Resoplo agotada entre sus brazos.
—Déjame ya… —Me agito con fuerza, pero él se niega a soltarme.
—Ya deja de moverte. —Niega y me recuesta sobre el asiento del auto.
Pongo los ojos en blanco y maldigo por quinta vez a Dara Scott.
—Te llevaré a la clínica para que te curen, así que mejor guarda silencio. —Su voz grave y autoritaria me hace reír en vez de producir algún temor.
—Puedo ir yo sola y no mantener silencio. Nunca me ha gustado tener la boca cerrada. Mejor ve y calma a tu gatita. —Me cruzo de brazos, riendo de nuevo con sorna.
Sí así araña, ya me imagino cómo tendrá la espalda este idiota.
Derek resopla molesto.
Creo que las copas de aguardiente y las piñas, se me están subiendo a la cabeza. Camino tambaleándome hacia un sofá esquinero, cerca de la pista de baile. Me recuesto allí y de inmediato tengo a dos hombres a mi lado. Se acercan juguetonamente a mi cuello y comienzan a besarme la piel con parsimonia. Me río, puesto que eso me produce cosquillas y en un momento dado, placer. De pronto abro los ojos y encuentro la mirada de Derek clavada en mí. Observa a los hombres de una forma amenazante, por lo que ambos me sonríen antes de marcharse. Lo miro molesta. ¿Ahora también se encarga de quitarme la diversión? Me levanto e intento pasar por su lado con éxito, pero me empuja de nuevo sobre el mueble. —¡Carajo Derek! —grito cuando lo te
Año 1997 Londres - Inglaterra —¡Qué hermoso te queda el vestido! ¡Serás la Sor más angelical de la iglesia! —Mi madre celebra junto a Dorotea, nuestra nana. Pongo los ojos en blanco y desvío la mirada, muy molesta por el horrible traje de monja que Dorotea ha hecho para mí. ¡Me queda horrible! Parezco más un fantasma que una hermanita santificada. —¡Al diablo con eso de ser monja! Envuelvo el ancho vestido entre mis manos y salgo corriendo hacia la primera planta, me encierro en el baño con seguro. —¡Santo Jesucristo y la virgen María! ¡Ven aquí muchachita insolente, vas a tener que lavarte esa boca con agua bendita! —Mi madre grita a lo lejos. Bendi
Desde hace un año he cambiado demasiado. Antes era muy cohibida, no me atrevía a tocar mi cuerpo o pensar en cosas sucias sin pedirle mil perdones a Dios después de aquello. Pero eso ha cambiado, y mucho más ahora que he conocido a Derek. Él me altera, me hace querer darle todo. Ya nada me importa. —Interesante… —Se acomoda las hebras rubias y sonríe de aquella manera endemoniadamente sexy. Me hipnotiza su cuerpo fornido y esos tatuajes que presume en los brazos y cuello. —Todavía eres menor de edad, te quedan dos años para cumplir veintiuno… Eso quiere decir que no te irás a la cárcel por meterte conmigo. —Pongo mi cara más inocente mientras ladeo la cabeza como un cachorro. Enarca una ceja y se acerca a mis labios. Me tumba sobre su cazadora de cuero que acaba de dejar sobre la hierba y las hojas secas, pero se detiene antes de seguirme besando. ¿Qué es lo que trata de hacer?, me pregunto. Tiempo después nos encontramos riendo como tontos, es como si se hubiera arrepentido de hacer algo. Continuamos bebiendo hasta que las botellas se agotan. —Es una lástima, tan rica que estaba… —Me río sin razón y cierro los ojos, acostándome sobre sus piernas de nuevo. —Eso es cierto, pero… debemos volver a casa, si llegas tarde te van a castigar —habla con voz autoritaria. —¡Eso no es cierto! —Sabes que sí. Andando… Me ayuda a levantar, acabamos caminamos juntos hacia la carretera. —¿Y la motocicletCAPÍTULO 12
Meses después... Las semanas pasan hasta que dos meses llegan rápidamente. Meses en los que solo he ido a la escuela y regreso a casa apenas acaban las clases. Tengo prohibido salir con mis amigas o tan siquiera ir a la plaza. Derek viene tres veces por semana a darnos las tutorías de álgebra a mi hermana y a mí, lo que se ha convertido en un suplicio, ya que no podemos tan siquiera hablar o tocarnos como lo hacíamos antes. De vez en cuando nos damos uno que otro beso a escondidas. A veces me escapo de madrugada para vernos e intimar al menos por un corto momento. Lo extraño demasiado. —Ava… —La voz de mi hermana Eva me saca de mis pensamientos. —¿Hmm? —La miro algo distraída. —Necesito tu ayuda. —Hace una mueca rara—. Es que… siento que amo a Derek y pues, quiero que me ayudes a que se f
—¡Al fin aparecen los tortolitos! —Mi madre se levanta de su asiento con el ceño fruncido y una bolsa de hielo en su mano, la cual oprime sobre su cabeza segundos después—. ¿Cómo has podido Derek? Te dimos absoluta confianza porque eres hijo de nuestros socios y amigos, porque se suponía que eras un muchacho ejemplar. Creo que voy a desmayarme de nuevo… —Esto es inaceptable. —Ahora es mi padre quien se acerca a nosotros, con una expresión tan neutral que me asusta—. Por suerte ya pensamos en una solución. Veo a Eva observarnos con burla e ira. ¿Por qué siempre ha sido así de venenosa? —Señor Ansel. —Derek se aclara la garganta y aprieta mi mano—. Yo amo a Ava, eso no lo dude… y también quiero hacerme cargo del bebé que viene en camino. Mi padre arquea una ceja.
—Buenos días… —Derek me saluda cortésmente. —Buen día… —Me aclaro la garganta. Los ojos de la víbora se posan sobre los míos, con cierta malicia y fastidio. —Ayer no te vi en nuestra despedida de solteros. —Luego de decirlo se acomoda el rubio cabello y noto cómo él la sacude levemente, como dándole una reprimenda. Y se quejaba porque yo parecía una adolescente… —Tenía un plan mejor que ese. —Me encojo de hombros y de inmediato me acuerdo de la cálida noche que pasé con Fredd. —Te lo perdiste, fue un evento precioso —responde. Derek me mira de una forma endemoniadamente molesta y curva sus labios en una línea recta, demostrando
Esto no se siente bien. Carraspeo ruidosamente, atrayendo la total atención de Fredd, el cual ahora toma mi mano y me mira con extrañeza. —Vamos adentro, tomemos algo caliente —propongo y ambos asienten. Avanzamos a la sala de estar y voy por cuatro tazas de chocolate bien caliente. Escucho los pasos de Clarissa, el ritmo que lleva el sonido de sus tacones la delatan. —Hola cariño… ¿Vino el chico? —Me da un beso en la sien y yo uno en la mejilla. Asiento sonriente. —Está en la sala junto a Eva. —Dejo los vasos sobre la bandeja. —Hmm… No lo sé, pero tu hermana es algo extraña. Yo que tú, no me fiaría de ella… —Se cruza de brazos mientras