PREFACIO
“Sobre la cubierta del puerto de Nueva York la figura de un joven de cabello rubio y alborotado se encuentra, con la mirada fija en el océano, buscando cualquier anomalía en aquellas aguas calmadas, en aquella noche estrellada.
Una muchacha de cabello castaño y estatura mediana camina hacia aquella figura, parece sorprendida por su aspecto, ya que las ropas que usa no son de esta época.
“William” Pronuncia cuando llega hasta él, como si realmente esperase que aquella figura translucida pudiese escucharla, aquella figura de humo, pues recién ahora se percata de que esa figura no es real, tan sólo parece un recuerdo de una vida anterior.
Para su sorpresa la silueta se vuelve hacia ella y le sonríe, como si realmente pudiese reconocerla. Pero ella no lo conoce, no sabe quién es esa figura, ni la razón de su estancia allí.
Pero antes de que pueda averiguarlo, nota el rostro de preocupación de aquel hombre, y siente como una fuerza superior la empuja hacia el océano, haciendo que caiga, que se hunda en lo más profundo del abismo.
Su cuerpo chocaba contra las frías aguas, atravesándolas y hundiéndose cada vez más en aquel espeso océano. Sus pulmones pronto se encharcaban mientras ella luchaba por su vida y sentía como poco a poco su vida se marchitaba, como su espíritu abandonaba aquel cruel mundo.
Ya no quedaba nada por lo que luchar, ya no podía percibir a aquella figura, ya no volvería a ver aquellos ojos verdes. Una luz cegadora la embargaba, una hermosa luz celestial se expandía por cada poro de su cuerpo haciendo que el dolor cesase”
CAPÍTULO 1:
La niña de nadie
Emily Forbes despertaba sobre su cama, sobresaltada, sus cabellos rizados cubiertos en sudor por su rostro chorreaban. Sus ojos se cerraban y abrían intentando volver a la normalidad, mientras sus lágrimas por sus ardientes mejillas se precipitaban.
Aún podía notar cómo se sumergía en el agua, como se ahogaba, como el agua del mar entraba por cada agujero de su cuerpo, como intentaba respirar en vano. Y cuando ya creía que todo estaba perdido, que moriría en aquellas aguas sin volver a ver a su familia… una luz cegadora la envolvía.
Alargó su mano, agarrando el despertador, percatándose de que eran las 4 de la mañana. Una noche más, aquella escena se repetía. Aquel sueño volvía a traerle dolor. Tocó su pecho enojada, notando como su corazón palpitaba. Tragó saliva preocupada, pues de nuevo aquel apuesto joven frente a ella se mostraba.
Cerró los ojos mientras recordaba como el joven se acercaba hacia ella, preocupado, como si temiese no volver a ver jamás al amor de su vida. Su corazón latía fuerte, pues por un momento había sentido todo su dolor.
El frío suelo la sobresaltó, percatándose de que sus zapatillas no se encontraban junto a su cama, sus pies sobre la fría piedra chocaban. Recordaba entonces, como la noche anterior, había subido descalza a su habitación.
Se enervó pensativa, recordando de nuevo aquella molesta sensación: Podía sentir como caía, como el rostro del hombre se alejaba, el dolor y el miedo se apoderaban de ella, pues de un momento a otro caería al vacío y se hundiría en aquellas templadas aguas.
Volvió a tragar saliva, caminó despacio hacia la puerta de su habitación, pues no quería despertar a su padre, ya que este tendría que levantarse en pocas horas para asistir al gabinete de abogados. Atravesó el pasillo con sigilo, llegando hasta las escaleras.
Al llegar a la cocina de puntillas, se paró frente al frigorífico: una fotografía del día de su graduación se sujetaba con un imán. Recordaba muy bien ese momento, junto a sus 3 mejores amigas:
Rebekah, Elisabeth, Jane y Emily sonreían hacia el fotógrafo que inmortalizaría aquel momento. Tan pronto escucharon el click, las cuatro amigas rieron divertidas, ya que estaban bastante nerviosas por la graduación, al fin se habían graduado, al fin estaban listas para comenzar su vida laboral.
Y entonces cayó en la cuenta: en tan sólo unas pocas semanas comenzaría sus prácticas en aquel prestigioso gabinete, el mismo en el que había empezado su padre. Estaba ansiosa por demostrar su talento, y sonrío dichosa mientras abría la nevera y cogía un poco de agua.
“Emily” Escuchó tras de sí, miró hacia atrás sobresaltada, soltando la jarra de agua que se hizo añicos en el suelo. Su corazón latía a toda velocidad, pues en la cocina no había nadie más que ella, aunque habría jurado que había escuchado que alguien la llamaba. Una voz tan clara y suave…
Se sentía como una estúpida, pues a causa de su torpeza había roto la jarra más preciada de su madre, la que su abuela le había dejado en herencia.
Se agachó confundida, mientras recogía los trozos de cristal con cuidado de no cortarse. Y entonces aquella voz volvió a llamarla “Ems...”
Tiró los cristales al suelo y corrió hacia el salón, sin darse cuenta si quiera que se había cortado y ahora manchaba todo el suelo de sangre, a su paso. Pero estaba demasiado alterada como para percatarse de ello, ni siquiera se había dado cuenta de que su padre había bajado las escaleras y se encontraba de pie con sus marrones zapatillas, frente a ella.
Emily se sentó sobre el sofá y agachó la mirada para ver el estado de sus pies, pero lo primero que llamó su atención fueron sus zapatillas, se encontraban allí, justo donde las había dejado la noche anterior. Volvió la mirada hacia sus pies, percatándose de que se había clavado algunos cristales.
La joven se echó hacia atrás mientras ponía las piernas sobre su padre, este agarraba los delicados pies de su pequeña y los acariciaba dulcemente mientras miraba hacia ellos repudiado, pues le parecía una pena que algo tan bello se encontrasen en tal situación, tan sólo esperaba que aquello no dejase cicatriz.
La joven sonrió aliviada, pues saber que su padre la apoyaba era suficiente para enfrentarse a cualquier cosa. Bajó los pies, metiéndolos en sus zapatillas, y caminó con cuidado hacia las escaleras junto a su creador.
Su padre la acompañó hacia su dormitorio, recostándola en la cama después…
Tras observar como su padre dejaba la habitación, cerraba los ojos lentamente, mientras se envolvía de nuevo en sus sueños.
***
En aquella hermosa noche estrellada, la oscuridad se hacía plena por aquellas siniestras aguas, tan sólo la circunferencia de una luna redonda la iluminaba, dejando ver sobre ella un siniestro navío de velas rasgadas. Sobre el punto más alto, el camarote del capitán, un apuesto pirata con catalejo en mano.
El mar estaba en calma, tranquila y sosegada, ni un solo ruido se escucha por la apaciguada noche. Eran pocos los que despiertos deambulan por la sucia cubierta.
Apuesto pirata, con relucientes ropajes, y rostro limpio y cuidado, paseaba por esta admirando la espesura de la noche. No podía ver más allá de la luna, la oscuridad se hacía tan plena que casi no podía parpadear.
“Aquella joven ha vuelto a sus sueños” Pensaba el capitán, ella volvía a caer al océano, perdiéndose en la espesura de aquellas aguas. Podía sentir como su corazón se rompía en mil pedazos, como si hubiese perdido su razón de vivir. Tocó su pecho, preocupado, pues tales sentimientos como el amor nunca habían sido motivo de que perdiese el sueño.
“William” escuchaba tras de sí, haciendo que se parase en seco, sabía perfectamente a quien pertenece aquella voz, pero temía darse la vuelta y encontrarla en su navío, por un momento tenía la sensación de que aquello ya lo ha vivido. Pero al voltearse, se percató de que tan sólo había sido una alucinación. Ella no estaba allí, nunca estaría, pues tan sólo era una invención, un sueño, alguien que nunca podría enamorar a un ruin pirata como él.
Metió la mano en su bolsillo y sacó de él un trozo de pergamino, viejo, arrugado, en el que se encontraba dibujado el hermoso rostro de una joven mujer. Lo observó con calma, como si una parte de él recordase el sentimiento que le proporcionaba perderse en la mirada de aquella joven, por un momento no parecía un sueño, por un momento se sintió vulnerable frente a ella. Pero entonces, se percató del sentimiento que aquello le proporcionaba, de lo terriblemente débil que se sentía frente a aquel dibujo. Levantó este en alto, sacando la mano del barco, para luego abrirla, observando como aquel hermoso dibujo caía al mar, empapándose y siendo tragado por él.
***
El cielo se enorgullece al recibir la llegada del respetado sol, en aquella hermosa mañana de primavera, en la gran ciudad de Londres, todos corren de prisa hacia sus trabajos. Unos conducen su propio coche, otros prefieren la rapidez del metro, otros la comodidad del autobús y algunos ir andando a su cercano trabajo. Pero no todos tienen que trabajar en esta ciudad...
En un conocido y lujoso café llamado Pitfield, tres chicas se hallaban sentadas en los cómodos sofás junto a la mesa de la esquina, donde solían hacerlo cada mañana. Ellas eran Rebekah, Elisabeth y Jane.
Rebekah Hanson era hija de un prestigioso diseñador de moda y una millonaria accionista de una importante protectora de animales. Era una chica bastante presumida y experta en moda, pues había heredado el don de su padre. Aunque su verdadera vocación era la abogacía, por esto había estudiado esta difícil carrera y ahora planeaba abrir su propio negocio, en colaboración con su madre. Pues quería hacer una protectora de animales abandonados y crear un departamento de adopción para que la gente rica pudiese adoptarlos en lugar de comprarlos en tiendas de animales.
Era una joven morena, de estatura pequeña, que siempre lucía uno de los modelitos que su padre confeccionaba.
Elisabeth Corner vivía con su padre, que la adoraba y siempre la consentía demasiado. Debido a que su madre vivía en España con su actual marido, y que apenas la veía, se había descontrolado un poco y en aquel momento, era bastante liberal. Su padre se dedicaba a producir música para jóvenes talentos en una conocida discográfica. Mientras que su madre cultivaba vino en España junto a su esposo.
Era una joven rubia, de estatura media, y también vestía a la moda, gracias a los consejos de sus amigas.
Jane, era la más pequeña de las tres, era una joven dedicada, muy estudiosa y con un gran sentido del humor. Quizás su situación era la más distinta de todas: Vivía con sus abuelos, pues sus padres habían muerto en un accidente de coche cuando era niña. Y por esta razón había estudiado tanto para llegar a donde estaba.
Sus abuelos eran dueños de una de las más importantes empresas de repostería. Y aunque estos querían que su nieta heredase su imperio, esta había decidido que sería abogada social. Aunque no estaba teniendo demasiado éxito para encontrar trabajo.
Las muchachas reían divertidas mientras Jane contaba que estaba pensando en ayudar a sus abuelos con el negocio familiar mientras que encontraba algo sobre lo suyo. Cuando llegó la cuarta del grupo:
Emily Forbes. Era una muchacha decidida y entregada con su trabajo: hija de un respetado abogado criminalista y de una escritora sensacionalista. Había estudiado la abogacía, pues quería ser como su padre, y amaba ser abogada. Actualmente estaba saliendo con el conocido jugador de Rudbig Lucas Alan… Y las malas lenguas decían que pronto habría planes de boda.
Casi media hora más tarde, después de charlas y risas, las chicas salían por la puerta del lugar, mientras caminaban cada una hacia sus coches.
***
Mientras tanto, en aguas calmadas, el rey de las sombras surcaba los mares, a toda vela, parecía que estaba realmente ansioso por llegar a su destino.
En las profundidades del océano, en una antigua ciudad en decadencia. La antigua Antártida la llamaban algunos, vivan en paz las sirenas. La diosa del mar cuidaba de ellas, con sus inquebrantables normas mantenía la paz bajo el mar.
Aquel día, aquella hermosa diosa, con apariencia de sirena, ordenaba recuerdos en grandes burbujas, mientras admiraba decepcionada el oráculo (un enorme agujero en medio del suelo). Se suponía que aquello no debería haber acabado de aquella forma, se suponía que ella nunca debería haber regresado a su tiempo, que el dios de la muerte no se saldría con la suya, que ellos no olvidarían quienes eran, se suponía que el tiempo no volvería atrás, que volverían a su tiempo, que ella volvería junto a su pequeña, se suponía...
***
Emily se encontraba en el asiento delantero del coche, junto a su padre, de camino a casa de su abuelo en el campo. El viaje en avión había sido más pesado de lo que esperaba, y apenas había podido pegar ojo en el trayecto. Si a eso le sumamos que tampoco había dormido bien las noches anteriores, comprenderéis porque la joven daba leves cabezadas en su asiento.
Su madre se encontraba de viaje de negocios y no había podido asistir a la boda de su padre, o más bien, lo cierto era que no había querido hacerlo, pues no veía con buenos ojos que su padre se volviese a casar con una mujer después de haber perdido a su esposa.
***
Tres barcas eran remadas hacia una isla en mitad del océano, en una de ellas el capitán William Drake sonreía con malicia, pues pronto alcanzarían al escurridizo de barba negra y rendirían cuentas con el hombre que les había arrebatado el gran tesoro que habían requisado. Pero antes de que pudiese darse cuenta si quiera de lo que pasaba, tres hermosas mujeres aparecieron bajo el agua y se agarraron dulcemente a la barca del capitán.
Los marineros las miraron deseosos, mientras el capitán intentaba recordar dónde había visto antes a una de ellas, pues le resultaba extrañamente familiar.
Pero antes de que la muchacha pudiese responderle, uno de sus marineros había descubierto que aquellas hermosas mujeres no eran más que sirenas, peligrosas sirenas.
Y entonces sucedió, el dibujo que había tirado al agua la noche anterior, acababa de aparecer en el agua, inexplicablemente se encontraba intacto, como si el agua no afectase a la tinta.
Alargó la mano para cogerlo, antes de que la barca continuase su camino, y lo guardó en su bolsillo sin tan siquiera secarlo primero.
***
El campo de su abuelo estaba tremendamente bello, lo habían adornado con flores blancas y lazos del mismo color para la ceremonia. Y habían puesto largas mesas en el jardín para la celebración.
Rebekah llevaba un nuevo diseño de su propio padre. Se trataba de un hermoso vestido azul tipo corpiño, sin tirantas, y con unas cintas puntiagudas y de lentejuelas alrededor de este de manera uniforme. El vestido era de lo más original. Su cabello estaba suelto al viento.
Jane llevaba un hermoso vestido morado de media manga y un acentuado escote, y por primera vez en mucho tiempo la joven se había puesto tacones. También llevaba el pelo suelto y algo ondulado.
Elisabeth llevaba un moderno y simple vestido azul marino de tirantas y bastante corto cabe destacar. Llevaba su cabello rubio y liso.
Emily lucía un modelito que su amiga Rebekah había confeccionado para ella. Se trataba de un vestido de manga larga de color rojo, ceñido al cuerpo, con un acentuado escote y la espalda totalmente descubierta. Llevaba su hermoso cabello negro suelto al viento.
La joven se quedó maravillada al ver a su abuelo junto a un repleto manzano, sujetando a la que sería su futura esposa, parecía realmente feliz, y a ella le hacía realmente feliz que el hombre hubiese encontrado de nuevo a alguien con quien compartir su vida. Pero entonces, antes de que pudiese sonreír hacia su abuelo, se percató de algo… aquel roble. Juraría que había tenido la sensación de que algo había pasado en aquel lugar. Cerró los ojos un momento, acalorada, aquel vestido le apretaba demasiado y… entonces lo vio en su mente…
“Sobre el manzano la escalera se posaba, subido en ella, agarrando deliciosas y rojas manzanas un apuesto muchacho se hallaba, sonreía mirando hacia abajo, hacia una muchacha que reía divertida al verle trabajando para su abuelo. Ella lucía unos pantalones cortos y una camiseta de seda de mangas de tirantas, en sus pies unas botas de media altura. Él, una camiseta de lino entre abierta, dejando ver sobre su pecho una hermosa gema esmeralda que cuelga de su cuello, unos vaqueros y unos deportivas de su abuelo.
Aquel muchacho sonreía hacia ella, bajaba de las escaleras y le ofrecía una manzana. La joven la aceptaba maravillada por aquel gesto”
Emily abría los ojos despacio, intentando calmarse y recomponerse de aquella extraña sensación, por un momento, habría podido jurar que podía sentir que aquello era real, podía sentir como aquel joven le gustaba. Sacudía la cabeza mareada, intentando recomponerse de aquella situación. Tras darse la vuelta evitando la mirada de su abuelo, entraba en la casa, donde solía pasar muchos veranos de pequeña, justo antes de que su padre aceptara el trabajo en Nueva York y de que tuviesen que mudarse a la gran manzana.
Nada más entrar, sobre la chimenea, un hermoso dibujo de unos patos adornaba la pared en un bonito cuadro de madera. Apenas le presta atención, pero por alguna razón sentía que ese cuadro no siempre estuvo ahí, por un momento era como si supiese que había otra cosa ahí.
La jovendel bosque Emily caminaba por los jardines de su abuelo, se había despertado hacía tan sólo unas pocas horas, y parecía ser la única, ya que todos los demás aún permanecían con las puertas de sus habitaciones cerradas.Su abuelo se había marchado de luna de miel y había dejado al frente de la granja a su yerno. Tan sólo serían unos pocos días hasta que llegasen los responsables de la agencia con los nuevos inquilinos de aquel lugar.Parecía un sueño que el abuelo fuese a vender algo tan bello, aquel lugar en el que tan buenos momentos había pasado de pequeña. Pero no podía culparlo, sabía que la muerte de la abuela aú
La Realidad. Volvía a casa, pronto volvería a dormir en su cama y se olvidaría de toda aquella locura.La azafata indicó que debían ponerse el cinturón de seguridad, pues el avión despegaría de un momento a otro.Volvió la vista hacia la ventanilla, admirando como el avión despejaba, como subía más y más hasta navegar sobre las nubes.Respiró aliviada, acababa de dejar toda aquella tontería atrás. Ya no tendría que preocuparse de aquella niña o aquella extraña mujer del bosque, ahora tan sólo debía centrarse en el trabajo.Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, intenta
Intentando olvidar, pero sin parar de recordar. Apenas habían pasado unas pocas semanas desde que habían regresado a la gran ciudad.Emily ya había comenzado sus prácticas en aquel reconocido gabinete de abogados, y parecía estar bastante satisfecha con su trabajo.Seguía teniendo extraños sueños con aquel hombre al que no conocía, y seguía pensando en aquella niña llamada Andrea. Pero a pesar de todo seguía adelante con su vida.Aquella tarde, por ejemplo, se encontraba junto a su amiga Lizy, no muy lejos de Michigan, el lugar donde tendría lugar el próximo partido de Lucas, su novio.Se había pasado la mayor parte de los últimos días
Un viaje hacia lo desconocido La noche ha llegado a un pequeño islote, junto a la playa, muy cerca de un pequeño faro, un navío acecha, espera paciente a la luna, pronto subirá a lo más alto, pronto los monstruos de las profundidades saldrán a la superficie para apreciar su esplendor.El capitán Drake, junto a su tripulación espera ansioso a su presa, mientras admira como el faro encendido los delata.Señor Smith – llama a su subordinado, el cual mira hacia él dubitativo – vuestra arma – pide mientras levanta la mano hacia él en señal de que quiere que se la dé en aquel justo instante. El hombrecillo busca en sus pantalones, y saca su pistola, para luego ponerla sobre la mano de su ca
Planes de bodaApenas habían pasado unos meses desde su último encuentro con aquella sirena, y aún no había encontrado sentido a lo que esta le había dicho. Todo aquel tema de que ya se conocían de antes le olía a chamusquino.Aún tenía prisionera, en una pequeña caja de cristal, a aquella hada. Le gustaba admirarla en sus ratos libres, el diminuto ser intentaba por todos sus medios escapar, mientras él sonreía complacido al cerciorarse que todo aquel sufrimiento era por su causa.Aquel día de primavera, el mar estaba en calma. Hacía un calor terrible, que incidía sobre los marineros, haciendo que a estos les costara mucho más proseguir con su ardua tarea.El capitán del navío,
La pequeña Andrea Emily conducía hacia su casa con el coche, de forma estrafalaria, pero no podía prestar atención al tráfico de la misma forma, la sola idea de perder a aquella niña le asustaba demasiado.Bajó del coche sin ni siquiera aparcar como era debido en su plaza de garaje, tan sólo dejó el auto en el jardín, sin poner demasiado empeño en no estropear las petunias que su padre y aquella niña habían plantado el día anterior.Corrió hacia la casa, con Lizzy pisándole los talones, y llamó a la puerta con insistencia. Se había dejado las llaves dentro y no tenía forma alguna de entrar en su hogar.Su padre tard&oa
Chantaje Emily estaba realmente encantada de que el padre de Andrea hubiese decidido quedarse un poco más de tiempo, ya casi había pasado una semana, y la joven temía que ellos cumpliesen su palabra y se marchasen.Durante todos aquellos días había evitado quedarse a solas con el señor Drake, ya que no quería darle motivos para que alejase a Andrea de su lado, aquella niña se había convertido en alguien muy especial para ella.Aquella mañana escribía informes en el jardín de su casa, había sido una semana muy ajetreada, y aquel sábado tan sólo quería descansar de trabajo y disfrutar de la compañía de aquella niña. Levant&o
Atracción Sexual Aquella misma tarde una muy malhumorada Emily esperaba en el garaje a su endemoniada cita, aun recordaba cómo horas antes había tenido que cancelar la cita con su mejor amiga para ir a buscar vestido de novia. Y todo por culpa de aquel estúpido.Ya estoy aquí – dijo un apuesto William justo detrás de ella. Lucía una camisa de cuadros muy normal, como cualquier persona de esta época, no aquel extraño traje de pirata que solía llevar a todas partes. - ¿llevas mucho esperándome?¿nos vamos? – Preguntó mientras abría la puerta del coche en señal de que quería empezar ya aquella estupidez.