61. Cambios

Un golpe contra el suelo resonó en la habitación del hospital, seguido de un grito desgarrador. Andrea se precipitó fuera del baño, pensando que su padre se había caído.

Sin embargo, lo encontró blandiendo su bastón como un arma, mientras un enfermero se cubría la cabeza, con un hilo de sangre escurriéndose entre sus dedos.

—¡Papá, no! —gritó Andrea, lanzándose hacia él.

Los ojos de Alfredo, siempre cálidos y llenos de amor, ahora los tenía desorbitados, perdidos e irreconocibles.

—¡Aléjate de mí! —gritó, girando hacia ella con el bastón en alto.

Eso la hizo detenerse en seco, incrédula y asustada.

—Soy yo, papá. Andrea. Tu hija.

Una chispa de reconocimiento pareció iluminar sus ojos, pero se desvaneció tan rápido como llegó.

—¡Mentira! Mi princesa es una niña. Tú eres una impostora.

Andrea tropezó con sus propios pies al retroceder y chocó contra la pared, sollozando sin control.

Un equipo de enfermeros irrumpió en la habitación, y Andrea observó, impotente, cómo sedaban a su padre
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