—¿Qué harás hoy? – preguntó el rubio mientras terminaba de ajustarse una elegante corbata al estar parado entre la sala y el comedor, aquellas palabras de Regina, aquella noche anterior, aun mantenían su corazón caliente.Regina permaneció recargada en el comedor al terminar de recorrerlo de pies a cabeza con la mirada, se sentía feliz, tan dichosa como nunca antes.—Terminar mis deberes y en un rato más vendrán las chicas a visitarme— mencionó al alzar su vista a los ojos azules del joven que le sonrió arrogantemente… ¿qué haría un chico como Giovanni poniendo sus ojos en ella desde un principio? … en ocasiones como esa, viéndolo lucir como todo un futuro empresario y ella vistiendo ridículamente su tonta pijama de ositos, sentía que no había razón para que eso hubiera ocurrido.—¿Qué piensas? – la voz del rubio la distrajo.—Nada— mencionó al girarse y fijar su mirada en cualquier parte del comedor.—Probablemente llegue tarde— le dijo el rubio que metió sus manos a los bolsillos de
—¿Te has imaginado lo que sintió cuando perdió todo y se vio sólo a los doce años? – volvió a hablar la mujer al verla dudar.—Ah… - mencionó Regina y sus ojos se aguaron… Asintió… sí, se lo había imaginado muchas veces.—Seguro te preguntarás por qué no volví— volvió a mencionar y Regina desvió la vista incómoda -… Por cobardía. No merecía a mi hijo— dijo y sonrió con ironía -… creí que estaría mejor con mi hermana y su familia, después sólo cuando él lo creyó conveniente.—Pero él…-Perder. Fui una estúpida— interrumpió al creer saber lo que diría -. Eso ya no lo puedo cambiar… pero al menos espero hacer algo por él y por ti.Regina la vio a la cara, sus castaños ojos todavía estaban aguados.—Si no lo amas, díselo— suplicó fríamente la mujer al forzarse a controlar sus emociones—. Díselo y déjalo.—¿Qué? – mencionó Regina casi sin aliento… había intentado dejarlo, lo consideró realmente, pero siempre se rendía en su intento… lo quería demasiado o tal vez era egoísta y no quería hac
—¿Estás bien? – preguntó extrañado el rubio al ver a Regina caminar con prisa del comedor a la cocina, a la mañana siguiente.—Ajá… sólo tengo algo de prisa, ¿tienes hambre? – preguntó la joven que ya se encontró vistiendo unos sencillos leggins oscuros y una blusa morada de manga larga que se ajustaba en su cadera y marcaba las curvas de su cuerpo, no le diría de la visita de su madre ni de toda la basura que le arrojo encima sobre que debía dejarlo.—No— respondió secamente el rubio al verla regresar.Regina le dedicó una sonrisa forzada y quiso pasarlo de largo para salir e ir a la universidad.—¿Qué pasa contigo, Regina? – preguntó el rubio al alargar su brazo y tomarla de la cintura para no dejarla seguir avanzando.Ella se vio inmovilizada y lo vio de medio lado… estaba temblando por dentro.—Nada… ya te lo dije, estoy bien— dijo y desvió su vista al permanecer, ambos, de pie sobre el pasillo.—Mientes— mencionó al girarla y obligarla a verlo, su mirada era seria —¿Qué ocurre? –
Los ojos fríos azules y molestos del rubio se mantenían pendientes de cada movimiento de Regina y el idiota de Giancarlo… él había regresado a la trabajo para buscarla al concluir que se había comportado como un idiota, luego de haber partido al salir antes; no seguir molesto con ella y lo que menos esperó fue encontrarla con ese imbécil, pero ella, lo había rechazado a todas luces, incluso, el idiota moreno parecía demasiado disgustado.Sonrió al ver el auto de la pelinegra abandonar el lugar sin notarlo.—Veo que no pierdes el tiempo, ¿qué se siente hacer el ridículo al casi correr tras ella? – habló el ojiazul al caminar con pasos firmes pero lentos al pelinegro que todavía le daba la espalda.Giancarlo sonrió de medio lado… los había estado viendo.—¿Celoso? A mí no me molesta seguirla, ella lo hizo antes, mucho tiempo conmigo — alardeó y molestó al rubio que endureció sus facciones al detenerse a un par de pasos de él.La mirada fría de Giovanni se encontró con la retadora del pe
—Definitivamente cuando no es mi día… no es mi día— se lamentó Regina al guardar en su pequeña bolsa su móvil y su billetera luego de haber comprado un poco de comida en ese, su lugar de trabajo.—Una mala noche para no traer auto— mencionó la joven compañera de trabajo que cubriría el turno de noche.—Lo sé— mencionó la pelinegra sin mucho ánimo.Después de que Giancarlo casi le asegurara tales cosas de Giovanni y Fiama, su corazón se había apretado tanto que la consumía en dolor o angustia, ya no sabía; que había optado por asistir caminando hasta el trabajo … había sido una mala idea, aunque al menos la había ayudado a ahuyentar esos sentimientos que sintieron y que la quemaban al casi haber encontrado la respuesta a lo que tenía que hacer…se había tranquilizado, después de todo, Giovanni se había comportado tan dulce con ella, le había abierto su corazón y sentimientos, era imposible que le hiciera una cosa tan cruel y tan desalmada, le había dejado varios mensajes, lo recibiría c
-… Y todo por ese estúpido anillo— mencionó y acentúo el desprecio que le tenía con ese calificativo, mientras se daba la vuelta frustrado, buscando apartarse de ella y de la molestia que se acrecentaba al entender el fondo de todo.Regina contrajo su rostro dolida. —¡No es por eso! – alzó la voz también frustrada al alzarle la cara por primera vez.—¿A no? – volteó a verla —¿Y qué es? ¿La estúpida promesa que te liga a él? ¡No lo soltaste a pesar de saber que estabas en peligro! – cuestionó al acercarse a ella y verla a los ojos desde su altura al permanecer a una distancia prudente.—No, eso no es… – quiso defenderse Regina ofendida por cómo se comportaba con ella…pero las risas del rubio no la dejaron continuar, él estaba culpándola, y tal vez tenía razón, pero eso no quitaba que él también tuviese parte de culpa de todo eso … todavía recordaba sus sospechas de lo que podía haber entre él y Fiama y eso estúpidamente la lastimaba.Giovanni apretó los puños y sonrió irónicamente.—¿E
Regina llegó corriendo, agitada y completamente mojada a su casa… se vio de pie frente a ésta, sintiendo su cuerpo frío y siguió llorando; su mente amenazó con traicionarla y hacerla retractarse. Era una tonta, reconoció, pero aun sintiendo esa punzada en el pecho, todavía se forzaba a creer que estaba haciendo lo correcto. ¿Por qué tenía que doler tanto? Su vista distorsionada por el llanto se fijó en la perilla de la puerta, negó en silencio y esbozó un intento de sonrisa irónica mientras se daba media vuelta, a recargar su espalda a la gruesa madera de la puerta y se deslizaba despacio al suelo por la misma…le acababan de robar sus cosas, entre ellas, sus llaves. Abrazó sus rodillas y escondió su cara entre ellas…ahora estaba más sola que nunca. El nudo de la garganta amenazó con quemársela y sus lágrimas, antes medianamente controladas, volvieron a caer con más fuerza; apretó los dientes y se reprochó su cobardía, su falta de carácter y su debilidad…ella sola tenía la culpa,
Regina lo vio con desconfianza y se obligó a pensar en otra cosa que no fue el cosquilleó en su estómago, por encontrarse otra vez en una situación bastante peculiar con Giovanni. Habían recorrido durante diez minutos la terracería por una angosta vereda, llegaban a una planicie. Observó con las luces del auto un gran y viejo árbol que era rodeado por arbustos y pastos altos. —¿Hay un nuevo mirador? — preguntó y se sintió tonta ante su absurda y desubicada pregunta al recordar las palabras dichas por él. Ahora que se veía ahí, el nerviosismo y expectación por el qué ocurriría y cómo ocurriría, la invadieron. —Sí, uno kilómetros más adelante, con vista al mar y la ciudad — le dijo mientras volteaba atrás para estacionar el auto bajo el espeso follaje del viejo árbol de roble. Cuando Giovanni apagó el auto quedando casi en penumbras el nerviosismo de Regina se hizo mayor, ya no le funcionaría eso de hablar o pensar en otros temas. —A-allá van los chicos— mencionó al ver a lo lejos