su prometido ha llegado.

—El señor Hudson, está es una reunión por fuera de la oficina.

Por su cara, estoy segura de que ya lo sabía, pero se nota lo enferma que está por ese hombre y lo controladora que es con él. No es para menos, es muy, muy guapo.

—Tú debes ser Paula —dice con una sonrisa hipócrita.

Las puertas del elevador se abren y sale Hudson apurado, pero se detiene en seco cuando la ve, sin ocultar su desagrado, resopla y sigue caminando con la intención de evitarla. La rubia corre a sus brazos y lo abraza interponiéndose en su camino. Él besa rápidamente los labios de su novia y camina esquivándola. Apartándola como si le fastidiara. Eso sí que es ser cariñoso.

—Braddy, mi amor.

Aprieto mis labios para no reír al verla correr detrás de él como si fuera un perrito necesitado de afecto. Gena está por estallar en una fuerte carcajada. Muerdo mi pulgar y los veo perderse dentro de la oficina luego de que mi jefe salude sin prestarnos mucha atención.

—Qué mujer tan insoportable —chilla Leila, provocando la risa de casi todo el piso.

Paso mi dedo índice por mis labios para que deje de hablar. No es muy conveniente, eso puede darnos problemas si el jefe se llega a dar cuenta de las burlas. Muy aparte del tipo de relación que lleven, no es de nuestra incumbencia lo que hagan.

Ya me estoy pareciendo a Sarah.  

¿Desde cuándo me interesa lo que los demás piensen?

No demoran nada en salir y la mujer ahora parece que fuera a llorar, mientras que él se muestra muy enojado.

—Paula, estaré en la oficina de Adam.

—Sí, señor —contesto inmediatamente, sin mirarlo.

Sé que él tampoco me mira.

—¿Por qué dejan que las empleadas vistan de esa manera? Se cree una adolescente —escupe su venenosa novia.

—Sonia —murmura mi jefe con voz dura y ella brinca en su lugar.

Me pongo de pie alisando mi falda negra tipo tubo y mi crop-top del mismo color. Ella me mira de pies a cabeza y sonrío mientras rodeo mi escritorio, totalmente erguida. Le guiño un ojo a mi jefe cuando paso frente a él y me detengo frente a su novia que me observa con desagrado. Es más baja que yo y su simpleza es increíble. Ya veo por qué es tan insegura con el novio que tiene.

—Lo hago, porque puedo.

Sonrío con "inocencia". Sé que de eso no tengo ni uno solo de mis cabellos. Tomo algunas carpetas apiladas sobre mi escritorio y las llevo a archivar para alejarme de ella. Sonrío cuando las chicas ríen entre dientes.

—No hay mujer más sexy que Paula —grita Mills, y río porque ellos son increíbles a la hora de fastidiar la vida de alguien, y el que nuestro jefe no muestre respeto a su novia frente a nosotros, abrirá todo el camino para ser tratada como un ser detestable a ojos de todos. Lo hacen para fastidiar a la niña insegura. Me gusta que aquí todos sean así de unidos.

Soy la mayor del equipo, ninguno llega a los treinta años, pero no se meten conmigo. Las chicas que entran nuevas, e incluso las modelos para los comerciales y campañas, llegaban con la misma actitud que la novia de mi jefe, pero me encargo de hacerles entender que nunca se verán como yo.

Ni, aunque vuelvan a nacer.

Al volver a mi puesto, Gena cuenta divertida, que mi jefe no apartó sus ojos de mis nalgas, sin ánimos de disimular, hasta que su novia le recriminó próxima al llanto, pero no le dio importancia. Eso me hubiera gustado verlo.

Que le sirva de experiencia para no fallar por criticar a una mujer por su madurez. Nunca negaré mi edad. Como dice Lucy, ya quisiera ella verse tan bien como yo.

A la hora del almuerzo, tomo mi gabán rosa pálido y bajo al restaurante de la empresa para almorzar. Me encanta que nos consientan dándonos el almuerzo cada día. Tomo una bandeja y busco una ensalada césar con un té helado. Arrugo mi entrecejo al ver a una rubia de ojos verdes, muy bien arreglada al lado del señor Walker y de Hudson. Nunca la había visto.

Llego con mis chicas y sonrío.

—Mañana iremos por el vestido —dice Georgi emocionada—. Tenemos cita para después del almuerzo.

—Irás, ¿cierto? —pregunto mirando a Sarah, y ella sonríe.

—No me lo perdería. Quizás, podamos p***r la noche en casa de alguna.

Sarah jamás había tenido una mejor idea.

—La mía —propone Georgi sin dudar.

—Noche de margaritas —chillo, emocionada.

Rio al ver la cara de sufrimiento de Sarah. Ya me encargaré de que disfrute la noche y se olvide de su papel de madre y esposa, al menos por una noche. Se lo merece y realmente lo necesita.

—Por ahí estuvieron comentando que hiciste algo en tu piso. Cuenta.

Vuelvo a reír ante las palabras de mi rubia y les cuento lo que pasó con la Barbie capitolio que es la novia de mi jefe y sus comentarios ofensivos.

—¿No crees que te pasaste?

Y allí está la seria y bien puesta, Sarah King.

—No. Eso le servirá para que aprenda a no meterse conmigo. No tengo culpa de que sea una niña de papi insegura de lo que tiene.

Sarah rueda los ojos y Georgina ríe entre dientes, increíblemente.

Sé que tengo razón.

El resto de tarde transcurre con total normalidad y no vuelvo a ver a mi jefe. Sé que tiene bastante trabajo por todo lo que no hizo Ashton. Al igual que yo.

Recojo mis cosas despidiéndome de todos y bajo ciñendo el cinturón de mi gabán a mi cintura. Doy gracias al cielo de que no haya nevado o llovido. En semana y media será navidad, lo que me recuerda, tener que comprar los regalos para mis amigas, sus esposos y los niños de Sarah.

Georgi y yo, nos despedimos de Sarah y nos vamos para encontrarnos con el sexy policía en su lugar de trabajo. Entramos a la estación de policía y suspiro al recordar la primera vez que estuve aquí. Lucy me dio un susto tan grande cuando no la encontré la noche anterior. Me sentí muy aliviada al saber que ese bastardo no le hizo nada a mi loca amiga.

Sonrío a algunos de los compañeros de Mark que me saludan y guiñan el ojo. Hombres.

—Paula, Georgina. —Llega Mark y nos da besos en las mejillas.

—Toma, policía sexy.

Le entrego las invitaciones que le corresponden y las empieza a hojear. Siempre me ha agradado este hombre, nunca se molesta o se deja llevar por mis abiertas insinuaciones que, aclaro, no llevan ningún interés más que de molestar. Por eso es perfecto para Lucy, tiene una paciencia de santo.

—Se ven bien.

—¿Sólo bien? Estás loco.

Ríe y nos pide que lo sigamos. Nos lleva a su escritorio y desaparece por las escaleras.

—¿No te incomoda estar aquí?

Río ante la tonta pregunta de mi pequeña mi amiga y la abrazo.

—Se llama, ser sociable, cariño.

Beso su mejilla y hace una mueca como una niña pequeña.

—Pelirroja. —Miro al lindo hombre que me llama, con una sonrisa.

—Capitán. —Me levanto y toma mi mano acercándome a él.

Me encantan sus ojos cafés oscuro, se ven algo intimidantes, pero transmiten seguridad. Siempre va vestido de traje, no es de diseñador, pero se nota que se esmera por verse bien. Su cabello negro lo tiene hoy algo desaliñado, pero no se ve nada mal. En lo absoluto. Es un hombre de cuarenta y pocos años, muy bien parecido y emociona verlo. Así es como me fascinan los hombres.

Ambos ignoramos los murmullos de sus subalternos mientras nos sonreímos bobamente.

—Tiempo sin verte. No has vuelto por el bar.

—Algo ocupada. Pero luego de la boda, me vuelvo a poner en forma.

—Sería bueno colaborar en eso. Te pondría a trabajar mucho.

Muerdo mi labio por la imposibilidad de evitar que mi cuerpo se acalore. Me gusta la mente abierta y pícara de este hombre, lo que toda mujer de mi edad necesita. Nada de tonterías infantiles, sólo palabras directas.

—No suena mal, pero... 

No me deja terminar. Levanta su mano izquierda, que sólo ocupa una ligera macha blanquecina que antes ocupaba su argolla de matrimonio, y se encoje de hombros.

—Tenemos que ponernos al día, pelirroja.

—Eso veo. Y mucho —digo, sin poder creérmelo.

Aunque, viendo la amargura de sus gestos en algunas de esas ocasiones en las que coincidimos y esa animosidad que mostraba por entretenerme cuando nos veíamos en el bar, sin deseos de volver a su casa, dice mucho de lo feliz que era en su matrimonio.

Y yo que pretendía salir a buscar diversión. Ahora tiene un punto a favor, pero son cosas que tenemos que hablar y aclarar. Esa m****a de hombres comprometidos no va conmigo. Soy mujer y no me gustaría que me hicieran algo semejante, además de las escenas que acostumbran a hacer las mujeres traicionadas, que son muy penosas. No estoy en edad de soportar tonterías como esas.

Ni siquiera a Ethan le fui infiel. No sé si él lo haría, pero nunca me dio una sola razón para dudar.

—Capitán —habla Mark y le tiende un folder, observándonos divertido y se sienta en su escritorio.

—No te vayas sin despedirte —dice el capitán y asiento ocultando mi emoción.

—¿Es cierto? —Mark frunce el ceño y levanto mi mano izquierda—. Tu capitán.

—Si. Hace unos dos o tres meses.

—No me meteré en problemas, ¿cierto? —Niega mientras sonríe.

—Él no es así, hasta donde lo conozco. Además, me había preguntado por ti en un par de ocasiones.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Ríe cuando chillo.

—Tengo suficiente con mi trabajo y mi loca mujer embarazada.

Esa excusa es suficiente para mí. No lo envidio en este momento.

Georgi codea mi brazo y dice que se quiere ir. Parece una abuela gruñona.

—A lo que vinimos —dice con pucheros.

Ruedo los ojos y saco una tarjeta de mi bolso.

—Mark. Los esperan a Lucy y a ti en esta dirección a las ocho.

—¿Para qué?

—La cita con el sacerdote que los casará.

—Dime que Lucy ya lo sabe —pregunta con gesto sufrido y ambas reímos.

—Todo se soluciona con sexo, mi querido amigo.

—Lo que me espera esta noche. Gracias por eso.

—No me agradezcas por el sexo que te da mi amiga. No soy su proxeneta.

Sus compañeros ríen y se burlan de él.

—Es hora de irnos. Parece que tu capitán está muy ocupado. Me despides de él.

—No creo que aprecie un beso mío —dice entre risas y no puedo aguantar mi risa también.

Nos despedimos y caminamos tranquilamente. Ha sido un buen día, después de todo. Y con todo, me refiero a la loca, obsesionada e inestable novia de mi jefe.

—¿Quieres tomar algo? —le pregunto a Georgina, pero me ignora y señala detrás de mí.

Doy vuelta y sonrío con un inevitable suspiro emocionado.

—Dije que no te fueras sin despedirte, pelirroja.

—Lo siento, capitán —digo, con inocencia, y ríe.

—Si vuelves a poner esa mirada me puedes matar.

Río, pero me lanzo a sus brazos y lo beso tomándolo desprevenido. Algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo. Sonríe y me besa aprisionando mi cuerpo contra mi auto. Es realmente bueno y creo que valió la pena la espera. Ahora ambos estamos solos y parece que el tiempo es el indicado. ¿Para qué esperar? No nos estamos haciendo más jóvenes.

—No sabes cuánto tiempo soñé con esto, pelirroja, y no de una manera muy cómoda.

Vuelvo a reír al igual que él.

—Espero aproveches el tiempo ahora.

—Eso no lo dudes. ¿Puedo llamarte esta noche? Te invitaría a salir, pero tengo trabajo aquí. Ese es un gran problema para mí.

Me mira con añoranza, y sé lo importante que es para él. Su vida transcurre en su oficina, su trabajo y sus subordinados, pero quiere una vida tranquila fuera de allí, se nota en cómo me mira y como me sostiene.

—Me encantará que me llames.

Sonríe, aliviado, y acaricio su mejilla, causándome cierta ternura ver a un hombre de esta manera. Me vuelve a besar y se despide con un último beso trastornador. Abre la puerta para mí despidiéndose con un último beso y me voy con una gran sonrisa.

—¿Se acabó la sequía? —Doy un respingo y mi tonta amiga ríe.

—Olvidé que estabas aquí.

Terminamos riendo y no puedo ocultar la emoción por lo que me espera, lo que espero, sea un poco duradero. Hace mucho no me sentía así de emocionada por salir con un hombre. Incluso, me hace sentir como si fuera una niña que recibirá su dulce preferido.

De solo pensarlo...

Ummm.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo