“Alfa, todos los guerreros están preparados para la batalla”, informa Kaitu entrando a la mansión de su líder. “Bien, partiremos en breve. Asegúrate de dejar solo los hombres que sean imprescindibles para la protección de la manada, es posible que no volvamos en mucho tiempo”, ordena Julio mirando el crepitar del fuego en la chimenea. “Señor… ¿Está seguro que tenemos las fuerzas necesarias para enfrentar a César y sus manadas?”, consulta el guerrero con marcada preocupación por el resultado de esa campaña. “Sí, las tenemos, y además me tienen a mí que valgo por veinte lobos. La guerra no se gana solo con fuerza y número, sino con astucia y estrategia. Es como un pequeño fuego que comienza a arder en el bosque, en sí mismo es tan pequeño que el pie de un hombre podría apagarlo, pero aprovecha todo lo que tiene a su alrededor para fortalecerse hasta el punto que no puede ser combatido. Y nosotros… nosotros haremos arder hasta al ultimo de ellos”, asegura el líder sin quitar su mirada
Kayla siente las puntas de algunas piedras clavándose en su espalda al apretarse en el fondo de la cueva para mantenerse fuera del alcance de las garras del Cazador nocturno. Con el corazón latiéndole con rapidez por el miedo observa con los ojos lagrimosos a la enorme bestia que con casi medio cuerpo dentro de la cueva lanza feroces zarpazos hacia ella, la criatura está tan cerca de ella que hasta puede sentir el aire siendo cortado por las afiladas garras, a solo centímetros de su rostro. "Hice lo que pude, Julio. Si muero al menos partiré de este mundo sabiendo que entregué mi vida para protegerte a ti y a la manada", murmura la mujer sintiendo un nudo en la garganta al considerar que todo puede haber terminado para ella, y justo cuando creía que Alana había sido capaz de salvarla. Con agilidad Alana salta a la rama de un árbol oyendo el sonido de la manada de bestias que jamás había visto en su vida siguiéndole los pasos, el peso de sus enormes cuerpos y la ferocidad con la que
"¿Hay algo? Muero de aburrimiento", pregunta un joven rubio recostado en un colchón en una caseta situada encima de un árbol. "Nada, como siempre, pero de todas formas tenemos órdenes de seguir aquí durante toda la noche. Nuestro Alfa no quiere que Noche oscura pase por aquí", responde un hombre un poco mayor, observando a través de la ventana sin vidrios. "Como si nosotros pudiéramos hacer algo contra ellos, dicen que la familia Alfa nos dobla el tamaño, y eso sin mencionar la Mirada carmesí", murmura el joven pensando que la mejor posibilidad con la cuentan es correr si llegan a verlos. "Por eso nuestro Alfa se unió a César, ya no quiere seguir temiéndoles, nadie debe estar tan por encima", murmura el hombre tratando de justificar la cuestionada decisión de su líder. "La vida es elitista, siempre habrá alguien por encima de todos los demás", replica el joven acercándose a la ventana para tomar un poco de aire. Una flecha se incrusta en el pecho del hombre que se desploma muerto
"Está haciendo mucho frío, ¿Cómo pueden aguantar este clima?", se queja Kaitu acurrucándose en la piel de bisonte que por suerte tuvo la idea de tomar de una de las manadas que destruyeron. "No es ninguna sorpresa, ya estamos en Canadá, aquí hace un frío de los mil demonios", responde el médico entornando los ojos para ver a través de la nieve que el viento sigue trasladando. "Pero si nosotros no podemos ver a través de esta tormenta, nadie debería poder hacerlo, así que tendremos una noche tranquila", comenta el guardia debajo del toldo que han armado para hacer guardia. "Yo no me confiaría de eso, llevan viviendo aquí mucho tiempo, puede que se hayan adaptado o encontrado la manera de lidiar con la nieve", replica el anciano que si bien podría haberse quedado en Phillisburg,decidió que tendría más posibilidades de deshacerse de Julio estando en el campo de batalla. "Necesitarán mucho más que eso para evitar que los masacremos como a todos lo demás”, asegura Kaitu confiado en la
Kaitu sale fuera de su tienda mirando con sorpresa que la tormenta sigue manteniendo la misma ferocidad, el fuerte viento y la fría nieve le aguijonea la piele haciéndole estremecer el cuerpo. Abrazándose a sí mismo para mantener el calor avanza lentamente por el blanco manto de nieve que ya le llega a las rodillas, por lo que ve parece que este temporal no amainará hasta taparlos por completo. Con esto en mente se dirige hacia la choza de su líder, ya le ha dado suficiente tiempo para tomar una decisión, no pueden seguir quietos allí. "¿Señor?”, llama el guerrero ingresando en la tienda con cautela, esperando no interrumpir nada. "¿Kaitu? ¿Q-qué pasa?", murmura Alma media dormida debajo de una manta. "¿Dónde está Julio?", pregunta el guerrero mirando el lugar vacío junto a ella. "Yo… no… no lo sé, quizás salió a dar una vuelta, o quizás anda detrás de esa Bianca, desde que ella llegó apenas si se acerca a mí", responde la muchacha levantándose con pereza, apretando los labios con
Kaitu observa sorprendido que la tormenta por fin se ha detenido, con las manos cruzadas detrás de la espalda suelta un suspiro de alivio, por fin podrán avanzar, o al menos cuando su líder aparezca. Al haberse cerciorado de que Bianca tampoco está, ha atado cabos, o bien ha salido a buscarla o ha decidido tomarse un tiempo con ella a solas. Algo que sin duda Alma también ha debido de imaginarlo. "No deberías estar aquí afuera solo, podrían atacarte, y ante la ausencia de Julio, tú eres el segundo al mando", indica el médico parándose a su lado, con la mirada en el horizonte que al fin es visible. "Lo tengo presente, pero sé que aparecerá de un momento a otro", responde Kaitu que piensa que de todas maneras tal vez deban esperar a que la nieve baje un poco. "A mí parecer, perder el tiempo ahora que la tormenta ya no nos detiene no sería muy sabio. Podrían volver a atacarnos", murmura el anciano tratando de alentarlo a que tome una decisión ante la ausencia del Alfa. "No sé cuál sea
“¿En serio es más importante ir a ver a este Alfa que a tu marido que te enterró porque se suponía que estabas muerta?”, cuestiona Alana sin preocuparse en disimular su evidente molestia al estar caminando hacia esa dichosa manada. “Ellos son los más cercanos al nido de los cazadores nocturnos, por ende, los que están en mayor peligro. Ya tendré tiempo de estar con Julio, no sé si será capaz de perdonarme o comprender mis razones, pero tuve que hacerlo”, responde Kayla cruzando la entrada al conjunto de chozas en la que algunas miradas curiosas se posan en la desconocida que ha llegado. “Pues supongo que no se lo podría culpar si no quiere siquiera dirigirte la palabra, quedó destruido después de tu muerte, hasta persiguió a César para asesinarlo”, expone Alana no dejando que quiera quitarle gravedad a lo que tuvo que pasar su hermano. “César se lo merecía, lo escuché planear un motín en contra de Julio, y si lo hubiesen matado este mundo no habría perdido nada valioso. Ni me hubies
“Por supuesto que no, no voy a hacerlo, no pueden obligarme, no es justo que me pidan algo como eso!”, reclama Bianca entrando a la habitación con los ojos llorosos y la voz a punto de quebrarse. “Cariño, es por el bien de todos, de todos nosotros, créeme que si hubiese otra forma no te lo pediríamos”, asegura Alma sentándose al borde de la cama junto a ella y tomando sus manos entre las suyas. “¿En serio esperan que me enlace a ese monstruo?”, cuestiona la mujer mirando a su compañera como si fuese una especie de ser insensible. “Esto es mucho más grande que nosotros, a veces hay que hacer sacrificios por el bien mayor, se puede evitar una guerra, salvar miles de vidas si te unes a César. Puede que incluso estés salvando nuestro secreto, una guerra de lobos no pasará desapercibida por los humanos, y mucho menos para los cazadores”, expone Alma con mirada penetrante, en un intento por hacerle entender la gravedad de las circunstancias que enfrentan. Al ver las cosas de esa man