Me maldigo por haber olvidado el maldito revólver en casa.
Veo hacia la carretera que está a un lado de nosotros. Es poco concurrida, no ha pasado ningún otro auto en todo este tiempo, ni nadie que pueda ayudarnos. ¡Jodida mierda!
—Has llegado demasiado lejos. ¡Reacciona, estás mal de la cabeza! —Me acerco a ella de nuevo, pero ahora el hombre que la acompaña, me apunta con un revólver.
—Pero si ella fue quien me arruinó la vida, ella es la culpable de todo. ¡Tú me lo robaste todo, todo lo que yo quería! —grita colérica y habla entre llanto mientras nos mira con tanto rencor, con un odio a muerte.
Jamás le hicimos daño. No sabe perder, ese es todo
Sonrío, siento los tibios labios de Derek besar mi cuello. —¿Ya puedo abrir los ojos? —Me remuevo inquieta entre sus brazos que me sostienen por la espalda y cubren mis ojos. Escucho su risa. —Ya puedes... —Se aleja de mí. Abro los ojos despacio. Veo frente a mí dos boletos de avión y una libreta pequeña. Me acerco a la mesa de té del jardín, en donde reposan los objetos. Tomo el viejo cuaderno entre mis manos y lo abro, para luego esbozar una amplia sonrisa seguida de una carcajada. —¿Guardaste esto? —Sonrío al acariciar el montón de garabatos en las hojas, dibujos y tonterías que hacía al no prestar atención a mi tutor de matemáticas. El nombre Desde hace varios meses vivimos entre peleas y discusiones por casi todo. Creímos que ser buenos padres era tener que volcar toda la atención hacia nuestra hija, el trabajo, las demás responsabilidades y que lo nuestro se quedara en un segundo plano. A la larga, hoy me di cuenta que no nos conocemos muy bien después de haber vivido juntos por cinco tediosos años. Y recordarlo me hiere demasiado. Lo tenemos todo, no nos falta nada a nuestra hija Jessica y a mí. Derek es un hombre muy responsable, pero se enfocó demasiado en el trabajo y en nuestra hija, se olvidó de mí. Yo también hice lo mismo, pero añadí otros problemas innecesarios. No sé lo que es un abrazo o un beso desde hace más de dos años, se convirtió en un hombre serio y frío. Salimos, vamos al cine en los ratos libres y comemos juntos. Todo lo hacemos en compañía de nuestra hija, porque cuando estamos los dos solos no tenemos nada de qué hablarCAPÍTULO 1
Se gira hacia mí en su asiento y sonríe de una forma diabólica como solo él puede. Ay no… ¡No, no, no! Me niego a creer que me encuentro frente a él. Esto debe tratarse de una confusión. Sus ojos avellana parecen brillar. Ese cabello rubio y ahora más corto lo hace ver demasiado atractivo. Había olvidado cuán precioso siempre ha sido. Se acerca a mí, enfundado en un costoso traje entero y extremadamente perfecto, parece haber sido diseñado solo para él. —¡Esto lo van a saber todos! ¡Sigo siendo tu esposa y vas a hacerme pasar vergüenzas aquí! Te odio, te odio... —jadeo demasiado airada, hablo entre dientes. ¿Le ha cambiado el nombre a la constructora? Con razón no me di cuenta de esto. Empuño las manos y muerdo mi labio inferior con fuerza, para no gritar. Me echo hacia atrás y acabo chocando con la puerta, pero regreso la vista hacia él, desviando ahora la cabeza hacia un lado cuando sus ojos parecen atravesar por entero los míos.
Me suelta y se va rápidamente, dejándome ahora mucho más molesta. Tiempo después llego a casa, mis amigas ni siquiera han llegado. No me imagino lo que dirán cuando se enteren que ahora soy la nueva asistente de mi ex. El pitido del despertador me hace dar un respingo sobre la cama. Lo apago con movimientos casi frenéticos y me acurruco contra las sábanas de nuevo, pero de repente me despierto abruptamente, ya que alguien ha golpeado mis pies. —Ahí vas de nuevo… —murmura. Clarissa ha osado golpearme de nuevo. —¡Clarissa! —Me quejo. —Son las siete y media de la mañana, ¿no que habías encontrado un empleo? Mis ojos ter
Mi pecho sube y baja en señal de desesperación, los ojos me arden. Siento que las lágrimas afloran de repente, y de manera intempestiva. —¡Eres detestable! —grito entre dientes y lanzo mi cartera sobre el escritorio mientras empuño las manos, muy molesta por sus palabras cargadas de rencor. De inmediato se acerca a mí, ya vestido y prolijamente peinado; todo lo contrario a mí, que tengo la camisa entreabierta y el cabello alborotado. Su actitud es muy intimidante, se nota que está cabreado. —Cuando te dije que te amaba era real, porque comencé a amarte con todas tus virtudes y locuras, con toda tus niñerías. Pero, por lo que veo tú no sabes lo que ese sentimiento significa. ¿Y sabes por qué? Porque eres una mujer rebelde, orgullosa, egoísta… —Sus ojos ahora han comenzado a tornarse algo irritados.
Mi corazón late deprisa al escuchar aquello, porque quizá tengamos alguna oportunidad. Así que camino hacia él y tomo su rostro entre mis manos, para acercarlo a mí. Rozo sus cálidos labios contra los míos, después los atrapo en un dulce beso muy delicado, cargado de todo mi arrepentimiento y mi anhelo por él. Siento mis lágrimas caer una tras otra sobre mis mejillas, es el beso más tierno que le he dado. ¿Por qué esta vez no me toca? ¿Por qué sigue ahí como una estatua helada? Se separa de mí, acabando con todo mi orgullo, arrasando por completo con mi seguridad. —No, Ava… Esto ya no puede ser, lo único que conseguimos es lastimarnos. —Niega y se aleja, dándome la espalda. —Pero… ¿Y entonces? —Me sorbo la nariz, porque mi voz ha sonado terriblemente destrozada
Creo que me he lastimado el pie. Ambos me observan y ni siquiera se molestan en ayudarme, y para variar la mujer se burla disimuladamente. De repente, siento dos brazos cargarme como si fuera una bebé. Mi corazón late deprisa debido a la vergüenza y la sorpresa del momento. Por inercia me sostengo de su hombro y de inmediato mi rostro se mueve hacia el suyo, quedando demasiado cerca. Espabilo en reiteradas ocasiones mientras observo aterrada sus ojos de un profundo color ámbar y mirada firme. Me fijo en que es un hombre de cabello un poco claro, labios llamativos, nariz perfecta. Sus rasgos son parecidos a los de un actor famoso, pero en una hermosa versión morena. —Sé más cuidadosa, Dara. No puedes dejar esa maleta en la mitad… Discúlpame, es algo peculiar mi hermanita. —De nuevo me mira y me siento nerviosa. Suspiro agitada y voy a casa, ya no tengo más nada que hacer aquí. Al llegar me encuentro sola, puesto que mis amigas no llegan sino hasta pasadas las seis. Tomo mi cuaderno y me pongo a estudiar mis clases del curso de contabilidad, tengo clases dos veces por semana y tan solo me quedan cinco más para terminar. En el conservatorio también me quedan pocas clases para por fin llegar a exámenes finales y obtener la licenciatura como profesora de danza contemporánea y ballet. Mi sueño está a punto de cumplirse, debo esperar un poco más. Me cambio la ropa y tomo un baño, para después preparar la cena y dejarla en el horno. Solo tomé un pedazo del delicioso omelet de verduras con huevo, como ya me voy a clases no es bueno que tenga el estómago pesado. Tomo mi bolso y salgo, eCAPÍTULO 7