“Por supuesto que no, no voy a hacerlo, no pueden obligarme, no es justo que me pidan algo como eso!”, reclama Bianca entrando a la habitación con los ojos llorosos y la voz a punto de quebrarse. “Cariño, es por el bien de todos, de todos nosotros, créeme que si hubiese otra forma no te lo pediríamos”, asegura Alma sentándose al borde de la cama junto a ella y tomando sus manos entre las suyas. “¿En serio esperan que me enlace a ese monstruo?”, cuestiona la mujer mirando a su compañera como si fuese una especie de ser insensible. “Esto es mucho más grande que nosotros, a veces hay que hacer sacrificios por el bien mayor, se puede evitar una guerra, salvar miles de vidas si te unes a César. Puede que incluso estés salvando nuestro secreto, una guerra de lobos no pasará desapercibida por los humanos, y mucho menos para los cazadores”, expone Alma con mirada penetrante, en un intento por hacerle entender la gravedad de las circunstancias que enfrentan. Al ver las cosas de esa man
“¿Cómo puede ser que Kaitu haya desaparecido sin dejar rastro?”, cuestiona Julio a sus hombres, los cuales no tienen una respuesta que darle. “No se ha hallado sangre ni rastros de forcejeo, por lo que su desaparición parece haber sido… voluntaria”, comenta el médico ganándose un par de miradas escandalizadas. “¿Estás diciendo que él decidió desertar? Eso es imposible, Kaitu no haría algo como eso, nadie aquí lo haría”, replica el Alfa negando con la cabeza, no pudiendo creer que tal cosa haya sucedido. “Todos entendemos las razones de esta guerra, pero… la paz está más cercana que nunca. Yo hablé con él, y… bueno, no sé si me corresponde decirlo, pero creía que la única razón que te alentaba a seguir esta batalla era Bianca. Que toda esta guerra giraba en torno a una forastera, y no a nuestra manada”, plantea el anciano, sembrando la semilla del descontento entre los presentes. Julio traga saliva ante esas palabras, sobre todo al percibir en las miradas de los demás que comparten
—N-no puede ser... no puedo creerlo... —susurra uno de los ancianos de la manada Noche oscura dejándose caer en un sillón con la mano en el pecho. —Sé que es algo... peculiar, y que probablemente tengo muchas explicaciones que dar, pero necesito hablar con Julio. Es algo urgente —comenta Layla con la suficiente premura en la voz para evitar cualquier interrogatorio.. —¿Explicaciones? Claro que tendrás que darlas, y espero que sean muy buenas, porque esto podría ser considerado una traición a la manada —responde el viejo recuperándose de la impresión, y nada feliz de haber sido engañado por esa mujer. —¡No empieces con tus m*****a burocracia, dime dónde está mi hermano y mi padre! —exige Alana perdiendo la paciencia. —Tu padre está muerto, fue asesinado por unos infiltrados de César, y tu hermano marchó a la guerra para vengarlo. Supongo que si no lo han matado, debe estar muy cerca de su objetivo —responde el anciano soltando un suspiro de cansancio ante la incertidumbre que se ci
“Creo que ya tienes que dejar de darle vueltas, tenemos una posibilidad de terminar con todo esto. ¿Por qué no terminar de aceptar?”, cuestiona Alma mirando a su prometido con una mirada de reclamo.“Sé que todos desean la paz, volver a casa, yo también lo quiero. ¿Pero a qué costo? ¿El de entregar a Bianca al asesino de sus padres? ¿En serio eso no te pesa en la conciencia?”, interroga Julio sentado a un lado de la fogata de su tienda, aún buscando una manera de librar a Bianca, deseando incluso no haber ido a buscarla cuando escapó.“Es la guerra, y en ella hay sacrificio. Bianca será recordada como quien forjó la paz, la que se entregó para salvarnos a todos”, asegura la mujer sentada entre las mantas, deseando que él vuelva a su lado.“No me parece un gran futuro para ella. ¿De qué sirve ser un Alfa si no puedes defender al más débil? ¿Cuándo nos convertimos en simples títeres de la política?”, murmura el Alfa soltando un largo suspiro de exasperación.“Son las decisiones que le
—Supuse que ibas a aparecer en un momento u otro, aunque en parte quería que no lo hicieras. Pensar que luego de todo lo que hemos pasado, voy a terminar como al principio, entregándome a César —murmura Bianca sentada con la mirada empañada frente a la fogata de su tienda. —Yo... no quería que eso sucediera, y de todas formas no lo he aceptado aún. No quiero renunciar a ti, nada vale que te entregue a una vida miserable junto a él —responde Julio con la voz ronca y cansada, sentándose a un lado de la mujer. —Cientos de vidas lo valen, tu manada y tu familia lo valen. Incluso después de todo este tiempo yo sigo siendo una forastera, una exiliada, una desertora. Fue muy tonto de mi parte pensar que era parte de ustedes —confiesa la mujer mordiéndose el labio con rabia, no pudiendo creer haber sido tan tonta. —No confío en César, él nunca ha jugado limpio. Y si está dispuesto a hacer un trato es porque nos teme, porque podríamos derrotarlo, y si lo vencemos todo habrá terminado —asegu
—¿Qué está sucediendo ahí afuera? —murmura Alma con temor al oír los aullidos y gruñidos que le hacen pensar en una batalla. —Alma, gracias a Dios que estás bien. Temía que esas bestias te hubiesen atacado —exclama el médico entrando en la tienda fingiendo preocupación. —¿Nos están atacando? Se suponía que estábamos a punto de crear una tregua entregándole a Bianca, no lo entiendo —murmura la mujer más disgustada por no poder librarse de esa zorra, que de que estén siendo atacados. —Me temo que eso fue solo una trampa para que bajemos la guardia, en todo caso no tiene sentido pensar en eso. ¿En dónde está Julio? Tendría que estar protegiendo a su prometida —indaga el anciano con una pizca de veneno. —Seguramente ha ido corriendo para asegurarse de que Bianca se encuentre bien, no sé qué es lo le hizo, pero él parece respirar solo para ella —refunfuña Alma con los labios apretados con disgusto, sintiendo el amargo sabor del odio y traición en la boca. —Me apena que no sea capaz d
—¡Tú no puedes salir de acá, Bianca! Es demasiado peligroso que estés allí afuera, si algo te sucediera... —declara Julio no siendo capaz de continuar de solo considerar la posibilidad de perderla. —Él me quiere a mí, por alguna m*****a razón está obsesionado conmigo, y esa podría ser nuestra ventaja. César vendrá por mí, y cuando lo haga, cuando se separe de sus Betas podrás atacarlo —plantea la mujer tratando de hacerlo entrar en razón, no es como que tengan muchas opciones. —No voy a usarte de carnada, ese tipo de planes jamás funcionan. Aunque estés escondida, tarde o temprano él querrá enfrentarse a mí, su ego no le permitirá mantenerse alejado —asegura el Alfa conociendo lo suficiente a su rival como para saber qué es lo que sucederá. —¿Y cuántas vidas costará eso? Sabes bien que él no aparecerá hasta que sus lobos hayan acabado al menos con la mitad de los tuyos, yo te ofrezco una opción que signifique la menor cantidad de sangre derramada —replica Bianca tratando de hacerlo
Una vez que se ha quedado sola en la tienda, Bianca se toma un momento para pensar. Necesita aclarar su mente y decidir cuál será su próximo movimiento, no puede darse el lujo de tardar demasiado, le ha prometido a Julio que encontraría a Alma. Y aunque le pese que esa mujer esté entre ellos dos, no es capaz de abandonarla a su suerte, sea lo que sea que le haya sucedido. —Sentir el aire —murmura al cabo de unos minutos, recordando las clases de rastreo que su padre solía darle en medio del bosque. Es probable que sea mucho más difícil con tanto lobos de por medio, pero cree que podrá lograrlo. Respirando hondo sale a la entrada de la tienda, y con los ojos cerrados deja su mente en blanco, solo da lugar a la sensación que los aromas que llegan a su nariz le transmiten. El olor excitante de la sangre, el del sudor del miedo, el de la tierra humedecida, el de madera quemada, y... y lo percibe, finalmente lo siente, el olor floral del perfume de Alma, uno que le pareció demasiado fuert