Capítulo 168

Ella sentía sus párpados pesados, como si hubiera dormido por mucho tiempo, y un sabor amargo en su boca. Su garganta estaba tan seca que sentía incluso grietas en sus labios.

Sam sintió el vaivén del lugar donde estaba acostada, un movimiento inconstante, como si estuvieran atravesando un terreno difícil. ¿Estaba soñando? Pero si lo estaba, ¿por qué no podía ver nada? ¿Y por qué sus párpados estaban tan pesados?

De repente, los recuerdos crueles del hombre misterioso invadieron su mente como un torbellino.

La loba se incorporó de inmediato y abrió los ojos, llevando las manos directamente a su vientre.

La luz del sol casi la cegó, y Sam se dio cuenta de que estaba sentada en una carreta tirada por dos caballos.

Apretó su vientre, sintiendo su corazón oprimido en el pecho mientras las lágrimas cálidas caían por su rostro.

La carreta se detuvo de repente, y el primer rostro que vio fue el del macho de ojos dorados.

— Tú y el bebé están bien... necesitas respirar ahora.

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