"¿Hay algo? Muero de aburrimiento", pregunta un joven rubio recostado en un colchón en una caseta situada encima de un árbol. "Nada, como siempre, pero de todas formas tenemos órdenes de seguir aquí durante toda la noche. Nuestro Alfa no quiere que Noche oscura pase por aquí", responde un hombre un poco mayor, observando a través de la ventana sin vidrios. "Como si nosotros pudiéramos hacer algo contra ellos, dicen que la familia Alfa nos dobla el tamaño, y eso sin mencionar la Mirada carmesí", murmura el joven pensando que la mejor posibilidad con la cuentan es correr si llegan a verlos. "Por eso nuestro Alfa se unió a César, ya no quiere seguir temiéndoles, nadie debe estar tan por encima", murmura el hombre tratando de justificar la cuestionada decisión de su líder. "La vida es elitista, siempre habrá alguien por encima de todos los demás", replica el joven acercándose a la ventana para tomar un poco de aire. Una flecha se incrusta en el pecho del hombre que se desploma muerto
"Está haciendo mucho frío, ¿Cómo pueden aguantar este clima?", se queja Kaitu acurrucándose en la piel de bisonte que por suerte tuvo la idea de tomar de una de las manadas que destruyeron. "No es ninguna sorpresa, ya estamos en Canadá, aquí hace un frío de los mil demonios", responde el médico entornando los ojos para ver a través de la nieve que el viento sigue trasladando. "Pero si nosotros no podemos ver a través de esta tormenta, nadie debería poder hacerlo, así que tendremos una noche tranquila", comenta el guardia debajo del toldo que han armado para hacer guardia. "Yo no me confiaría de eso, llevan viviendo aquí mucho tiempo, puede que se hayan adaptado o encontrado la manera de lidiar con la nieve", replica el anciano que si bien podría haberse quedado en Phillisburg,decidió que tendría más posibilidades de deshacerse de Julio estando en el campo de batalla. "Necesitarán mucho más que eso para evitar que los masacremos como a todos lo demás”, asegura Kaitu confiado en la
Kaitu sale fuera de su tienda mirando con sorpresa que la tormenta sigue manteniendo la misma ferocidad, el fuerte viento y la fría nieve le aguijonea la piele haciéndole estremecer el cuerpo. Abrazándose a sí mismo para mantener el calor avanza lentamente por el blanco manto de nieve que ya le llega a las rodillas, por lo que ve parece que este temporal no amainará hasta taparlos por completo. Con esto en mente se dirige hacia la choza de su líder, ya le ha dado suficiente tiempo para tomar una decisión, no pueden seguir quietos allí. "¿Señor?”, llama el guerrero ingresando en la tienda con cautela, esperando no interrumpir nada. "¿Kaitu? ¿Q-qué pasa?", murmura Alma media dormida debajo de una manta. "¿Dónde está Julio?", pregunta el guerrero mirando el lugar vacío junto a ella. "Yo… no… no lo sé, quizás salió a dar una vuelta, o quizás anda detrás de esa Bianca, desde que ella llegó apenas si se acerca a mí", responde la muchacha levantándose con pereza, apretando los labios con
Kaitu observa sorprendido que la tormenta por fin se ha detenido, con las manos cruzadas detrás de la espalda suelta un suspiro de alivio, por fin podrán avanzar, o al menos cuando su líder aparezca. Al haberse cerciorado de que Bianca tampoco está, ha atado cabos, o bien ha salido a buscarla o ha decidido tomarse un tiempo con ella a solas. Algo que sin duda Alma también ha debido de imaginarlo. "No deberías estar aquí afuera solo, podrían atacarte, y ante la ausencia de Julio, tú eres el segundo al mando", indica el médico parándose a su lado, con la mirada en el horizonte que al fin es visible. "Lo tengo presente, pero sé que aparecerá de un momento a otro", responde Kaitu que piensa que de todas maneras tal vez deban esperar a que la nieve baje un poco. "A mí parecer, perder el tiempo ahora que la tormenta ya no nos detiene no sería muy sabio. Podrían volver a atacarnos", murmura el anciano tratando de alentarlo a que tome una decisión ante la ausencia del Alfa. "No sé cuál sea
“¿En serio es más importante ir a ver a este Alfa que a tu marido que te enterró porque se suponía que estabas muerta?”, cuestiona Alana sin preocuparse en disimular su evidente molestia al estar caminando hacia esa dichosa manada. “Ellos son los más cercanos al nido de los cazadores nocturnos, por ende, los que están en mayor peligro. Ya tendré tiempo de estar con Julio, no sé si será capaz de perdonarme o comprender mis razones, pero tuve que hacerlo”, responde Kayla cruzando la entrada al conjunto de chozas en la que algunas miradas curiosas se posan en la desconocida que ha llegado. “Pues supongo que no se lo podría culpar si no quiere siquiera dirigirte la palabra, quedó destruido después de tu muerte, hasta persiguió a César para asesinarlo”, expone Alana no dejando que quiera quitarle gravedad a lo que tuvo que pasar su hermano. “César se lo merecía, lo escuché planear un motín en contra de Julio, y si lo hubiesen matado este mundo no habría perdido nada valioso. Ni me hubies
“Por supuesto que no, no voy a hacerlo, no pueden obligarme, no es justo que me pidan algo como eso!”, reclama Bianca entrando a la habitación con los ojos llorosos y la voz a punto de quebrarse. “Cariño, es por el bien de todos, de todos nosotros, créeme que si hubiese otra forma no te lo pediríamos”, asegura Alma sentándose al borde de la cama junto a ella y tomando sus manos entre las suyas. “¿En serio esperan que me enlace a ese monstruo?”, cuestiona la mujer mirando a su compañera como si fuese una especie de ser insensible. “Esto es mucho más grande que nosotros, a veces hay que hacer sacrificios por el bien mayor, se puede evitar una guerra, salvar miles de vidas si te unes a César. Puede que incluso estés salvando nuestro secreto, una guerra de lobos no pasará desapercibida por los humanos, y mucho menos para los cazadores”, expone Alma con mirada penetrante, en un intento por hacerle entender la gravedad de las circunstancias que enfrentan. Al ver las cosas de esa man
“¿Cómo puede ser que Kaitu haya desaparecido sin dejar rastro?”, cuestiona Julio a sus hombres, los cuales no tienen una respuesta que darle. “No se ha hallado sangre ni rastros de forcejeo, por lo que su desaparición parece haber sido… voluntaria”, comenta el médico ganándose un par de miradas escandalizadas. “¿Estás diciendo que él decidió desertar? Eso es imposible, Kaitu no haría algo como eso, nadie aquí lo haría”, replica el Alfa negando con la cabeza, no pudiendo creer que tal cosa haya sucedido. “Todos entendemos las razones de esta guerra, pero… la paz está más cercana que nunca. Yo hablé con él, y… bueno, no sé si me corresponde decirlo, pero creía que la única razón que te alentaba a seguir esta batalla era Bianca. Que toda esta guerra giraba en torno a una forastera, y no a nuestra manada”, plantea el anciano, sembrando la semilla del descontento entre los presentes. Julio traga saliva ante esas palabras, sobre todo al percibir en las miradas de los demás que comparten
—N-no puede ser... no puedo creerlo... —susurra uno de los ancianos de la manada Noche oscura dejándose caer en un sillón con la mano en el pecho. —Sé que es algo... peculiar, y que probablemente tengo muchas explicaciones que dar, pero necesito hablar con Julio. Es algo urgente —comenta Layla con la suficiente premura en la voz para evitar cualquier interrogatorio.. —¿Explicaciones? Claro que tendrás que darlas, y espero que sean muy buenas, porque esto podría ser considerado una traición a la manada —responde el viejo recuperándose de la impresión, y nada feliz de haber sido engañado por esa mujer. —¡No empieces con tus m*****a burocracia, dime dónde está mi hermano y mi padre! —exige Alana perdiendo la paciencia. —Tu padre está muerto, fue asesinado por unos infiltrados de César, y tu hermano marchó a la guerra para vengarlo. Supongo que si no lo han matado, debe estar muy cerca de su objetivo —responde el anciano soltando un suspiro de cansancio ante la incertidumbre que se ci