Al abrir la puerta me topo de frente con Dara, la que al verme siendo infeliz, sonríe.
—Tú ganas… —Levanto mi mano, ya no hay anillo en ella, se lo he dado a Clarissa para que lo guarde.
Dara asiente, haciendo un puchero lamentable.
—Te dije que ganaría, yo siempre gano, querida. Por cierto, luces de maravilla… —ríe—. Sería tan fácil sacarte el medio por haber asesinado a mi hermano, pero no quiero más problemas. Eres una perra m*****a.Sonrío sintiéndome como ida, drogada, flotando en un lugar que ya no es este.
—Al menos me siento bien por él, pasó a mejor vida. —Me encojo de hombros, consiguiendo que ella me tome del brazo con fuerza—. Te dije que era capaz de cualquier cos
Corremos como si no hubiera un mañana hacia la entrada con puertas dobles, deseando que aún no haya acabado la ceremonia. —Si alguien se opone a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre… Es lo último que escucho antes de trastabillar con mis tacones y ser sostenida por el brazo, Clarissa impide mi caída. Por inercia me llevo las manos al vientre, protegiendo a mi pequeña criaturita que ahora siento que amo con locura. Los murmullos y susurros me hacen levantar la mirada, siento mi rostro arder de la vergüenza por estar haciendo esto. ¿Precisamente teníamos que llegar a esa parte tan cliché que recita el sacerdote? Estupendo... Los pensamientos pesimistas acerca de lo que pueda ocurrir aquí, me tienen ansiosa, y muy nerviosa. Pero aquello ya no me importa
Siento que me asfixio, que el oxígeno cada vez más abandona mis pulmones. —Cálmate amor, respira profundo… Ya voy para allá… —Parece tan conmocionado como yo, solo que disimula para no preocuparme más. —¡Llamen a la policía! ¡Esa mujer fue hacia la derecha! —La maestra alarma a los presentes, quienes de inmediato comienzan a preguntar qué es lo que sucede. —Mi hija, por favor… Una mujer parecida a mí se la llevó. ¡Tienen que ayudarme! Es una niña de diez años… —Me tomo el rostro entre las manos, viendo cómo mi pequeña Jessie comienza a llorar asustada y busca a su hermana mayor con la mirada. Miro hacia todos lados y avanzo a pasos presurosos, buscando a Jessica, quien no está, no está… Dejo mi cuerpo caer al suelo, me agacho y escondo mi rostro entre mis brazos de n
Me maldigo por haber olvidado el maldito revólver en casa.Veo hacia la carretera que está a un lado de nosotros. Es poco concurrida, no ha pasado ningún otro auto en todo este tiempo, ni nadie que pueda ayudarnos. ¡Jodida mierda!—Has llegado demasiado lejos. ¡Reacciona, estás mal de la cabeza! —Me acerco a ella de nuevo, pero ahora el hombre que la acompaña, me apunta con un revólver.—Pero si ella fue quien me arruinó la vida, ella es la culpable de todo. ¡Tú me lo robaste todo, todo lo que yo quería! —grita colérica y habla entre llanto mientras nos mira con tanto rencor, con un odio a muerte.Jamás le hicimos daño. No sabe perder, ese es todo
Sonrío, siento los tibios labios de Derek besar mi cuello. —¿Ya puedo abrir los ojos? —Me remuevo inquieta entre sus brazos que me sostienen por la espalda y cubren mis ojos. Escucho su risa. —Ya puedes... —Se aleja de mí. Abro los ojos despacio. Veo frente a mí dos boletos de avión y una libreta pequeña. Me acerco a la mesa de té del jardín, en donde reposan los objetos. Tomo el viejo cuaderno entre mis manos y lo abro, para luego esbozar una amplia sonrisa seguida de una carcajada. —¿Guardaste esto? —Sonrío al acariciar el montón de garabatos en las hojas, dibujos y tonterías que hacía al no prestar atención a mi tutor de matemáticas. El nombre Desde hace varios meses vivimos entre peleas y discusiones por casi todo. Creímos que ser buenos padres era tener que volcar toda la atención hacia nuestra hija, el trabajo, las demás responsabilidades y que lo nuestro se quedara en un segundo plano. A la larga, hoy me di cuenta que no nos conocemos muy bien después de haber vivido juntos por cinco tediosos años. Y recordarlo me hiere demasiado. Lo tenemos todo, no nos falta nada a nuestra hija Jessica y a mí. Derek es un hombre muy responsable, pero se enfocó demasiado en el trabajo y en nuestra hija, se olvidó de mí. Yo también hice lo mismo, pero añadí otros problemas innecesarios. No sé lo que es un abrazo o un beso desde hace más de dos años, se convirtió en un hombre serio y frío. Salimos, vamos al cine en los ratos libres y comemos juntos. Todo lo hacemos en compañía de nuestra hija, porque cuando estamos los dos solos no tenemos nada de qué hablarCAPÍTULO 1
Se gira hacia mí en su asiento y sonríe de una forma diabólica como solo él puede. Ay no… ¡No, no, no! Me niego a creer que me encuentro frente a él. Esto debe tratarse de una confusión. Sus ojos avellana parecen brillar. Ese cabello rubio y ahora más corto lo hace ver demasiado atractivo. Había olvidado cuán precioso siempre ha sido. Se acerca a mí, enfundado en un costoso traje entero y extremadamente perfecto, parece haber sido diseñado solo para él. —¡Esto lo van a saber todos! ¡Sigo siendo tu esposa y vas a hacerme pasar vergüenzas aquí! Te odio, te odio... —jadeo demasiado airada, hablo entre dientes. ¿Le ha cambiado el nombre a la constructora? Con razón no me di cuenta de esto. Empuño las manos y muerdo mi labio inferior con fuerza, para no gritar. Me echo hacia atrás y acabo chocando con la puerta, pero regreso la vista hacia él, desviando ahora la cabeza hacia un lado cuando sus ojos parecen atravesar por entero los míos.
Me suelta y se va rápidamente, dejándome ahora mucho más molesta. Tiempo después llego a casa, mis amigas ni siquiera han llegado. No me imagino lo que dirán cuando se enteren que ahora soy la nueva asistente de mi ex. El pitido del despertador me hace dar un respingo sobre la cama. Lo apago con movimientos casi frenéticos y me acurruco contra las sábanas de nuevo, pero de repente me despierto abruptamente, ya que alguien ha golpeado mis pies. —Ahí vas de nuevo… —murmura. Clarissa ha osado golpearme de nuevo. —¡Clarissa! —Me quejo. —Son las siete y media de la mañana, ¿no que habías encontrado un empleo? Mis ojos ter
Mi pecho sube y baja en señal de desesperación, los ojos me arden. Siento que las lágrimas afloran de repente, y de manera intempestiva. —¡Eres detestable! —grito entre dientes y lanzo mi cartera sobre el escritorio mientras empuño las manos, muy molesta por sus palabras cargadas de rencor. De inmediato se acerca a mí, ya vestido y prolijamente peinado; todo lo contrario a mí, que tengo la camisa entreabierta y el cabello alborotado. Su actitud es muy intimidante, se nota que está cabreado. —Cuando te dije que te amaba era real, porque comencé a amarte con todas tus virtudes y locuras, con toda tus niñerías. Pero, por lo que veo tú no sabes lo que ese sentimiento significa. ¿Y sabes por qué? Porque eres una mujer rebelde, orgullosa, egoísta… —Sus ojos ahora han comenzado a tornarse algo irritados.