Regina cerró los ojos y lo empujo una vez más, quizás, ahorrarse la gasolina no había sido la mejor de las ideas.“Si de verdad quieres alejarte y olvidarte de él… quédate conmigo” recordó la oferta que el día anterior le había hecho el pelinegro y motivada por la pasión que el mismo imprimía en el beso, ella le permitió continuar.—Giancarlo…— lo nombró luego de dejar despacio sus labios.Él sonrió débilmente —Parece que aceptaste— mencionó sabiendo bien que no era así, y despegó con sus dedos un par de cabellos negros que se habían pegado a la mejilla de la chica.—Yo— dijo y se detuvo —… no sé – Regina lo considero por un instante, aunque rápidamente descarto la idea, ella quería ya olvidarse para siempre de esos dos.—Mph— se burló al pararse correctamente — Creo que ahora es mi turno de decir que no estás jugando conmigo, ¿cierto? – dijo Giancarlo.—¿Qué? – cuestiono ella.—Ambos sabemos qué hacemos, tú lo quieres olvidar y yo quiero que lo hagas… él no te hace bien y yo sólo qu
—¡Ah, estoy muerta! — exageró Alma al dejarse caer sobre una banca metálica en la cafetería y tirar de mala gana su mochila —¿Pueden creer que con el frío que hace los maestros tengan la maligna intención de llenarnos de tareas?... yo sólo quiero envolverme en mi cama— se quejó al apoyar cansadamente su rostro en la mesa. —Yo apoyo eso— respondió Sara al tomar de su vaso de café caliente. —¿Y tú? ¿qué demonios tienes? — volvió a hablar Alma al ver a Regina con la mirada perdida en su humeante café. —Nada— respondió de inmediato y sin mucho ánimo, lo que hizo fruncir el ceño a la pelicorta. —Será mejor darnos prisa, Regina ya terminó con sus clases, pero tú y yo todavía te-…— intervino la castaña antes de que su amiga hablara. —¿Los viste cierto? — mencionó Alma seriamente haciendo cerrar los ojos a Sara. Regina volteó a verla y volvió a desviar su mirada al café —no sé de qué hablas— dijo y agitó la bebida caliente con el pequeño popote que contenía. Alma sonrió irónicamente.
Sus fríos y desinteresados ojos azules pasaron fugazmente, por el reloj de pared en su sala… pasaban apenas de las diez de la mañana y un vaso de whisky ya ocupaba su mano, atravesó la estancia y se dirigió a pasos lentos hasta el balcón, deslizó la puerta de cristal y una corriente de aire frío lo recibió haciéndole ondear suavemente su larga rubio.El día ya era un fastidio, una llamada de Stefano lo había levantado de la cama y no tenía ánimo de asistir a la empresa o continuar con su tesis…el ambiente frío y el viento helado le caló en la piel desnuda de sus brazos, al sólo portar una camiseta negra haciendo juego con su pantalón deportivo, pero un nuevo sorbo del embriagante líquido volvió a calentarlo.Dejó escapar el aliento y el mismo se hizo visible en el ambiente, luego de perder su mirada en el horizonte, a lo lejos, mucho después de ese gran parque frente a su edificio, la enorme ciudad lucía gris y los autos empequeñecidos corrían sobre una autopista, todo parecía avanzar
—Hoy no podré comer con ustedes— se disculpó la apresurada cobriza al encontrarse con sus amigas fuera de su facultad. —¿Qué? ¿Pero por qué? — se quejó Alma al verla cargar su mochila como un par de libros en sus manos. —Todavía debo presentar un par de exámenes y no he estudiado mucho, aprovecharé este descanso para avanzar — se excusó apenada Regina. La pelicorta resopló y no dijo más, ella también debería estar estudiando, después de todo. —Descuida, Regina, y si hay algo en lo que podamos apoyarte, sólo dilo — mencionó Sara mientras abrazaba su chamarra morada al ser otro día frío. —Gracias— volvió a hablar Regina y a falta de despedirse con las manos, inclinó ligeramente su rostro, provocándoles una ligera sonrisa. —¿Soy yo o estos días antes de vacaciones son los peores? — se quejó la pelicorta al ver a Regina casi correr entre los distintos estudiantes que avanzaban en diversas direcciones, frente a esa facultad. Sara suspiró. —Eso parece— dijo y se dio media vuelta al
A media madrugada, dos distintos pares de ojos permanecían abiertos, perdidos en alguna parte del cielo de la habitación donde descansaban, sumidos en sus recuerdos, con un lazo común uniéndolos y a medio centenar de kilómetros de distancia el uno del otro.Los ojos azules del rubio, brillaron en esa oscuridad parcial de esa habitación, después de haber rechazado a Emireth por esa noche…comenzó a cerrar sus ojos atreviéndose a considerar lo dicho por su primo…Regina, lo había llamado a el por su nombre…y el…no sabia que sentir o pensar al respecto.Regina por su parte ladearía su cuerpo y acariciaría a Oreo, que recientemente había buscado el calor de sus mantas tras las noches frías.¿Y si ya no valía la pena?Ambos estaban ya con alguien más.Regina suspiró y Giovanni terminó por cerrar los ojos.Sábado. Había pasado todo el día encerrado en su departamento, había apagado su móvil y desconectado la línea telefónica de ese lugar.Las palabras y afirmaciones de Elric apenas lo dejaron
—Nos desharemos de los estorbos — mencionó y sonrió mientras le besaba fugazmente los labios. Regina tragó suavemente al deslizar sus dedos por su flequillo, sintió que estaba condenándose a su lado y eso, estúpidamente la hizo feliz, estaba arriesgándose y entregándose a sentir con él, ya le había puesto el punto final a Giancarlo. —¿Me amas? — le preguntó apenas con voz al verlo a la profundidad de sus ojos azules. Él reconoció su rostro —Más de lo que debería— confesó y Regina sonrió sintiéndose por primera vez plena, entonces tembló cuando una corriente fría se coló desde el balcón. —Mira— mencionó curiosa Regina al ver un pequeño y único copo de nieve flotar sobre ellos. La primera nevada del año había comenzado tardíamente y justo esa noche. Él sonrió al verla fascinada. —Vayamos a la habitación — su voz siguió sonando ronca y se levantó con ella en brazos. —¿Crees que signifique algo bueno? — preguntó ella en sus brazos al ver la gran nevada caer en el exterior. El rub
Un pantalón de mezclilla, unas botas y una delgada blusa negra que era oculta por un suéter ligeramente holgado y azul oscuro, la vistieron ese día, la cobriza salió todavía con el cabello húmedo y se encontró con el rubio recargado en el sofá de su sala, vistiendo un conjunto deportivo negro y hablando por el móvil. —Que sí, el lunes estaré presente, no, aun no reviso nada — habló el rubio que volteó de medio lado a ver a Regina. Ella alzó la mano, saludándole nerviosamente al ver el desastre en el lugar, Giovanni respondió con un movimiento de cabeza. —Debo colgar — informó de pronto — No, no lo olvidaré, ah, y mantendré el móvil apagado— añadió y esperó la protesta de su interlocutor para momentos después cortar la llamada. —Esto es un desastre— susurró Regina que, al intentar avanzar, pisó un cristal que se fragmentó todavía más, se inclinó buscando levantarlo. —No toques nada, Regina— la detuvo el rubio. —Pero… —¿Comiste? —Ah… s-sí, me comí lo que dejaste hace un momento—
Giovanni subió una mano al rostro de su cobriza y lo atrajo despacio, le mordió el labio inferior y apenas se separó para verla a los ojos. —¿Tienes miedo? — cuestionó en un ronco susurro. Un estremecimiento extraño se reunió en el centro del pecho de Regina ante ese cuestionamiento. —Sí— aceptó al acariciarle el rostro. Giovanni sonrió débilmente. —… pero ya no quiero tenerlo— aseguró al momento de besarle los labios despacio. El ojiazul en automático llevó sus grandes manos a la cintura de la chica y ésta, se arqueó de placer cuando las mismas viajaron distraídamente a sus senos, por debajo de su pijama. El beso que inició siendo una suave caricia, producto del amor que se profesaban y que no habían vuelto a exteriorizar con palabras, incrementó su necesidad conforme sus cuerpos lo suplicaban, Regina meció sus caderas sobre la hinchada hombría del rubio y éste, apretó uno de sus redondos senos, mientras la otra mano se perdía en la suavidad de la piel de su espalda. —Te amo—