Quedate conmigo

Regina tembló una vez más —Giova-nni— lo nombró jadeante y con sus ojos apretados mientras su cabeza caía ligeramente hacia atrás. Ya no aguantaba.

Él acarició su dolorida erección que también comenzó a lubricarse, lamió del sensible y rosado clítoris de Regina y se levantó repartiendo un par de húmedos besos por su cuerpo, la respiración acelerada y la mirada confundida de la ruborizada chica, le mostraba el reprimido deseo femenino.

—¿Sabes, Regina? – le dijo dándole un fugaz beso en sus labios, su erecto miembro se pegó a la piel del vientre de la joven y ella tragó pesadamente — ese imbécil ya no te duele…porque ya no lo amas, porque en realidad, nunca lo amaste, aquella creencia estúpida de niña que te metieron siempre es lo único por lo cual sigues aferrándote a él, pero tú, no eres lo que todos te dijeron que eras, no eres la chica buena y pudorosa que siempre creíste ser – le dijo sorprendiéndola.

—¿Qué? – preguntó apenas con voz.

—Tú también lo sabes — habló roncamente el
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