CAPÍTULO 4

Mi pecho sube y baja en señal de desesperación, los ojos me arden. Siento que las lágrimas afloran de repente, y de manera intempestiva. 

—¡Eres detestable! —grito entre dientes y lanzo mi cartera sobre el escritorio mientras empuño las manos, muy molesta por sus palabras cargadas de rencor.

De inmediato se acerca a mí, ya vestido y prolijamente peinado; todo lo contrario a mí, que tengo la camisa entreabierta y el cabello alborotado. Su actitud es muy intimidante, se nota que está cabreado.

—Cuando te dije que te amaba era real, porque comencé a amarte con todas tus virtudes y locuras, con toda tus niñerías. Pero, por lo que veo tú no sabes lo que ese sentimiento significa. ¿Y sabes por qué? Porque eres una mujer rebelde, orgullosa, egoísta… —Sus ojos ahora han comenzado a tornarse algo irritados.

Trago en seco, debido a que creo que tiene un poco de razón, solo un poco.

—No soy perfecta, Derek. ¿Debo pedirte disculpas por no serlo? ¡Además, tú también eres un egoísta y te cierras a mí siempre que quiero acercarme a ti. Ya no queda nada del chico que conocí, del que me enamoré como loca! —respondo, muy alterada.

—¡Madura ya, por favor! Ese chico de diecinueve años ya tuvo su época, ahora tengo veinticinco y tú veinte años. No podría jamás volver a ser ni una pizca de lo que fui. —Desvía la mirada y camina hacia los ventanales.

Arrugo el entrecejo, muy confundida por lo que acaba de decir.

—¿Por qué ni una pizca? Has cambiado mucho, sé que me estuviste ocultando cosas. —Me cruzo de brazos y busco su mirada con desesperación. 

—Cuando más te necesité temí verme débil y me alejé, porque sabía que no me amabas y también sabía que no iba a tener tu apoyo —habla de espaldas, solo puedo ver su saco.

¿Cómo puede decir algo así? 

—Te necesité y me hiciste a un lado, te alejaste de mí… No puedo ser adivina. 

Atrapo su mirada en la mía, se ve muy dolido, abrumado. 

—Lo que queda claro es que de nuevo te necesitaba más y quise remediar las cosas malas en nuestra relación, pero tú me dejaste definitivamente. Eres mala, muy mala… Desde hace un par de años tengo muchos problemas, no te los imaginas… —Cierro los ojos y suspiro, viendo su mal semblante—, ¿pero cómo ibas a enterarte de ello? Si te la pasas sumida en tus asuntos, en Jessica, bailando, tocando el piano y fantaseando con una escuela…

»Todo tiene su tiempo, no podemos descuidar una cosa por la otra; así nada surge. No te has enfocado en ser una buena esposa, me has dejado solo. Eres inmadura, histérica e impulsiva. No te das cuenta que estás arruinando tu propia vida. Pero ya me cansé y no voy a tolerarlo más. 

Me cubro la boca con una mano y rompo en llanto, sabiéndome culpable por no haber tenido el tacto para sentir y darme cuenta que a mi esposo le ocurría algo malo. No estuve pendiente de sus sentimientos. Es cierto que yo siempre le reproché lo que hacía y no hacía, jamás me senté a su lado y no le dije que podía contar conmigo, que siempre tendría mi apoyo en los momentos más difíciles. Cuando vi que las cosas no iban bien y que él estaba tratando de enmendar sus errores, fui orgullosa de nuevo y lo abandoné. No he sido buena, él tiene razón. Pero él tampoco ha sido bueno, tiene que aceptarlo. 

—Perdóname, Derek… —digo en voz baja. 

Extiendo mi mano para abrazarlo, pero me arrepiento. Me dolería en el alma su rechazo.

Agarro mi cartera y salgo de allí a toda prisa, los empleados me observan con interés; sin embargo, me tiene sin cuidado lo que piensen de mí.

Un tiempo más tarde despierto en casa y recuerdo que apenas llegué me puse a beber, tratando de olvidar el sufrimiento que ya no puedo soportar. Salgo corriendo hacia el baño para arrojar lo poco que comí. La cerveza siempre me ha caído mal. 

—Tienes que aceptarlo, ambos son unos tontos… —Elena acaricia mi espalda encorvada.

Estuve bebiendo casi toda la tarde.

—¡Pero he sido una mala mujer! —Arrastro las erres—. Derek estaba a punto de llorar, me dolió verlo así… ¡Sí lo hubieran visto! Si pudiera regresar el tiempo… ¡Yo lo quiero, me he dado cuenta que lo quiero! Porque, porque... 

De nuevo otra arcada viene y rompo en llanto, inundando el cuarto de baño con mis sollozos desconsolados.

—Shh… Ya pasará. —Clarissa me da ánimos.

Mary solo nos observa desde el umbral de la puerta y niega con la cabeza. Ella normalmente es muy callada, pero cuando le tiran cuerda no puede parar de hablar. 

—¡Pues ambos fueron unos tercos y orgullosos! No digo que tú no hayas sufrido, pero Derek lo tuvo que haber pasado muy mal. —Mary interviene, agravando mi malestar.

—No sigas. —Me limpio la boca con la mano y caigo de espaldas contra el suelo, a punto de dormirme.

Escucho una última vez la voz de Elena antes de desconectarme del mundo…

El horrendo dolor de cabeza es el recibimiento que me da la mañana. Tomo el remedio que mis amigas han dejado antes de irse al trabajo y dejo que el agua me quite el mal sabor de boca que tengo. Reposo un rato sobre la cama, pensando en todo y a la vez en nada, porque mi mente ahora es un completo mar de desastrosos pensamientos pesimistas.

Todo el tiempo me estuve comportando como una chica de malos sentimientos con Derek. En muchas ocasiones tuve un comportamiento terrible. Él a veces sonreía levemente ante mi comportamiento inmaduro. Pero eso, su lejanía y la falta de comunicación… Al final todo ello arrasó con lo que habíamos creado.

Es verdad que nuestra relación no inició bien, todos decían que no teníamos futuro como pareja y se preocupaban por ello. Nos casamos siendo menores de edad en una ceremonia simbólica y antes de mi parto nos vinimos a Alemania. Yo vine como estudiante de intercambio, pero luego dejé la escuela para criar a mi pequeña. Hace cinco años no veo a mi familia, porque mis padres me despreciaron como su hija y también a Jessica, “el bebé de la rebeldía”, como le apodaron de forma despectiva. Esos recuerdos son muy dolorosos y vienen a mi mente muy a menudo. 

Me detengo bajo la regadera. Recuerdo las manos de Derek sobre mi cuerpo, tomándome con fuerza sobre la alfombra y su esbelta silueta sobre mí, arropándome con total placer. Aún siento su toque en mi piel y es casi insufrible extrañarlo así. Me siento como cuando tenía catorce años, como cuando mi corazón latía con más fuerza cada vez que pensaba en él y esperaba verlo de nuevo cada semana, así como cuando sostenía su mano mientras el viento sacudía mi cabello al avanzar con velocidad en su motocicleta Harley. De eso ya no queda nada. 

Me visto con unos pantalones un poco anchos y una camiseta de lana con mangas largas, para el frío. El espejo me devuelve mi horrible reflejo, el reflejo de una mujer que no sabía lo que estaba haciendo hasta el día de ayer. Luzco enferma, pero eso no importa, quizá si me recojo el cabello en una coleta y aplico un poco de humectante en los labios, me cambia el semblante.

Cuando vivía con Derek él pagaba todo lo que se trataba de mí, tenía de todo. Sin embargo, me ha quitado tantas cosas que en realidad no eran mías, incluyendo el automóvil. Elena me ha prestado su auto para que vaya con mi hija y la lleve a la clase de ballet, así que me subo en el y dejo mi bolso en el asiento de al lado, allí llevo un lindo presente para mi pequeña. Jessica todavía no puede bailar, puesto que tiene cinco años y la edad mínima para empezar es desde los siete u ocho años. Pero ama ver las clases, se emociona como un pajarito saltando de aquí para allá.

Me detengo en casa de Derek, en la entrada me esperan él y mi hija. Dios... ahora no sé ni cómo mirar a ese hombre que estoy segura tiene su mirada clavada en mí. Ambos hemos sido unos estúpidos, ambos nunca tuvimos el papel protagónico en el corazón del otro. 

—Hola… —Exhalo antes de saludarlo, él solo asiente levemente—. Mi nena hermosa…

Abrazo a mi hija y le doy un beso en la mejilla, para después tomarla de la mano y observar una última vez a Derek, quien mira mi rostro de una forma muy curiosa. Quizá es porque me veo fatal hoy. 

Jessica sube al auto y luego entro yo, sintiendo como si tuviera un gigantesco hueco en el pecho y no hubiera nada que pudiera llenarlo. Me pregunto qué es lo que he estado haciendo todo este tiempo. Los últimos meses pasan frente a mis ojos como una película, tan carente de emoción y sentido. Solo he hecho las cosas siguiendo un reloj, un jodido patrón que marca las horas una tras otra, llevando un sinfín de planes que en realidad no son mi prioridad. 

—¿Mamá? —La voz de Jessica me saca de mis abrumadoras cavilaciones.

—¿Hmm? —Me acomodo en el asiento y enciendo el auto, aún distraída.

—Estás rara… ¿No tienes fiebre? —Con su pequeña manito me toma la temperatura.

—Estoy bien, mi amor. —Beso su mano y sonrío, ella también me regala una sonrisa.

Piso el acelerador y salimos de aquella calle. Conduzco rumbo a la escuela de ballet en la que ya tiene su matrícula paga y me detengo en el estacionamiento. Jessica y yo salimos de allí para entrar al salón en donde a ella le emociona tanto ver las clases. Nos sentamos en los primeros asientos. Observo cómo mi niña da saltitos tratando de imitar a las demás niñas y adolescentes mientras bailan. Pero mi mente de nuevo divaga, me estoy volviendo loca debido a este sentimiento abrumador que no piensa abandonarme.

No presté atención a las clases en absoluto. Ahora estoy arropando a Jessica, quien se ha quedado dormida después de tomar su merienda en casa de Derek.

—¿Podemos hablar? —susurra a mi oído, por lo que doy un respingo.

Dudo durante algunos segundos, sin siquiera verlo al rostro.

—Está bien…

Se da media vuelta y camina hacia su estudio. Lo sigo sin más que hacer, en silencio, preguntándome qué es lo que desea hablar conmigo.

Cierra la puerta y se detiene frente a mí.

—¿Te molestaría si envío a Jessica donde mis padres? —Frunzo el ceño debido a su pregunta, si él sabe que sus padres son especiales para mí—. Como el viernes termina su primer grado, he considerado enviarla a la escuela primaria de HafenCity, solo por este semestre, ya que mis padres no la ven hace mucho.

Lo pienso por unos momentos y asiento.

—No hay problema, ya sabes que adora a sus abuelos. De igual forma no está tan lejos de aquí y puedo visitarla dos veces por semana. —Desvío la mirada, demasiado intimidada por él.

—Bien… Entonces mañana mismo la llevaré, estará muy emocionada por verlos. —Lo escucho suspirar—. Ava, yo…

Levanto la mirada, esperando que me diga lo que yo quiero escuchar. 

—¿Si? —aquella pregunta sale en un hilo de voz.

¿Y si se siente culpable al igual que yo y quiere que lo intentemos de nuevo?, porque eso es lo único que quiero hacer ahora.

Niega y agacha la cabeza.

—No puedo creer que ante mis ojos te sigas viendo tan hermosa, casi inalcanzable. Pero… 

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