Kaitu observa sorprendido que la tormenta por fin se ha detenido, con las manos cruzadas detrás de la espalda suelta un suspiro de alivio, por fin podrán avanzar, o al menos cuando su líder aparezca. Al haberse cerciorado de que Bianca tampoco está, ha atado cabos, o bien ha salido a buscarla o ha decidido tomarse un tiempo con ella a solas. Algo que sin duda Alma también ha debido de imaginarlo. "No deberías estar aquí afuera solo, podrían atacarte, y ante la ausencia de Julio, tú eres el segundo al mando", indica el médico parándose a su lado, con la mirada en el horizonte que al fin es visible. "Lo tengo presente, pero sé que aparecerá de un momento a otro", responde Kaitu que piensa que de todas maneras tal vez deban esperar a que la nieve baje un poco. "A mí parecer, perder el tiempo ahora que la tormenta ya no nos detiene no sería muy sabio. Podrían volver a atacarnos", murmura el anciano tratando de alentarlo a que tome una decisión ante la ausencia del Alfa. "No sé cuál sea
“¿En serio es más importante ir a ver a este Alfa que a tu marido que te enterró porque se suponía que estabas muerta?”, cuestiona Alana sin preocuparse en disimular su evidente molestia al estar caminando hacia esa dichosa manada. “Ellos son los más cercanos al nido de los cazadores nocturnos, por ende, los que están en mayor peligro. Ya tendré tiempo de estar con Julio, no sé si será capaz de perdonarme o comprender mis razones, pero tuve que hacerlo”, responde Kayla cruzando la entrada al conjunto de chozas en la que algunas miradas curiosas se posan en la desconocida que ha llegado. “Pues supongo que no se lo podría culpar si no quiere siquiera dirigirte la palabra, quedó destruido después de tu muerte, hasta persiguió a César para asesinarlo”, expone Alana no dejando que quiera quitarle gravedad a lo que tuvo que pasar su hermano. “César se lo merecía, lo escuché planear un motín en contra de Julio, y si lo hubiesen matado este mundo no habría perdido nada valioso. Ni me hubies
“Por supuesto que no, no voy a hacerlo, no pueden obligarme, no es justo que me pidan algo como eso!”, reclama Bianca entrando a la habitación con los ojos llorosos y la voz a punto de quebrarse. “Cariño, es por el bien de todos, de todos nosotros, créeme que si hubiese otra forma no te lo pediríamos”, asegura Alma sentándose al borde de la cama junto a ella y tomando sus manos entre las suyas. “¿En serio esperan que me enlace a ese monstruo?”, cuestiona la mujer mirando a su compañera como si fuese una especie de ser insensible. “Esto es mucho más grande que nosotros, a veces hay que hacer sacrificios por el bien mayor, se puede evitar una guerra, salvar miles de vidas si te unes a César. Puede que incluso estés salvando nuestro secreto, una guerra de lobos no pasará desapercibida por los humanos, y mucho menos para los cazadores”, expone Alma con mirada penetrante, en un intento por hacerle entender la gravedad de las circunstancias que enfrentan. Al ver las cosas de esa man
“¿Cómo puede ser que Kaitu haya desaparecido sin dejar rastro?”, cuestiona Julio a sus hombres, los cuales no tienen una respuesta que darle. “No se ha hallado sangre ni rastros de forcejeo, por lo que su desaparición parece haber sido… voluntaria”, comenta el médico ganándose un par de miradas escandalizadas. “¿Estás diciendo que él decidió desertar? Eso es imposible, Kaitu no haría algo como eso, nadie aquí lo haría”, replica el Alfa negando con la cabeza, no pudiendo creer que tal cosa haya sucedido. “Todos entendemos las razones de esta guerra, pero… la paz está más cercana que nunca. Yo hablé con él, y… bueno, no sé si me corresponde decirlo, pero creía que la única razón que te alentaba a seguir esta batalla era Bianca. Que toda esta guerra giraba en torno a una forastera, y no a nuestra manada”, plantea el anciano, sembrando la semilla del descontento entre los presentes. Julio traga saliva ante esas palabras, sobre todo al percibir en las miradas de los demás que comparten
—N-no puede ser... no puedo creerlo... —susurra uno de los ancianos de la manada Noche oscura dejándose caer en un sillón con la mano en el pecho. —Sé que es algo... peculiar, y que probablemente tengo muchas explicaciones que dar, pero necesito hablar con Julio. Es algo urgente —comenta Layla con la suficiente premura en la voz para evitar cualquier interrogatorio.. —¿Explicaciones? Claro que tendrás que darlas, y espero que sean muy buenas, porque esto podría ser considerado una traición a la manada —responde el viejo recuperándose de la impresión, y nada feliz de haber sido engañado por esa mujer. —¡No empieces con tus m*****a burocracia, dime dónde está mi hermano y mi padre! —exige Alana perdiendo la paciencia. —Tu padre está muerto, fue asesinado por unos infiltrados de César, y tu hermano marchó a la guerra para vengarlo. Supongo que si no lo han matado, debe estar muy cerca de su objetivo —responde el anciano soltando un suspiro de cansancio ante la incertidumbre que se ci
“Creo que ya tienes que dejar de darle vueltas, tenemos una posibilidad de terminar con todo esto. ¿Por qué no terminar de aceptar?”, cuestiona Alma mirando a su prometido con una mirada de reclamo.“Sé que todos desean la paz, volver a casa, yo también lo quiero. ¿Pero a qué costo? ¿El de entregar a Bianca al asesino de sus padres? ¿En serio eso no te pesa en la conciencia?”, interroga Julio sentado a un lado de la fogata de su tienda, aún buscando una manera de librar a Bianca, deseando incluso no haber ido a buscarla cuando escapó.“Es la guerra, y en ella hay sacrificio. Bianca será recordada como quien forjó la paz, la que se entregó para salvarnos a todos”, asegura la mujer sentada entre las mantas, deseando que él vuelva a su lado.“No me parece un gran futuro para ella. ¿De qué sirve ser un Alfa si no puedes defender al más débil? ¿Cuándo nos convertimos en simples títeres de la política?”, murmura el Alfa soltando un largo suspiro de exasperación.“Son las decisiones que le
—Supuse que ibas a aparecer en un momento u otro, aunque en parte quería que no lo hicieras. Pensar que luego de todo lo que hemos pasado, voy a terminar como al principio, entregándome a César —murmura Bianca sentada con la mirada empañada frente a la fogata de su tienda. —Yo... no quería que eso sucediera, y de todas formas no lo he aceptado aún. No quiero renunciar a ti, nada vale que te entregue a una vida miserable junto a él —responde Julio con la voz ronca y cansada, sentándose a un lado de la mujer. —Cientos de vidas lo valen, tu manada y tu familia lo valen. Incluso después de todo este tiempo yo sigo siendo una forastera, una exiliada, una desertora. Fue muy tonto de mi parte pensar que era parte de ustedes —confiesa la mujer mordiéndose el labio con rabia, no pudiendo creer haber sido tan tonta. —No confío en César, él nunca ha jugado limpio. Y si está dispuesto a hacer un trato es porque nos teme, porque podríamos derrotarlo, y si lo vencemos todo habrá terminado —asegu
—¿Qué está sucediendo ahí afuera? —murmura Alma con temor al oír los aullidos y gruñidos que le hacen pensar en una batalla. —Alma, gracias a Dios que estás bien. Temía que esas bestias te hubiesen atacado —exclama el médico entrando en la tienda fingiendo preocupación. —¿Nos están atacando? Se suponía que estábamos a punto de crear una tregua entregándole a Bianca, no lo entiendo —murmura la mujer más disgustada por no poder librarse de esa zorra, que de que estén siendo atacados. —Me temo que eso fue solo una trampa para que bajemos la guardia, en todo caso no tiene sentido pensar en eso. ¿En dónde está Julio? Tendría que estar protegiendo a su prometida —indaga el anciano con una pizca de veneno. —Seguramente ha ido corriendo para asegurarse de que Bianca se encuentre bien, no sé qué es lo le hizo, pero él parece respirar solo para ella —refunfuña Alma con los labios apretados con disgusto, sintiendo el amargo sabor del odio y traición en la boca. —Me apena que no sea capaz d