Regina llegó corriendo, agitada y completamente mojada a su casa… se vio de pie frente a ésta, sintiendo su cuerpo frío y siguió llorando; su mente amenazó con traicionarla y hacerla retractarse. Era una tonta, reconoció, pero aun sintiendo esa punzada en el pecho, todavía se forzaba a creer que estaba haciendo lo correcto. ¿Por qué tenía que doler tanto? Su vista distorsionada por el llanto se fijó en la perilla de la puerta, negó en silencio y esbozó un intento de sonrisa irónica mientras se daba media vuelta, a recargar su espalda a la gruesa madera de la puerta y se deslizaba despacio al suelo por la misma…le acababan de robar sus cosas, entre ellas, sus llaves. Abrazó sus rodillas y escondió su cara entre ellas…ahora estaba más sola que nunca. El nudo de la garganta amenazó con quemársela y sus lágrimas, antes medianamente controladas, volvieron a caer con más fuerza; apretó los dientes y se reprochó su cobardía, su falta de carácter y su debilidad…ella sola tenía la culpa,
Regina lo vio con desconfianza y se obligó a pensar en otra cosa que no fue el cosquilleó en su estómago, por encontrarse otra vez en una situación bastante peculiar con Giovanni. Habían recorrido durante diez minutos la terracería por una angosta vereda, llegaban a una planicie. Observó con las luces del auto un gran y viejo árbol que era rodeado por arbustos y pastos altos. —¿Hay un nuevo mirador? — preguntó y se sintió tonta ante su absurda y desubicada pregunta al recordar las palabras dichas por él. Ahora que se veía ahí, el nerviosismo y expectación por el qué ocurriría y cómo ocurriría, la invadieron. —Sí, uno kilómetros más adelante, con vista al mar y la ciudad — le dijo mientras volteaba atrás para estacionar el auto bajo el espeso follaje del viejo árbol de roble. Cuando Giovanni apagó el auto quedando casi en penumbras el nerviosismo de Regina se hizo mayor, ya no le funcionaría eso de hablar o pensar en otros temas. —A-allá van los chicos— mencionó al ver a lo lejos
—En seguida subo— añadió Sara desde la cocina, escuchó a Alma afirmar y frunció el ceño —¿y esto de dónde se prende? — se preguntó al ver la estufa y diversos botones en ella. Sara bostezó sonoramente mientras sujetaba la secadora que eliminaría la humedad del cabello de Regina, al ayudarle a hacerlo. —Entonces, ¿no llorabas por…? — mencionó Alma luego de que Regina guardó silencio. Ella negó despacio, usaba una de sus pijamas de ositos luego de haberse duchado y abrazaba su almohada al permanecer sentada en la cama. —Ce-Giovanni y yo… te-terminamos— confesó la cobriza con sus ojos ardiendo, al parecer sus lágrimas se agotaron. —¿Qué? — preguntaron ambas chicas al mismo tiempo, Alma sorprendida y Sara incrédula —¿Cómo? ¿Por qué? — agregó ésta última. Regina tragó pesadamente —l-la… la historia es más larga de lo que piensan— confesó viendo a Alma sentada frente a ella y a Sara que la veía extrañada a su lado. —¿Qué tan larga? — preguntó la castaña que justo ahora tendría su exp
—Giancarlo mencionó que casi estaba seguro que Fiamma y Giovanni tenían algo— dijo y eso vino a revolver más la angustia en su estómago. —¿Tenían? ¿Cuándo? – —Antes— respondió—. Di-dijo que… que posiblemente por despecho Giovanni buscó algo entre nosotros – Alma frunció el ceño extrañada al meditar las cosas —¿Y tú qué crees? – Regina negó despacio —¿Recuerdas cuando él y yo nos encontramos por primera vez? — le preguntó y sacó algo que la inquietaba desde esa vez que habló con el pelinegro. —Cómo olvidarlo— respondió Alma, había sido una tontería, algo que en su momento le provocó risas por horas, pero ahora ni una sonrisa le alcanzaba a dibujar. Regina sonrió débilmente —Mírame— prosiguió y sus ojos se aguaron al ver su pijama ridícula—, no soy mejor que Fiamma, ella es mucho más bonita, más mujer… ¿por qué razón se fijaría en mí?... no lo hizo en ese momento, ¿por qué hacerlo después? —Regina… eso pudo ser— habló la castaña viendo el nuevo rumbo que tomaban las cosas y quiso
—Es cierto— volvió a hablar, pero esta vez lo afirmó; la vio levantarse y girarse, ella le sostuvo la mirada y luego de un par de segundos, desvió la misma —¡Ah!¡Maldita sea, Regina! — alzó la voz sin controlarse y golpeó una silla cercana a él, y que, al chocar contra la mesa, hizo temblar y caer un elegante florero sobre la misma.Regina cerró los ojos y su cuerpo tembló ante el estallido de furia… se molestó.—¿Por qué? ¿Por qué demonios, Regina? — volvió a reprochar el joven.Ya se había hecho a la idea, pero no creyó que teniéndola de frente y ver su figura frágil, y ante sus ojos, tierna, la viese como la persona que nunca creyó que fuese, no era más su Regina angelical y pura… ella se había entregado tantas veces a otro cuerpo, uno que no la merecía en lo absoluto y que seguro sólo jugó con ella.Regina ladeó el rostro, y sus labios y manos empuñadas, temblaron de enojo.—Quieres… quieres irte, Giancarlo — invitó con voz sombría y molesta.—¿Qué? — preguntó molesto…, Regina no
Regina suspiró tratando de darse ánimos… otro día comenzaba, eran cerca de las nueve y por fortuna, ese día sólo tenía un par de clases.Su mirada cansada prestaba atención a guardar los pocos libros que ese día necesitaría, presentaba ya un par de ojeras de las constantes noches de desvelo; a pesar de tener algo de tiempo entre su trabajo para estudiar, y las horas que ganaba en la universidad para el mismo fin, parecía no concentrarse, por las noches, después de llegar de trabajar, intentaba seguir estudiando… la noche anterior se había levantado completamente agotada de ese escritorio y ni tiempo tuvo de guardar sus libros…y ni así había servido de algo.Su cama se sentía inmensa y fría, el silencio de la casa y la soledad de la misma parecían perturbarla más que calmarla, como lo harían con cualquier otra persona.—Vamos, Regina… no empecemos mal el día — se suplicó y negó en silencio para espantar las ideas apesadumbradas de su cabeza.Con su mochila al hombro se dirigió al armar
Regina cerró los ojos y lo empujo una vez más, quizás, ahorrarse la gasolina no había sido la mejor de las ideas.“Si de verdad quieres alejarte y olvidarte de él… quédate conmigo” recordó la oferta que el día anterior le había hecho el pelinegro y motivada por la pasión que el mismo imprimía en el beso, ella le permitió continuar.—Giancarlo…— lo nombró luego de dejar despacio sus labios.Él sonrió débilmente —Parece que aceptaste— mencionó sabiendo bien que no era así, y despegó con sus dedos un par de cabellos negros que se habían pegado a la mejilla de la chica.—Yo— dijo y se detuvo —… no sé – Regina lo considero por un instante, aunque rápidamente descarto la idea, ella quería ya olvidarse para siempre de esos dos.—Mph— se burló al pararse correctamente — Creo que ahora es mi turno de decir que no estás jugando conmigo, ¿cierto? – dijo Giancarlo.—¿Qué? – cuestiono ella.—Ambos sabemos qué hacemos, tú lo quieres olvidar y yo quiero que lo hagas… él no te hace bien y yo sólo qu
—¡Ah, estoy muerta! — exageró Alma al dejarse caer sobre una banca metálica en la cafetería y tirar de mala gana su mochila —¿Pueden creer que con el frío que hace los maestros tengan la maligna intención de llenarnos de tareas?... yo sólo quiero envolverme en mi cama— se quejó al apoyar cansadamente su rostro en la mesa. —Yo apoyo eso— respondió Sara al tomar de su vaso de café caliente. —¿Y tú? ¿qué demonios tienes? — volvió a hablar Alma al ver a Regina con la mirada perdida en su humeante café. —Nada— respondió de inmediato y sin mucho ánimo, lo que hizo fruncir el ceño a la pelicorta. —Será mejor darnos prisa, Regina ya terminó con sus clases, pero tú y yo todavía te-…— intervino la castaña antes de que su amiga hablara. —¿Los viste cierto? — mencionó Alma seriamente haciendo cerrar los ojos a Sara. Regina volteó a verla y volvió a desviar su mirada al café —no sé de qué hablas— dijo y agitó la bebida caliente con el pequeño popote que contenía. Alma sonrió irónicamente.